jueves, septiembre 30, 2021

Deificados .-- Poema

Quisiera creer en Dios,
depositar en sus manos todo lo que pasa
sentir la ciega confianza 
que todo tiene una férrea razón y un sincero porqué
que hay inteligencia en la matanza
y sentido en el dolor 
que el sufrimiento de los quienes 
no durará eternamente 
y que la muerte sea un adiós
que no dure para siempre.

Quisera creer, ciegamente,
que hay un algo que da forma 
a este caos organizado que carecer pareciera
de alma, pies, corazón y cabeza. 

Quisiera creer en Dios
y empezar a ser humano.

miércoles, septiembre 29, 2021

Migrantes -- Poema

Así que eras vos 
picarón de corto vuelo
que picoteabas en el suelo
y sonreía el corazón.

Así que eras vos 
el que jugaba en silencio
con las alas del tiempo 
y la nostalgia del adiós.

Así que eras vos
lejos de tus árboles con nidos 

por estas tierras, perdido,
donde ha muerto la razón.

Bienvenido pequeñito,
tal vez no alcance el pan
pero en esta mesa
hay lugar para uno más.

martes, septiembre 28, 2021

... siete... ocho -- Poema

Dame solo un respiro
un momento de mimos
un tiempo de paz 
donde la soledad 
sea dulce y consejera
donde nada caiga y se reviente 
donde no haya manos negras.

Dame solo un momento
de sosiego, 
sin dobles intenciones
sin premios, ni castigos,
sin juicios, ni permisos,
sin licencias, ni incoherencias
por más coherentes que parezcan.

Dejame llegar al nueve, 
solo hasta el nueve,
sin más tormentos ni kilombos 
que no pueda manejar, 
ni aceptar, ni soportar,
menuda paliza me estás dando,
te prometo que en el nueve me levanto
y te sigo dando pelea.

lunes, septiembre 27, 2021

Deseos cumplidos -- Poema


Las flores desbordan desde las copas de los cerezos 
como una lluvia rosa inunda los paseos
de los enamorados que embobados
van tomados de sus manos, 
sin caer en la cuenta, que empezó la primavera
y el escorpión y el risueñor 
han salido de sus cuevas.

Canta el ave alegremente su dulce canción de amor
vuela su son por el aire tibio bailando también se encuentra a la flor
es todo el ambiente una escena de amor 
sus pechos ardientes proclaman pasión 
sus labios urgentes pidieron a Dios 
que un para siempre de los dos nazca hoy,
y al pedido divino lo cumplió el escorpión,

   



domingo, septiembre 26, 2021

Mi esperanza -- Poema

Me gustaría prometerte
jurarte, proponerte,
que no existen los imposibles
los imponderables
que no hay misterios razonables
ni monstruos irracionales 
escondidos entre las sombras
o a plena luz del día.

Me gustaría asegurarte
que el que se las juega siempre gana
que ser honrado, humilde y valiente 
paga siempre con descuento
que ser maldito, cruel y avaro 
al fin paga el mayor precio 
a la soledad, al desamor y al desamparo

que a los buenos le va el cielo
y el infierno a los malos.

Me gustaría tener fe
en el futuro que se avecina 
y no tener que darte medicinas
para cosas que aún no ocurren
y que inventan
en laboratorios y oficinas.

Te juro que deseo
desde lo más profundo del alma 
que vueles alto y libre   
más allá de mi esperanza.

sábado, septiembre 25, 2021

Días de primavera -- Poema

Mientras se hierven los fideos 
y el router se reinicia
mientras la tarde se apoliya
y el tiempo se marchita
yo espío
por la ventana hacia el abismo
y una vecina que pasa
me sonríe y me hace un guiño.

Indudablemente 
la primavera está hoy
más coqueta que de costumbre.

viernes, septiembre 24, 2021

Albedrío prescrito -- Poema

A veces 
se me llenan los ojos por dentro
¿y sabés qué siento?
que ya está,
que los siempre se evanecen
y que no hay forma 
de detener lo que se viene

que el frío y el vacío
son la cosa en realidad
y que esto, este ahora y este aquí
no es más que un baladí
que se paga en alto precio.

Elijo quedarme
aunque para mí siempre es tarde
de nada vale abrir cualquier tipo de ventana
embarcarme sobre el lomo de un río
que a orillas del mar se funde y asfixia.

He entendido que no es el momento
de dejar que mis alas
elijan a tiempo aquel destino
que tantas veces he borrado
y porfiado,
se ha rescrito.

jueves, septiembre 23, 2021

Ahora sí -- Poema

-


Sos una puta- le dijo,
y ella se creyó insultada.
-Y vos sos un puto- respondió,
y él se creyó insultado.

Se agarraron de los pelos
se rasguñaron
se golpearon
se cortaron 
se empujaron
se cayeron desde el balcón al vacío
se estrellaron contra el asfalto frío
e inmediatamente se murieron, 
con tanta mala suerte,
que quedaron estampados en la planta baja
tomados de las manos 
como esos enfermitos que amantes enamorados 
buscan un punto final 
juntos en el para siempre
y se reencuentran
en los puntos suspensivos
que siempre escribe la muerte.

Los putos y las putas de sus vecinos 
han vuelto a vivir en paz,
ya nadie los insulta
ni los discrimina
ni los invisibiliza
ni los compara
con personajes violentos,
incultos, 
e ignorantes.

miércoles, septiembre 22, 2021

Satisfecho -- Poema


Hoy no almorcé,
sin embargo;
me llené de vos
de tus palabras
de tus lágrimas
de tu adiós 
y de ese vacío
del que solo vos
sabés llenarme el alma.

Hoy no almorcé
y sinceramente...
me importa un rábano. 



martes, septiembre 21, 2021

Primavera en el sur -- Poema

Me da lo mismo que amanezca,
y que florezcan,
en cien mil colores al mismo tiempo
todas las primaveras
que exploten los calores por doquier
y que no exista el quien
que aunque quiera, pueda quitarme de la cabeza
que no hay hiel más horrenda
que aquella que se logra
revolcándose en la mierda
que supura con rabia y tristeza
de las heridas viejas
que aún sangran y que nunca cierran.

Hoy es primavera, 
el ciclo de nuevo empieza
levántate, Lázaro... ¡camina!
otra oportunidad espera.

lunes, septiembre 20, 2021

Amor tímido -- Poema


Yo voy a amarte despacito
silencioso, o a todo bombo,
a los besos, a los abrazos,
o entre las sombras, recordando.

Yo voy a amarte sinceramente
con  el alma en las manos
y el pecho caliente,
pensándote hasta olvidarte
olvidándote hasta que duela.

