lunes, abril 30, 2007

Historia de Duelo -- Poesía de "Espejos"

Torva la mirada
el pico cerrado
los puños apretados
y el cuchillo en el cinto

sus cejas se juntaban
sobre su nariz afilada
y sus ojos desafiantes
ni siquiera parpadeaban

Ni miedo ni adrenalina sentía
una paz de muerte lo recorría
ni siquiera una gota de sudor caía
por las angulosas facciones de su rostro sin cara

esquivaba con saltos
los aguerridos zarpazos
rodaba en el suelo
con la agilidad de un gato

en el aire sonaban silbidos
de los filos amenazantes
que al aire cortaban
y por sangre clamaban

entró ella al lugar
donde los dos se trenzaban
y vio tras su niño
erguirse a la parca

por temor un suspiro
escapó de su boca
henchido en sentidos
la escuchó su hijo

fue el momento preciso
en que el filo del otro cuchillo
le tajeó hasta lo hondo el costado del cuello
y un chorro de sangre se esparció por el piso

cayó de rodillas mirándola a ella
culposa y llorando llegó hasta su niño
lo contuvo en sus brazos
hasta la última gota

le encomendó su alma a dios
entre lágrimas culposas
viendo la imagen borrosa alejarse
del asesino de su hijo

tomó el cuchillo del piso
e iriosa y destartalada se hecho a la figura
con la vista nublada
por tantas penas, tantas lágrimas

el cuchillo del hombre
dio un último silbido
clavándose en medio
del acongojado pecho

Salió caminando fumando y tranquilo
sin mirar los cadáveres tirados y fríos
se perdió en la noche con seguro paso
la mirada torva y el cuchillo ensangrentado.

domingo, abril 29, 2007

Historia con palos sin piedras -- Poesía de "Libro"

El carpintero
martillaba
martillaba
con martillo de palo

El carpintero
cortaba
cortaba
con serrucho de aserrín

El carpintero
pegaba
pegaba
al herrero y
al ferretero
que burlándose
de su buena fé
y su humilde
sumisión
le vendieron
cualquier cosa.

sábado, abril 28, 2007

VI -- Poema de ..."Albricias y Menudencias de las coyunturas navegando entre cotidaneidades y zurruscos"...

VI

Hay veces que pareciera
que todo se complica
que la nada y el bolsillo
son sinónimos y amigos

Hay veces que hay tormenta
y el cielo celeste primero
se tiñe de gris / después de negro
y por último irónicamente nos escupe

Hay veces que llegamos a casa
después del día largo de cotidiano trabajo
que se siente en las piernas
que se siente en el ánimo

y por la escaleras sufrimos maldiciendo
a ese recurrente cartel que cuelga
en la puerta del ascensor de la planta baja
con la leyenda "no funciona"

Hay veces que las llaves son muchas
y las puertas pocas
hay veces que hay cien mil puertas
y la llave es solo una

Hay veces que todas las escaleras descienden
que las claves no son de sol
que el viento sopla
arrastrando todo hacia un abismo

Hay veces que pareciera que las sonrisas
parecen estar de vacaciones
y las lágrimas y los miedos
no pueden descansar

Hay veces que uno está seguro
que si todo no termina hoy
termina o revienta mañana
pasado o algún día pero
o termina o revienta

aunque hay veces que uno se da cuenta
que la tormenta es la que termina
y no con uno\ si no más bien con ella misma

A veces uno se da cuenta
que las escaleras que descienden
pueden ser escaladas hasta la cima
y después de la menudencia de la albricia
las lágrimas que caían
se van silenciosas con el viento
que en su cola trae palabras y caricias

Porque hay veces que cien mil puertas
sirven menos que una llave
porque hay veces que muchas llaves
pesan rompen agujerean
y no abren ninguna puerta

Porque todo revienta y termina
y de la nada todo empieza de nuevo
sabiendo que hay que empezar
para rehacer y mejorar
ya que no todo se complica
cuando uno simplifica.

viernes, abril 27, 2007

Sham Ya! -- Canción

Si querés, encontrar,
un lugar sin banderas
donde no haya fronteras
y sea el corazón quien da las ideas
no... tendrás....
que ir muy lejos de vos...
de vos.

Aunque si lo que querés es
un lugar dividido
donde todo sea frontera
y sea lo que piensas la única idea
no... podrás....
llegar, más allá de vos...
de vos.

No hay razón, sin corazón
No hay corazón sin razón
No hay razón, sin corazón
No hay corazón sin razón

Si querés, encontrar,
un lugar prohibido,
solo tienes que salir
y perderte dentro de vos mismo...

ohhhh ohhhhh
No hay razón sin corazón
sigue tu camino, sigue tu camino
no hay corazón sin razón
síguelo, síguelo
Sigue tu camino hasta encontrarte

jueves, abril 26, 2007

Fumador -- Cosa

Maldito tabaco, pensar que llevo más tiempo de mi vida
disfrutando de tu falso placer, que renegando el haberte conocido.
Pensar que de pibe empecé con el vicio sin pensar siquiera
en las consecuencias que causa el hecho de sacar y meter humo
como una chimenea que en cuenta regresiva
va contando los minutos que le queda.
Me veo a mi mismo y a los demás que fuman conmigo,
llevando los cilindros, o las pipas, o los armados a sus bocas
pitando hasta lo hondo, exhalando casi extasiados
creyendo que esa forma de suicidio falaz,
realmente sirve para algo.
Ya ni recuerdo por que empecé a fumar,
y no sé por qué lo sigo haciendo,
lo que si sé, es que al despertar, lo primero que quiero,
es una bocanada de humo caliente acariciando mi boca,
lamiendo mi lengua, dejando impregnado a su paso
el gusto a químicos, y a tabaco pero en menor grado,
que va dejando en cada pitada la parca que avanza.
Que forma rara de suicidio, que muerte lenta la escogida,
no sé por qué se inventa uno mismo esa sensación de placer
al aspirar una bocanada del cáncer que ingresa,
dejando nicotina y alquitrán por cada poro del tracto respiratorio,
conquistado los pulmones y expandiéndose hacia el cuerpo entero,
tapando los alveólos primero, las venas después y las arterias también...
No sé por qué todavía no dejo de fumar,
el día menos pensado me agarra el patatús y dejo el vicio,
siempre y cuando el vicio no me gane de mano
y me quede al costado del camino solitario
sin un fósforo en la cajita y en el bolsillo de la camisa
el atado de puchos muerto de la risa.

miércoles, abril 25, 2007

Vieja calle Florida -- Poema de "Libro"

Ni curva ni contra curva,
dos violetas hacen
balcón en florida
¿Qué mirarán?
azul-lejos de agua
florida ahogada
de lágrimas porteñas
que trabajan
Un paso se adelanta al otro
y entre los dos
te cagan a patadas
te pisan como Metafrasta
y sonríen.
Florida calle turista
negrera caída empedrada
malparida peatonal
que ni siquiera tiene mano
para ir contra la corriente
FLO-RI-DA
calle o partido
el que rompe pincha
pierde garpa
pelota Florida
calle peatonal
qué más.

martes, abril 24, 2007

Ignominia -- Poesía de "Espejos"

No tengo idea de nada
por si me preguntan les contesto de antemano
que no tengo idea de nada.
Entiendo el significado de política
pero se me ha desdibujado ya su significante,
al igual que de religión, soberanía y cooperatividad,
encuentro una connivencia entre todas estas palabras
utilizadas siempre con el mismo fin,
y los fines que se esperan no son los que se construyen.

También reniego de la vieja escuela, con ese asunto
medio raro que hay entre los medios y los fines,
las justificaciones, aceptaciones y también las entenciones
de los que estamos en medio de causas, consecuencias,
y la mar en coche. Cuánto maniqueo...

La vida es esto? o la vida es lo que nosotros elegimos?
No me gustan las elegías por eso elijo el protagonismo,
la forma sincera, el modo afable y la buena costumbre.
Para qué y de qué sirve, no lo sé, cultivo la esperanza
que algún día con buen tiempo y viento a favor
la humanidad crea en la felicidad, así entonces todos,
construyendo hacia un mismo fin, podamos ser felices.

lunes, abril 23, 2007

Patagonia Oeste -- Poesía de "Espejos"

Llueve, no es la primera vez que llueve
ni será la última tampoco,
se ven las montañas y el marco
del cielo bajo lamiendo las cimas
es soberbio.
Uno se siente impotente entre tanta imponencia,
hay olor a vida que retoña verde en los cipreses,
el valle está enjuagando las mil y un sequías del verano
y las acequias polvorientas antes
dejan ver el fondo barroso ahora
a través del agua invisible y fría que corre.
Bajo el maitén la vida espera.
Su mapuche milenario con costumbres ancestrales
sentado sobre la sombra del árbol
practica sus rituales sabiendo
que en breve nevará y los sonidos invernales
coparán de música las silenciosas copas de los árboles.
Crepitantes los maderos en los hogares
llenarán de humo su única avenida, a sus calles,
al bosque quejumbroso que a la primavera paciente espera.
Llueve, no es la primera vez que llueve
y por dios espero que tampoco sea la última.

domingo, abril 22, 2007

Rendido? -- Poesía de "Espejos"

Sé que me ves vencido, que me sentís débil,
frágil, laxo y sin esperanzas.
Entiendo que me sentís apagado,
sin el fuego de la pasión
recorriendo con euforia mis entrañas,
que creés que mi silencio es sumisión,
y que mi mirada azul que profunda te mira
con cierto dejo de tristeza,
es crucial para aumentar tus fuerzas
y creerte capaz y posible de hacer con mi alma
lo que te cause la real gana.

Pero no estoy vencido, ni tampoco estoy débil,
tus golpes solo me hacen más fuerte,
tu orgullo me enseña humildad y paciencia,
mis caídas me enseñan a poner mis pies sobre la tierra,
mi pasión no muere, mi pasión se rearma, se reacomoda,
se transforma en silencio, en el silencio contemplativo
de mis ojos que te miran con tristeza,
al verte erguirte orgullosa y con violencia
con la supuesta fuerza que te da el creer
que podés hacer con mi alma lo que quieras.

No es debilidad mostrarme desnudo y sincero ante vos,
en cambio sabés, que es todo lo contrario,
llevás siglos en esto, te conozco, golpeas en todos lados
hasta encontrar por insistencia un punto flaco,
pero no conmigo, no en este camino que transito,
que juzgo mis acciones con mis aciertos y errores,
que preveo las consecuencias por las causas,
entendiendo que toda consecuencia se justifica en su causa
pero las causas nunca tienen justificación alguna.

No estoy rendido, ni me doy por vencido,
no estoy en tus manos, ni en las del destino,
escribo la historia por paso pisado,
construyendo de a pasos mi propio camino.

sábado, abril 21, 2007

Llamado a la solidaridad – Poesía de “ Espejos”

Amigos, enemigos, hermosos conocidos, alegres desconocidos…
Qué es lo que está pasando?
Ustedes que leen los diarios, los que lo ven por televisión,
los que en carne propia lo viven, los que son noticia,
los que las escriben, los protagonistas, los testigos,
las víctimas que nunca faltan pero siempre sobran,
a ustedes, a nosotros… qué es lo que está pasando?
La ira, la venganza, la matanza, la violencia
es lo que ahora en todos lados reina,
hasta la naturaleza se volvió loca y reacciona con mano de piedra.
No lo ven? No se dan cuenta?
Todo se está yendo a la mierda y nadie levanta un dedo,
bah… los dedos que se levantan son para señalar,
y esos dedos señalan a torturadores, a torturados,
a mancillados por dirigentes y a dirigentes que mancillan,
a ignorantes a enfermos a sanos y a curados.
Dedos que señalan a esos terroristas
que se autoproclaman como buenos
también a los otros de los que llaman malos,
cuando en verdad terrorista es cualquiera
que tiene el poder de apretar el botón.
Todos los dedos señalan responsables y culpables,
pero ningún dedo señala su propia mano,
todos nos desligamos en vez de comprometernos,
sabernos responsables y entendernos también como culpables,
y hacedores del mundo que nos rodea, del círculo al que pertenecemos,
y del que no, si señor, del que no también.
Parte vital y pasajera de un todo /somos/
granos de arena en una inmensa playa,
pero como individuos sólo somos
un grano de arena en el ancho mar.
Debemos aprender de nosotros mismos, de nuestras condenas,
de nuestras condenas, de la mochila que portamos,
debemos aprender paciencia,
que no es más que la ciencia de la paz,
y entender pero no justificar, y aceptar, pero nunca resignar.
No decir que si, ni decir que no,
y menos que menos decir por decir.
Amigos, enemigos, es nuestro futuro el que está en nuestras manos,
y para que éste no se escape entre nuestros dedos, los dedos deben estar unidos,
no señalando y buscando a los culposos y a los culpables,
si no más bien atendiendo su menester prensil de sostener.
Somos los únicos capaces de cambiar la historia,
ya que por ahora somos quien la escribe
por ende depende de cada uno de nosotros
que la historia tenga un final feliz.

viernes, abril 20, 2007

Una cosa mía -- Poesía de "Espejos"

Cansado ya de la homeopatía,
de la anarquía, de la filantropía,
de la melatonía, de la monotonía,
de la licantropía, de la disentería,
me volqué en la filosofía,
en la autarquía, en la marquesina
de la vida cotidiana, en la resina,
la minería, la camaradería.
Encontré entonces la guía,
la porquería, la hernia, la fatiga,
la mayoría, la minoría y la minoridad.
Entendí la mentira sin juzgar a la verdad
y me decía, juraba y repetía que algún día
todo eso cambiaría.
Me alejé de la dulce vida,
de las misas, de las jerarquías,
de las avenidas, de las aspirinas,
y de las malas compañías.
A secas entonces me acerqué a la vida,
a las migas, a las panaderías,
a las aves que anidan.
Sin juzgar aprendí a entender y darme cuenta,
que todo es una misma cosa, y gracias a todo bien o mal,
aquí estamos. La dicha golpeó la puerta,
y al abrirla, sonreí.

jueves, abril 19, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 37ma entrega -- viene del 14/03/07

Ya estamos en la recta final, aquí tendremos los últimos dos capítulos de esta novela, donde hemos encontrado las miserias más profundas de las sociedades y sus gentes, donde los intereses personales están por sobre todas las necesidades. Hemos reído, hemos llorado y hasta hemos mascado bronca ante la impotencia que causan el poder, el egoísmo y la necia necesidad de apretar y sofocar tan solo por vanidad, con vosotros, los últimos dos capítulos.

