lunes, febrero 26, 2007

Ojito -- Poesía

Creo en la cautela, en la manera gentil de las cosas,
en los modos delicados y los gestos justos,
doy por obvia la bondad de los que me rodean,
en los motivos que tenemos todos al arrojar piedras,
y también el por que del recibir el pedrazo
que tantos otros vienen tirando.

Creo que debemos ser menos libres,
que la libertad si es libre, acarrea libertades,
que la libertad si es nuestra, nos hace esclavos de ella misma,
creo que no entendemos que ser libres, es dar a otros libertad.

Creo que mirar a los ojos puede ser el acto más hermoso
y más terrible, más sano y más perjudicial de la vida.
Si los ojos son las ventanas del alma,
bueno sería empezar a mirar de afuera hacia adentro,
para poder después mirar afuera, con cautela,
sin miedos, ni recelos, sabiendo que todo lo que sacamos
son las cosas que llevamos puestas.

Espero poder entender algún día,
el por que cuesta tanto darse cuenta
que lo que nos rodea es lo que sacamos de nosotros mismos,
lo que construímos día a día, de lo que tenemos adentro
y sacamos afuera. Creo en la cautela, espero cultivarla,
espero también puedas.

domingo, febrero 25, 2007

Vida I -- Poesía


Te conozco, sé como son las cosas entiendo que nada es como uno quiere y que todo simplemente es lo que es. Que las cosas no son como las vemos si no más bien como cada uno las ve, que el todo depende de cada uno y que cada uno depende de todo, y sin embargo y a pesar de tanta reciprocidad uno y todo tiran para lados distintos. Te conozco, sé que te vestís con tus peores harapos pero sos de todas las cosas la más linda, la que más brilla, sé que también te vestís con algodones, con sedas, y ahí tu piel se vuelve tersa y ríspida como si fuera una lija. Veo que es tan amplia toda tu gama, que nadie gana ni pierde nada, que hay un equilibrio ilógico e injusto para cada quién, aunque realmente cada quién, no es más que un punto de vista. Te conozco, sé de lo que sos capaz, y de todas las posibilidades que ofrecés, y a pesar de tanto conocerte, día a día más y más me sorprendés.

miércoles, febrero 21, 2007

Posible -- Poesía

Como iba a saber que en este silencio
en este tiempo, en este exacto momento
todo iba a dar un vuelco, y que la vida empezaría,
por que no, a ser distinta.

De entender por creer y luego pretender para lograr
que todo es posible en tan solo un abrir y cerrar de ojos,
que la posibilidad aunque austera es posibilidad igual
y que todo es cuando la mano lo alcanza.

Como imaginarnos cercanos en tanta distancia,
carnales entre tanto espíritu, rodeados de sábanas
que nos cubren y descubren, que nos tapan y liberan.

Como imaginarnos tan cercanos a pesar de la distancia.