Yo voy a amarte como sea
de aquí hasta al infinito,
de aquí,
hasta que muera
aunque vos,
me reconozcas entre cien miles 
o ni sepas de mi existencia. 

domingo, septiembre 19, 2021

Tempora et mores -- Poema

He estado de pie
también tumbado
también de rodillas.

He estado orgulloso,
vergonzante
y también piadoso.

He tenido las manos llenas
también vacías
y desnudas.

He tenido la razón
y he mentido
con tal de tenerla.

Gané, perdí, empaté,
viví, cada situación 
como la realidad de un león
como el sueño de un ratón 
que quiere ser grande.

Hoy estoy aquí,
en mi propia, terrible
y apasionada tormenta,
me acaricia un destino 
que histérico va y viene
prometiendo pegar la vuelta.

No te espero más
es momento de vivir la vida.

sábado, septiembre 18, 2021

El abuelo que nunca aprendió -- Poema

Te quedaste silente 
expectante 
duro y frío como el tirante 
que sostiene el techo de toda una casa 
y llevabas 
un mil lágrimas en los ojos 
pero no llorabas
te mantenías 
en esa fortaleza ridícula 
del que lloran solo los maricas.

Y no explotabas, 
nunca explotabas,
pero te morías de a poco
y lo ignorabas. 

Infeliz,
habías nacido en el tiempo equivocado,
en donde ser marica era algo malo 
y llorar no era cosa de hombres, 
ni de humanos. 

viernes, septiembre 17, 2021

Hombre -- Poema


Creí en el tiempo
en el tal vez
en el sí más que en el si
en el porque
y en el porqué también creí.

Olvidé el qué
el dónde
el cuándo
pero el cómo lo llevo adentro,
cicatrizando.

Hoy he visto el sol
lamiendo el aburrido horizonte.
Ya no te ansío, sol.
Tampoco me importas, horizonte.

Bajo mis pies crecen las flores 



jueves, septiembre 16, 2021

Duelo -- Poema


No todo silencio tiene sombra
no todas las sombras atraen al silencio
saben que la he visto
en el jardín, andando desnuda 
sin nada sobre su áurea figura 
más que la emoción de verla 

y supe, que mirarla era perderla 
pues ya no se parecía 
a la que caminaba del baño al cuarto
sonriendo atrevida 
para llenarme la vida 
de besos y caricias.

Sonrío, bajo el sol sobre la verde césped
la veo andando de un lado a otro
ya no es ni lo que parece 
es que en mi recuerdo
algo ha cambiado,
es que la parca también 
a todos nos cambia algo.

No todo silencio tiene sombra
no todas las sombras atraen al silencio,
aunque en el jardín, andes de paseo,
en mi corazón habitas 
y el recuentro, 
espero.

miércoles, septiembre 15, 2021

Corazón latidor -- Poema


Late mi corazón en la mañana
en la tarde, en la noche,
late el latido bravo por la vida,
por la muerte y el mientras tanto,
late silente, y a los gritos,
cuando ríen o lloran mis tres hijos
late cuando entiende
que todo empieza, o todo ha terminado
en las caricias de mi madre
en el abrazo de mi padre
en el estar de mis hermanos
en el ser de mis amigos
late fuerte el corazón bravío
cuando hay ánimo de libertad
o amenaza de esclavitud.

Late desgraciado ¡late!
que la vida se ha hecho para latir hasta morir
ya sea de profunda tristeza
o rebosante en felicidad y alboradas,
late desgraciado,
¡late!

martes, septiembre 14, 2021

En tus manos, el tesoro -- Poema


Y en tus manos,
en tus pequeñas manos,
sucias de hollín, de tierra y de sangre,
cubiertas de dolor, de cansancio y de hambre,
mugrientas de pena, de muerte, de hastío,
por callos envueltas temblando de frío.

A tus manos pequeñas, con saña incompletas,
carentes de ilusión, de destino y de sueños
las llena el vacío, la frustración, lo omitido.

En tus manitos asimétricas
que no guardan sueños ni cazan mariposas,
en tus manos sin aire, sin agua y sin tiempo,
que claman venganza, templanza y olvido
brilló la guardiana serendipia 
de aquello importante que había perdido.

Hoy renací, gracias a tí,
y me siento dispuesto a morir
por verte de nuevo sonreír, y creer
que vivir, aún entre estas murallas rodeadas de bestias,
vale la pena. 

lunes, septiembre 13, 2021

Gualicho de amor -- Poema


En el cuenco ha juntado
tripa, sangre y corazón. Una foto,
del amante no amado,
que invisible e ignoto,
entregado, le era fiel y muy devoto.

Le ató con un hechizo
que su abuela en la memoria dejó.
Quiso, pudo y rehízo
y así al fin consiguió
siendo que era imposible igual logró. 

¡Albricias y centellas,
que se pueble de flores la pradera
y el azul cielo de estrellas!
Que hoy es lo que no era,
ayer crudo el invierno y hoy... primavera.

domingo, septiembre 12, 2021

El roble -- Poema

Arraigado, en el bosque oscuro,
el joven roble se aferra a la vida
hurga en lo hondo buscando comida
pues fue este verano seco y duro

uno lo ve, con fruto maduro,
al que amoroso y estoico cuida
bajo el verde de copa tupida
muralla divina de amor puro.

¡Oh bello árbol! del bosque eres dueño,
cuna del viento y del buen vencejo
me has acercado a un mundo de ensueños

susurro en el alma es tu consejo
placer que asombra, onírico sueño,
te amé cuando niño y hoy siendo viejo. 

sábado, septiembre 11, 2021

Juegos de niños -- Poema

Uno, dos, uno, uno
salto largo
uno, dos, uno y cielo.

Salir de este infierno
a los saltos,
digno,
como Sísifo
lanzando y llevando mi propia piedra
para volver a tenerla
e ir de la tierra al cielo
a los saltos...

¡Bendita Rayuela!
uno, dos, uno, uno, dos,
salto largo y cielo
donde la Maga perdió la magia
y a Rocamadur, de nada,
le sirvió la tanta inocencia.

El camino entre la tierra y el cielo
aunque a los saltos
nunca tuvo tanto olor a frustración
ni tanto sabor a infancia.

viernes, septiembre 10, 2021

La dulce Luisa -- Cuento corto

Luisa era una mujer relativamente pequeña y con más años de los que ella misma podía recordar, el tiempo le había encorvado tanto su esqueleto que llevaba la pera a la altura del ombligo y apoyaba la mayor parte de su cuerpo en un viejo palo al que usaba de bastón para poder caminar. 

