viernes, noviembre 14, 2014

Del retrato de Dorian Grey -- Cuento

"...Para Daniela Ansa..."

Todos reaccionamos frente a algo y amamos eso que nos embellece por ser bello, y como el anillo del Señor de los Anillos, aquello que nos embellece, nos llena el alma de necedades y egocentrismos, nos posa sobre el Panteón y nos muestra que a todos le somos inalcanzables. Ser un Dios, es para pocos, la belleza nos engaña por más que solo sea momentánea y un punto de vista.  
Tener cosas no nos hace mejores, pero poseer el alma de aquellas cosas que la tienen, nos hace infinitamente superiores. Dioses y demonios han peleado siempre por las almas de los seres bellos, física, mental, moral y amorosamente. La nobleza que a cada uno lo caracteriza, lo vuelve aún más apreciable, por esto es que son pocos los artistas, en su afán de creación, que logran no la belleza de una obra, sino, de darle alma a un objeto, al cual algunos verán como una obra de arte, y otros, como un objeto de deseo el cual debe ser poseído sin importar las consecuencias.
La avaricia de los dioses es siempre en detrimento de los cuerpos portadores de almas, puesto que con tal de poseer esas almas, torturan esos cuerpos, sus intelectualidades, sus fes, su corazón y su espíritu, sin importarle el sufrimiento de los quienes.
Sucede, que no solo los dioses se vuelven codiciosos de esas almas, los objetos entienden, que sin esa alma no son más que una cosa sin valor y despreciada, la que nadie quiere, a la que todos desdeñan y abandonan. Por tanto, arrebatar el alma de un objeto ha de ser sí o sí un acto violento y desagradable, violento de violación, pues penetran en la carne sin permiso y arrebatan al alma que inocente mora bucólica e ignorante de su verdadero valor.
El objeto que desea poseer esa alma, hace lo que sea para que esta no huya ni se vuelva miserable, créame, toda la luz al apagarse se transforma en oscuridad. Con tal de retenerla, la carne presenta a esta alma todos los placeres que consiga, algunos aún en detrimento propio. El alma se adormece entre los narcóticos malcríos, y entre las ironías, los desdenes y la belleza que el mundo puede ofrecernos, se distrae, se olvida de sí misma y se echa a descansar en las aguas quedas de lagunas aromadas por nenúfares y canciones de grillos alegres.

La materia se resiste al tiempo mostrando su rostro de ironía, sus palabras sardónicas, su vida pueril. La justicia no es divina, no es del hombre, lo justo es lo que uno logra con sus propias manos aún en detrimento del otro. El otro no importa, todo se ha acabado, y ya nada importa. Pero calla, no lo digas, no lo pienses, si lo susurras júzgalo con ironía, no sea que el alma adormecida que sin querer robaste, se despierte y elija dejarse llevar por un objeto que se suicida con tal de recuperarla.