martes, febrero 20, 2007

Historias de Montañas -- Cuento

Todo es cuestión de puntos de vista, hasta la vida misma es tan sólo un punto de vista. Todos buscamos lo que necesitamos encontrar, aunque claro, los modos, las formas y maneras, dependen de cada quién. Me cuesta trabajo olvidar, aunque a veces no lo recuerdo tan vivamente, al viejo de la montaña que bajaba al pueblo con las manos llenas de leña, su perro azul a un lado, el hacha colgando del cinto ajado y una pipa bien usada llena de grietas y viejos aromas. El perro tenía el rabo quebrado por lo que las pocas veces que se lo veía menearlo, resultaba tristemente irrisorio. Se acercaban al kiosco donde el viejo cambiaba su esfuerzo por tabaco y alcohol para saciar sus vicios, sonreía ante Etel, la kiosquera, y le coqueteaba con una suave sonrisa desdentada, ella virgen y viuda, sentía el escozor que le subía desde la baja cintura hasta sus pechos que se erectaban mientras en su rostro regordete una graciosa mueca se dibujaba. La esperaba cada bajada de montaña, cada veintiocho días, en la esquina del kiosquito, y salían a caminar por ahí con el perro y con el hacha, se sentaban a la sombra de la noche, bajo el cielo estrellado mirando la palidez opalina de la luna que redonda se sonrojaba antes las puras miradas que entrambos se cruzaban. Sus dedos se rozaban con las yemas y uno en otro se perdían silenciosos, Etel nada sabía del viejo montañés, salvo lo poco que él dejaba apenas entender de su mal lenguaje empeorado por la pipa que nunca salía de su boca. El viejo montañés nunca preguntaba nada, por eso ella se sentía tan cómoda con él, en el pequeño pueblo todos miraban a todos y comentaban por lo bajo lo que veían, y peor aún lo que creían ver o que entendían de lo que veían o creían. De la pobre Etel se decían barbaridades irreproducibles, aunque su líbido fuera altísima debido a su carencia de amor carnal, nunca nada había hecho ni tocado. Pero en el pueblo, bendito pueblo, le habían adjudicado más de una pecaminosa relación, y no sólo con el viejo hachero; los festines de los habladores era retroalimentado por el sin sentido y con fines puros y exclusivos para la malintención y de manera inescrupulosa. Hasta el cura del pueblo fue acusado de darle ostias de amor en el confesionario en un domingo de ramos donde el vino misal había pasado de mano en mano, de boca a boca y desparramado por sus cuerpos y lamido pasionalmente mientras el coro monaguillo se acomodaba para la misa de las siete. Las señoronas del barrio se acercaban al kiosco y compraban las golosinas para sus niños y aprovechaban la oportunidad para tirar de su lengua y de astutas maneras tratar de sacar información del como había conseguido el amor de Farino, terrateniente pintón, muerto la misma noche de bodas por un supuesto y sospechoso ataque al corazón. Ella no hablaba de su pasado, le dolía el alma cada vez que lo hacía y en consecuencia las gotas que caían de sus ojos eran grandes desilusiones que rodaban por sus redondas mejillas hasta desaparecer entre sus labios hundidos entre tanta carne. Por eso adoraba sentarse con el montañés del cual ni el nombre sabía. Decían en los bares de la zona que ese hombre estaba desde antes que el pueblo existiera y que bajaba de los cielos en algún rayo de luna a dar buena o mala fortuna a quien la mereciera, pero ella no les creía, ella veía en él al amor que alguna vez tuvo y le fue arrebatado por la vida, por el tiempo.
Una noche mientras se miraban a los ojos y con sus dedos se acariciaban suavemente, casi le preguntó lo que sentía por ella, pero calló, acalló su curiosidad con un suspiro leve y enamorado embebido por los ojos redondos de él que la miraban y acariciaban como líricas estrellas a las aguas calmas del lago, él también suspiró, y sus suspiros se juntaron en el aire entre las dos miradas que se miraban y de los suspiros que se unían nació una luz pequeña que subió por sobre sus cabezas y los iluminó formando una burbuja de luz que los envolvía y los elevaba. El perro ni ladraba, en cambio se echaba tranquilo entre los pies de los dos que se miraban y sonreían mientras flotaban hacia la luna y ella sintió en sus labios el beso puro de él, y él sintió en sus labios toda la magia de Etel que bajo la luna desplegaba sus alas y lo llevaba a volar por la montaña, por el lago, por los bosques; y el perro movía la cola y en cada vaivén sus huesos tronaban y se acomodaban y su pelo azul rejuvenecía hasta volverse negro oscuro, cubriéndolo por completo, lozano, brillante y fuerte, como cuando cachorro.
Por primera y última vez, Etel, la montaña, el lago, los bosques, el pueblo y sus habladores escucharon la palabra del hachero gritando a viva voz cuanto la amaba, mientras una estrella fugaz que volaba hacia la luna se perdía en el protector cielo de la noche que cercana como nunca, sonreía.

sábado, febrero 17, 2007

Pasos -- Poesía

Tal vez encuentre en la mañana ese rayo de luz,
ese lugar en el alma donde el reposo no es ocio,
donde el tiempo es consejo, y las nubes colchón.

Tal vez encuentre en la tarde el rayo de sol que calienta
y no quema, la nube que da sombra y no frío
el tiempo del atardecer que llena todo de colores.

Tal vez encuentre en la noche la estrella que guía,
la luz de la luna asomando por el escote del horizonte,
el colchón de hojas, la cobija de cielo, al costado del camino.

Tal vez el amanecer me despierte convencido y me muestre el horizonte
que tanto ansío, mientras camino hacia allá, hacia donde vamos,
a donde quiero llegar.

Tal vez la vida se distraiga y nos lleve
sin miedos, ni parcialidades, llena de vigor y fe, sin cobrarnos las viejas deudas
los peajes, ni nada.

Tal vez al ver tus ojos y el rumbo de tus pies,
encuentre la huella de lo que vamos siguiendo.

Sólo depende de mi, el esfuerzo, el aplomo, el entender, lograr y querer,
todos nuestros sueños.

miércoles, febrero 14, 2007

Ataque de amor -- Poesía

Hola, estás despierta?
o esa sonrisa dibujada en tu boca
es un sueño bueno que te cosquillea el alma?