Siempre antes de salir de compras se postraba frente al televisor apagado y se limpiaba con una mano las impurezas de la piel, se acariciaba con sus largos dedos (que parecían huesos) el rostro, y con las yemas sin huellas digitales porque el tiempo se las había borrado, leía cada centímetro de su tez, y allí donde encontrara un bello, lo tomaba con el índice y el pulgar y ¡zas! Lo arrancaba inmisericorde.

Luisa los domingos se vestía con unas cortinas cuadriculadas de cocina, se abrigaba los hombros con un mantel de paño lenci verde, se calzaba en los pies dos macetas de ladrillo y sobre el cuello se ponía una hermosa bufanda hecha de ramas de una enredadera que había crecido dentro de su armario. 

A Luisa le encantaban las plantas, las tenía por toda su casa, tanto afuera como adentro parecía un gran vivero en el que cultivaba y cuidaba desde las plantas más vulgares, a las más exóticas. El paso del tiempo fue cruel con la anciana,  perdió la vista tan gradualmente que ni se dio cuenta de lo que sucedía. Hace unos meses un amigo personal le había traído de Indonesia una Rafflesia, Luisa estaba encantadísima, si bien su flor huele horrible, cada vez que florece ella recuerda el presente de su amigo. Tenía la ilusión de que con esa flor ganaría el concurso de plantas exóticas, único galardón que le faltaba obtener. Para lograrlo, no se dan una idea de la cantidad de cuidados especiales que tuvo que tener... Cuidó a esa planta más que a un hijo. Compró calefactores y humidificadores para poder simular el clima que necesitaba para crecer, florecer y desarrollarse. Pero todo esfuerzo rinde sus frutos al final, luego de varios meses, esa flor de enormes dimensiones abrió sus gigantescos pétalos y ocupó por completo su pequeña cocina. El hedor que desprendía obligó a los vecinos a llamar a la policía, y cuando llegó fue atendida por la dulce viejecita. La vieran como vestía y la cara de los oficiales al verla... tenía puesta su ropa de entre casa, calzado de hojas de palma, una pollera hecha de pajas, un chal de musgo sobre los hombros y una larga rama de potus enredada en su cabeza a modo de turbante. 

Al abrir la puerta la policía creyó lo peor, el olor a cuerpo en descomposición era insoportable, sin embargo pobre Luisa, a pesar de tener una enorme nariz, también había perdido el sentido del olfato, aún más que el de la visión. Ella podía ver como un montón de cosas borrosas verdes se movían a su alrededor, por eso entendió que en su casa había policías, veía esas manchas azules y escuchaba apenas como unos jovencitos la llenaban de preguntas estúpidas y sin sentido.

Luisa les quiso explicar que el olor venía de la flor abierta de la Rafflesia que su amigo le había regalado, pero los policías quisieron ver todo por sí mismos, y entraron a la casa. Luisa los guiaba con paso tranquilo pero inseguro, se asía con fuerza de la rama que usaba como bastón. 

Cuando llegaron a la cocina los ojos de los oficiales se abrieron sorprendidos al ver el cadáver de un hombre sentado en el medio de la cocina, sosteniendo aún una maceta en la mano con una planta marchita, seca y deshojada. La viejita se acercó al cadáver, lo señalaba con la tijera y le contaba a los oficiales que esa era la planta que su amigo le había regalado, una Rafflesia, su flor apesta, parece el mismo olor que sale de un cuerpo en descomposición... Les contaba mientras mutilaba con mucho cuidado, aquí y allá, el cadáver de aquel pobre hombre. Huele a carne podrida, pero no tengan miedo, es solo esta flor; les decía Luisa mientras señalaba con el mango de la tijera el cráneo blanco y brillante del occiso que allí sentado esperaba santa sepultura.

Luisa durmió esa noche en la comisaría, echa un bollito, extrañaba su casa llena de plantas, la dichondra como alfombra, el musgo cual colchón, los potus como cortinas, el viejo televisor como un espejo maldito que no le devolvía el reflejo. La pobre viejita, ciega y sin olfato, habría perdido también esa noche, la cordura.

jueves, septiembre 09, 2021

De un barreño a otro, tonterías -- Poema

 No se lo esperaba, creo que nadie se lo espera, puede que algunos crean que desde que uno tiene consciencia pueda llegar a predecir, al menos unos segundos antes, aquellos hechos que nos marcan, que son trascendentales, peripecias como portales que dan una nueva forma a eso que realmente somos y se va transformando, una y otra vez, en algo igual pero distinto, constituido por lo mismo pero de otra manera. Esa energía universal a la que se le suma ese algo más de materia que se va convirtiendo en otra cosa, en un qué inexplicable que ni aunque lo hayas vivido cientos de veces lo prevés, lo entendés, y lo más soprendente de todo, es que ni siquiera lo recordás. 

Como si fuera cierto aquello de que si bebieras de las aguas del río Leteo olvidarías, o así mismo, el té de lágrimas de la dulce Meng Po que la misma amnesia logra. 

Tal vez, simplemente, es como si te negaras a aceptar la importancia que tiene el pasado y dejaras la mochila en la puerta de cada micro al que te vas a subir; para ser nuevo, libre, sin llevar peso alguno de aquel quién que ya no somos, abrazando a este que empezamos a reconstruir, con una ignorancia e inocencia pasmosas.

No importa en qué punta del camino te encuentres, los de afuera no son de palo, y están siempre con las emociones a flor de piel, alterados sus nervios, se convierten en insoportables bombas de tiempo que la ansiedad consume, no los deja dormir, ni pensar claramente; y, obviamente, a todos nos invade el miedo. 

Un miedo natural y profundo.

Miedo por aquello que simplemente es "transcurso", y que, aunque inminente, aún no es. Ya sea de entrada o de salida, las expectativas y el desconcierto son la única realidad, así como la única certeza existente es que todo lo que empieza, culmina.

¿Qué sabe uno? Realmente, no más que eso... pero es un conocimiento aprendido, que se olvida cuando empieza a distraerse con la sarta de espejitos de colores que nos sorprenden en el medio de ambas puntas. 

Nos distraemos con las cosas que aprendimos, que nos enseñaron, que nos inculcaron, que quisimos ver o que estuvimos capacitados para hacerlo. 

