Pudiste llevarme
al mundo mágico de uno mismo,
allí me encontré sin querer
con el sueño dormido
de quien alguna vez
soñé que podía ser,
y me armé,
en base a todos mis sueños,
un rincón feliz
repleto de esperanzas
y saciadas necesidades,
allí tuve tantas cosas
que disfrutar que observar
que olvidé, por un instante,
que la vida es aquello
que te logra y que logras
haciendo hincapie en los sueños,
y así, sin quererlo entendí,
que los sueños nacen y moran
al pie de la montaña.
Por lo que te tomé de la mano
y salimos de aquel mundo mágico
y llegamos al mundo real,
pleno en desencantos y desesperanzas,
nos vimos a los ojos
añorando aquel lugar de donde vinimos,
pero de la sima vimos la cima
y como algunos sueños intrépidos ascendían
comprendimos
que nuestro mundo se hace andando
y emprendimos el camino
yo con vos y vos conmigo.
Andando hemos logrado
que la desesperanza
sea una hermosa planta marchita
que regamos cada día
con la esperanza que reaviva,
hemos hecho del desencanto
una alternativa, una opción,
que guardamos en el arcón
de la ropa sucia y ajada
que sirve para recordar
pero no para usar, ni regalar.
Llenamos de rincones felices
las puntas romas e inconclusas
de los riscos estériles y tristes,
con colores reemplazamos
los tantos grises que pintaban
el suelo el cielo el horizonte,
y sin querer invitamos
a los atardeceres y amaneceres
que se colaban por la ventana
y llenaban de esa magia perdida
a esa realidad que tanto aburría.
Pudiste llevarme
pude traerte
pudimos cambiar
las formas de ver, de hacer, de creer.
Podemos elegir qué vida
y vivirla como y donde
se nos dé la real gana.
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