Sé que es esa hora indecisa
donde no es tarde ni temprano,
que hay quienes recién salen
soñolientos, laboriosos y otros
borrachines lujuriosos que recién van llegando.

Yo me desvelé, ponele que me desvelé
en verdad no sé si dormí a pata suelta
o no pegué un ojo en todo este tiempo.

Lo más gracioso es que ni siquiera sé
si hay algo que me preocupe o si en verdad
no tengo ni una gota de sueño.

Estás despierta?
Cuando dormís te veo
y te veo con otros ojos
te miro casi con ternura
relajada soñando sin miedo
feliz y desnuda
brillando opalina a la luz de luna
como si tu piel blanca
fuera de mármol o de nácar.

Y te acaricio el pelo de punta a punta,
con toda la ansiedad en mis ojos que ansiosos
buscan en tu pelo mi sonambulés encontrada,
y brava corcoveas casi al borde ya de despertarte
y sonrío bobo al molestarte y entender
que estás dormida pero igual,
muero de ganas por besarte.

martes, febrero 13, 2007

Laberinto -- Cuento

Desayuna al pie de su montaña, el cielo gris le lame las cimas coquetas y engristecidas, besa gota a gota el suelo que pisa, que vive, del que se alimenta. Hay vida por doquier y locos también, el diario diarréico muestra las mismas noticias de siempre y el exilio tiene sabor a memoria. La tristeza eterna de lo arrebatado. El tiempo funebre golpeando las abiertas puertas del pasado siempre dispuesto. El mozo se acerca con la taza de café humeante y los croissants. La distancia nos distingue haciéndonos distintos.
-Acá tiene su cafecito señor Olaya.- dice gentil y con tono socarrón. Desde que Deportivo Dálmine va primero en la tabla de posiciones, no hace más que mirar a todo y a todos desde arriba, con cierto tono despectivo.
-Gracias Pedro, pero le pedí una gaseosa, ya desayuné en casa.-
-Pero usted piensa que así voy a poder comprarme la cuatro por cuatro? En este país nadie quiere ayudar a nadie...-
No pierde tiempo en lamentarse ni en sonreirle, a veces es mejor omitir respuestas, uno entiende que es lo que están diciendo, pero que es lo quieren decir depende de tantas cosas distintas... del estado de ánimo, del estado del clima, del estado y sus regularizaciones y desregularizaciones que azotan, acarician y exilian; por eso a veces por supuesto, es mejor omitir opiniones. - Cuando yo me compre la mía por ahorrarme la plata de los desayunos, te llevo a dar una vuelta... traéme la gaseosa por favor.-
Pedro se dio media vuelta y entró en el bar con la bandeja llena de despreciado desayuno.
- Che Marcelo, el viejo Olaya está tururú de nuevo.-
- Otra vez te bochó el desayuno, que dice que pidió ahora?-
- Gaseosa, podés creer? Damela sin abrir a ver si todavía me la rebota de nuevo...-
- Dale, marcha la gaseosa. Tratalo bien al viejo, es un buen tipo. Desde que le chuparon a los hijos que anda medio jodido.-
- Si, si, ya sé. El otro día me estuvo diciendo lo feo de estar exiliado, y lloró durante horas recordando las aventuras y desventuras que tenía en el barrio de Flores...-
- Pobre hombre... ni ganas de sonreir me dan sus locuras ya, hace cuanto que viene y hace lo mismo?
- Creo que desde hace veinte años... antes lo atendía Abel, te acordás?
- Abel... - suspiró recordando- el otro día me crucé con su hijo, me dijo que el viejo ya está para atrás, que está perdiendo la conciencia y desvaría todo el tiempo. De tan loco hasta le cambiaron los rasgos y que parece otra persona.
- Dicen que a la noche lo podés ver en la plaza del centro tratando de alimentar murciélagos con pedacitos de manzana e insectos que se pasa cazando en su casa durante todo el día.
- Mirá, ya no sé en que creer. Según el hijo, toma tanta falopa que a las siete se acuesta y hasta el otro día no se despierta.-
- Pobre Abel, era una institución acá en Flores.-
- Ni que lo digas, fue mi maestro más claro, no solo me enseñó servicio, también me enseñó a responder y entender al viejo Olaya.-
- El viejo Olaya! Casi me olvidaba, llevale la gaseosa antes que se ponga a gritar que es discriminado por ser exiliado.- Pedro se golpeó la frente con la palma de la mano recordando el sin fin de oportunidades en que el viejo había levantado su bastón guerrero al cielo, aduciendo que en su barrio de Flores esto nunca hubiera pasado, que claro, el estar exiliado no solo lo hacía distinto si no además peligroso. A quien no lo quieren en su tierra, no tiene tierra que lo acepte cuando se caiga muerto.
- Aquí tiene la gaseosa que pidió don Olaya... pero, pero qué le pasa patrón?- El viejo tenía los ojos llenos de lágrimas y los labios apretados con fuerza.
- No te das cuenta Abel? No te das cuenta lo que pasa en el mundo?-
- No se preocupe que todo va a seguir igual, en nuestras manos apenas caben las posibilidades de lograr un cambio.-
- Pamplinas Abel! Pamplinas! Yo enseño a mis hijos a pensar y ser libres, a decir que no, a ser íntegros, les doy las armas para ser mejores en un mundo que cada día deterioramos más. Vas a ver cuando mis hijos sean grandes, vas a ver de lo que ellos son capaces...-
- Y si tanta esperanza guarda don Olaya, por qué llora?-