Ver, sentir, creer, hacer... todas cosas posibles desde la fe, desde ese qué se yo profundo que hace que de repente nos encarnemos en miles de pedazos de carne sin por qué ni sentido, pero con ganas de existir y persistir a pesar de la adversidad, la contrariedad y todos los obstáculos posibles. Las probabilidades de estar son tan pequeñas, y sin embargo, mirar el cielo en una noche estrellada nos hace entender que no entendemos nada, que no hay chances de un tal vez, que lo que sucede, sucede como un mágico milagro de las causas consecuencia que se van sucediendo y que a pesar de todo estar regido por un caos verticalista y tiránico, a veces, el azar, cambia el rumbo de un copo de nieve que cae justo donde no tenía que caer. 

O tal vez sí, tal vez ese era su destino. 

O tal vez el destino no existe. 

Otra vez, la misma duda que tenía antes de abrir la puerta se presenta en el justo instante en que estoy por tomar el picaporte para cerrarla y agradecer, antes de apagar la luz, a todos los que participaron de este show sin pies ni cabeza. 

Ignoraba qué es nacer, puesto que si antes lo había hecho, no lo recordaba en lo absoluto, por lo que todo fue una sorpresa; así como morir, solo moriré una vez en la vida y también me cogerá por sorpresa; como lo cogió a Tomás... pobre niño, que murió en el momento en que nacía y que jamás podrá experimentar todas estas tonterías que hay en el camino entre barreños. A él le ha tocado usar uno solo, que tristemente une, los dos extremos de toda existencia.

miércoles, septiembre 08, 2021

Extrañas realidades -- Cuento Corto

Luego de encencender la computadora escribió en la barra del navegador: noticias estúpidas de hoy, más que instantaneamente y brillando en letras negras negras sobre el fondo blanco, apareció: El Gobierno reducirá a 90 centímetros el distanciamiento en las aulas para avanzar hacia la presencialidad plena.

Tal vez por la monotonía del constante encierro es que no se había dado cuenta de que eran las veinte horas, y que la televisión y la familia, ya estaba reunidas alrededor de la mesa para cenar. En las comidas no se habla hace rato, antes el televisor, si bien era un obstáculo, no molestaba lo suficiente, sin embargo, desde la llegada de los teléfonos celulares, la conversación y el amor a primera vista comenzaron a extinguirse y ser el tema de varias series de Netflix y YouTube. 

Entre nuggets de pollo, papas fritas y gaseosa de prestigiosa marca el presidente hablaría otra vez por cadena nacional. Daría otra explicación sin sentido de las decisiones que tomaron porque así les convino. 

No tenían idea por qué hacían lo que hacían, o mejor dicho, no querían aceptar su ignorancia. Entendían que mostrar que había cosas que no sabían cómo explicar era mostrarse vulnerables, y un gobierno vulnerable es peor que un gobierno imbécil. Eso lo sabemos todos. Preferimos que los idiotas manipulen el poder, cuando ellos lo manipulan, tiene porqué la indiferencia, la hambruna, el destrato, la marginación, el desprecio, la mentira, el olvido. Son idiotas, los idiotas se equivocan, no entienden lo que están haciendo, actúan porque hay que hacerlo aunque ignoren qué tienen que hacer o cómo es que hay que hacerlo. 

A un idiota podemos insultarlo, echarlo, traerlo, subirlo, bajarlo, darle poder y también sacárselo, nunca se va a dar cuenta de lo que tuvo, ni de lo que podría haber hecho con él. 

Un  gobierno vulnerable, en cambio, muestra las debilidades de una nación y mostrar debilidad ante el resto del mundo nos hunde en la humillación constante del posible abuso, de la condena social, del desprecio de los vecinos, de la marginación. Un gobierno vulnerable sienta a toda una nación en la mesa de los niños y pierde entonces toda posibilidad de participar en las perversiones de la ambición abisal humana, de esas decisiones que arrastran a sectores enteros y geniales de la sociedad a los rincones más oscuros del alma sin ningún tipo de culpa ni prurito.

Al final, luego de tanto tiempo, nuevas decisiones agarradas de los pelos serían tomadas y de nuevo nos dirían en la cara lo estúpidos que somos, qué tanto nos hemos vuelto sumisos ante el poder, como aceptamos de manera natural seguir las órdenes de cualquiera que tenga un uniforme, un guardapolvo o una corbata. 

-¡Estúpidos! - gritó golpeando al mesa. Nadie levantó, ni sacó los ojos de las pantallitas. Golpeó y gritó tres veces más con iguales resultados. La vida de hoy es esto, una mierda solitaria que a nadie le importa. Estúpidos actuando sin razones, motivos, ni por qué. Excusas vacías sirven de argumento para llenar el tiempo. La verdad y la mentira se han vuelto puntos de vista que solo se transforman en realidad cuando sirven al bolsillo de alguien. Incluso al tuyo que también señalas.

Hoy lo que manda no es la moral, tampoco la ética. Hoy sobrevive el que puede en un viva la pepa constante que busca salvarse económicamente y lo demás, al carajo. 

-¡Carajo!- gritó golpeando con más virulencia a la mesa resquebrajando apenas el vidrio que la cubre. Nadie miró, ni a la mesa, ni a la tele, ni a él, ni a los hermanos, ni a los hijos, ni a la madre, ni a sí mismos. 

Creyó estar inmerso en una pesadilla donde se había fundido entre tanta estupidez, en tanto cinismo, en tanta mentira... Sin pensarlo se clavó el cuchillo en el cuello y murió a los diez segundos, desangrado, frente a la tele en donde el presidente hablaba y decía que ahora con noventa centímetros de distancia estaba bien. Que seguramente las vacunas habían logrado que el virus no vuele tan lejos como antes. La madre seguía con el celular en la mano mirando fotos de jovencitos en la playa asoleándose y jugando al voley. Los niños veían videos de TikTok y YouTube. Nadie se dio cuenta que el repartidor de Mc Donalds esperaba todavía en la puerta para que le paguen la cantidad de dinero que cuesta suicidarse con comida. Nadie se dio cuenta, que el padre se había quitado se había ido de esta realidad, pues le sobraba inocencia y creía que la vida es otra cosa que esta pesadilla sin sentido, ni destino.

martes, septiembre 07, 2021

Arremolinado mediodía -- Cuento corto

 -Aquí tiene, pague ahora... no sea cosa que se piante y después lo pague Dios. 

Paz ​se sentaba todos los recreos abajo de la bandera, abría el paquete de galletitas y las comía de a una, miraba como todos corríamos y gritábamos como energúmenos desaforados de acá para allá, jugábamos a la mancha, a la escondida, al fútbol, a nada... cuando se es niño, correr o gritar son hechos sin porqués ni gramáticas que lo nominen o justifiquen. Ella terminaba de masticar en el momento exacto en el que sonaba la campana y el recreo se daba por terminado, se ponía de pie y caminaba tan tranquila que parecía no pisar el suelo, atravesaba el patio y llegaba a la puerta del aula, entraba, se sentaba en el primer asiento justo enfrente del pizarrón, abría el cuaderno y empezaba a copiar. Tenía una letra tan linda.  

