A veces llega ese momento en que no esperás nada
y la vida te da todo,
con la misma delicadeza y sutileza
que el cielo te regala
un pequeño copo de nieve.
Reconstrúyete,
no sé cómo, ni por qué, ni cuándo,
pero a veces la vida te sonríe
y vos no la ves por andar por ahí
siendo un nudo sin pies, ni cabeza.
Tengo la esperanza
guardada en una caja a la que no quiero abrir
tengo el olvido en el reloj de la mesa de luz
esperando encontrarme distraído
para saltar en un susurro dentro del oído
y recordarme que hay cosas
que hay que dejar atrás.
Tengo la certeza
que una cosa es dolor y que otra cosa es sufrimiento
que una cosa es irte y otra que te vayan
que una cosa es estar solo y otra abandonado
y que nada importante hay en lo que está
al alcance de la mano.
Tengo la certeza que no hay certezas posibles
y que el imposible existe, pero no queremos enfrentarlo.
Mejor salgo de la cama, de la casa,
de la ciudad en la que vivo,
en la que me hundo y me acobijo
como si fuera el único refugio
en un mundo que olvidó quién era yo
y cuáles mis sueños.
Y cuando lo creé imperfecto
mentiroso y con carencias
se mataron intentando
saciar, perfeccionar y encontrar
aquello que ellos quisieron creer
y ver como si fuera la única verdad.
Creí que crear
era lo que diferencia a Dioses de humanos,
sin embargo, en este segundo de la eternidad,
entendí que un Dios, no es Dios
cuando de la nada genera algo inexistente
sino cuando se es feliz,
a pesar, que a la felicidad
no la hayas creado,
si no que más bien
fue un invento de tus hijos
buscando un camino para llegar a vos.
Aprendí a desplegar mis alas
por volar también en el infierno,
aprendí a cerrar los ojos
para mirar profundo adentro
y entenderme, en momentos
en los que el caos quiere ser el dueño
de mis sí, de mis no, de mis tormentos.
Aprendí a cocinar a fuego lento,
a fuego medio, y también al máximo fuego.
Aprendí a estar de pie,
en un lugar en el que todos se sientan
y a sentarme en el piso
cuando no hay lugares vacíos.
Yo también aprendí a vivir
en el medio y en los extremos
porque tal vez vivir se trate de eso
hacer lo que querés
cómo vos querés
sin joderle la vida a nadie.
Añoro la ufandad y el infinito
la ignorancia del porqué
el ser sin tones ni sones
sin escafandras ni colectivos
hallando guaridas por doquier
para escuarillizarse sin saber
que estás aprendiendo a sobrevivir la vida.
Añoro esa imprudencia
lo lejano de la muerte
el agobio del abandono latiendo
como el corazón delator recordando
que son posibles los miedos
aunque sean ilógicos, incoherentes
y sin goyete.
Añoro creer,
puta madre,
añoro creer.
Vaya a saber Dios cuanto espurio
cuanta excusa y no sé qué
habrán tratado de parar sus olas.
Opa, opa, opa,
qué hueco peligroso
siniestro, desabrido.
Será mejor que mantenga mi atención
lo más lejos de él posible
no quisiera que sus vicios,
desencantos y miserias
me conmuevan
y otra vez, me lance a un abismo
sin alas
red
ni paracaídas.
Se apodera lentamente,
de mis ojos, de mis manos,
de mis dedos
me va aplacando de a poquito
como el atardecer enciende las luces
como se desvanece la noche.
Me invade, me abraza,
me besa con tal pasión y delicadeza
que me entrego, esclavo del qué y sus razones
a que me lleve de la mano
a ser y estar, quien quiera
en cada uno de sus reinos.
Esta noche
me enseñó algo
pues algo aprendí.
Estúpido.
Estúpido.
Estúpido.
Luego de que se fuera la última imagen
de mi adiós ausente
de mi animal parlante preferido
de ese globo de helio que entró por la ventana
de ese Dios hedonista, moralista y tirano
que me obligó a olvidar el olvido
he quedado solo confundido.
Cada imagen exclamó
¡Oye! Tú sí que estás roto en serio...
Pero el roto es el espejo en el suelo
no es la sangre que corre entre los reflejos
como ríos olvidados de quien alguna vez
creyó ser que era.
