sábado, agosto 04, 2007

Juicio -- Poesía

Me atrevo a sentarme en el banquillo
mirarme, y fijarme, y buscarme,
me permito preguntarme y reformularme todo.
Poner en la tela del buen juicio
cada uno de los hechos que me fueron formando,
y aceptar los yerros sin vergüenzas, ni orgullo,
y me miro, me ausculto, me escucho,
trato de encontrar la vuelta en el discurso,
esa huella casi imperceptible que siempre tiene la mentira.
Justifico con los hechos
y entiendo desde las consecuencias, la causa;
aunque las causas, por lo general, son inentendibles.
Entiendo desde mis ojos lo que sucede adentro
pero cuando en vez de en mis ojos me imagino en otros
más de una vez no acepto aunque entiendo bien
lo que desde mis ojos estuve viendo y creyendo.
Soy mi juez, mi defensor, mi fiscal,
mi corazón defiende lo que la razón acusa,
y la razón refuta, solo a veces, lo que el corazón supone.
Mi alma es la jueza de mis crímenes y aciertos,
trata de ser justa con la ley que dicta la vida
que se va escribiendo acorde el tiempo, las causas y consecuencias
que se van sucediendo una tras otra tras otra.
No hay sentencia, solo hay juicio del paso dado
entención y aprendizaje para que lo que venga
sea lo construído en cada paso pisado.
Nada debe ser tomado por cierto en este mundo,
dónde todo no es más que un simple juego
de pareceres, químicas, luces y credos.

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