Los autos parecen esperar impacientes, no son gatos, sin embargo, ese continuo ronroneo desafinado desafía cualquier paz posible.

-El agua es incolora, insípida e inodora.- las risitas estúpidas de los otros, inodora es que no tiene olor no es la esposa del inodoro, pensaba mientras todos se reían y codeaban creyendo estúpidamente que te habías equivocado. La señor estaba tan absorta en los cuadernos y cuadernillos, o tal vez, tan cansada de esa cosa tonta que tiene la inocencia que ni siquiera levantaba la mirada de su mesón. 

La mirada de Paz, como la de la Seño, no le daban existencia, sentía que si no le importaba a ellas ¿a quién entonces vale la pena importarle? 

-Siete pesos su vuelto caballero, gracias.-

A veces lloraba volviendo a casa, no solo los niños lloran, es que la escuela y el trabajo, ocupaban todo el día y el cansancio, y el apenas poder cerrar las manos... Todavía sentía la vibración de las sierras, los músculos adormecidos de tanto golpear, levantar, apoyar y volver a golpear... ¿Para qué? ¿Todo esto para qué? De qué vale todo esto... si nunca termina. Sentarse en el asiento de atrás y que pase otro que te mira reojo y sonríe susurrando "vos sos un inodoro" y esa ofensa es profunda, duele, cala en lo más hondo.

-Se desfasó la caladora, pibe, llamalo a Raúl que la venga a arreglar...- ¿Por qué Raúl tiene nombre? Ni siquiera trabaja en la carpintería.

Un hombre se bajó del auto para insultar a una señorita que por asustarse había pegado tremendo y sorpresivo frenazo en pleno semáforo verde, casi chocan los vehículos, motivo por el cual el hombre se puso frenético. 

La señorita estaba aterrada, la sangre de Raúl se desparramaba por toda el aula, salía a chorros desde su nariz hacia el mundo sin ningún tipo de control. Paz se puso a llorar, su cuaderno se había llenado de gotas de sangre y que mezcladas con la tinta azul de su lapicera a fuente formaba lamparones violetas y morados. Ella no encontraba la belleza en eso. Yo encontraba toda la belleza del mundo en cualquier cosa que viniera de Paz. 

-¿Está feo el café?

Uno de los pasantes que estaba por ahí apretó un botón  rojo e hizo que la sierra circular se encienda cuando nadie lo esperaba, decir que el técnico reaccionó a tiempo y sacó justo a tiempo la cabeza de ahí, aunque, si bien pudo impedir quedar decapitado ahí mismo, no tuvo la suerte de asegurar la sierra que salió disparada y se le clavó en el hombro al capataz. Al principio todos pensamos que era un accidente tonto pero fortuito, cosas que pasan sin querer y que apenas generan consecuencias, sin embargo...

-No... ¿Qué?... No, no... gracias, el café está bien... está bien- repetía -Está bien, quédense tranquilos, es un poco de sangre nada más, a veces los capilares de la nariz se rompen y sangra la nariz...- Paz seguía llorando, y la seño mientras explicaba se lo llevaba a Raúl al baño para enjugarle la cara y limpiarle el guardapolvo. Varios se le acercaron a Paz, pero yo lleve el borra tinta, y me encargué de dejarle todo el cuaderno limpio de sangre, al menos, ese carmesí había desaparecido por completo y se veían unas gotas amarillentas o anaranjadas desparramadas, pero nada más, no mucho más que eso. Paz se puso contenta y sonrió, sonrió tan grande y lindo que entendí que vivir era otra cosa, no era esperar que su mirada, o la de la seño, me diera existencia. Vivir es lograr que alguien sonría mirándote a los ojos. 

La calle olía a hollín, a combustibles quemados, el loco que gritaba ya se había ido, pero ella estaba muerta de miedo dentro del auto entorpeciendo todo el tránsito. Muchos tocaban el bocinazo mientras esquivaban el bulto molesto, otros solo pasaban como si aquella mujer, dentro del vehículo no existiera. 

Pero pese a que todo el mundo la ignorase, ella seguía allí, seca, sin lágrimas, sin movimiento alguno, si quiera parecía respirar.

Y llamé a la ambulancia, y se lo llevaron, me dijeron los camilleros que había hecho bien, que si estas cosas no se atienden a tiempo uno puede morir desangrado o mismo, sin ir más lejos, perder un miembro, y hay que tener coraje para vivir amputado, que te falte un pedazo de vos con el que naciste de un día para el otro, no debe ser fácil. 

-¿Está bien señorita? - 

-Sí, Raúl quedó en dirección esperando que vengan los padres a buscarlo, la hemorragia no para.- 

-¿Tengo que rehacer la tarea seño?... El cuaderno me quedó hecho un  lío...- ¿Y mi esfuerzo? ¿Y tu sonrisa? Ya mi borra tintas nos sirve y, aparentemente, tu cuaderno ni tu tarea tampoco.

-No Paz, dejá, dejalo así como está... -

-¿Está bien señorita? ¡Señorita! Alguien que llame a una ambulancia... ¡Una ambulancia!

El mozo se metió dentro de la cafetería, el policía se acercó haciendo sonar el silbato mientras hacía señas con ambas manos. Rompimos el vidrio y sacamos a la mujer de adentro del auto, estaba fría, quieta, la ropa estaba tan apretada que parecía que ella se había hinchado o que las telas se habían ajustado. Fuera como fuera, su piel azul nos hizo creer que había muerto, como Raúl, que nunca más volvió a la escuela. Nos dijeron que se cambió, que le dio tanta vergüenza lo que había pasado que prefirió no volver más e ir a una que le quedaba a un par de cuadras de la casa, en el barrio donde él vivía. 

Al pasar unos días el capataz volvió a la carpintería, no podía trabajar todavía pero sí dar órdenes, se lo notaba desganado, pobre, era complicado hacer las cosas con un brazo menos, pero al menos, todavía podía rascarse y convidarnos papas fritas.

-¿Siempre que comamos papa fritas me vas a contar esta historia?

-Es posible, Paz, es posible.- metió la mano en el paquete de papel metálico y sacó la última papa. Bajo la bandera de la plaza céntrica y terminada la hora del almuerzo, antes de irse a trabajar, besó a su esposa y volvió a trabajar con esa modorra que generan los recuerdos y la necesidad de siesta.

lunes, septiembre 06, 2021

El despertar de un hipócrita -- Poema


Espío a través de esta tremenda nada 
una ínfima parte del todo que se despliega
prepotente y arrogante por la eternidad
hacia todos lados más allá de mí.

