martes, marzo 20, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 7ma entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela

XI

El timbre y su constante sonar cuasihistérico obligó a Gustavo a ponerse en pie, calzarse la bata sobre los hombros y quitarse de encima el adminículo que hasta hace un momento cumplía su menester de preservación del amor seguro. Se disculpó con la mirada mientras que ella, sentada en la cama con las sábanas y la colcha se ocultaba los pechos y en sus ojos la mirada del "por qué justo ahora", se leía nítidamente.
-Perdón- se excusó sin saber que más decir.
-Sí, sí... Cómo sea!- respondió ella, primero con desgano, después con cierta ironía. Gustavo se acercaba a la puerta con el fin de ver quien era que obligaba del otro lado; ella prendía un cigarrillo usando sus hermosas manos en tanto resoplaba intranquila y medio molesta. El timbre seguía como loco.
-Bueno... bueno, ya va... Ya va! joder. Quién mierda...- abrió la puerta y el maxilar inferior cayó sorprendido-... es?
-Dónde está? Qué mierda le hiciste?- Lucero entró furiosa a la casa de Gustavo que sorprendido aún la miraba desde el vano de la puerta sosteniendo el pomo de la misma o sosteniéndose del pomo de esa puerta que en cierta forma lo detenía a no caerse por sorpresa.
-Eh... ah...
-Dónde está?
-Qué está pasando acá?
-Eso es lo que yo quiero saber- Lucero clavaba la uña de su índice en el justo pecho de Gustavo que se encontraba perdidamente sorprendido
-Lo que yo quiero saber es cómo mierda sabés a dónde vivo.
-Qué te pensabas? Las mujeres no tenemos dos cabezas.- Otra vez con eso, Lucero siempre respondía lo mismo. Ella era de las que aseguraba que al hombre tener dos cabezas, el pensar claramente, se le hacía más difícil- Dónde está?
-Quién?- Lucero se adentró en la habitación a los gritos, maldiciendo, perjurando y epitetando en cien lenguas y dialectos distintos. Gustavo se tomó la cabeza con las dos manos, desarmó la buena educación en un par de susurros mientras caminaba en círculos mascando mierda. Sólo la suerte sabe por qué levantó la vista para caer de lleno sobre los ojos de su hermana encendidos por la furia en el momento exacto en que Lucero salía del cuarto.
-Vos sos medio pelotudo no?...- Gustavo abrió los brazos y mostró las palmas abiertas de sus manos-... Qué le hiciste a Fernando?
-Qué le pasó a Fernando?- se escuchó un grito que fue ignorado.
-Qué... qué le pasó?
-Mirá no te hagas el boludo... jodé con quién quieras, cargate a quien se te dé la gana, invadí la República... lo que quieras, pero nunca... nunca jamás se te ocurra jodernos la vida a cualquiera de nosotros.
-Cómo se te ocurre tal cosa? Demente!- Lucero se abalanzó sobre Gustavo y lo tomó por la solapa amenazante.
-Mirá conmigo no... te juro que te conviene tenerme de hermana que de enemiga; te conozco más de lo que vos mismo te conocés. No me quieras coger, no te olvides nunca que soy tu hermanita.- el aliento de Lucero caía jodidamente sobre la seguridad de Gustavo que no entendía un cazzo lo que estaba sucediendo.
-Me explicás qué es lo que está pasando...
-Dónde está Fernando?
-La llevó a Esperanza a la casa...
-Te juro que si nos jodés la vida, aunque muerta, voy a estar en tus sueños, como tu conciencia y es mi palabra que no te va a gustar nada... si sos inteligente andá con cautela- Lucero le soltó la solapa y se fue, Gustavo se quedó preguntando que pasaba a los gritos en medio de su sala. La puerta se cerró con sonoro golpe y Gustavo se puso a putear a cada santo a cada demonio.
-Ey! qué está pasando acá? esto parece un conventillo.
Dos miradas dos se cruzaron mientras un chirrido de goma contra asfalto resonó en la calle a modo de cuarteto.
-No pasó nada.- resopló- vestite y andate.
-Brava tu hermana.
-Tiene sangre Llorente.
-... y pasado Llorente
-Qué querés decir?
-Ustedes son todos unos traumados y están más locos que Napoleón.- Gustavo la silenció con un bife cruzado que la dejó boquiabierta y sumisa.
-Qué hacés? Yo repito tus palabras.
