jueves, enero 25, 2024

Observaciones silenciosas - XLXVIII

En el silencio y la soledad
se despliegan las alas de la verdad,
sin crítica, ni juicio,
esto que se percibimos
es apenas una ínfima parte de quienes somos.

No somos aquello que en la intimidad deseamos,
no somos aquello que por la sociedad transformamos,
no somos aquello que los que miran, opinan;
somos quienes somos 
y aceptarnos así, es el primer paso que se da
una vez que hemos hecho todo lo posible 
para limpiar la muda de piel
y la sangre derramada, 
que nos costó intentar,
en pos de satisfacer a nuestro ego
y tratar de agradar al otro.

El ego y el otro no son amigos de los que debemos alejarnos; 
en cambio, son peldaños ineludibles en el camino hacia nosotros mismos.
Ambos, son enemigos que debemos abrazar y
hacerlos parte de la maravilla de ser quienes somos
y para lo que hemos nacido.

Cuando comprendemos que lo maravilloso de la vida es ser quienes somos,
alumbramos nuestras sombras y sentimos miedo, 
potenciamos nuestros dones y evolucionamos,
abrazamos los imponderables y obramos dejando la soberbia de lado.

Es tal vez, el acto más valiente en nuestras vidas
aceptar que somos como hojas que a la deriva, 
la fuerzas superiores del tiempo y del viento
llevan a través del lógico camino del azar
la sucesión de nuestros momentos
hacia el inexorable fin.

Hazte a la idea que Dios, no es el rector de tu destino, 
en cambio,
es la energía que nos acompaña y aconseja, 
para alcanzar inmaculados, nuestra propia esencia.

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