Me veo entre pedestres que se preguntan
cómo, cuándo, dónde y por qué
mirando hacia alrededor
sorprendidos  y abrumados 
como si no existiera el presente.

Distraídos en lo que no es
pisan las flores, los escarabajos,
enamorados de sus colores empuñan a las mariposas,
destrozan a las mariquitas, aplastan a los piojos, a las chinches, al colibrí.
Si es bello o si lastima, se lo extermina con estúpida inocencia. 

Y yo
camino entre ellos y los juzgo
sin fijarme donde piso
sin prestarle atención a quién soy
ni al camino que hicieron mis pies.

domingo, septiembre 05, 2021

Aniversario -- Poema

Qué primaveras florecieron por tus ojos
cuantos colores desparramaste con tus manos 
cuantas posibilidades florecían tan solo 
con el aliento de tus labios y las caricias del para siempre.

Cuántas compañía, mi Dios, cuánta valentía
que pusiste ante la vida cuando esta te mostraba
zozobras miserables y con migas te alimentaba 
prometiéndote que mañana, todo sería 
irremediablemente mejor.

Dónde están esos abrazos, esa verde mirada llena
de esperanzas y de miedos que ocultabas tras pequeñas sobras
que luego te abordarían tiranas y te exigirían que creas 
que eso era la realidad.

Cuánta soledad, hermosa mía, cuánta soledad 
sin tus abrazos, sin tus palabras, sin tu mirar,
cuánta soledad, hermosa mía, cuánta soledad,
ojalá que Dios te haya encontrado, y te conozca,
y al fin sonrías.
 
 

sábado, septiembre 04, 2021

La casa embrujada -- Cuento corto

 Se miraba. Jadeaba, respiraba con dificultar. Tenía las puertas llenas de sangre, sus ventanas nunca bien cerradas hacían el típico "cacaclak" del viento sacudiendo y golpeando los postigones, cada golpe le dolía aún más que el sótano vacío y misérrimo que crujía pidiendo, exigiendo otro bocadillo, aunque pequeño... aunque más no sea un niño. 

Todos sabíamos que la casa estaba embrujada, los que vivíamos cerca sobre todo, por eso no dejábamos que los niños jueguen por ahí; los adultos y los ancianos entendíamos que era inteligente no acercarse, no era por cobardía ¿quién teme a la superstición hoy en día? sin  embargo los jóvenes, ellos siempre son intrépidos, ellos siempre están que se juegan la vida en cualquier pavada que se les cruce por el camino. 

Lo recuerdo a Ariel, el hijo de la señora que vendía fiambres, fue el primero. 

No lo recuerdo. 

Claro, pocos recuerdan a los desaparecidos... él se me metió por detrás sin permiso, se hacía el valiente, pero además de apestar a mortadela se le sentía el tufo al miedo que expelía por cada poro; y Agustín, el tierno Agustín, luego de que le diera un puntapié profesional a una pelota inútil hecha de trapos viejos y la acertara (no por casualidad) en una oquedad de la trampilla del jardín directamente a mis interiores más oscuros. Sus botines deportivos rayaron un poco las paredes de mi largo pasillo al digerirlo; pero cuánto placer me dio oír sus gritos de espanto y de dolor mientras le susurraba a los oídos: "Gol Agustín, qué golazo que hiciste...". Ni hablar de los vigorosos Cristian y María ¡él un sátiro de ojos claros y  ella una ninfómana de pies planos! Nunca le hicieron caso a las viejas comadronas del barrio que les advertían que de tanto no cuidarse iban a encontrarse en una situación embarazosa de la que no podrían escapar, ni esconderse. Y así fue, entre las descuidadas matas de moras que crecen en mi Edén, entrelazados uno con el otro satisfaciendo sus instintos más básicos, los cogí de sus frenéticos pies y los absorbí como la Dama y el Vagabundo compartieron el spaghetti... y la albóndiga. Ellos despertaron en mí esta insatisfacción continua, esta hambruna por la vida... y luego empezaron a llegar más: Carlos, Azul, José Antonio, Mirta y hoy son tan anónimos para mí, como para ustedes... 

El jefe de policía le decía al Capataz de la demolición que a pesar de que las desapariciones cada vez eran más, y más seguidas, los adolescentes del barrio, en vez de dejar de ir, cada vez se presentaban más y trasgredían las vallas perimetrales que rodeaban la casa. 

¡Cuánto temí cuando vi que por la calle del frente pasar una grúa con una gran bola de derribo colgando de una gruesísima cadena! Les soy sincera, ver el movimiento pendular de esa cosa asesina de acero me hizo temblar los cimientos, y en el barrio se sintió. 

Creímos que eran las grúas, o los tractores y todas las maquinarias pesadas que habíamos contratado para desaparecerte, casa de mierda, fuiste matando de a poco a todos nuestros hijos.

¡Sus hijos! Ahora se le ocurre hablar de sus hijos... Ni siquiera los recuerdas, los dejaron solos en las calles jugando y creciendo educados por la ley del más fuerte, del desamparo.... Degenerados, depravados, egocéntricos, caprichosos e irrespetuosos se criaron, y olvidados en vida, hoy los olvidan después de sus muertes. A los que no les importó un pito mi intimidad,  ni mi necesidad de tranquilidad y silencio, los devoré y ustedes los olvidaron, como olvidan todo. 

No es cierto...

¡Dime tu nombre!

Ojalá que empiecen a destruirla susurraba deseosa la señora de la fiambrería que con los ojos llenos de expectativa miraba las maquinarias sin recordar por qué odiaba tanto esa vieja construcción. 

Era mi integridad la que lastimaban cada vez que doblegaban mis límites y me penetraban una y otra vez, según sean sus caprichos de ego, abuso o deseo. 

No eran las bestias de metal que hicieron temblar la tierra...

No, no eran las máquinas ¡eran mis tripas! mientras más quisieran vulnerarme, más fuerte me hacían, más poder me daban. 

¿Pero no puedes detenerte ahora? Tómame a mí y olvida al resto.

Ya es tarde para que pidas cualquier cosa, hoy serás mi cena. Ojalá que alguien, mañana te recuerde.

Cuando la bola de derribo se acercó a la puerta principal de la antigua casa esta se abrió dando paso a un gran agujero negro que absorbió a todo ser vivo que estuviera por esa cuadra dando vueltas.

