martes, julio 18, 2006

El día que la tierra dijo: " Bueno..." -- Cuento

Siempre pasa lo mismo, desde que la vanidad se transformó en tierra, lo único que la gente sabe hacer es mirar el suelo para tratar de verse reflejado...y eso no es lo más penoso ni tampoco lo más terrible, en sí, hay algo aún peor... nuestro comportamiento.
Durante la década pasada recuerdo que la tierra comenzaba a sentirse poderosa, eterna; por supuesto que ésto no es una suposición, ya que en un tres de octubre de vaya a saber uno que año, recuerdo que abrí la puerta que separa mi sala del jardín y al querer pisar el césped éste se corrió unos centímetros hacia atrás, no me sorprendió, no era la primera vez que esto pasaba, pero al fijar mis ojos en llamas en el huidizo suelo, éste volvía a reacomodarse y dejaba que mis pies descalzos sientan el suave cosquilleo de la hierba húmeda. Esta vez, no fue así, esta vez fue distinto, fijé los ojos en el piso y logré distinguir que algunos de sus pastos temblaban sudorosos, henchidos del deleite causado, como siempre, por la rebeldía. Volví el pie a su lugar de partida y con pequeño pero desafiante esfuerzo mi otro pie quiso repetir la ventura del otro pie, y de hecho lo consiguió con iguales resultados. Enojado castigué al suelo con la más desafiante de mis miradas, éste aún se reacomodaba, parecía el mar llegando a la costa, impaciente e inquieto se movía. Me le acerqué seriamente, acuclillándome ante él, lo acaricié como un padre acaricia la testa de su hijo.
-Nos despertamos temperamentales hoy parece, qué te pasa?.- el césped miró mis ojos, casi sollozando respondió.
-Vos, vos sos un hipócrita!- gritó.
-Veo enserio que el horno no está para pollos, por qué me decís eso?-
-Vos nos usás para mantener lindo tu jardín.-
-Sí, claro que también es por eso, pero los cuido, o no?-
-Pero porque te conviene, no porque nos quieras... por ejemplo si a vos el día de mañana se te ocurre vender ésta, tu casa, nos vas a llevar con vos?.-
-Ah! ahora entiendo, lo de ustedes es algo así como unos celos, ya que deben pensar que para mí hay cosas más importantes que ustedes, no?.-
-No sólo lo pensamos, sino que además estamos seguros...-
-Y eso está muy bien ya que tienen razón... obviamente que ustedes se quedarán acá y no vendrán conmigo, tal vez los lleve en el bolsillo de la memoria, tal vez queden guardados en el cajón del olvido, o vaya a saber uno donde... pero saben?, eso no es lo más importante. Lo que aquí importa es que ésta es mi casa y yo vivo acá al igual que ustedes.-
-Y entonces?- replicó furioso el pasto.
-Y entonces...ésta es su casa y yo sería muy egoísta si me los llevo, y los paseo en cada casa en la cual decida donde debo vivir. Imagínense... cuántos son? cienmil?, diez millones?.-
-Y más o menos...- dijo uno.
-Un poco más también eh...- dijo otro por ahí.
Sentía la clorofila típica de la curiosidad emanando por su poros, querían saber a dónde era que yo quería llegar con tanta conversación.
-Bueno imaginen cuarenta metros cuadrados de jardín, que es lo que miden ustedes, encerrados en un noveno piso en medio de ciudad capital; morirían, seguro que morirían, y en vez de tener esa apariencia tan verde, tan fresca, estarían marrones, amarillos, viejos, caídos y no servirían más que para avivar el fuego de un asado* que haría para festejar mi mudanza con lo que serían mis nuevos vecinos. Eso para ustedes sería un destino harto trágico y yo no quiero eso para ustedes. Yo a ustedes los quiero mucho, no me gustaría que sufran y menos que menos eso, ya que sería como una condena a la silla eléctrica.-
-Pero igual...- dijo el césped, que ya comenzaba a secar su sudor con el calor que la tierra le brindaba- no nos consultaste si queríamos o no ese destino condena como ley seca, creo que como vos bien dijiste esta también es nuestra casa...-
-Lo dije y lo aseguró, yo los planté, los cuido, los pongo lindos...hasta es el día de hoy que los riego todas las siete de la tarde al sol transformarse en moneda de cobre usada; yo sé que a esa hora su sed ha de ser absoluta y tediosa, entonces desde la sala apreto un botoncito colorado, que escondo tras esa cajita...la ven?-Dicho esto las pasturas comenzaron a estirar sus cuellos, levantando curiosos sus cabezas, tratando de ver la famosa cajita que yo les nombraba.- la ven?- insistí; un curioso zumbido escapaba del suelo de mi patio, era un hecho digno de ser escuchado.- Y? la ven o no?- volví a preguntar algo molesto y apurado.