-Primero que yo lo sepa y lo diga es muy distinto a que vos lo sepas y lo digas, nadie ajeno a los Llorente puede hablar así de nosotros sin recibir una tunda antes, mientras y después. Claro?- ella asintió con la cabeza, silenciosa.
-Segundo...- quedó callado, recordaba que semejante bife tenía una explicación más, pero cómo coño recordarla. Jamás en toda su vida de hermana, Lucero había demostrado tener los pies en la tierra y las agallas necesarias. Ella parecía siempre ajena.
-Segundo qué?
-Vestite y andate.
-Sos igual que tu hermano- dijo ella con desprecio. Mintiendo tan sólo para molestarlo, para dejarlo con la bronca encima y tener así entonces, la oreja de Gustavo como premio después de semejante estocada. Gustavo la miró con esa mirada que sólo dice ..."estás muerta"..., ella lo miró sonriendo, plena, llena de estrógenos, se acercó a él con su saco en la mano y se detuvo justo frente a sus ojos, con la distancia necesaria para que sus pezones disfrazados y vestidos le rozasen apenas el pecho a Gustavo.
-No te mientas... te doy la mejor cama que jamás hayas tenido, nunca me matarías.- Gustavo sonrió y recordó la sabiduría en las palabras de Lucero.
-Sabías que sos una mierda de persona no?
-Por qué pensás que te gusto tanto?- Gustavo aún sonreía, con una sonrisa feliz que sólo se dibuja en los labios de las gentes que saben cuándo y cómo perder.
El brazo derecho de Gustavo la tomó por la cintura y la apretó contra su cuerpo, ella servilmente comenzó a besarle el cuello con toda su boca, mordisqueando apenas y de vez en cuando, pasándole la lengua como gato. La mano izquierda de él cayó un poco debajo de la cintura de ella y con justa presión la hizo gemir. Las piernas de ella lo envolvieron y su pelvis se contoneaba apretada contra la baja cintura de Gustavo, que entre suspiros placenterosos le comenzaba a lamer la nuca y en sus oídos caían un par de susurros que conspicuos doblegaban obligando. Cinco finos dedos con largas uñas bajaron presos de pasión desde el pecho hasta el segundo cerebro de Gustavo que ya había olvidado a Lucero casi por completo. La tomó del pelo con fuerza y seguridad. Ella gimoteaba presa en un fuego que los quemaba por dentro, la obligó a allegarse hasta su pecho y con la lengua, ella, seguía el camino que momentos antes había recorrido su mano, precisó de sus dos manos para soltarle el cinturón de la bata y que ésta se abriese entera y nada quedase oculto al llegar su boca allí (donde su mano momentos antes había llegado). Con las dos manos apretó sus nalgas.
-Decime algo- delirante la lujuria...
-Me voy.- dijo ella. Se puso de pie y sonriente se fue. Gustavo rió fuertemente, cerró su bata con el cinturón y se metió en el baño para darse una buena ducha de agua fría... muy fría.

XII

Bajó del auto y cerró la puerta tranquilamente, sacó un cigarro de su bolsillo y lo encendió mientras ponía la alarma en funcionamiento con tan sólo un botón de su llavero.
Llegó hasta la puerta del edificio y tuvo la suerte de cruzarse con ella que en ese mismo momento sonriente salía y le dejaba la puerta abierta para que él entrase y subiese; con el justo cuidado llegó hasta el timbre y lo tocó un par de veces.
-Va! Ya va!... Quién es?
-Anselmo.
-Pasá; no te esperaba tan rápido, me estaba bañando.
-Qué limpios que estamos.
-No estamos tan limpios como vos pensás.
-Qué pasó?
-Se está poniendo jodido...
-Por qué?-
-No te hagas el boludo- bramó Gustavo. Anselmo lo miró mientras se sacaba el saco.
-Hay en cosas que sabés que no voy a estar.
-Si no te debiese la vida...
-Qué? No jodamos... vos no tenés ningún parámetro.
-Qué?
-Lo que sea, si es por el asunto de Gésus, yo no muevo ni un pelo.
-No es con él personalmente.
-Entonces qué corno pasa?
-Me están vigilando.- Anselmo fue hasta la cocina y se sirvió un vaso de gaseosa.
-Sos un paranoico. Querés tomar algo?