A la mañana siguiente, un bebé de ojos claros y pies planos jugaba con un perro callejero.

viernes, septiembre 03, 2021

No es justo, Jack -- Cuento corto

 Estuve a punto de decirle a él lo que ella no te quería decir a tí. Tú sabes lo sensible que eres, sobre todo cuando ella dice esas cosas que a tí te cuesta escuchar. Él me había dicho también que a veces hablar contigo no es nada fácil, menos cuando se trata de ella. Yo hubiese preferido no ser quién, pero a veces la vida se pone complicada y aquello que no queremos hacer se transforma en eso en lo que nos vemos envueltos, y de pronto, sin comerla ni beberla, aquí me ves metido hasta el cuello en todo esto, entre ella y tú, entre él y yo. 

Tú dirás que eres fuerte, y yo te creo, aunque ella es tu debilidad, sé que lo sabes (y que lo entiendes) e igualmente te porfias a negar en todo momento, que lo que ella y él decían de tí, es tan cierto como que yo estoy aquí, intentando decirte aquello que nadie se atreve, deseando que puedas aceptar tales dichos, sin romperte, ni violentarte por estos.  

Ahora, seguramente, tú te preguntarás por qué no le dije a él lo que ella no quiso decirte a tí, sin embargo, lo que yo me pregunto ¿por qué coño me lo dijo a mí, y no a tí o a él que también está al tanto de todo y sabe de esto más que yo?... A veces me pregunto ¿qué tenía yo que hacer en esa esquina en donde nada parece pasar? Pero la cosa es así y no de otra manera, por lo que a pesar de eso, esto. 

Verás, es para mí muy complicado tratar de explicarte todo, aún más cuando se trata sobre esto y sobre tí, que tiene que ver con ella, pero que es de él y en lo que yo me veo involucrado.

¿Puedes tomar asiento? ¿Quieres tomar un whisky? Me imagino como debes estar tú con esta situación, debes tener la mente llena de cuestiones corriendo en círculo pensando en tí, en ella, en él y en mí... Yo tendría cerrado el gaznate si estuviera en tu lugar... tanta incertidumbre, tanto silencio... Ni ella ni él se atrevieron como yo  a sentarse frente a tí, mirarte a los ojos, invitarte un whisky y decirte lo que pensaban, lo que querían, lo que creían, lo que hacían a tus espaldas pero frente a tus ojos. Creo que eso te debe hacer sentir doblemente imbécil, ella y él eran como tú, un poco como yo. Sin embargo en estos momentos es cuando nos damos cuenta de quién es quién. Recuerdo cuando Al decía que uno es lo que hace y no lo que dice, tal vez por eso tanto a ella como a él no les gusta tanto hablar, sin embargo ellos tampoco hacen nada, tú tampoco ya, antes sí hacías y eras más respetado y temido. Ahora mírate, casi siento pena por tí. Lo que ella y él hicieron será castigado, yo derramaré tu sangre, sin miedo, tristeza ni cuidado. ¿Sabés qué? cada vez que tengo que hacer este tipo de trabajos pienso siempre en Pollock, el artista plástico. Estuve en una galería donde exponían su obra el año pasado, en un museo de mediana importancia cerca de Justin... ¿Tú naciste en Justin verdad? Las obras de Pollock me hacen pensar en los sesos desparramados en la pared. ¿A tí no? Me sorprende que no, aunque tal vez tu no estés tan enfermo como yo, en cierta forma estos años bajo tus órdenes, de generar y ocultar cadáveres o de dejarlos visibles con tal de mandar un mensaje, terminaron torciendo un poco mi forma de intepretar el mundo...

En fin, ella dice que eres débil, que él no tiene la sangre para ocupar tu puesto y que tu te has ablandado. Tal vez sea cierto, no deberías usar calcetines rotos, ahora cuando te mate y venga la poli y te vea los dedos de los pies asomados pensarán que eras un hombre desprolijo y que no le importabas a nadie, que nadie se ocupaba de tí y eso hablará mal de ella, mal de él y mal de mí también. Es ingrato de tu parte; eso no se hace, Jack, no es justo para los que estuvimos contigo desde el principio. Ella dijo que saludes al demonio. Por mi parte, envía mis respetos a Al, él sí fue digno de un Pollock.

jueves, septiembre 02, 2021

Esperándote -- Cuento corto

Nunca supe de dónde salían todas tus ganas, todas tus fuerzas, todas tus ansias. Nunca supe en dónde nacían tus sueños, tus deseos, tus esfuerzos. Nunca entendí tus porqués, tus cómo, ni tus qué. Nunca entendí cómo, un Dios todopoderoso, quiso llevarte a su lado cuando aún aquí no lo habías dado todo. Siempre me pregunté cuál era su necesidad, el hacerte sufrir con las quimios, con la decadencia en la pureza de tu belleza  inmaculada, destruida poco a poco, quitándote el cabello, la carne de los huesos, el tiempo del reloj. Esa imponente figura doblada sobre el lavabo, vomitando el vacío de tus tripas rechazando todo lo que se te cruzara por delante, debilitándote hasta el punto de rascarte otro la nariz ya que ni las manos podías mover, pobre infeliz. 

Te leíamos la biblia al pie de la cama como vos lo hacías cuando podías para vos misma y también para los que amabas. Apenas respirabas, se escuchaba el gorgojear de tus pulmones llenos de agua, las pústulas en tu piel, el blanco de tus ojos teñidos de dolor y tu mirada inexpresiva que parecía rogar "mátenme, por favor, mátenme". 

El doctor había recomendado que te llevemos a casa, para que cuando te fueras sea rodeada de los tuyos, de lo tuyo, de esos óbolos que juntaste y que tan feliz te hacía pasarles el plumero y cambiar su posición y su orden mientras suspirabas recordando dónde y cuándo los habías conseguido. El primero que se te cayó al piso te dolió en el alma, le restaste importancia, pero si le hubieras dado la atención necesaria en aquel momento, tal vez, la metástasis no hubiera existido, aunque bien, este tipo de sarcomas, y en donde lo estabas gestando, no prometía buenos augurios, ni tampoco te daba mucho tiempo más. Igualmente insististe con todo tipo de tratamiento, pero creo que lo hiciste para que nosotros creyéramos que existía una esperanza. 

Me lo negaba en un principio, me lo negaba en lo profundo, pero sabía, por Dios que sabía... cuando te miraba a los ojos, en el más allá de tu mirada estabas entregada y dejabas que tu vida fluyera según ese capricho del que ya te había puesto en el envase, la caducidad de tus hechos en este plano, en este ahora. 