- Mirá el mundo que logramos Abel, un mundo maldito lleno de parcialidades y estructuras. La gente elige lo bueno y lo malo según su propio punto de vista y criterio, van al zoo y alimentan a los animales, alimentan a los perros callejeros, a los gatos libertinos, a las palomas de las plazas, a las vacas que engordan, a los pavos que no piensan, a los caballos que montan y nadie alimenta a los murciélagos, alimentamos nuestros egos y carencias según nuestra conveniencia, para así sentirnos libres de nuestras propias culpas. Nos desdoblamos y damos a otros lo que queremos para nosotros, y nos reflejamos en los espejos de los ojos que nos miran, y al tener necesidades, les transferimos nuestras necesidades y los corrompemos corrompiéndonos. Qué pensás que son las limosnas? Cuesta menos dar una limosna que pagar un psicólogo o mismo que darse cuenta y aceptar la responsabilidad de las causas que causamos.
- Bueno, bueno, don Olaya, no se amargue... le prometo que si esta noche va a la plaza del centro voy a estar dándole de comer a los murciélagos.- Se sonrieron, don Olaya al sentir la caricia suave en el alma que Abel le había dado, Pedro en cambio sonreía de bueno, mintiendo apenas, dándole un poco de esperanza al viejo.
- Yo llevo unos mosquitos entonces, y a las once de la noche nos vemos en la plaza.-
- Sea.-
Todo el día pasó raro en el bar después que don Olaya se retiró caminando por el barrio inglés de Flores, se fue perdido como siempre en su mundo vivo de pasados y recuerdos que anárquicos pasaban como desfilando por sus sentidos sentidos.
Todo el barrio quiere a don Olaya, son buena gente y sienten ese no sé que en el alma por él, son simpáticos y educados.
-Que pintoresco es caminar por este país, por esta ciudad, aunque claro, nada se compara con Flores.-
- Hola don Olaya - lo saludó Carlitos el vigilante que hablaba con Antonia la panadera.
- Hola Oficial! Hola Isadora! No la arreste, miré que ella no hizo nada, solo lleva esos ojos que la hacen peligrosa.-
- Es terrible usted don Olaya.- Dijo en falso rubor la panadera que coqueteaba con sus luengas pestañas.
- Pobre Olaya... insiste en llamarla Isadora...-
- También Carlitos dos golpes en una semana. Sus hijos desaparecieron y de un día para el otro, la tristeza le secó el corazón a su Isadora. Cuando ella murió, él murió con ella.-
- Decían que era costurera.-
- Por eso nadie puede remendar su corazón hecho jirones...-
La tarde de Olaya pasó rápida persiguiendo y guardando mosquitos, no así la de Carlitos y Antonia, no así la de Pedro y Marcelo. La lluvia se había hecho dueña de la ciudad y caían interminables cantidad de gotas del tamaño de las lágrimas del que por favor llora. El bar estuvo vacío durante todo el turno y los croissants de Antonia fueron apenas comidos por Carlitos que todas las tardes pasaba a tomar la merienda y hablar con Marcelo y Pedro de las cosas de la vida. Siempre hablaban de fútbol, por lo que este año Pedro, desde su ganado pedestal, los dejaba llenarse la boca de palabras hasta que resumía toda frase con un punzante " por algo vamos primeros". A veces hablaban de lo ricos que estaban los croissants de Antonia, y otras, del viejo Olaya. Hasta que anocheció, como todos los días desde que el mundo es mundo, llega un momento en que anochece y la mágica luna muestra su cara por entre todas las nubes que cansadas y desagotadas se abren para dejar campo libre a un mar de estrellas ocultas detrás un manto claro de luz y smog.
Pedro daba vueltas a la manzana y pensaba; desde el banco veía ansioso y expectante a que algo sucediera, el día, el no sé qué y la vida lo habían llevado hasta la plaza del centro de Flores... en su cabeza la frase de Olaya le había quedado rebotando "nadie le da de comer a los murciélagos". Sonreía pensando en quién estaría más loco, el loco que habla o el que lo escucha y en su palabra encuentra la posibilidad. Loco o no, tal vez tenía razón.
En otra vuelta de manzana, vio llegar a Olaya al centro de la plaza, y sentarse en otro banco, en otro más allá de donde él estaba. Miró la hora, eran las once, las once en punto, en tanta irrealidad mantener un hilo de realidad suena metafórico. Hizo el esfuerzo para ponerse en pie cuando de la nada, detrás de ese árbol, una imagen desgarbada y antigua, aparecía como una sombra con una bolsa llena. Lo vio a Olaya ponerse en pie y aproximarse hacia la sombría figura de bolsa en mano, lo vio levantar los brazos y abrazarlo, sintió los brazos de Abel bordeándolo, agradeciéndole esa noche, agradeciéndole estar con él, juntos en la plaza de Flores tirando tiras de manzanas al cielo y liberando enjambres de mosquitos para alimentar a los murciélagos.
El sol irrumpía suavemente en la oscuridad de la noche, Olaya y Abel se habían ido hace rato, en cambio Pedro no fue capaz de moverse del lugar donde estaba, se quedó allí duro, toda la noche, observando perplejo a los dos viejos que echaban más y más alimento al cielo mientras gritaban felices los/sus nombres del pasado y se abrazaban y lloraban bajo la lluvia de pedazos de manzana que volvían. Pedro no fue esa mañana a trabajar, ni esa, ni la siguiente, ni ninguna otra mañana más. Se quedó petrificado allí por siempre, pensando en la montaña, en la lluvia, en el diarréico diario lleno de repetidas noticias vanas, en la lluvia de manzanas, en el cielo que besaba y en el tiempo, que a pesar de nosotros mismos, nunca deja de pasar.