-Sí, y no soy un paranoico.- Anselmo llegó hasta Gustavo y le dio un vaso con gaseosa fría. Gustavo se acercó a la ventana y miró hacia la esquina con preocupación- Vení...- Anselmo se le acercó silencioso y llegó a su derecha-... ves... auto negro. Cuatro puertas. Dos hombres adentro.- Gustavo miró el reloj.- Treinta segundos y va a llegar un auto color crema con una pareja. Hombre y mujer.- Anselmo atento seguía mirando por la ventana-... Hombre de pelo castaño oscuro, nariz afilada, ojos claros, rasgos duros y por el día de la semana en el cual estamos diría que hoy, está impecablemente afeitado. Ella rubia como el sol, se baja, entra en el bar de tu amigo y pide café con leche y se queda allí hasta la noche cuando vuelve el auto negro.
-Estás jodiendo.
-Te juro que no. Mirá- el auto negro se fue dejando libre el lugar para estacionar. Un auto crema doblaba la esquina y estacionaba en ese mismo lugar, una mujer rubia bajaba del auto cuando éste ya había detenido la marcha.
-No hay lugar para casualidades.
-Ni que lo digas, hace un par de semanas que ésto está así.
-Policías no son.
-Lo sé, eso es lo que jode, me resulta raro.- Gustavo se acarició el pelo pensativamente.
-Servicio secreto tampoco.
-Ajá! vas bien...- dijo sonriendo
-Diría que son extranjeros.
-Por qué?
-No creo que nadie en la República se anime a levantar un dedo en tu contra.
-No directamente.
-Gente de afuera laburando para alguien que está adentro.
-Sí.
-Mierda... Se pondrá jodido?
-Puede ser.
-Decime boludo...
-Boludo.- interrumpió Gustavo sonriendo, Anselmo festejó con una sonrisa rápida.
-Por qué me dijiste que no era urgente?
-Ya llevan un par de semanas ahí, me siguieron todo el tiempo.- Gustavo sacó un cigarrillo de un paquete usado que estaba en una mesita de por ahí cerca de la ventana- claro que me di cuenta que no eran policías al primer momento que los vi, pero tampoco me jodieron ni nada, sólo me siguen...
-Nervios?
-Cero al as.- respondió pitando el cigarrillo ya prendido.
-Bien... es lo que ellos buscan.
-Lo sé.
-Plan?
-Por ahora tengo sólo un plan médico.
-Se te ocurrió alguna otra cosa.
-Viajar.
-Qué joda!
-Ajá- asintió Gustavo complacido con una sonrisa que le pintaba lindamente la cara con un suave color.
-Y mientras...
-Encargate.
-Y vos?
-Hago un viaje, negocios y vuelvo.
-Entiendo- hizo una pausa.- Antes de irte dejá encendida la luz.
-Por eso me gusta trabajar con vos, sos ágil, sos rápido y sos leal.
-Leal?- dijo denotando una pequeña molestia.
-Sí boludo leal, pero no sé si conmigo, más bien con vos y tus convicciones, con tus amigos y toda esa sarta de pavadas que la respetás como religión.
-Los negocios terminan, tarde o temprano terminan y sabés que nunca se...
-...debe mezclar el trabajo con la amistad, porque el noventa por ciento de las veces uno de los dos, negocios o amigos se pierde. A quién le importa?.- concluyó en un grito sacudiendo el brazo de adelante hacia atrás, Anselmo sonrió.
-Mañana de ostias.
-Qué sabés?
-Vi salir a tu zorra, sonreía como toda una hija de puta.
-Esa mujer Anselmo,- explicó- esa mujer es una verdadera mierda; ego centrista, egoísta, ambiciosa, muy ambiciosa, ninfómana y hambrienta de poder. Mirá que conocí mujeres en mi vida, ninguna, pero ninguna...- hizo una pausa y en su mirada una veta de amor se dibujó cálidamente-... ninguna fue, es o será tan hija de puta como ella.-
-Cómo estás?
-Hasta las pelotas hermano.- Anselmo tomó asiento y Gustavo lo siguió- Pareciera mi doplegatte, pero en mujer. Estoy enamorado.
-Pero qué bien hombre, a cada hambriento le cae su plato.
-Sí, pero a mí me cayó en la cabeza.
-Por?- rió.
-A ella el amor no le importa, claro que a mí tampoco me importaba tanto...
-A ninguna mujer no le importa el amor.
-Sí claro.