Y se me rompió el alma con tu partida, se me rompió el pasado con tu adiós. Se cristalizó lo efímero de la vida y me di cuenta, que cuando alguien que amamos muere, también muere ese uno que era uno con el que se fue sin dejar rastro, ni camino.

Como si el cielo conspirara llovió toda esa mañana, corrían por los desagües los torrentes de lágrimas que se evanescían por las comisuras de los labios que no se movían ni emitían palabra alguna. 

Moriste en la madrugada, embriagada de morfina para que el dolor no te partiera, y tu mente que divagaba en un mar cualquiera y que nada entendías, y que nada sentías, y que nada importaba. 

Yo, voy a estar con vos para siempre, aunque la tormenta arrecie, aunque el Diablo meta la cola, aunque el sol nos carcoma la piel o Dios venga a buscarnos, yo estaré aquí contigo, por siempre de los siempres de los siempres. Y luego me besabas y yo dormía creyendo, que el amor puede prolongarse, más allá del tiempo, del espacio, de la carne. 

Aún te lloro, en las mañanas grises, en el solitario café con leche con sabor a nada, en el olor de la panadería, en cada una de las chucherías que comprabas y cambiabas de posición cada vez que le pasabas el plumero. Hoy nadie hay que las limpie, ni yo, creo que ando esperando que ese polvo que ahí se anda juntando, sea la puerta de escape del otro mundo, y la encuentres, y vuelvas a casa, donde cada baldosa con profundo dolor te extraña.

miércoles, septiembre 01, 2021

Pluc -- Cuento corto

Pluc...  doce mil setecientos setenta y tres. Pluc... doce mil setecientos setenta y cuatro. Pluc... doce mil setecientos setenta y cinco. Pluc... doce mil setecientos setenta y seis. Pluc... doce mil setecientos setenta y siete. 

La gota de la canilla de la cocina seguía golpeando la bacha metálica, monótona, monocorde, monoaural, monógama.

Pluc...  doce mil setecientos setenta y ocho. Pluc... doce mil setecientos setenta y nueve. Pluc... doce mil setecientos ochenta. Pluc... doce mil setecientos ochenta y uno. Pluc... doce mil setecientos ochenta y dos.

En el brillante plástico imitación metal de la canilla se puede ver el reflejo de la ventana. Afuera está nevando y la nieve asordina cualquier ruido posible. Si existe el silencio es gracias a la nieve, que absorbe todo sonido, que acribilla al eco, que silencia al vacío, madre del mutismo, ama de la paz y el sosiego. 

Pluc...  doce mil setecientos ochenta y tres. Pluc... doce mil setecientos ochenta y cuatro. Pluc... doce mil setecientos ochenta y cinco. Pluc... doce mil setecientos ochenta y seis. Pluc... doce mil setecientos ochenta y siete.

En cada invierno, en cada nevada se corta la luz en el pueblo y todos nos quedamos mansos, en la casa, a oscuras, en un silencio profundo, los más cautos tienen velas y baterías de repuesto, para la vieja radio, sin embargo todos olvidan fijarse si tienen las velas y las radios al principio del invierno. Las expectativas son tan altas, la temporada de paseo, de la leña, del esquí, de los turistas adueñándose de las calles, de las veredas, de los semáforos, de los restoranes, de las salas de espera de las clínicas y de los hospitales.

Pluc...  doce mil setecientos ochenta y ocho. Pluc... doce mil setecientos ochenta y nueve. Pluc... doce mil setecientos noventa. Pluc... doce mil setecientos noventa  y uno. Pluc... doce mil setecientos noventa  y dos.

El frío, la noche, la nieve, la carencia de electricidad, de excentricidad... el miedo, la soledad, la tristeza, la monotonía, esa extraña paz de saber, de entender, de conocer por costumbre que nada es ni será distinto, que esta es la rutina en el para siempre, una estúpida celda en un infierno personal con poco espacio y nada de tiempo. Encerrado en un loop continuo, letárgico, poco memorable pero difícil de olvidar. Un punto gris en medio de un gran muro monocromático, el lugar donde el tal vez ha muerto, donde la curiosidad duerme, que el relámpago no chilla, ni ilumina, donde los copos de nieve caen, mecidos por su propia ingravidez, en el lugar que deben caer. 

Pluc...  doce mil setecientos noventa  y tres. Pluc... doce mil setecientos noventa  y cuatro. Pluc... doce mil setecientos noventa y cinco. Pluc... doce mil setecientos noventa  y seis. Pluc... doce mil setecientos noventa  y siete.

En el pueblo la costumbre se ha hecho carne, las bocas se automatizaron a sonreírle a la muerte más que a la vida, donde los ojos se han acostumbrado tanto a la falta de horizontes que la luz del sol los encandila aún cuando en la luna se refractan y vuelven conocidas las oscuras siluetas con las sombras de siempre.

Y este silencio, y esta oscuridad, y esta soledad, y esta rutina, la misma monótona rutina sin sorpresas, sin dilemas, sin cambios, sin necesidades, sin urgencias, sin adioses.

Pluc... doce mil setecientos noventa y ocho. Pluc... doce mil setecientos noventa  y nueve. ¡Doce mil ochoci...! ¡Ochoci...! En el reflejo que daba el brillante plástico símil metal se vio como el rostro pálido, lívido y aburrido se estiraba al acercarse y espiar más de cerca. Sus toscas manos recorrieron la canilla de punta a punta, sus largos dedos hurgaron en su agujero buscando la última gota, esa gota que significa algo, que es capaz de derramar el vaso, esa gota que no es igual a las otras. Esa gota que no es monótona, ni monocorde, ni monocromática, ni monoaural, ni monógama, como era de esperarse jamás caería. 

Giró el grifo rápidamente para abrirlo y con la misma velocidad para cerrarlo, para engañar al presente, para cambiar el destino, para ser el ejecutor de su propio albedrío. Sintió como se retorcían las entrañas de la cañería, vislumbró en la oscuridad que una gota de agua comenzaba a asomarse por la boca de plástico plateado, como el centro de la tierra la iba llamando, como se desprendía de a poco sin esforzarse en lo más mínimo por quedarse allí atrapada y dejarse fluir y caer, y al caer sobre la metálica bacha de la cocina, reconocer el sonido constante, sonante, igual, nunca distinto, desde hace tantos años hasta hoy, el inconfundible sonido del Pluc... doce mil setecientos setenta y dos; del Pluc... doce mil setecientos setenta y tres; del Pluc... doce mil setecientos setenta y cuatro.

Sin luz, sin sueños, sin adiós, con nada... solo en la noche, sin algo por hacer, sin qué para pensar, sin siquiera un miserable tal.

Pluc... 

Uno.