pero mientras estaba en el jardín sumando mariquitas
a las tropas que en las hojas pelean a destajo contra los pulgones,
mi mano,
tal vez por obra del destino,
se encontró en el camino de un ciempiés que andaba perdido,
que me mordió,
y luego me desmayé.
No sé si te conté que la flashee en colores,
que una especie de imagen de fractal se hizo película en mis párpados
y que mi cuerpo, que ya no era mío,
pertenecía a un tipo que fue pirata hace más de dos mil años
que se reía y tomaba ron en la proa de un pequeño barco.
Me dije a mí mismo ¡No!
Vino tal vez, pero el ron aún no existe,
y entonces el pirata se lanzó por la borda y nadó hasta morir.
No sé si te conté
que yo estaba preso dentro del cuerpo muerto del pirata anacrónico
y dentro de lo atónito que estaba, paré la pelota y pensé,
la hago solo o la mando al centro,
pero esas son las cosas que tiene el juego
el pensamiento a veces es más lento que el reflejo
y la centré
y el pirata muerto, no sé cómo, la cabeceó al ángulo
y el ciempiés que era arquero estiró todas sus patas
y ya nunca desperté.
Si fue gol no lo sé.
¿No te lo conté?
En mi jardín ha florecido un jazmín carmesí que tiene un ciempiés que lo recorre de la raíz a la hoja
cinco o seis veces al día
también hay un señor, que vive en mi casa y que no conozco
que a todas nos cuida de los pulgones trayendo ejércitos de mariquitas
y poco y nada de DDT.
Cuando se acerca le grito desesperado
que tenga cuidado con el ciempiés
que no sabe atajar y que es mal perdedor.
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