-Hablás como si supieses algo que yo no...
-Me consta. Está enamorada de otro, me consta porque mientras nos revolcamos no dice mi nombre sino el del otro...
-Esperá...- interrumpió Anselmo-... para ésto necesitamos whisky, no gaseosa.
-Estoy con vos, sacalo y el mío sin hielo.
-Dónde estará la educación Llorente que mamá nos inculcó a patadas
-En el reformatorio...
-Entonces, por las viejas épocas, compórtate como es debido y atiéndeme como a recién parido... me dieron ganas de ser invitado.
-Cha 'e tu madre.
-Pero que clase, no?
-Siempre tenés clase- Gustavo sirvió dos vasos de whisky, ambos sin hielo. Se dejó caer de nuevo sobre el sillón, y quedó abstraído en algún algo que pasó por allí afuera.
-Entonces...
-Qué?- volvió de su abstracción.
-Entonces... qué pasó?
-Ella es tan... ella. Qué sé yo, no te lo puedo explicar.
-A pasos tío!
-La forma en que mordisquea, cómo te chupa! te hace sentir helado. Todo su cuerpo pareciese que se moviera en función de su órgano sexual.
-Por no ser grosero.
-Claro está... No sabés las cosas que hace y cómo las hace. Diez minutos con esa mujer y creo que podés llegar a volverte completamente loco, una máquina de...
-Pará un minuto- dijo casi molesto- te estás escuchando? Sabés lo que estás diciendo?.
-No?... Qué?- Gustavo estaba un poco confundido.
-Estás diciendo..."mírenme soy un pito gigante"...- Anselmo hizo la mímica que se hace en estos casos. Gustavo lo miró sonriendo con esa sonrisa que él sabe tener.
-Soy boludo, mirá que soy el más boludo. Creo que tengo suerte de que me vaya bien.
-No sos ningún boludo, te equivocás, claro que te equivocás y horrendamente mucho es lo que te equivocás, pero cuando perdés...- hizo una pausa para pitar su cigarro-... cuando perdés, le demostrás al otro que ganó, pero...- hizo otra pausa para beber un sorbo de whisky- lo hacés antes que se termine el juego, el otro se cree ganador con el juego acabado, se confía y en los últimos cien metros le pasás por encima como alambre caído.
-Enserio hago eso.
-Me consta.
-Con quién?
-No jodas, cómo qué no sabes con quién?
-Decime.
-Talmarital.
-Ah por favor! A Talmarital le importa un bledo todo.- dijo mientras bebía su whisky en un sorbo y apoyaba el vaso sonoramente sobre la mesa.
-Ahora le importa un bledo todo...- bebió su whisky también de un sorbo y posó el vaso sobre la mesa haciendo el mismo ruido, pitó su cigarro por última vez y lo apagó.-... acordate... apenas empezó, venía con todas las ideas liberales en la cabeza y que se iba a llevar el crimen de paseo, iba a exiliar las drogas, a los corruptos y todas esas cosas... te entregaste, festejó como loco y no sé por qué carajo te soltaron y ahora te trata de usted.
-Sí sabes.
-Como sea, para lavar plata le hiciste importar un paisaje selvático e hiciste que construyese un salto de agua mineral importada.
-Pero empezó a venir más turismo.
-No seas hijo de puta.
- Ella eligió su hobby ... no fue mi culpa.- a modo de comentario.
-Caramba, terreno pesado y no traje las llantas necesarias para pasar por él sin salir salpicado. Me voy.
-Todo bien. Oíme...- Anselmo ya se había puesto de pie y entre sus manos el saco empezaba a desplegarse como alas de ave que está por despegar y volar.-... seguro me vaya ahora a la noche. Antes de irme, te puedo pedir un favor?
-Seguro.
-Es mi hermano Fernando, tal vez lo conozcas.
-No.
-Bueno no importa, haceme un favor, encontralo, puede estar en algún lugar de éstos- le acercó un papelito escrito con un terceto de direcciones- Dale las llaves de casa, enseñale a manejar gentes y armas.
-Seguimos sumando gente.
-Es medio tarado pero tiene sangre Llorente, alimentalo. Sabés a que me refiero.
-Todo bien, yo que sé, cómo quieras!
-Acordate de ésto- Gustavo se le acercó hasta casi el oído- dale a un Llorente combustible y al rato ponete en lugar seguro porque no podés nunca llegar a imaginar para que lado va a salir disparado.