Caos Organizado -- Novela

LXI

El helicóptero aterrizó en la pista de aterrizaje, Gustavo bajó del mismo caminando seguro, pisando fuerte, con los ojos fríos, con la cabeza estratega pensando silente.. Se acercó al establo y entró silencioso. Gésus se acercó y lo saludó fríamente al igual que Talmarital.
-Esto se tiene que terminar.- dijo.
-Sí...- parecían estar de acuerdo. Las miradas de Gésus y Gustavo pugnaron titánicamente cuando se cruzaron. Talmarital los tomó a ambos de los hombros.
-Vamos muchachos, ya hemos tenido demasiado.
-Dónde está Fernando?- preguntó Gustavo.
-Pensé que lo tenías vos- le dijo seco.
-Y yo vos.
-A mí se me escapo con la putita esa...- farfulló Gustavo.
-Bueno, bueno...- interrumpió amenizando la situación.-... hay que pensar en qué vamos a hacer y cómo.
-Lo que hay que hacer es parar toda esta mierda.- dijo Gésus.
-Al fuego se lo combate con fuego.
-Si pero ellos tienen lanzallamas y nosotros tenemos fósforos...
-No.- exclamó Gustavo- yo tengo armas para tirar para el techo, están esperando mi orden para entrar en acción.
-Por qué entonces no las usaste apenas llegaron?
-Porque me llegó tu mensaje- dijo fríamente mirándolo a los ojos.
-Podrías haber intervenido antes?
-Claro que sí pero con el asunto de la fábrica y todo eso- resopló haciendo mofa de un falso cansancio- también sabía que la O.M.N. iba a atacar, pero bueh! para qué meterse donde a uno no lo llaman.- Gésus se prendió del cuello de Gustavo apretándoselo con fuerza. Gustavo se deshizo de la presión sacándole las manos de su asesina agresión con sus dos manos que dibujaron un semicírculo de adentro hacia afuera, los brazos de Gésus se abrieron hacia los costados y Gustavo le metió un mamporro en medio de la cara el cual Gésus no pudo esquivar pero si soportarlo de pie, le devolvió el moquete, Gustavo cayó al piso tomándose la cara.
-Mierda que pegás duro!
-Si fuera por mí te mataría...- le dijo amenazante parado en el mismo lugar.
-No podrías, en cambio yo sí podría.- dijo Gustavo sacando de su cintura un arma y apuntándole, con la manga se limpió la sangre que le caía de la nariz-... no es la primera vez que me pegás, tal vez no te acuerdes pero cuando se incendiaba el bar de tu amigo y vos estabas yendo hacia allá...
-Vos me pateaste en el piso...
-Sí.- dijo mientras mantenía el arma apuntándole directamente a la cabeza.
-Bueno ya está, me dijiste todo, yo ya lo sé, ahora sólo te queda matarme.
-Matarte?... estás loco, sería mal negocio, hasta que la cosas no se enfríen un poco la gente se va a acordar de mí y no creo que lo hagan con cariño...- resopló guardando su arma de nuevo bajo el cinturón.-... no sería bueno para el negocio deshacerme de vos- Talmarital se encontraba en medio de una situación harto complicada y riesgosa.- me convienen vivos... los dos, en cambio ese no, pero me da lo mismo que ese siga vivo...- el ex-canciller lo miraba con miedo.- Ah! que tanto- sacó el arma, dibujó un círculo en el aire con la misma haciendo en algún lugar de esa circunferencia un sólo disparo y la volvió a guardar en su cintura.- en qué estábamos?... oh sí! teníamos que salvar a la República...- Gésus y Talmarital se miraron sorprendidos mientras se volteaban para ver al ex-canciller en el piso con un agujero en medio de los ojos.
-Hijo de puta!
-No es para ponerse así, si ese quedaba vivo les iba a hacer a ustedes las cosas mucho más complicadas. El arreglo es el siguiente...
-Qué arreglo?- bramó Gésus acercándosele.
-Hay sólo una forma de salir de todo ésto y que la República no se hunda...
-Y a vos qué mierda te importa si la República se hunde.?!?
-También tengo negocios que atender acá... vamos muchachos no se pongan así, ya tengo todo arreglado. Ya me llegaron los informes, mañana por la mañana los aviones de la O.M.N. van a bombardear todo, entre mis hombres y la fuerza aérea los van a correr a todos por los aires y por tierra, la infantería se va a encargar de sacarlos de a uno, lo más seguro es que se rindan, pero no se van a rendir si yo lo pido, es más... si yo llego a aparecer, me van a caratular como terrorista y nos van a quemar a todos, en cambio si vos Gésus intervenís con el apoyo de Talmarital, van a aceptar poniendo algunas condiciones y todo va a quedar como entonces...
-Pasaron demasiadas cosas desde entonces...
-Sí, pero si ahora muere alguno de nosotros tres, la República va a pasar a ser historia, así de simple.- chasqueó los dedos mientras los miraba.
-Sos un hijo de puta!
-No, simplemente soy un hombre de negocios- miró el reloj de su muñeca- yo recomendaría que embarquen su vuelo y vayan yendo a hacer las negociaciones de paz antes que sea tarde.
-Esto no va a quedar así!- le dijo Gésus, clavándole el índice en el pecho, respirándole en la cara.
-Sí Gésus, no puede quedar de otra forma.- dijo prendiendo un cigarrillo.

LXII

Habían llegado al centro. Hace horas que daban vueltas por entre las calles y callejas céntricas de la Ciudad Capital; raramente todos los soldados rosados habían desaparecido, les había resultado extraño que mientras se encaminaban al centro, los otros se retiraran tan así rápidamente.
-Qué estará pasando?
-No sé, pero huele mal.- La mañana empezaba con el sol amaneciendo un horizonte repleto de aviones que venían.
-Mierda, cúbranse todos!- gritó Fernando viendo venir volando el negro destino que acechaba. En pocos segundos el cielo se llenaba de sombras y la tierra temblaba en tanto las bombas caían y de a una explotaban, los edificios tan sólidos parecían ser hechos de cenizas, los escombros caían desde los pisos más altos de los rascacielos. Los focos de resistencia que habían escondidos por doquier, escapaban corriendo por todos lados. No había lugar seguro donde "to be or not to be". La civilización se derrumbaba entre las explosiones, los hombres corrían desesperados, muriendo, muriendo por las explosiones, por los escombros que caían desde lo alto y se destrozaban en el piso levantando el polvo que otros mordían. Desde una boca de desagüe Fernando contaba cuantas vidas al gato le quedaban. Un avión cayó en picada reventando contra el piso, desarmando una manzana completa, dejando allí un agujero. Los aviones de la República llegaban y también cubrían los cielos y comenzaban a combatir como dos halcones en propia pugna, en el aire, brindando un espectacular combate repleto de acrobacias piruetezcas y rojas explosiones, con alas de metal y patas de balas, bombas y misiles, de un lado, del otro. Después de unos minutos de pánico y ataque constantes los aviones atacantes comenzaban a huir perseguidos por la feroz fuerza aérea de la República que formaban al irse. Las gentes salían de entre las ruinas, festejando, revoleando trapos, uniformes y banderas, otro de por ahí prendía un cigarro y un gato de por allí salía coqueto.
Gritaban al cielo, cantando, bailando, agradeciendo felices casi todos estaban. Fernando salió del desagüe y comenzó a recorrer las calles y callejas de la Ciudad Capital que se encontraba en esa tensa paz que llega después de esa tormenta que con todo con lo que se cruza lo arrasa y lo lleva. Miraba a su alrededor caminando despacio entre escombros y quejidos próximos a la muerte, sintió la soledad del fin al llegar a lo que alguna vez fue el bar de Colifa, se sentó entre sus escombros, pensando en todos, mientras recorría con la vista los devastados en derredores. Se puso de pie pensando y sabiendo que sí, que la naturaleza es sabia, había dejado al ser humano crecer y que él mismo decida el modo de ver las cosas, mirando todo por la superficie encontrando así nada más que preguntas.
Se detuvo frente al sol que amaneciente sonreía con esperanza entre sus rayos que llegaban y como no podía ser de otra forma, cálidos... acariciaban. Un magalíclaro le cagó el hombro y después se le posó allí cantando su raro canto violento lleno de paz. Mientras que un gato ronroneante se le acercaba amenazantemente coqueto.
-Qué más da?- se dijo cayendo de rodillas al suelo con los ojos enjuagados y sus brazos laxos colgando al costado de su torso.
-Vamos, vamos- sintió una suave voz que lo arrullaba- que todavía hay cosas para hacer niño, mire lo desordenado que está todo, fíjese nomás que caos!
-Si Fer, no es tiempo de lamentos, no te parece? La vida debe ser distinta, debe cambiar y ese cambio está en tus manos, en las tuyas y en los que te rodean...
-Algún día comprenderán que la fuerza no hace a la razón, que la opresión crea huérfanos, rencores y desamparos, que el dominio es de cada uno su demonio, que la libertad existe dentro de uno y que la vida de cualquiera es tan importante y necesaria como la de uno mismo, que creer es la fuerza mayor sin importar en lo que uno crea y cree... que la voluntad hace vientos con las fuerzas de las mareas, que hasta a las duras rocas con el tiempo cambian. Algún día entenderán que el que divide no reina porque no tiene qué reinar ya que lo ha dividido, sabrán que el individuo es indivisible y entonces comprenderán que se equivocaron dividiéndose, dividiéndonos, tal vez para cuando ésto suceda de vos ya no quede ni el recuerdo, pero es bueno que sepas que darse por vencido y dejar caer los brazos es de necio y si mirás a tu alrededor te darás cuenta lo que la necedad hizo y hace. No te dejes arrastrar por esas veredas ocultas de la mente en las cuales todo debe y tiene que tener razón y porque, recuerda que los caminos de los sentires están llenos de sol y compañía y que los sentimientos no tienen razones para contestar al por qué. ¡Hasta la bestia cambia gracias a los sentimientos y a creer! Recuerda que la lucha no termina si sobrevive el que pelea, recuerda que aprender es aprehender y después dar, recuerda que el rencor y la venganza nunca a nadie lo ha llevado a nada. Tal vez sea bueno luchar por los ideales, forjan el carácter, pero guay que las ideas se conviertan en obsesiones, en utopías, cuidado que las ideas se transformen en poder, porque allí nada se transforma si no, más bien, se deforma. Levantate, caminá orgulloso y mostrá a cada cual su camino y no te enojes con el que haya tomado otro, ya que te enojarás con la humanidad entera, sabé que ésta está formada por individuos que tienen que cumplir distintas metas. El ser humano para ser, sólo necesita creer, creer en eso que no existe a simple vista, de allí los sueños, de allí la vida.
Fernando comenzó a reír descarriadamente feliz mientras un lucero verde con una fuerza bestial, lo hacía ponerse en pie y sonreírle al futuro que en ese horizonte, con voluntad amanecía.