No sé, he perdido el hilo,
la aguja se calienta luego de la cuchara
en mis delirios la realidad, ha perdido la razón,
pero el sentido, el sentido de todo,
me lo susurra al oído un elefante que perdió la trompa
una tarde de abril.
Y vos, que estás ahí...
¿hace cuántos siglos ya?
¡Qué pensará el corazón de tu alma
cuando el viento te estremece,
y pareciera que fueras,
el poema perfecto flameando en el tiempo!
No vuelvo tarde
vuelvo cuando me toca
cuando el reloj me lo ha dicho
cuando me ha traído
en sus alas silenciosas
el tierno destino.
No vuelvo tarde
realmente, nunca me he ido.
Esta no es la vida de ensueños
que de niño en silencios me juré,
este no es el sórdido deseo
al que lloré hasta secarme
al que abdiqué sin querer.
¡Oye Dios! Si existes todavía
devuélveme el tiempo que te he dado
o al menos sonríeme en esta tarde
en la que pareciera
que el mundo se hubiera acabado.
Poder es levantarse cada maldita mañana,
hacerte un horrible café amargo
y aunque no tengas azúcar
ni un viejo pedazo de pan duro
desayunes el brebaje que baja
raspando tu garganta
como si fuera un sabroso manjar.
Y así que empieces tu mañana
con una sonrisa verdadera
surcándote la cara.
Y aunque te aumenten el alquiler
la luz, el gas, las expensas,
y que en el supermercado gastes más
que en la escuela de tus pibes,
vos... sigas ahí; sin llorar ni escuarillizarte,
brindándote a los demás
con el corazón lleno de amor
y en la lengua, la esperanza,
de que todo mañana va a ser mejor,
aunque falte el azúcar,
aunque no haya pan
y el café sepa horrible.
Eso es poder.
Y voy soñando que vuelo
yendo al más allá de cualquier montaña
posándome en las hojas otoñales
que flotan en pequeños charcos de agua.
Me sueño volando, aun cuando,
la realidad y el contexto se ensañan
en robarme las plumas
en cortarme las alas.
Me persigue el tiempo
la maldición del olvido
el deber ser del obligo
el puño embebido de pasados
que encendidos
no claudican ni aun muertos.
Qué ha hecho de mí este adiós
sin presentes
ni abandonos.
Este cristal es único,
porque a pesar de todo
aún sigue siendo un cristal que
así roto, también es hermoso.
...porque cuando uno ansía a otro que no está,
no lo vuelve extraño, lo lleva presente,
en la sonrisa, en la caricia, en la lágrima.
Está... no es un extraño, es un legítimo soy.
Extrañar a alguien es volverlo una ilusión
un desespero silencioso, una mano tendida,
un porque repleto de vacíos y anhelos
y tanta idea hay sobre la persona
que la persona desaparece
y de pronto desconocemos
qué era mío
y que no.
Así entonces, a veces,
solo cuando el pasado ahoga
me siento un rato
a extrañar momentos que ya pasaron
volviéndolos ajenos, confusos, inestables,
hasta que sin glorias, ni espurios,
a sí mismos se ignoran
y mueren.
No mueras, amor,
tan puro y mío,
no mueras cansado,
abandonado y frío.
No dejes la herida
abierta y sangrante,
no mueras perdido
sucio y con hambre,
No mueras, amor,
mi amor amante,
tan puro y tan mío
mi amor, no mueras,
perdido y con hambre.
De pronto el silencio
se transformó en muro
en un fluido que envolvente
se adueñó de los bosques
y también de las ciudades.
De pronto una luz salió del suelo
y todo en polvo se convirtió
y ya no hubo qué
ni hubo cuándo
ni hubo dónde.
De pronto, sin saber cómo,
decir adiós
fue un fantasma vagabundo
sobre un desértico deseo.
Yo te voy a hablar del mar
de lo azul
de la otra orilla
de ésta.
Yo voy a hablarte del mar
de las estrellas
de sus porqué
y mis delirios.
Yo te voy a hablar del mar
con mis oídos
con este adiós
sin un suspiro.
Dejame procrastinar las carencias,
los obligos, los sinsentido,
de poco me importa ya
lo que aún no ha llegado,
apenas entiendo el fuego apagado
y las cenizas que el tiempo llevó.
Hoy soy yo, un mendigo miserable,
que ha encontrado sin querer
un tonel de recuerdos
llenos de dolor, ambivalencia y suspiros.