domingo, febrero 04, 2007

Buenos Aires -- Poema

De vuelta en la ciudad y nada me soprende
sigue gris, húmeda y a pesar de estar repleta
se siente la soledad en cada uno de sus mil asfaltos y concretos.

El calor es sorprendente, su ruido es casi sordo
y retumba en las paredes y en los pisos,
se siente el latir de sus venas subterráneas
haciendo vibrar los suelos que vas pisando
mientras el cielo gris te sonríe bucólicamente.

Que linda sos Buenos Aires, cuanta magia y nostalgia guardan tus paseos
tus verdes, tu río, mi risa y tu techo plasmado de arte y música,
amo todas tus vidas Buenos Aires, y prometo amarte hasta que vuelva
y al tenerte en mis ojos a la vuelta, amarte y recordarte
como si fueras de todas y por siempre, mi vez primera.

sábado, febrero 03, 2007

Parca -- Poema

Mirá que sos jodida eh
nada te sacía, nada te contenta
pedís hasta secar y sacás hasta el último sorbo.
Y cuando llegás, al rato te vas,
dejando al resto díscolos, confundidos y solos.
Pero claro, ahora en mi posición es fácil decirte que sos jodida
por que te miro, admiro y respiro desde la distancia,
una distancia que creo distante pero solo por esperanza,
o tal vez por juventud, que casi casi, en este caso, son lo mismo.
Hay quienes te desean y se sienten atraídos,
que te necesitan, que te piden, que te llaman, que te aclaman
y vos te hacés la distraída, distendida, desatendida,
como si nada pasara, como si nadie te llamara.
Tenés eternidades de vidas encima,
tiempo suficiente para aprender a hacerte la gila.
Si hasta pareciera que preferís no aprender a vibrar,
a entender, a amar, a odiar, a todas esas cosas,
confusas pero hermosas, de las que pecamos los humanos.
Pensar que muchos te imaginan, flaca y desflecada,
con cuerpo de hueso y por piel tu andrajoso vestir.
Yo en cambio te imagino de abundante cabellera, de sensual andar,
con las carnes calientes del infierno a cada paso que en el tiempo das.

No me detengo a pensar en vos en primavera, ni en otoño, ni en verano
a veces en algún frío invierno, sí te imagino coqueta, golpeando la puerta
susurrando siempre el nombre de un vecino que se embarca con vos y se va,
navegando a la deriva entre tus confusas mareas que dios solo sabe a que puerto llegarán.

Espero cuando llegues y preguntes por mi nombre,
estar dispuesto a acompañarte y entregarme sin lucha,
tomarte del brazo e irnos juntos, allá donde los sueños y la vida,
finalmente, se terminan.