FIN

miércoles, abril 18, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 36ta entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela

LIX

-Tíren a Dios en nuestra contra si pueden, ya me cansaron con toda esta mierda, si quieren mantener la paz en nuestro territorio, la forma en la que lo están haciendo no es la adecuada...- escuchó las palabras que de larga distancia le llegaban hasta el auricular del teléfono-... me chupa un huevo la cantidad de hombres que hayan perdido, nosotros estamos perdiendo más y no nos vamos a quedar de brazos cruzados... usted no es quién para darme una orden... no venga con amenazas, si defender mi suelo es declararle la guerra al mundo entero entonces considérelo un hecho!- cortó la llamada oficial.
-Disculpe comandante pero...
-Pero nada... empiecen a alistar todas las tropas les vamos a fregar el culo a esas fuerzas de paz, que pacifican mediante las armas.
-Pero señor...
-Nada de peros, el anterior comandante en jefe hubiera hecho exactamente lo mismo, ya no se trata de nosotros contra nosotros, ahora son ellos contra nosotros, alisten a todos y que de todos los cuarteles salgan ya, no nos vamos a mantener más tiempo al margen.- bramó el flamante comandante en jefe de las fuerzas armadas haciendo temblar al mundo bajo su duro puño que golpeaba rabioso la madera de la mesa.

LX

Toda la interminable batalla se había acallado a los alrededores. Se asomó del refugio que había encontrado, en el cual se había metido para descansar un poco, vio un reguero de sangre que pintaba el asfalto destruido. Soldados de todos los tamaños y rangos destrozados, tirados en el piso, sangrando. Tanques deshechos como aplastados, con abolladuras, volcados, aún con llamas y humos que subían. Sonrió contenta y coqueta con el mechón de pelo lacio del color de la noche que le caía sucio pero simpático sobre el ojillo marrón que junto al otro, poco entendía que sería lo que allí había sucedido. De seguro se habría quedado dormida.
Salió de allí tirando su arma y tomando más de las que estaban en el piso que les pertenecían a aquellas fuerzas de paz. Se guardó las que pudo así como también sus cargadores repletos. La cantidad de soldados muertos era inusitada y misteriosa. Pensó que estaba soñando, ya sus sueños le habían jugado antes estas pasadas que le confundían la realidad. Caminó un par de metros y miró un par de metros más allá, a los tanques en llamas, y pensó que lo mejor sería también llevar granadas por si los tanques aparecían con objetivos poco amistosos. Recogió un par de granadas y se las puso encima. La curiosidad de saber que había pasado era plena. Miró hacia un lado de la calle y miró hacia el otro, todo calle arriba y calle abajo, era un camino formado por cadáveres rosas con cascos blancos destruidos al parecer tan sólo a golpes. Estaba impresionada raramente, no entendía, ni podía imaginar que era lo que había sucedido, calle arriba empezó a caminar siguiendo el sendero de muertos. Por aquel lugar una tensa paz flotaba en el éter. Avanzaba lento, ya que eso de caminar entre los muertos no le daba buena espina. La noche era profunda y oscura, la luna estaba ausente sin aviso y las pocas estrellas que trabajaban no iluminaban más que sus propios sistemas estelares. Caminaba temerosa entre cadáveres pisando apenas el húmedo suelo, a pesar de estar todo irreconocible, ella sabía que había estado allí, hace más de unos pares de horas atrás. Ella recordaba haber matado un par de soldados cuando salía de lo de Esperanza pero ésto era ridículo, ella no podía haber hecho todo ésto.
Le costaba respirar debido al frío olor a muerte que abundaba en las calles del norte de la Ciudad Capital, avanzaba sigilosa, pisando apenas, cómo le gustaría saber qué fue lo que desencadenó toda esta locura apocalíptica. Aceleró su paso al ver que todo este reguero de muertos parecía ir hacia la casita de Esperanza y Elbéstides la cual había volado por los aires cuando ella escapaba de allí, mágicamente ilesa, ya que Pinto le había disparado. O habría sido eso también un sueño? o ahora todo era un sueño? o todo había sido un sueño?, no sabía qué pensar ni en quién, no sabía ni siquiera si ella era parte de esta realidad, si es que acaso lo era. Dobló en la esquina siguiendo la corriente de la sangre y los muertos, entre las sombras oscuras, distinguió a Elbéstides parado mirando hacia el otro lado, hacia allá... Saltó de alegría y gritó feliz con el alma, gritaba su nombre, llamándolo, corriendo hacia él como perro contento que es llamado para ir de paseo al parque.
-No sabés lo contenta que me pone saber que estás bien- dijo al llegar a él y abrazarlo por la espalda, sintió las manos y el pecho (que se le apretaba contra esa espalda gigantesca) humedeciéndoseles. La cara se le desdibujó de horror retrocediendo un par de pasos, dándose cuenta que en sus manos y en su pecho esa humedad era sangre, sangre ajena, sangre de Elbéstides que lleno de agujeros de bala sangrantes, seguía de pie. Gritó presa de pánico, horror y furia, a pesar de estar parado, erecto y orgulloso de su bestial tamaño, Elbéstides estaba muerto con la mano extendida hacia adelante y abierta con una nada dentro de la misma, sonriendo, feliz, no tan bruto pero si hermosamente lindo. Sólo como sabía hacerlo Elbéstides. Parado como cuando vivía, sobre las recientes ruinas de su casita, de la de él, de la de Esperanza. Parado erecto inmóvil inerte con la sonrisa a flor de piel, más feliz que nunca. Lucero echó a correr desesperada hacia ningún lugar, dejando detrás a los soldados muertos y sangrantes, dejando atrás todo lo que alguna vez tuvo. Corría sin destino llorando desesperada que al fin esa pesadilla acabe. De las sombras, una chamarra rosa salía rengueando con un arma y un cigarro aún prendido entre las manos de una casa atacada por más soldados que yacían un par de metros más allá. El soldado no la vio venir a Lucero que venía corriendo, llorando perdida sin saber lo que hacía. Sacó una de las tantas armas y la vació sobre esa chaqueta rosa rengueante que salió volando y sufría convulsiones a cada uno de los balazos que Lucero en carrera le asestaba vengando cada una de las muertes que por ellos había sufrido. Disparaba hasta acabársele las balas y sacaba otra arma y le disparaba aún más todavía. Los hombres que salían se habían echado atrás para cubrirse de la balacera que llovía allí afuera, uno asomó el cañón de su arma por la ventana y la vio civil y hermosa como lucero de medianoche venir corriendo y disparando.
-Es amigo! es amigo- salió entonces el hombre con las manos en alto de la casita y se echó a llorar sobre el muerto. Lucero llegó hasta su lado mirándolo sin comprender, el hombre lloraba, le posó la mano en el hombro y lo corrió hacia un costado. Anselmo yacía muerto en el piso sangrando sus penas por cada uno de los agujeros de bala que Lucero despiadadamente le había hecho, cayó de rodillas y comenzó a llorar sobre su amor asesinado con sus propias manos. Llorando desconsolada, el hombre la trató de apartar pero no la podía mover, Lucero se agarraba fuerte del cuerpo de Anselmo al cual no le quedaba un nimio de calor, el cual ya no tenía esa mirada ansélmica que le proporcionaba tantos calores y compañías cuando ella se encontraba repleta de soledades y fríos. Lloraba en posición fetal sobre él, maldiciéndose, maldiciéndolo, maldiciendo el no haber podido cambiar ese destino que le había tocado vivir.
-Vamos- exclamó el hombre tirándole del hombro a Lucero mientras veía que del otro lado de la calle la punta del cañón de un tanque asomaba doblando hacia ellos. Lucero seguía llorando sobre Anselmo abrazándolo con todo el cuerpo como a él le gustaba. El hombre no la podía zafar.- Tanque!- gritó el hombre desesperado. Lucero levantó la vista y con los ojos en llamas arrojó un par de granadas sobre el mismo mientras éste los hacia volar por los aires de un sólo cañonazo.

martes, abril 17, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 35ta entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela

LVII

-Mierda!- exclamó deteniendo el auto en mitad de la oscura carretera en la noche sin luna. Golpeó el volante con ganas y molesto, ni el olor a nafta quedaba en el tanque del motor del auto. Comenzó a caminar despacio por el costado de la carretera recordando a Marisa y riéndose para sus adentros, haberla dejado allí, sola, en medio de la nada. Qué millones de cosas le podrían pasar? Tal vez había estado mal, sintió algo de culpa mientras caminaba pisando despacio y con justo cuidado, ya que sin luna, no podía ver más allá de su nariz. Un cartel rutero avisaba que a quince kilómetros la Ciudad Capital seguía estando. Se emocionó tontamente, pese a saber que la fábrica había volado por los aires, la idea de que allí todos hayan muerto le resultaba irascible, casi inventada. No se resignaba a creerlo. Mientras avanzaba en la oscuridad, escuchaba por casualidad ruidos de explosiones y disparos que iban haciéndose escuchar más y más a medida que dejaba atrás los metros y se acercaba al kilómetro cero. Cansado por la larga caminata y el hambre que se acrecentaba a cada paso, peleaba consigo mismo para seguir avanzando, caminó por horas con el sigilo necesario que la oscuridad le exige al caminante. Comenzó a caminar más rápido hasta que empezó a correr, algo pasaba que lo hacía desesperar, imágenes de Lucero se le cruzaban en los ojos y un dolor profundo en su pecho se hacía notar golpeándolo, quitándole la respiración. Parecía sentirse infeliz, más infeliz que nunca. Un dolor que jamás había sentido en carne propia, un dolor triste y huidizo que no huía, se le asía dil cuore y como sanguijuela le sorbía la vida. Vaya a saber cuánto tiempo corrió, cuánto tiempo pasó desde que él, con sigilo y tranquilo caminaba entre la oscuridad. Verlo ahora avanzando sin importarle con lo que se cruzaría, tan sólo arrastrado a la Ciudad Capital por una fea sensación. Guiándose por los sonidos que escuchaba, horribles sonidos de desesperación y muerte, corría sabiendo que todo estaría patas para arriba allí en esa ciudad que lo vio nacer y crecer. Sintió una muerte violenta que volvería a la vida en forma de conciencia. Una lágrima le cayó como un lucero que guía.
Se alegró, en cierta forma se alegró al llegar a los bordes que limitan a la Ciudad Capital con el resto de la República. Se alegraba de saber que si esos sonidos eran de explosiones y balas como él pensaba, significaba que sus cartas habían llegado y que el plan restriote funcionaba a la perfección. De la oscuridad de la noche un manto de estrellas sonriendo en un pedazo de cielo que recién ahora aparecía frente a sus ojos que se habían acostumbrado a la oscuridad. Atravesó los límites citadinos para encontrar su ciudad devastada y en llamas, con tanques y soldados que vestidos de rosa corrían, armados hasta los dientes, de aquí para allá disparando a la nada o a esos fantasmas y monstruos invisibles que se ocultan en la profundidad oscura de los miedos humanos.
Quedó asombrado viendo su suelo como campo de batalla, la carta que le había enviado a Gésus contando la saga de los restriotes se continuaba allí, en esa ciudad que lo había educado y parido. Olía el aire plagado de olor a quemado y pólvora usada, veía los edificios semidestruidos. Agazapado entre las sombras avanzaba con miedo a ser descubierto por alguno de aquellos rosas soldados con blancos cascos que merodeaban los en derredores como felinos entre las sombras buscando... simplemente buscando. Se acuclilló próximo a un lugar donde el sonido de unas voces extranjeras amenazaban. Escuchó también justo al lado de su oído, un percutor, que le hizo pensar que su suerte se había agotado y que de sus bolsillos, todas las vidas de gato se le habían caído por ahí. Tembló mientras giraba su cabeza y encontró a uno que con el índice en la boca le exigía silencio. Fernando suspiró aliviado al verlo vestido de civil. Este hizo unas señas con el brazo y las sombras cobraban vida y avanzaban por distintos lares. Las voces se acallaron debido a disparos que les caían encima, el hombre sacó de su cintura un arma y se la dio a Fernando que sonriendo y agachando su cabeza, agradecía. Se echó a correr contra los uniformados, y a fuerza de balazos y con la ayuda de la parca caían hasta no quedar ni uno con vida. Llegó entonces la tensa paz del cese de fuego, y de la muerte.
-Qué está pasando?- preguntó Fernando.
-La O.M.N. decidió intervenir.- Fernando sonrió feliz ante el otro que lo miraba consternado con una rabia cuasihistérica.-... de qué mierda te reís, te parece gracioso todo ésto?
-No lo entendés, no? Esto nos va ayudar.
-Sí, claro. -Un hombrecillo se acercó a Fernando mirándolo como quien mira reconociendo.
-Perdón, yo a usted lo conozco.- Fernando lo miró a José sin reconocerlo. El otro preparó el percutor apuntando a Fernando por si las moscas.
-Quién es?
-Amigo- dijo José.- amigo de la casa...- Fernando hizo el esfuerzo por recordar, pero claro, tantas gentes, tantos tiempos habían pasado.
-De dónde?
-Yo trabajaba en un bar del centro de encargado...
-El bar de Colifa?- preguntó Fernando sonriente feliz. José se puso a reír a carcajada limpia y a los gritos comenzó a llamar a todo ese grupejo rebelde.
-Este señor... es el señor Fernando Llorente- gritó contento cuando se vio rodeado por todos.
-Imposible, Fernando Llorente ha muerto.
-Pues el señor aquí presente nos demuestra lo contrario.- Los hombres intercambiaban las miradas como figuritas repetidas.
-No puede ser, él era más alto.
-Y más fuerte...
-Y además estaba loco.
-Señores, aunque les cueste creerlo, esta miseria de ser humano que tienen frente a sus ojos, es Fernando Llorente.- Fernando los miraba a todos sonriéndose. Todos alzaron sus manos y sus armas loando a Fernando.
-Creo que quedarnos más tiempo acá puede llegar a ser peligroso. Recojan las armas que encuentren.- Cada quién empezó con la tarea. Fernando en cambio comenzó a desnudar primero a los soldados muertos y luego los iba echando de a uno a las fosas que habían sido paridas por las continuas explosiones.
-Qué estás haciendo?- le preguntó José.
-Los voy a enterrar y con ésto...- dijo señalando hacia la ropa que iba cayendo en el suelo.-... con ésto nos vamos a disfrazar...- Los hombres miraban confundidos a Fernando que cambiaba de ropa sentándose en el suelo.- Vamos hacia el centro- les dijo. Los hombres, una vez que dejaron sus ropas y las cambiaron por los uniformes se formaron en fila y avanzaban por entre las calles. Tanques y escuadrones les pasaban por al lado, parecían intranquilos y en retirada.
-Después dicen que la tele no sirve para nada.- comentó José sonriendo mientras en un mar rosa de olas blancas se encaminaban al centro mismo de la Ciudad Capital sin que nadie sospeche nada. Se asombraron al ver que el cielo se iluminaba de verde algunos minutos, y más luego, el verde volvía a ser negro de noche sin luna. Tragaron saliva con miedo y siguieron en silencio, marchando.

