viernes, noviembre 02, 2007

El viejo y las uvas -- Fragmento

Extraña ventura, entregarse silente y trémolo sintiendo todos los miedos posibles, con las palpitaciones del corazón, desbocadas, casi sin sentido, aturdiendo al cuerpo con su constante bombeo rítmico y ominoso. En las yemas de los dedos todas las caricias y calidez, las palmas calientes que contienen, según muchos, el pasado y el presente de quien las posee. La compañía y la solidez es la que las une, una a otra se aferran con más de un fin, se cuidan, se cubren, se atrapan, intercambian silenciosas todas las sensaciones del alma. El calor recorre los rostros, la mariposas vuelan en la panza y la gloria de dios se muestra en todos lados, es fácil reconocerla cuando el corazón esta inundado en dicha. La felicidad, la felicidad son tres fósforos encendidos y nada más, es algo simple, cálido y luminoso. La felicidad es todo aquello que tenemos al alcance de la mano.
Los ojos se miran, inquietos y con vergüenza, temen que se descubra el secreto que guarda el alma por miedo a no ser correspondida, vibran los sentidos, y entre esas miradas que se cruzan mil un silencios se convidan un té, sentados y abiertos a todo, más sensibles que nunca... alerta.
Los labios inquietos no pronuncian palabras, pero se mueven tal vez practicando el beso aún no dado, tal vez practicando un adiós que no duela, una palabra que emocione o una plegaria que llege. Los labios se mueven, silenciosos, practican.
Los pechos se juntan y el calor de uno y otro se funden bajo una sinfonía de respiraciones agitadas, calientes, una mano recorre el cabello y otra que toma fuertemente la espalda, con firmeza, con pasión... un suspiro escapa de la otra boca a tempo con los labios de la otra que la envuelven y la besan, húmedos, cálidos, protectores. Los brazos rodean los cuerpos y desde adentro un sutil jadeo desenfrenado empieza a crecer entre dos.
Sudados y calientes los cuerpos se comprometen uno con otro, hay entrega, hay inocencia, hay dulzura, hay fuego entre los dos que se entremezclan, que se cambian sentires, jugos, sensaciones, promesas, necesidades, hay nieve en sus vergüenzas por lo que a cuanto más se abren más profundo llegan, y sus bocas se desencajan de placer, y sus ojos pierden la mirada, y sus cuerpos pierden cualquier tipo de no, ya es una sola masa de carne y huesos entremezclándose, disfrutándose, paseando uno en el otro con todas sus partes. Recorriéndose con los ojos con las manos con las piernas con los pies, las pieles vibran y se contagian. El ajetreo es infernal y el calor que los recorre es único, no hay techo ni paredes que contengan la música de la pasión, no hay pisos que resistan el frenesí de la necesidad de contactarse, de compartir, de mostrarle el secreto más íntimo a ese alguién que queremos mostrarle todo de nosotros y no guardarnos nada, ni siquiera ese sueño recurrente que todas las noches golpea las puertas del inconciente y nos muestra felices y desnudos, en algún lugar del mundo.

1 comentario:

"Maura" dijo...

Que bueno haber leido el poema que me enviaste, la verdad, hace tiempo que no me sorprendia unas palabras, sobre todo las de un hombre jaja.
Excelente!!! espero leer mas.
Hasta la proxima.
Besos