Dejame que duerma tranquilo,
esta tarde se ha disfrazado de otoño,
para recordarme, sin maldad y sin saña,
que de nada sirve el mañana,
cuando el hoy, es agua que se evapora
en las palmas de las manos.
Libre como las amapolas
sincero como el agua turbia
eremita como la montaña
con y sin excusas,
prudente y acalorado
sinceramente
me quiero.
Me quiero
sin quererme
sin tenerme
sin grilletes,
me quiero.
Libre y puro de prejuicios,
de juicios y condenas,
me quiero de igual manera
(sin lecciones ni recreos),
que sin querer, aprendí a quererte.
Por esto estoy así,
rendido a tus hermosos pies,
sin pretensiones, ni contradicciones,
dispuesto a entregarme
simplemente así
como soy y he venido,
sin disfraces ni caretas,
con la sangre en la venas
y los verbos preparados
a mostrarte
de cuan lejos he venido.
Te encontré,
como el rocío encuentra al pétalo
como encontró la muerte a Dédalo
como la hoja encuentra al sol,
inexorable, te encontré.
Y te amaré
como aprendí a amar al arte
como la luz dora a la gota
como Dédalo
a la libertad.
Debo decirte que ya no
sos el reflejo de la ilusión en mi sueño
del propio deseo y de un sórdido adiós.
Debo decirte que sos toda vos,
entera y por completo,
la mujer que amé.
Estas tardes de lluvia
tienen sabor a olvido
y nada mejor para empezar un buen presente
que no cargar una mochila inexistente
de casos que ya nunca
jamás ni acaso
cambiarán ni sin querer,
salvo que imaginemos
y veamos al pasado
como un posible tal vez,
y le pintemos el rostro
con distintas realidades
y esclerosas ilusiones.
Adiós pasado
esta tarde de lluvia
lavará todos tus pecados.
 |
| La huella de tus ojos, Broselianda de Enrique Alfonso Rodríguez 75 x 55 - Óleo sobre lienzo |
Cucarachas habitaron la cocina,
el baño y el zaguán,
sucias se colaron por debajo
de pantalones arremangados,
subían por las piernas y trepaban
condicionadas, condicionando,
hasta comerles las tripas
y vaciárlos por dentro.
Se llenó de buitres la sala, el comedor,
y el dormitorio,
en la cama, hasta las sábanas, tenían otro hedor
y en los sueños, los colores,
ya no eran compartidos,
pero ella, una señora,
y él, todo un señor
y entre miradas de rencor
estúpidos murieron
por no saber decir adiós.
Si no le nace
tratarte de otra manera
no pasa nada,
la vida ahí no acaba,
pero andate
sin preocuparte,
si tu actuar ofende,
vete,
que te lloren si así apetece
que añoren tus pasos,
tus palabras, tus caricias,
tus huellas...
que valoren tu silencio.
Si para vos, es diferente,
sabé que siempre será esa persona
un ese ser especial, la persona distinta.
Será luz entre millares de otras
persistente, amante, confidente
infinita.
Sé deferente, sé diferente,
no trates al presente
como se trata a los ausentes,
entregate entero con alma y cuerpo
dispuesto a dar aquello
que sabe ocultar la gente,
porque tiene miedo.
Temen mostrarse
como realmente son.
Cuando te vayas, procura,
que no queden tristezas,
nunca olvides de dar a quién amás
lo que haya en el corazón que halla,
hasta que te canses,
o desaparezcas,
confusas cicatrices que el amor deja.
Nunca es malo darlo todo,
cuando nace dalo, sin pensarlo,
da lo que te nazca,
libre de toda exigencia o gobierno,
cuando lo diste, ganaste
aun cuando sientas
que has perdido la partida.
Si no te dan lo que querés,
lo que necesitás,
ándate silbando bajito
si lo tenés que pedir
entonces no lo quieras;
el amor es cosa seria,
miserable es mendigarlo.
No los entiendo.
Cómo saben cuánto tiempo queda,
cuántos besos
cuántos abrazos,
qué sonrisas, qué caricias,
cuántos miedos y porqués.
Duermo poco,
o más bien,
para qué carajos quiero al tiempo,
dormir es para los muertos,
y vivir no es ir de ensueños.
Anda, despierta y vive,
que vibre de ti hasta la última gota,
que dormir, dormirás profundo,
cuando al fin te dé la hora.