LVIII

Las balas atravesaban las paredes y rompían los cristales en mil pedazos mil. Las paredes que sostenían el techo parecían temblar y hacerse cada vez más inseguras, en cada silencio se asomaba y disparaba hacia un escuadrón de soldados. Sacó la piedrita de su bolsillo y la miró sonriente.
-Sé que te voy a encontrar.- le dijo a su piedrita que verde refulgía, se la pegó al cachete y sonrió, del techo lluvia de yeso caía regando el suelo infértil. Se asomó por la ventana y disparó otro par de veces, se volvió a agachar y sintió el hombro mojado, se tocó con las yemas de sus dedos el húmedo lugar y vio sus yemas coloridas, coloreadas, coloradas de sangre. Se miró entonces y se vio el agujero que una bala le había provocado, resopló aburrido.
-Otra más- dijo meneando la cabeza de un lado a otro, se metió un dedo adentro del agujero apretando apenas y la herida dejó de sangrar.
El techo comenzaba a hundirse, una granada entró por una ventana, de un salto se metió tras un sillón justo a tiempo, algunos metros más allá la granada explotó derribando el techo de la casa y también a sus paredes; sintió el peso de la casa que le había caído encima y se puso de muy mal humor. Salió de entre los escombros de un salto y cayó encima de cuatro hombres que murieron entre el suelo y la bestia, cinco hombres le apuntaron con sus armas que titubeaban tanto como ellos, Elbéstides tomo a uno de los aplastados de los pelos y lo empezó a revolear como pañuelo por encima de su cabeza, los borceguíes del aplastado soldado, golpeaban los rostros de los que le apuntaban rodeándolo, cada uno caía inconsciente, tal vez muerto. Un tanque aparecía calle arriba disparando hacia Elbéstides, los disparos caían cerca de él que avanzaba furioso hacia el tanque, la onda expansiva de las explosiones apenas le despeinaban el jopo. Tomó al tanque por su cañón y lo levantó de a poco haciendo algo de fuerza. La escotilla se abrió y soldados rosas salían huyendo gritando aterrorizados. Golpeó el tanque aquí y allá, giró su cuerpo con el tanque agarrado por sus dos manazas, y lo arrojó como atleta olímpico arroja la bala. Volvió hacia la casa derruida y comenzó a sacar los escombros de a uno. Buscaba su piedrita. Corría las paredes y puteaba a los gritos. No escuchó ni vio a otro escuadrón de hombres que llegaba y le disparaba a mansalva en todo el cuerpo. Las balas le penetraban por cada uno de los rincones, se volvió hacia los hombres que le disparaban y empezó a repartir muertes y sopapos para todos lados, los golpeaba con todo el cuerpo y con toda la fuerza, se veía lleno de sangre pero no le interesaba de quién fuera. Más soldados iban llegando disparándole desde lejos y el hombre no flaqueaba, la sangre de él volaba cada vez que las balas le ingresaban después de romperle la piel. Cientos de hombres habían disparándole, Elbéstides seguía luchando, llevándose vidas como la muerte misma. Sin ningún tipo de tapujo, sin ningún rencor. Se sentía mareado, las piernas le flaqueaban y pocos sonidos percibía, tan sólo escuchaba los disparos que al ser tantos parecía ser tan sólo uno, volvió hacia la casa derrumbada y comenzó a tirarles con piedras, escombros y cascotes que surcaban el aire y se les hundían en la carne o les atravesaban. Recogiendo cascotes encontró la piedrita y la besó con harto cariño, la piedrita comenzó a refulgir más y más, expandiendo un halo verde que verdemente iluminaba. Los soldados apenas podían ver a Elbéstides que sonreía sosteniendo la piedrita en la mano, la luz era intensa, tan intensa era que los obligaba a cerrar sus párpados. Algunos se tomaban los ojos de dolor ya que sentían haber perdido la vista y más tarde los ojos le sangraban para después reventarles las cabezas como si tuviesen una bomba de tiempo adentro. Llegaron más soldados entonces con protectores en los ojos, divisando entre aquel verde fulgor a ese hombre que sostenía en su mano a esa piedrita que brillaba más que el sol, tanto como la muerte, menos que su Esperanza. Dispararon, dispararon más aún contra él. Las balas le seguían ingresando por todo el cuerpo y él aún se mantenía en pie, agachándose, arrojando más piedras. La luz dejó de refulgir verde y extraña, para quedar opaca dentro de la palma de Elbéstides que de pie y en silenciosa soledad comenzaba a tambalearse de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás, más de mil quinientos cadáveres lo rodeaban, tanques destrozados, agujereados como queso humeaban olor a carne humana cocida. Respiraba con dificultad sintiéndose cansado.
Nunca en toda su vida se había sentido de esta forma, todo el cuerpo le pesaba y un algo había que quería salírsele de adentro hacia afuera. Con pasos pesados comenzó a caminar sin saber siquiera dónde iba, sus ojos ya no miraban, caminaba guiado por la risa de su amada Esperanza que reía como ella solía hacerlo, caminaba entre humos y fuegos que parecían querer ser parte del profundo cielo oscuro que azotaba a la República, sin luna, sin estrellas, noche ciega y silenciosa donde sólo la risa de Esperanza escuchaba dentro de sus oídos. Caminó desafiando a la muerte en cada esquina, deshaciéndose sin saberlo de más tropas, de más tanques. Caminaba hacia la risa que provenía de quién sabe dónde. Llegó hasta una casa derruida, allá al norte de la Ciudad Capital casi en ruinas aún en llamas, allí cerca del riacho contaminado, y se quedó parado allí, sin saberlo, sobre lo que alguna vez fue su casita, la de él y la de su dulce Esperanza que renacía en sus brazos y le besaba los labios con amargo sabor y dulce sentimiento.
-Chiquita, pensé que no te iba a ver nunca más- le dijo sonriendo.
-Cómo pudiste pensar que yo te iba a dejar?
-Mirá- dijo Elbéstides abriendo la mano- Tengo la piedrita todavía.- la mostraba orgulloso sonriendo más grande, bruto y lindo.
-Sí, veo que la cuidaste tanto como me cuidás a mí.- le dijo contenta.
-Qué otra cosa esperabas?- sonrió más grande, más lindo y menos bruto.
-Ya no espero nada, todo lo que quiero lo tengo ahora entre mis brazos.

lunes, abril 16, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 34ta entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela

LV

Los cascos blancos demostraban su supremacía armamentista contra los focos rebeldes que en lucha gritaban a bien de la República a favor de la anarquía concebida y mal parida. Sentían en el pecho esa llama que había encendido Fernando Llorente que les daba fuerzas para seguir su pugna.
-Se está poniendo más jodido, nos están haciendo mi...- una explosión voló parte de la vereda llena de asfalto, los escombros se asperjaron por todos lados. Anselmo se cubrió a tempo. Los tanques rosas empezaban a ganar territorio pasando por encima de humeantes escombros.- Creo que ya no podemos hacer nada.- culminó posando su espalda contra la pared de la trinchera hecha de causales explosiones.
El hombre fornido llegaba agazapado, corriendo corriente con una metralla entre sus manos, esquivando sin quererlo a las balas que le pasaban zumbando. Saltó dentro de la trinchera y cayó al lado de Anselmo.
-Alguna noticia de Gésus o Lucero?
-Ninguna...- respondió agazapado. Anselmo oró en un silencio una falsa plegaria que no decía nada.
-Qué hacés?
-Estoy empezando a creer en Dios...
-Es bueno que al fin lo hagas.- las explosiones y los disparos que los rodeaban no daban espacio a que algún silencio llegue.
-Te diste cuenta que cuando uno se siente nada y ya perdió todas las esperanzas y la fé en uno mismo empieza a flaquear, recién ahí uno empieza a creer en... Dios.
-No sé, estás generalizando pero es muy posible. Qué decís vos? Saldremos de ésta?- apoyó su espalda al lado de la de él.
-Vos qué crees... yo empecé a creer en Dios.- el otro lo miró sonriente.- Tenés un cigarrillo o algo para fumar?
-Me quedan dos cigarros.- Anselmo sonrió de costado.
-Cuando todo termine qué tal si los fumamos?
-Cómo es eso? ahora reviven las esperanzas, Dios fue el culpable acaso?
-Que las esperanzas reviven, no creas eso... la esperanza puede desaparecer pero no morir. Fumamos o no?
-Sí- dijo el otro sonriendo coqueto, con una lucecita que le escapaba por una de las vetas de los sus ojos.
-Descansamos ya?
-Si a ésto se le puede llamar descansar... sí.
-Salimos?
-A la cuenta de tres... uno... dos... tres!- exclamó. Ambos se pusieron de pie en un salto, Anselmo con reflejo gatuno, tomó al otro por el brazo y lo arrojó al piso. Una sombra provocada por un tanque que pasaba justo encima de la trinchera los cubrió por completo. Anselmo se adelantó cuerpo a tierra. -Dónde vas?-
-No sabés las ganas que tengo de fumar un cigarro en paz como en las viejas épocas.- uno y otro sonrieron.
-Tomalo entonces, nos encontramos para fumarlo juntos.
-Es un trato.- el tanque pasaba ya dejando que la luz entre en la trinchera. Anselmo y el hombre se pusieron de pie, el hombre con ametralladora en mano disparaba hacia el camino que dejaba atrás el funesto aparato, mientras que Anselmo por la parte de atrás del mismo, se le subía a la cabina, abría la escotilla, tiraba una granada dentro y saltaba antes de que el tanque explote e inútil y humeante quede varado en el lugar. Salió corriendo por entre las callejas y echó una última mirada a aquel hombre con el cual, alguna vez, habían sido acérrimos rivales. Le llamó la atención que aquel haya fallado sus disparos cuando le disparó. Sonrió pensando en que tal vez aquel hombre realmente no lo había querido herir pese a que le haya matado a su compañero. Cuando fumasen los cigarros, hablarían de eso y hasta tal vez, y con algo de suerte, se sacarían las mentiras a golpes tan sólo para pasar el rato. Anselmo aún corría por las calles entre disparos y explosiones. Había muertos por doquier, civiles y uniformados, más los primeros, siempre son más los civiles que los uniformados.
Llegó a una esquina donde un tanque doblaba, corrió hacia la vereda y entró en una casa que allí descansaba, apoyó su espalda en la puerta, suspiró, contó hasta dos, se echó cuerpo a tierra y la puerta voló por los aires, llenando esa habitación (al menos) de humo, una esquela de madera se le hundió hondo en el muslo. Por el vano de la puerta, ocho uniformados entraban mientras el tanque pasaba de largo por enfrente de la puerta derribada. Anselmo echó su espalda hacia atrás giró hasta cubrirse y vació su cargador sobre los uniformados que entraban. Se puso de pie con costoso trabajo, tomándose la pierna que casi no la sentía de tanto dolor. Escapó por la parte trasera de la casa y llegó hasta un jardín trasero, que escondido lo esperaba. En el suelo se tumbó, agarró la esquela de madera que profundamente clavada no le dejaba de doler, apretó los dientes y con fuerte movimiento se la sacó. Gritó como una mujer pariendo pero peor, la sangre comenzó a brotar a borbotones, se sacó de un tirón la remera y se hizo un torniquete treinta centímetros más arriba de la rodilla. Se puso de pie y apenas podía moverse. El dolor, literalmente lo hacía ver las estrellas. Todas y cada una de ellas. Exhaló un par de veces con fuerza, porque cosa rara del humano, las exhalaciones le aliviaban el dolor, miró su arma y no le quedaban balas. Volvió a la casa y a cada cadáver le quitó algunas granadas, las armas y sus municiones de sobra. Calzó tres o cuatro pistolas en su cintura, metió todos los cargadores correspondientes dentro de cada uno de los bolsillos que llevaba puestos, le quitó a uno de los muertos la chamarra rosa y se la puso adornándola como se adorna el arbolito de la feliz navidad, pero con granadas en vez de con pelotas y adornillos coloridos. Salió de la casa con cuidado precavido sabiendo que allí afuera la muerte lo podría estar esperando con la sonrisa de ella que atrae a todos los seres que posean vida. No había silencios, ni uno de todos ellos; por todos lados los disparos, las explosiones apenas acallaban a los quejidos de dolor que escapaban de cada alma que por su cuerpo leso sufría. Rengueando avanzaba, solo, sonreía preguntándose por qué agradecía el hecho de estar aún con vida... Sabía que Lucero se encontraría por ahí haciendo estragos entre las líneas enemigas con su linda sonrisa dibujada en sus ojillos marrones, con sus cabellos lacios negros, brillando volando al viento con la suavidad que los caracterizaba en aquellas épocas en que bañarse no era un lujo sino más bien una obligación casi social. Estaría por ahí todavía rompiendo corazones a balazos, más de uno le entregaría la vida como él mismo había hecho hace más de ocho meses atrás. Llegó hasta una esquina y se detuvo tras la misma escondiendo la mitad de su cuerpo, espió si allí algo había y encontró lo de siempre, desolación, muertos, incendios de distintas magnitudes y casas semidestruidas. Ni ellos, ni nosotros, recordó las palabras de Gésus cuando salió con su Victoria yerta entre sus brazos que sólo sabían de amor. Recordó también que había dicho que la naturaleza era sabia; dudó aún más de su cordura. Si la naturaleza era sabia por qué había dejado que el humano exista? La respuesta la atesora ella y tal vez su nuevo Dios que él pensó en un momento, que tal vez era oriental. Tal vez la naturaleza no era, y es. Tal vez el Dios... no sea dios. Sonrió dolorosamente. La pierna le seguía jodiendo, la chequeó rápidamente y ya no le sangraba pero le causaba un dolor de la ostia... avanzó dejando la protección de aquella esquina. Ojalá fuera que en todas las grandes ciudades de la República ésto no estuviere pasando, pensaba en vano con la esperanza en la mano. Pero la realidad a veces acalla a la esperanza, hasta en los poblados más pequeños la lucha se ceñía violenta como toda lucha lo es, ya que el ser humano no conoce la otra forma de luchar, esa forma que Gésus predicaba con el ejemplo día tras día, hasta el comienzo de ese caos lleno de pérdidas vanas y sin sentido. El dolor, causa cansancio, así como también la falta de comida, descanso, entre millones de otras tantas cosas. Los párpados le pesaban pero no podía cerrar los ojos, ni allí a la intemperie y menos que menos en otro lugar que podía ser atacado por algún disparo de tanque que azaroso elegía mostrar elsu poder. Pensó en cuánto le serían de ayuda, no sólo a él, si no también a todos, esos túneles que estaban construyendo por debajo de la ciudad. Por todos los en derredores los disparos se escuchaban. Por suerte la Ciudad Capital de la República, era una metrópolis (cosa que habla de la magnitud de su tamaño) y rellenar todas las calles de armas y soldados era una tarea imposible. Siguió camino y encontró, más allá de otra esquina, a un grupo de cascos blancos disputando por una territoria paz (que en cierta forma les competía), contra una casa en la cual, las balas entraban preguntando y de la cual balas salían respondiendo. Desprendió de su chamarra una granada y se las envió a los cascos blancos por correo aéreo, al llegar la recibieron con explosiva felicidad que diezmó al grupo pero no por completo, tal vez un par de ellos quedaba ileso; miraban confundidos de dónde había salido aquella explosión. Un puñado de personas salieron de la casa que respondía a fuerza de balazos, haciéndose cargo entonces de eliminar las vidas de aquellos que aún quedaban preguntando. Anselmo les hizo señas cuando llegó aquella breve paz del cese de fuego por esa pequeña victoria. Pensó en Gésus mientras los otros se le acercaban.

LVI

El avión aterrizaba un poco afuera de todo el terror que estas cosas causan. El ex-canciller bajaba confundido, Talmarital iba tras él con su mano apoyada en su hombro.
-No íbamos a ir a un lugar cálido?
-Qué más caliente que ésto.
-Por qué me trajiste acá Equiz?
-Acompañame.- entraron en un establo que había cerca de la pista.
-Al fin llegaste, mierda!- bramó Gésus.
-Fue difícil convencerlo...
-Me imagino... se conocen?- el ex-canciller miró a Gésus y Gésus le devolvió la mirada ya que no le interesaba tenerla.
-Por fotos nada más- dijo el ex-canciller.
-Sí, claro como sea... - el silencio que se había formado era distraído apenas por los ruidos fácilmente perceptibles de explosiones y balazos. Las miradas que se cruzaban, una miedosa y confundida, las otras seguras y cuasi amenazantes.
-Bueno...- dijo con voz trémola el ex-canciller- qué hago acá?- Gésus lo miró a Talmarital y éste compartió lasu mirada. Con un corto movimiento de cabeza le indicó que lo acompañara afuera.
-Por ahora vas a sentarte y esperar, alguien quiere verte, nosotros tenemos que hablar.- dijo serio. Gésus y Talmarital se retiraron del establo, llegaron afuera donde la Ciudad Capital se veía en llamas y humos.
-Mirá el quilombo que hay allá- dijo viendo el funesto horizonte que se veía un par de kilómetros más abajo.
-Qué vamos a hacer?
-Yo voy a ir, desde que Victoria murió que por allí no aparezco...- ambos quedaron viendo al horizonte... uno triste por Victoria, el otro, triste por ese hombre que a fuerza de respetos, ya se había encariñado.
-Voy a ir con vos...- le dijo silencioso.
-No, la idea de Fernando fue buena...
-Sí, lo único que espero es que funcione.
-Por qué lo decís?
-Vos dijiste una vez, si mal no recuerdo, que éramos humanos y hace rato habíamos salido de la selva.
-Sí, pero en ese entonces me imaginaba que habíamos salido de la selva de un salto y habíamos caído en la civilización, pero no... me confundí... el hombre avanza siempre despacio, salió de la selva para entrar en el bosque y allí seguir comportándose, igual pero distinto.- dijo con una lágrima que asomaba. Talmarital sonrió.
-La naturaleza es sabia.- le dijo el otro sonriendo.
-Es sabia porque tiene respuestas...
-Para tener respuestas hay que tener preguntas.
-Por eso es sabia, uno en ella encuentra todas las preguntas existentes si la mira por la superficie y con su corta mente humana inventa respuestas, pero si uno se le acerca y la observa detenidamente, encuentra que así, como de la nada, entiende y encuentra las respuestas que valen en serio.
-Debemos admitir que tal vez todo ésto sirva de algo.
-Espero que si pero no creo... sabés qué me gustaría? Me gustaría poder despertarme mañana y...- quedó silencioso viendo las explosiones y las llamas allá abajo en la ciudad.
-Y?- Gésus sonrió dándose cuenta de que casi comete otro error.
-Y nada... simplemente espero poder levantarme mañana.
-Sí... despertarse. Sabés algo de alguno de los tuyos?
-No.. nada, me enteré que la fábrica de botellas fue volada y que todo se vino a abajo hundiéndose por los pasillos que estábamos haciendo. Montón de vidas desperdiciadas en vano.
-Y de Fernando qué hay?
-No sé, pero el tipo si que es inteligente y cojonudo.
-Ni que lo digas... Encontrar a los restriotes luchando por el amor de la restriote y toda esa historia, compararla con la República y así atraer al felino, entregarse para ser un mártir, morir para que los demás encuentren en él una imagen a seguir...- quedó pensativo- más que cojonudo el muy cabrón!
-Tiene a quién salir, el hermano de él creó de la nada todo este quilombo, la hermana de él, mi madre! vieras como pelea...- dijo suspirando recordando sin querer a la suave Lucero.
-Qué vamos a hacer con éste?- preguntó cabeceando hacia el establo.
-Nada, esta noche tenemos un invitado especial que se va a alegrar de verlo a éste.
-Quién viene?
-Otro restriote...- contestó Gésus mirando el horizonte en llamas.

domingo, abril 15, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 33ra entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela

LIII

Los ojos le pesaban y manejar cansado era demasiado riesgoso, aunque se sabía con más vidas que un gato. Había sobrevivido a su no madre, al cariño de Elbéstides, a la hipocresía de Marisa y a la violencia de su loco hermano, tener un accidente con el auto sería una forma legal más que llenar para nominarla y archivarla bajo la "eme" de milagros en el burocrático cielo de la República que anochecía.
Marisa se movió soñolienta, Fernando apresando el volante la miró sonriendo. Marisa abrió un ojo primero, el otro después y al verlo a Fernando no pudo contener la alegría y sonrió grande y lindo.
-Buenas noches...- le susurró coqueta al oído.- Sabés lo que soñé?
-Que me rescatabas de Gustavo en medio de una guerra civil, despiadada y sin sentido.
-Sí!- se asombró ella.
-Y tu sueño era muy realista, tanto así que lo viviste como si fuera real?- Marisa palideció.
-No lo soñé, no?- dijo frunciendo la nariz. Fernando la miró y negó con la cabeza.
-Entonces, todo ésto es verdad?
-Sip- le dijo Fernando suspirando. Marisa rompió a llorar como una boba.
-Entonces me debes odiar...- dijo entre pucheros y mocos.
-Debería mujer, debería... pero estoy en esta tierra para amarte y enfrentar a mi hermano. Estuviste desmayada casi todo el día, cómo te sentís?
-Descansada.
-Qué bueno, que tal si manejás vos un ratito?
-Dónde estamos yendo... estamos huyendo, no? vamos a empezar desde cero en algún lugar, no?- Fernando sin mirarla meneó la cabeza.- No, por qué me hacés ésto... sobrevivimos una vez, dejá que se arreglen solos, vos te pensás que les vas a ser de ayuda?
-Sí.
-Hay un montón de gente implicada en ésto y nadie está sacando nada a favor... vayámonos Fer... por favor.- Fernando detuvo el auto y la miró, ella le puchereaba y guardaba con recelo una lágrima que no se animaba del todo a salir. Fernando sonrió de costado.
-Por qué sos así?
-Así cómo?
-Sabés que ésto es algo que me atañe personalmente y también sabés que cuando puchereás no te puedo decir que no? Por qué sos así?
-No seas malo conmigo, yo lo único que quiero en el mundo es estar con vos sola y tranquila, disfrutándote y que me disfrutes, es mucho pedir eso acaso?- con voz de gata.
-Bajate.- le dijo resoplando.
-Qué?
-Que te bajes del auto.
-Pero Fernando...
-Fernando las pelotas, me cansaste, bajate.
-Estamos en medio de la nada, no me podés dejar acá?!
-Por qué?
-Justamente, no me vas a dejar varada en medio de la nada...- se bajó del auto, lo rodeó, abrió la puerta donde estaba Marisa y la sacó de adentro del carro tirándole levemente del brazo.
-Sabés qué Marisa... lo hago por vos, a donde voy, van a haber muchos disparos y te pueden lastimar y te amo demasiado como para que te pase algo... te pueden llegar a matar por culpa mía, esperame sentada acá hasta que algún día se me ocurra volver.- la besó con un tímido y rápido beso, rodeó el auto volviendo sobre sus pasos, entró, aceleró y se fue dejando allí, el humo del caño de escape que se disipaba en el aire como último recuerdo. Marisa lo vio alejarse, vio como el auto se hacía más y más pequeñito, sonrió grande al sentir que su corazón quería y trataba de escapársele del pecho golpeando a pleno galope de sangre y amor por Fernando Llorente.
Único hombre al cuál amó, ama y amará, pero sabía que estar con él, sería imposible, que sus destinos olían distinto y que lo que ambos buscaban no lo encontrarían juntos ya que ella buscaba poder, y él tan sólo vivir su vida en paz, tranquilo, sin que nadie le rompa los kinotos.
Comenzó su marcha hacia algún lugar alejado de la República pensando en tal vez unirse a algún circo.