-Es muy posible, cuidate y tené buen viaje.
-No te olvides de...- Anselmo dio media vuelta furtiva y con ojos de cazador bramó.
-No me insultes.
-Me caes tan bien!- dijo sinceramente. Se despidieron en un abrazo. Mientras llegaba a la puerta principal, pensaba que algo raro sucedía, a Gustavo no le gustaba viajar, y menos que menos así, parecía estar huyendo, claro que era como estar dando el brazo a torcer, se iba vencido, era raro.
Sin darse cuenta ya estaba entrando al bar de Colifa; éste lo vio entrar y sonrió sorprendido.
-Estás preocupado?- le preguntó
-No... para nada, estoy trabajando...
-Tomaste whisky?
-La situación obligaba.
-Hablando de mujeres, amor, sexo y esas cosas...- Anselmo hizo un gesto subiendo la palma de la mano dando la razón, dio media vuelta en la barra y desde sus ojos miró a la mujer rubia tomando café con leche que aún miraba por la ventana.
-Linda rubia, no?
-Está como para un par de noches...
-Ni que lo digas. Viene acá a la misma hora desde hace un par de semanas, se baja de ese auto crema que tiene un monito adentro manejando, pide café con leche y se sienta ahí a mirar por la vidriera hasta entrada la noche. Es raro, no?
-No tanto.
-Qué decís?
-Nada, mejor me voy.
-Qué pasa?
-Estoy trabajando y no te quiero meter en problemas; tampoco quiero que sepas cosas con las que te pueden llegar a joder, pero puta!- se enojó- estoy trabajando y sabés que no me gusta que ninguno de mis amigos se mezcle en ésto.
-Ah claro! porque el simple hecho de saber que estás metido en la mierda no me traería problemas si vos los tuvieses.
-Qué rompe guindas tío!- exclamó sonriendo- Igual recordás el pacto que hicimos Gésus, vos y yo, si me agarran y te piden testificar, una sola mentira que digas para cubrirme y me van a tener que meter preso pero para que no te mate a patadas en el orto.
-José.- gritó entonces Colifa agarrando a Anselmo por la solapa e introduciéndolo graciosamente detrás de la barra y por encima de la misma; José se acercó servicial y sumiso.- Hacete cargo.- le ordenó.
Colifa se adentró en su oficina detrás de la barra trayendo a Anselmo a las arrastradas que reía a carcajada limpia.
-Pará de reírte mierda!- Anselmo dejó la carcajada y con el reverso de su mano se limpiaba algunas lágrimas que caían desde sus ojos.
-Qué coño te pasa, me hacés reír cuando te enojás así.- Colifa también río a carcajada limpia y entre uno y otro se contagiaron la alegría.
-Me pone mal que me estés diciendo esas cosas. Por qué te agarrarían?
-Primero porque estoy del bando de los malos y me gusta estarlo... Sobre todo que la cosa está rara, el loco se va...
-Enserio es raro.
-Sí, y yo tengo que hacer un laburo que no me resulta muy claro, hay algo turbio acá, por Dios que acá hay algo que huele muy muy mal.
-Pero por qué te preocupa tanto?
-Lo conozco... por Dios si lo conozco, al tipo no lo detiene nada; no se va así porque sí, ni así nomás. Lo hace parecer así pero él no hace la movida hasta haber visto bien todo el tablero, está con algo y sé que es algo bien grande.
-Suerte que estén del mismo lado.
-Ese tipo tiene no tiene lados, es él, invisible, no quiere a nadie, y es casi seguro que nadie lo quiera.
-Pero a vos te cae bien.
-Si no trabajase con él sería un gran amigo mío. El tipo es bizarro, víbora, rápido zorro, y lo peor es que tiene tanta plata que ya las cosas no las hace por dinero sino simplemente para divertirse con el poder.
-No puede ser tan cínico.
-A sus enemigos los vuelve locos, dice que matarlos es muy fácil. Vieras las cosas que hizo... se te caerían los huevos al piso.
-No entiendo entonces por qué te cae bien.
-Es difícil ser así todo el tiempo, le debe costar o seguramente le costó en algún momento... creo que si se respeta a la bondad y se la aplaude, lo mismo hay que hacer con la maldad... Tan sólo por eso se ganó mi respeto.
-Entonces la cosa en serio se va a poner jodida.
-Ya te lo dije yo hoy.