LIV

En la pantalla gigante detrás del canciller se proyectaban las imágenes de los sucesos que sucedían en el suelo de la República.
Vestidos con ridículos trajes rosas y cascos blancos los soldados de la O.M.N. ya se encontraban interviniendo a fuerza de balas llamando a la paz a los tiros, con tanques que entraban por las fronteras, tratando de tranquilizar la situación que en la República imperaba.
Los cascos blancos daban vueltas por todos lados haciendo ruido con sus botas, ruido agresivo y de fuerza de choque, chocando contra los lados de un círculo. Los bombarderos de la paz le habían limpiado el camino a la infantería de supuestos agresores. Elbéstides se había separado ya de su séquito de cincuenta hombres y avanzaba por el norte de la Ciudad Capital aplastando cascos blancos. Haciendo frente a los soldados de rosa que por todos lados daban vueltas disparando a cualquiera que no tuviese uniforme y casco.
-La situación se volvió insostenible y nos vimos obligados a actuar...- contestó el canciller de la O.M.N.-... pese a nuestra advertencia, ellos quisieron seguir adelante con lo que yo llamo hoy "su capricho"...- suspiró mirando las imágenes.-... los dejamos actuar, pero ya nada podemos hacer, si no interveníamos se iban a matar todos entre ellos, y si se matan entre ellos a la República no le va a quedar habitantes que la habiten.
-Cuánto piensa que va a durar esta intervención?- preguntó un periodista curiosón.
-Espero que lo menos necesario, el problema fundamental de la República es que sus habitantes se dividieron, y así dividieron su nación haciendo de ella una olla a presión en constante peligro de terminar reventando por los aires sin dejar nada de sopa para nadie. Una vez que los grupos desistan, o al menos hasta que uno sólo lo haga, la intervención va a seguir en pie.
-Y si no desisten?
-Van a tener que desistir.- dijo el canciller tomando los papeles de arriba del estrado como dando por terminada su conferencia.
-Y si no lo hacen?- insistió otro.
-La naturaleza es sabia.- contestó y se retiró caminando seguro y tranquilo, llegó a su escritorio, firmó su carta de renuncia y la dejó allí arriba, silenciosa tranquila en la espera a ser encontrada por manos no tan ajenas pero superiores. Salió de su despacho y en la puerta Talmarital lo esperaba con una sonrisa amplia y sincera.
-Seguro que querés renunciar?
-Ya estoy harto de toda esta mierda.
-Demasiado manoseo, si a ese Gésus no le hubiesen hecho esa cama, en ese país hubiese sido hermoso vivir.
-La naturaleza es sabia, ya lo dijo Gésus en su carta. Todo sigue su curso. Hasta cuando unas piedras traban el curso de un río éste o les pasa por encima o se les hace a un costado, pero sigue...
-Pensás que se van a rendir?
-Mi gente? Rendirse? Por favor! - sonreía mientras hablaba.- Me votó tres veces seguidas y siempre hice lo que quise, mi gente cuando se porfia, no hay forma de sacarles la idea de la cabeza.- el canciller miró a su despacho con la melancolía de la última vez.
-Hago bien no?
-Importa?
-Yo creo que no...
-Entonces...- se miraron sonrientes y se fueron caminando dejando atrás las oficinas centrales de la O.M.N., subieron a una limousine que los esperaba en la puerta del edificio. Subieron aún silenciosos. Ocuparon su lugar sobre los asientos gastadas.
-Qué vieja que está, no?- susurró mirando el interior de la limo.
-Es gratis... a quién le importa?
-Tomás un daiquiri? Para festejar, digo.
-Festejar qué?
-Siempre hay algo que festejar- el otro aceptó. La limousine se alejaba por las tórridas y tranquilas callejas directamente hacia el aeropuerto donde un avión con piloto esperaba con los motores encendidos e impacientes a despegarse del suelo.
-Y vos qué vas a hacer?
-Todavía no sé... mucho tiempo en el mismo trabajo...
-Y qué con eso?
-Me imaginás yendo a buscar trabajo? Cuando me pregunten empleo anterior y el tiempo que estuve en el mismo.
-No te entiendo.
-Sí... en los últimos diez y seis años fui presidente, pero ahora me dí cuenta que mi vocación es manejar un taxi, es lo único que quiero hacer de mi vida.
-En serio?
Talmarital respondió con una mirada que exclamaba, por favor!

sábado, abril 14, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 32da entrega -- viene del 14/03/07


Ya estamos en la recta final, aquí tendremos los últimos dos capítulos de esta novela, donde hemos encontrado las miserias más profundas de las sociedades y sus gentes, donde los intereses personales están por sobre todas las necesidades. Hemos reído, hemos llorado y hasta hemos mascado bronca ante la impotencia que causan el poder, el egoísmo y la necia necesidad de apretar y sofocar tan solo por vanidad, con vosotros, los últimos dos capítulos.

Caos Organizado -- Novela

LXI
El helicóptero aterrizó en la pista de aterrizaje, Gustavo bajó del mismo caminando seguro, pisando fuerte, con los ojos fríos, con la cabeza estratega pensando silente.. Se acercó al establo y entró silencioso. Gésus se acercó y lo saludó fríamente al igual que Talmarital.
-Esto se tiene que terminar.- dijo.
-Sí...- parecían estar de acuerdo. Las miradas de Gésus y Gustavo pugnaron titánicamente cuando se cruzaron. Talmarital los tomó a ambos de los hombros.
-Vamos muchachos, ya hemos tenido demasiado.
-Dónde está Fernando?- preguntó Gustavo.
-Pensé que lo tenías vos- le dijo seco.
-Y yo vos.
-A mí se me escapo con la putita esa...- farfulló Gustavo.
-Bueno, bueno...- interrumpió amenizando la situación.-... hay que pensar en qué vamos a hacer y cómo.
-Lo que hay que hacer es parar toda esta mierda.- dijo Gésus.
-Al fuego se lo combate con fuego.
-Si pero ellos tienen lanzallamas y nosotros tenemos fósforos...
-No.- exclamó Gustavo- yo tengo armas para tirar para el techo, están esperando mi orden para entrar en acción.
-Por qué entonces no las usaste apenas llegaron?
-Porque me llegó tu mensaje- dijo fríamente mirándolo a los ojos.
-Podrías haber intervenido antes?
-Claro que sí pero con el asunto de la fábrica y todo eso- resopló haciendo mofa de un falso cansancio- también sabía que la O.M.N. iba a atacar, pero bueh! para qué meterse donde a uno no lo llaman.- Gésus se prendió del cuello de Gustavo apretándoselo con fuerza. Gustavo se deshizo de la presión sacándole las manos de su asesina agresión con sus dos manos que dibujaron un semicírculo de adentro hacia afuera, los brazos de Gésus se abrieron hacia los costados y Gustavo le metió un mamporro en medio de la cara el cual Gésus no pudo esquivar pero si soportarlo de pie, le devolvió el moquete, Gustavo cayó al piso tomándose la cara.
-Mierda que pegás duro!
-Si fuera por mí te mataría...- le dijo amenazante parado en el mismo lugar.
-No podrías, en cambio yo sí podría.- dijo Gustavo sacando de su cintura un arma y apuntándole, con la manga se limpió la sangre que le caía de la nariz-... no es la primera vez que me pegás, tal vez no te acuerdes pero cuando se incendiaba el bar de tu amigo y vos estabas yendo hacia allá...
-Vos me pateaste en el piso...
-Sí.- dijo mientras mantenía el arma apuntándole directamente a la cabeza.
-Bueno ya está, me dijiste todo, yo ya lo sé, ahora sólo te queda matarme.
-Matarte?... estás loco, sería mal negocio, hasta que la cosas no se enfríen un poco la gente se va a acordar de mí y no creo que lo hagan con cariño...- resopló guardando su arma de nuevo bajo el cinturón.-... no sería bueno para el negocio deshacerme de vos- Talmarital se encontraba en medio de una situación harto complicada y riesgosa.- me convienen vivos... los dos, en cambio ese no, pero me da lo mismo que ese siga vivo...- el ex-canciller lo miraba con miedo.- Ah! que tanto- sacó el arma, dibujó un círculo en el aire con la misma haciendo en algún lugar de esa circunferencia un sólo disparo y la volvió a guardar en su cintura.- en qué estábamos?... oh sí! teníamos que salvar a la República...- Gésus y Talmarital se miraron sorprendidos mientras se volteaban para ver al ex-canciller en el piso con un agujero en medio de los ojos.
-Hijo de puta!
-No es para ponerse así, si ese quedaba vivo les iba a hacer a ustedes las cosas mucho más complicadas. El arreglo es el siguiente...
-Qué arreglo?- bramó Gésus acercándosele.
-Hay sólo una forma de salir de todo ésto y que la República no se hunda...
-Y a vos qué mierda te importa si la República se hunde.?!?
-También tengo negocios que atender acá... vamos muchachos no se pongan así, ya tengo todo arreglado. Ya me llegaron los informes, mañana por la mañana los aviones de la O.M.N. van a bombardear todo, entre mis hombres y la fuerza aérea los van a correr a todos por los aires y por tierra, la infantería se va a encargar de sacarlos de a uno, lo más seguro es que se rindan, pero no se van a rendir si yo lo pido, es más... si yo llego a aparecer, me van a caratular como terrorista y nos van a quemar a todos, en cambio si vos Gésus intervenís con el apoyo de Talmarital, van a aceptar poniendo algunas condiciones y todo va a quedar como entonces...
-Pasaron demasiadas cosas desde entonces...
-Sí, pero si ahora muere alguno de nosotros tres, la República va a pasar a ser historia, así de simple.- chasqueó los dedos mientras los miraba.
-Sos un hijo de puta!
-No, simplemente soy un hombre de negocios- miró el reloj de su muñeca- yo recomendaría que embarquen su vuelo y vayan yendo a hacer las negociaciones de paz antes que sea tarde.
-Esto no va a quedar así!- le dijo Gésus, clavándole el índice en el pecho, respirándole en la cara.
-Sí Gésus, no puede quedar de otra forma.- dijo prendiendo un cigarrillo.

LXII
Habían llegado al centro. Hace horas que daban vueltas por entre las calles y callejas céntricas de la Ciudad Capital; raramente todos los soldados rosados habían desaparecido, les había resultado extraño que mientras se encaminaban al centro, los otros se retiraran tan así rápidamente.
-Qué estará pasando?
-No sé, pero huele mal.- La mañana empezaba con el sol amaneciendo un horizonte repleto de aviones que venían.
-Mierda, cúbranse todos!- gritó Fernando viendo venir volando el negro destino que acechaba. En pocos segundos el cielo se llenaba de sombras y la tierra temblaba en tanto las bombas caían y de a una explotaban, los edificios tan sólidos parecían ser hechos de cenizas, los escombros caían desde los pisos más altos de los rascacielos. Los focos de resistencia que habían escondidos por doquier, escapaban corriendo por todos lados. No había lugar seguro donde "to be or not to be". La civilización se derrumbaba entre las explosiones, los hombres corrían desesperados, muriendo, muriendo por las explosiones, por los escombros que caían desde lo alto y se destrozaban en el piso levantando el polvo que otros mordían. Desde una boca de desagüe Fernando contaba cuantas vidas al gato le quedaban. Un avión cayó en picada reventando contra el piso, desarmando una manzana completa, dejando allí un agujero. Los aviones de la República llegaban y también cubrían los cielos y comenzaban a combatir como dos halcones en propia pugna, en el aire, brindando un espectacular combate repleto de acrobacias piruetezcas y rojas explosiones, con alas de metal y patas de balas, bombas y misiles, de un lado, del otro. Después de unos minutos de pánico y ataque constantes los aviones atacantes comenzaban a huir perseguidos por la feroz fuerza aérea de la República que formaban al irse. Las gentes salían de entre las ruinas, festejando, revoleando trapos, uniformes y banderas, otro de por ahí prendía un cigarro y un gato de por allí salía coqueto.
Gritaban al cielo, cantando, bailando, agradeciendo felices casi todos estaban. Fernando salió del desagüe y comenzó a recorrer las calles y callejas de la Ciudad Capital que se encontraba en esa tensa paz que llega después de esa tormenta que con todo con lo que se cruza lo arrasa y lo lleva. Miraba a su alrededor caminando despacio entre escombros y quejidos próximos a la muerte, sintió la soledad del fin al llegar a lo que alguna vez fue el bar de Colifa, se sentó entre sus escombros, pensando en todos, mientras recorría con la vista los devastados en derredores. Se puso de pie pensando y sabiendo que sí, que la naturaleza es sabia, había dejado al ser humano crecer y que él mismo decida el modo de ver las cosas, mirando todo por la superficie encontrando así nada más que preguntas.
Se detuvo frente al sol que amaneciente sonreía con esperanza entre sus rayos que llegaban y como no podía ser de otra forma, cálidos... acariciaban. Un magalíclaro le cagó el hombro y después se le posó allí cantando su raro canto violento lleno de paz. Mientras que un gato ronroneante se le acercaba amenazantemente coqueto.
-Qué más da?- se dijo cayendo de rodillas al suelo con los ojos enjuagados y sus brazos laxos colgando al costado de su torso.
-Vamos, vamos- sintió una suave voz que lo arrullaba- que todavía hay cosas para hacer niño, mire lo desordenado que está todo, fíjese nomás que caos!
-Si Fer, no es tiempo de lamentos, no te parece? La vida debe ser distinta, debe cambiar y ese cambio está en tus manos, en las tuyas y en los que te rodean...
-Algún día comprenderán que la fuerza no hace a la razón, que la opresión crea huérfanos, rencores y desamparos, que el dominio es de cada uno su demonio, que la libertad existe dentro de uno y que la vida de cualquiera es tan importante y necesaria como la de uno mismo, que creer es la fuerza mayor sin importar en lo que uno crea y cree... que la voluntad hace vientos con las fuerzas de las mareas, que hasta a las duras rocas con el tiempo cambian. Algún día entenderán que el que divide no reina porque no tiene qué reinar ya que lo ha dividido, sabrán que el individuo es indivisible y entonces comprenderán que se equivocaron dividiéndose, dividiéndonos, tal vez para cuando ésto suceda de vos ya no quede ni el recuerdo, pero es bueno que sepas que darse por vencido y dejar caer los brazos es de necio y si mirás a tu alrededor te darás cuenta lo que la necedad hizo y hace. No te dejes arrastrar por esas veredas ocultas de la mente en las cuales todo debe y tiene que tener razón y porque, recuerda que los caminos de los sentires están llenos de sol y compañía y que los sentimientos no tienen razones para contestar al por qué. ¡Hasta la bestia cambia gracias a los sentimientos y a creer! Recuerda que la lucha no termina si sobrevive el que pelea, recuerda que aprender es aprehender y después dar, recuerda que el rencor y la venganza nunca a nadie lo ha llevado a nada. Tal vez sea bueno luchar por los ideales, forjan el carácter, pero guay que las ideas se conviertan en obsesiones, en utopías, cuidado que las ideas se transformen en poder, porque allí nada se transforma si no, más bien, se deforma. Levantate, caminá orgulloso y mostrá a cada cual su camino y no te enojes con el que haya tomado otro, ya que te enojarás con la humanidad entera, sabé que ésta está formada por individuos que tienen que cumplir distintas metas. El ser humano para ser, sólo necesita creer, creer en eso que no existe a simple vista, de allí los sueños, de allí la vida.
Fernando comenzó a reír descarriadamente feliz mientras un lucero verde con una fuerza bestial, lo hacía ponerse en pie y sonreírle al futuro que en ese horizonte, con voluntad amanecía.


FIN

viernes, abril 13, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 31ra entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela


LIX
-Tíren a Dios en nuestra contra si pueden, ya me cansaron con toda esta mierda, si quieren mantener la paz en nuestro territorio, la forma en la que lo están haciendo no es la adecuada...- escuchó las palabras que de larga distancia le llegaban hasta el auricular del teléfono-... me chupa un huevo la cantidad de hombres que hayan perdido, nosotros estamos perdiendo más y no nos vamos a quedar de brazos cruzados... usted no es quién para darme una orden... no venga con amenazas, si defender mi suelo es declararle la guerra al mundo entero entonces considérelo un hecho!- cortó la llamada oficial.
-Disculpe comandante pero...
-Pero nada... empiecen a alistar todas las tropas les vamos a fregar el culo a esas fuerzas de paz, que pacifican mediante las armas.
-Pero señor...
-Nada de peros, el anterior comandante en jefe hubiera hecho exactamente lo mismo, ya no se trata de nosotros contra nosotros, ahora son ellos contra nosotros, alisten a todos y que de todos los cuarteles salgan ya, no nos vamos a mantener más tiempo al margen.- bramó el flamante comandante en jefe de las fuerzas armadas haciendo temblar al mundo bajo su duro puño que golpeaba rabioso la madera de la mesa.

LX

Toda la interminable batalla se había acallado a los alrededores. Se asomó del refugio que había encontrado, en el cual se había metido para descansar un poco, vio un reguero de sangre que pintaba el asfalto destruido. Soldados de todos los tamaños y rangos destrozados, tirados en el piso, sangrando. Tanques deshechos como aplastados, con abolladuras, volcados, aún con llamas y humos que subían. Sonrió contenta y coqueta con el mechón de pelo lacio del color de la noche que le caía sucio pero simpático sobre el ojillo marrón que junto al otro, poco entendía que sería lo que allí había sucedido. De seguro se habría quedado dormida.
Salió de allí tirando su arma y tomando más de las que estaban en el piso que les pertenecían a aquellas fuerzas de paz. Se guardó las que pudo así como también sus cargadores repletos. La cantidad de soldados muertos era inusitada y misteriosa. Pensó que estaba soñando, ya sus sueños le habían jugado antes estas pasadas que le confundían la realidad. Caminó un par de metros y miró un par de metros más allá, a los tanques en llamas, y pensó que lo mejor sería también llevar granadas por si los tanques aparecían con objetivos poco amistosos. Recogió un par de granadas y se las puso encima. La curiosidad de saber que había pasado era plena. Miró hacia un lado de la calle y miró hacia el otro, todo calle arriba y calle abajo, era un camino formado por cadáveres rosas con cascos blancos destruidos al parecer tan sólo a golpes. Estaba impresionada raramente, no entendía, ni podía imaginar que era lo que había sucedido, calle arriba empezó a caminar siguiendo el sendero de muertos. Por aquel lugar una tensa paz flotaba en el éter. Avanzaba lento, ya que eso de caminar entre los muertos no le daba buena espina. La noche era profunda y oscura, la luna estaba ausente sin aviso y las pocas estrellas que trabajaban no iluminaban más que sus propios sistemas estelares. Caminaba temerosa entre cadáveres pisando apenas el húmedo suelo, a pesar de estar todo irreconocible, ella sabía que había estado allí, hace más de unos pares de horas atrás. Ella recordaba haber matado un par de soldados cuando salía de lo de Esperanza pero ésto era ridículo, ella no podía haber hecho todo ésto.
Le costaba respirar debido al frío olor a muerte que abundaba en las calles del norte de la Ciudad Capital, avanzaba sigilosa, pisando apenas, cómo le gustaría saber qué fue lo que desencadenó toda esta locura apocalíptica. Aceleró su paso al ver que todo este reguero de muertos parecía ir hacia la casita de Esperanza y Elbéstides la cual había volado por los aires cuando ella escapaba de allí, mágicamente ilesa, ya que Pinto le había disparado. O habría sido eso también un sueño? o ahora todo era un sueño? o todo había sido un sueño?, no sabía qué pensar ni en quién, no sabía ni siquiera si ella era parte de esta realidad, si es que acaso lo era. Dobló en la esquina siguiendo la corriente de la sangre y los muertos, entre las sombras oscuras, distinguió a Elbéstides parado mirando hacia el otro lado, hacia allá... Saltó de alegría y gritó feliz con el alma, gritaba su nombre, llamándolo, corriendo hacia él como perro contento que es llamado para ir de paseo al parque.
-No sabés lo contenta que me pone saber que estás bien- dijo al llegar a él y abrazarlo por la espalda, sintió las manos y el pecho (que se le apretaba contra esa espalda gigantesca) humedeciéndoseles. La cara se le desdibujó de horror retrocediendo un par de pasos, dándose cuenta que en sus manos y en su pecho esa humedad era sangre, sangre ajena, sangre de Elbéstides que lleno de agujeros de bala sangrantes, seguía de pie. Gritó presa de pánico, horror y furia, a pesar de estar parado, erecto y orgulloso de su bestial tamaño, Elbéstides estaba muerto con la mano extendida hacia adelante y abierta con una nada dentro de la misma, sonriendo, feliz, no tan bruto pero si hermosamente lindo. Sólo como sabía hacerlo Elbéstides. Parado como cuando vivía, sobre las recientes ruinas de su casita, de la de él, de la de Esperanza. Parado erecto inmóvil inerte con la sonrisa a flor de piel, más feliz que nunca. Lucero echó a correr desesperada hacia ningún lugar, dejando detrás a los soldados muertos y sangrantes, dejando atrás todo lo que alguna vez tuvo. Corría sin destino llorando desesperada que al fin esa pesadilla acabe. De las sombras, una chamarra rosa salía rengueando con un arma y un cigarro aún prendido entre las manos de una casa atacada por más soldados que yacían un par de metros más allá. El soldado no la vio venir a Lucero que venía corriendo, llorando perdida sin saber lo que hacía. Sacó una de las tantas armas y la vació sobre esa chaqueta rosa rengueante que salió volando y sufría convulsiones a cada uno de los balazos que Lucero en carrera le asestaba vengando cada una de las muertes que por ellos había sufrido. Disparaba hasta acabársele las balas y sacaba otra arma y le disparaba aún más todavía. Los hombres que salían se habían echado atrás para cubrirse de la balacera que llovía allí afuera, uno asomó el cañón de su arma por la ventana y la vio civil y hermosa como lucero de medianoche venir corriendo y disparando.
-Es amigo! es amigo- salió entonces el hombre con las manos en alto de la casita y se echó a llorar sobre el muerto. Lucero llegó hasta su lado mirándolo sin comprender, el hombre lloraba, le posó la mano en el hombro y lo corrió hacia un costado. Anselmo yacía muerto en el piso sangrando sus penas por cada uno de los agujeros de bala que Lucero despiadadamente le había hecho, cayó de rodillas y comenzó a llorar sobre su amor asesinado con sus propias manos. Llorando desconsolada, el hombre la trató de apartar pero no la podía mover, Lucero se agarraba fuerte del cuerpo de Anselmo al cual no le quedaba un nimio de calor, el cual ya no tenía esa mirada ansélmica que le proporcionaba tantos calores y compañías cuando ella se encontraba repleta de soledades y fríos. Lloraba en posición fetal sobre él, maldiciéndose, maldiciéndolo, maldiciendo el no haber podido cambiar ese destino que le había tocado vivir.
-Vamos- exclamó el hombre tirándole del hombro a Lucero mientras veía que del otro lado de la calle la punta del cañón de un tanque asomaba doblando hacia ellos. Lucero seguía llorando sobre Anselmo abrazándolo con todo el cuerpo como a él le gustaba. El hombre no la podía zafar.- Tanque!- gritó el hombre desesperado. Lucero levantó la vista y con los ojos en llamas arrojó un par de granadas sobre el mismo mientras éste los hacia volar por los aires de un sólo cañonazo.

jueves, abril 12, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 30va entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela


LVII
-Mierda!- exclamó deteniendo el auto en mitad de la oscura carretera en la noche sin luna. Golpeó el volante con ganas y molesto, ni el olor a nafta quedaba en el tanque del motor del auto. Comenzó a caminar despacio por el costado de la carretera recordando a Marisa y riéndose para sus adentros, haberla dejado allí, sola, en medio de la nada. Qué millones de cosas le podrían pasar? Tal vez había estado mal, sintió algo de culpa mientras caminaba pisando despacio y con justo cuidado, ya que sin luna, no podía ver más allá de su nariz. Un cartel rutero avisaba que a quince kilómetros la Ciudad Capital seguía estando. Se emocionó tontamente, pese a saber que la fábrica había volado por los aires, la idea de que allí todos hayan muerto le resultaba irascible, casi inventada. No se resignaba a creerlo. Mientras avanzaba en la oscuridad, escuchaba por casualidad ruidos de explosiones y disparos que iban haciéndose escuchar más y más a medida que dejaba atrás los metros y se acercaba al kilómetro cero. Cansado por la larga caminata y el hambre que se acrecentaba a cada paso, peleaba consigo mismo para seguir avanzando, caminó por horas con el sigilo necesario que la oscuridad le exige al caminante. Comenzó a caminar más rápido hasta que empezó a correr, algo pasaba que lo hacía desesperar, imágenes de Lucero se le cruzaban en los ojos y un dolor profundo en su pecho se hacía notar golpeándolo, quitándole la respiración. Parecía sentirse infeliz, más infeliz que nunca. Un dolor que jamás había sentido en carne propia, un dolor triste y huidizo que no huía, se le asía dil cuore y como sanguijuela le sorbía la vida. Vaya a saber cuánto tiempo corrió, cuánto tiempo pasó desde que él, con sigilo y tranquilo caminaba entre la oscuridad. Verlo ahora avanzando sin importarle con lo que se cruzaría, tan sólo arrastrado a la Ciudad Capital por una fea sensación. Guiándose por los sonidos que escuchaba, horribles sonidos de desesperación y muerte, corría sabiendo que todo estaría patas para arriba allí en esa ciudad que lo vio nacer y crecer. Sintió una muerte violenta que volvería a la vida en forma de conciencia. Una lágrima le cayó como un lucero que guía.
Se alegró, en cierta forma se alegró al llegar a los bordes que limitan a la Ciudad Capital con el resto de la República. Se alegraba de saber que si esos sonidos eran de explosiones y balas como él pensaba, significaba que sus cartas habían llegado y que el plan restriote funcionaba a la perfección. De la oscuridad de la noche un manto de estrellas sonriendo en un pedazo de cielo que recién ahora aparecía frente a sus ojos que se habían acostumbrado a la oscuridad. Atravesó los límites citadinos para encontrar su ciudad devastada y en llamas, con tanques y soldados que vestidos de rosa corrían, armados hasta los dientes, de aquí para allá disparando a la nada o a esos fantasmas y monstruos invisibles que se ocultan en la profundidad oscura de los miedos humanos.
Quedó asombrado viendo su suelo como campo de batalla, la carta que le había enviado a Gésus contando la saga de los restriotes se continuaba allí, en esa ciudad que lo había educado y parido. Olía el aire plagado de olor a quemado y pólvora usada, veía los edificios semidestruidos. Agazapado entre las sombras avanzaba con miedo a ser descubierto por alguno de aquellos rosas soldados con blancos cascos que merodeaban los en derredores como felinos entre las sombras buscando... simplemente buscando. Se acuclilló próximo a un lugar donde el sonido de unas voces extranjeras amenazaban. Escuchó también justo al lado de su oído, un percutor, que le hizo pensar que su suerte se había agotado y que de sus bolsillos, todas las vidas de gato se le habían caído por ahí. Tembló mientras giraba su cabeza y encontró a uno que con el índice en la boca le exigía silencio. Fernando suspiró aliviado al verlo vestido de civil. Este hizo unas señas con el brazo y las sombras cobraban vida y avanzaban por distintos lares. Las voces se acallaron debido a disparos que les caían encima, el hombre sacó de su cintura un arma y se la dio a Fernando que sonriendo y agachando su cabeza, agradecía. Se echó a correr contra los uniformados, y a fuerza de balazos y con la ayuda de la parca caían hasta no quedar ni uno con vida. Llegó entonces la tensa paz del cese de fuego, y de la muerte.
-Qué está pasando?- preguntó Fernando.
-La O.M.N. decidió intervenir.- Fernando sonrió feliz ante el otro que lo miraba consternado con una rabia cuasihistérica.-... de qué mierda te reís, te parece gracioso todo ésto?
-No lo entendés, no? Esto nos va ayudar.
-Sí, claro. -Un hombrecillo se acercó a Fernando mirándolo como quien mira reconociendo.
-Perdón, yo a usted lo conozco.- Fernando lo miró a José sin reconocerlo. El otro preparó el percutor apuntando a Fernando por si las moscas.
-Quién es?
-Amigo- dijo José.- amigo de la casa...- Fernando hizo el esfuerzo por recordar, pero claro, tantas gentes, tantos tiempos habían pasado.
-De dónde?
-Yo trabajaba en un bar del centro de encargado...
-El bar de Colifa?- preguntó Fernando sonriente feliz. José se puso a reír a carcajada limpia y a los gritos comenzó a llamar a todo ese grupejo rebelde.
-Este señor... es el señor Fernando Llorente- gritó contento cuando se vio rodeado por todos.
-Imposible, Fernando Llorente ha muerto.
-Pues el señor aquí presente nos demuestra lo contrario.- Los hombres intercambiaban las miradas como figuritas repetidas.
-No puede ser, él era más alto.
-Y más fuerte...
-Y además estaba loco.
-Señores, aunque les cueste creerlo, esta miseria de ser humano que tienen frente a sus ojos, es Fernando Llorente.- Fernando los miraba a todos sonriéndose. Todos alzaron sus manos y sus armas loando a Fernando.
-Creo que quedarnos más tiempo acá puede llegar a ser peligroso. Recojan las armas que encuentren.- Cada quién empezó con la tarea. Fernando en cambio comenzó a desnudar primero a los soldados muertos y luego los iba echando de a uno a las fosas que habían sido paridas por las continuas explosiones.
-Qué estás haciendo?- le preguntó José.
-Los voy a enterrar y con ésto...- dijo señalando hacia la ropa que iba cayendo en el suelo.-... con ésto nos vamos a disfrazar...- Los hombres miraban confundidos a Fernando que cambiaba de ropa sentándose en el suelo.- Vamos hacia el centro- les dijo. Los hombres, una vez que dejaron sus ropas y las cambiaron por los uniformes se formaron en fila y avanzaban por entre las calles. Tanques y escuadrones les pasaban por al lado, parecían intranquilos y en retirada.
-Después dicen que la tele no sirve para nada.- comentó José sonriendo mientras en un mar rosa de olas blancas se encaminaban al centro mismo de la Ciudad Capital sin que nadie sospeche nada. Se asombraron al ver que el cielo se iluminaba de verde algunos minutos, y más luego, el verde volvía a ser negro de noche sin luna. Tragaron saliva con miedo y siguieron en silencio, marchando.

LVIII
Las balas atravesaban las paredes y rompían los cristales en mil pedazos mil. Las paredes que sostenían el techo parecían temblar y hacerse cada vez más inseguras, en cada silencio se asomaba y disparaba hacia un escuadrón de soldados. Sacó la piedrita de su bolsillo y la miró sonriente.
-Sé que te voy a encontrar.- le dijo a su piedrita que verde refulgía, se la pegó al cachete y sonrió, del techo lluvia de yeso caía regando el suelo infértil. Se asomó por la ventana y disparó otro par de veces, se volvió a agachar y sintió el hombro mojado, se tocó con las yemas de sus dedos el húmedo lugar y vio sus yemas coloridas, coloreadas, coloradas de sangre. Se miró entonces y se vio el agujero que una bala le había provocado, resopló aburrido.
-Otra más- dijo meneando la cabeza de un lado a otro, se metió un dedo adentro del agujero apretando apenas y la herida dejó de sangrar.
El techo comenzaba a hundirse, una granada entró por una ventana, de un salto se metió tras un sillón justo a tiempo, algunos metros más allá la granada explotó derribando el techo de la casa y también a sus paredes; sintió el peso de la casa que le había caído encima y se puso de muy mal humor. Salió de entre los escombros de un salto y cayó encima de cuatro hombres que murieron entre el suelo y la bestia, cinco hombres le apuntaron con sus armas que titubeaban tanto como ellos, Elbéstides tomo a uno de los aplastados de los pelos y lo empezó a revolear como pañuelo por encima de su cabeza, los borceguíes del aplastado soldado, golpeaban los rostros de los que le apuntaban rodeándolo, cada uno caía inconsciente, tal vez muerto. Un tanque aparecía calle arriba disparando hacia Elbéstides, los disparos caían cerca de él que avanzaba furioso hacia el tanque, la onda expansiva de las explosiones apenas le despeinaban el jopo. Tomó al tanque por su cañón y lo levantó de a poco haciendo algo de fuerza. La escotilla se abrió y soldados rosas salían huyendo gritando aterrorizados. Golpeó el tanque aquí y allá, giró su cuerpo con el tanque agarrado por sus dos manazas, y lo arrojó como atleta olímpico arroja la bala. Volvió hacia la casa derruida y comenzó a sacar los escombros de a uno. Buscaba su piedrita. Corría las paredes y puteaba a los gritos. No escuchó ni vio a otro escuadrón de hombres que llegaba y le disparaba a mansalva en todo el cuerpo. Las balas le penetraban por cada uno de los rincones, se volvió hacia los hombres que le disparaban y empezó a repartir muertes y sopapos para todos lados, los golpeaba con todo el cuerpo y con toda la fuerza, se veía lleno de sangre pero no le interesaba de quién fuera. Más soldados iban llegando disparándole desde lejos y el hombre no flaqueaba, la sangre de él volaba cada vez que las balas le ingresaban después de romperle la piel. Cientos de hombres habían disparándole, Elbéstides seguía luchando, llevándose vidas como la muerte misma. Sin ningún tipo de tapujo, sin ningún rencor. Se sentía mareado, las piernas le flaqueaban y pocos sonidos percibía, tan sólo escuchaba los disparos que al ser tantos parecía ser tan sólo uno, volvió hacia la casa derrumbada y comenzó a tirarles con piedras, escombros y cascotes que surcaban el aire y se les hundían en la carne o les atravesaban. Recogiendo cascotes encontró la piedrita y la besó con harto cariño, la piedrita comenzó a refulgir más y más, expandiendo un halo verde que verdemente iluminaba. Los soldados apenas podían ver a Elbéstides que sonreía sosteniendo la piedrita en la mano, la luz era intensa, tan intensa era que los obligaba a cerrar sus párpados. Algunos se tomaban los ojos de dolor ya que sentían haber perdido la vista y más tarde los ojos le sangraban para después reventarles las cabezas como si tuviesen una bomba de tiempo adentro. Llegaron más soldados entonces con protectores en los ojos, divisando entre aquel verde fulgor a ese hombre que sostenía en su mano a esa piedrita que brillaba más que el sol, tanto como la muerte, menos que su Esperanza. Dispararon, dispararon más aún contra él. Las balas le seguían ingresando por todo el cuerpo y él aún se mantenía en pie, agachándose, arrojando más piedras. La luz dejó de refulgir verde y extraña, para quedar opaca dentro de la palma de Elbéstides que de pie y en silenciosa soledad comenzaba a tambalearse de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás, más de mil quinientos cadáveres lo rodeaban, tanques destrozados, agujereados como queso humeaban olor a carne humana cocida. Respiraba con dificultad sintiéndose cansado.
Nunca en toda su vida se había sentido de esta forma, todo el cuerpo le pesaba y un algo había que quería salírsele de adentro hacia afuera. Con pasos pesados comenzó a caminar sin saber siquiera dónde iba, sus ojos ya no miraban, caminaba guiado por la risa de su amada Esperanza que reía como ella solía hacerlo, caminaba entre humos y fuegos que parecían querer ser parte del profundo cielo oscuro que azotaba a la República, sin luna, sin estrellas, noche ciega y silenciosa donde sólo la risa de Esperanza escuchaba dentro de sus oídos. Caminó desafiando a la muerte en cada esquina, deshaciéndose sin saberlo de más tropas, de más tanques. Caminaba hacia la risa que provenía de quién sabe dónde. Llegó hasta una casa derruida, allá al norte de la Ciudad Capital casi en ruinas aún en llamas, allí cerca del riacho contaminado, y se quedó parado allí, sin saberlo, sobre lo que alguna vez fue su casita, la de él y la de su dulce Esperanza que renacía en sus brazos y le besaba los labios con amargo sabor y dulce sentimiento.
-Chiquita, pensé que no te iba a ver nunca más- le dijo sonriendo.
-Cómo pudiste pensar que yo te iba a dejar?
-Mirá- dijo Elbéstides abriendo la mano- Tengo la piedrita todavía.- la mostraba orgulloso sonriendo más grande, bruto y lindo.
-Sí, veo que la cuidaste tanto como me cuidás a mí.- le dijo contenta.
-Qué otra cosa esperabas?- sonrió más grande, más lindo y menos bruto.
-Ya no espero nada, todo lo que quiero lo tengo ahora entre mis brazos.