-Esa? la marrón?...- dijo inseguro uno de los pastos que ahí se encontraba cogoteando curioso.
-Sí, esa!.- les mentí con tal de apurar el trámite -bueno...dentro de esa cajita está el botón que yo pulso y así ustedes, todos los días a las siete... son bañados por los suaves cristales de las nubes.--Y con eso qué?...ni siquiera nos regás personalmente.-replicó uno que más que una hierba parecía un sindicalista.
-Eso es una mala hierba?- les pregunté señalando un punto perdido en el fondo del jardín.
-Cuál!?!?Cuál!?!?!.- gimieron todos casi temerosos de la mala hierba. Cogoteaban hacia el fondo del patio tratando de saciar su infinita e incolora curiosidad; con un rápido movimiento de mano, la hierba sindicalista pasó a ser otro trabajador cesante.
-Cuál? no la vemos!.- dijeron temerosos que la mala hierba arruine su extensión tan fértil, verde, linda.
-Bueno...dejen no importa, si en todo caso después me dejan, paso y la saco así ustedes no corren riesgo, ta? Yo los quiero mucho a ustedes, sufriría si algo malo les pasase... en fin, perdón... en qué estábamos?- pregunté malicioso sabiendo que mi jugada había sido tan rápida y fría que muy pocos de ellos se habían dado cuenta, y los que la habían visto preferirían no decir nada por miedo a correr la misma suerte o aún peor ser cortados por lo que, según ellos, era el dragón con vientre de torbellino de metal.- Como les estaba por contestar... claro que pienso en ustedes! y me doy cuenta, además, del increíble papel que cumplen en mi jardín, o qué se piensan acaso que soy?. Ante todo, amigos míos soy un serhumano...-
-Ese es su miedo.- susurró el viento.
-Siempre chistoso vos.- le contesté mientras conectaba el sistema para que un techo corredizo cubra el patio en su plenitud.
-Eh!!- gritaron un par desconfiados.
-Por qué hiciste eso?- preguntó una dulce hierba que coqueteaba a mis pies.
-Nada... es que...hoy, escuché el pronóstico del tiempo y allí dijeron que iba a llover. Ay!- lamenté en un gemido triste y pesado- tengo tanto miedo que algo malo les suceda...como ahogarse, y que lentamente mueran, que triste y doloroso me resultaría eso por dios.- sollozé, sollocé secando una inexistente lágrima que jamás quiso recorrer mis pómulos, me cubrí el rostro con ambas manos y mi cinismo me llevó a reír desaforadamente, casi como un loco.
-Miren como llora!.- susurró con vergüenza uno en voz baja.
-Sí, nos quiere enserio.- dijo otro.
-Fuimos más que egoístas!- gritó un tercero como para agitar a la masa; súbitamente desde el fondo del patio hasta mis pies, vitoreos y hurras me engrandecían. Mi jardín me volvía a amar!... entre llantos falsos una duda veloz como un rayo surcó mis pensamientos; cómo sería posible que la naturaleza siendo tan sabia, se haya dejado engañar de una forma tan fácil, tan tonta?; así como la duda llegó la respuesta; la naturaleza es sabia en amor, en verdades, no en mentiras y actuaciones de las cuales sólo pecamos los humanos. Sequé mi rostro con las manos como si este alguna vez se hubiese encontrado mojado por las lágrimas del miedo.
-No se preocupen...- dije.-...todos nos equivocamos. Cuando el egoísmo nos exige la atención de un ser amado, la razón se cega y entonces se pone en claro que justos ya no podemos ser; la desesperación que se siente es tan fea que salimos disparados para el primer espacio que vemos libre, sin importar siquiera, si éste es el mismo cadalso.-
-Pisanos por favor, no te merecemos.- dijeron sumisos-nos sabemos egoístas, te sabemos bueno, conocemos tu sinceridad y la reconocemos como la suave caricia que nos ofrecen tus pies al caminar sobre nosotros, disculpanos... por favor- algunos lloraban pequeñas lágrimas de rocío- cómo hacer que nos perdones? vení, acostate sobre nosotros, te vamos hacer el colchón más mullido y la frazada más tibia que jamás hayas encontrado. Pisanos, pisanos cuanto quieras y disculpá nuestro tonto y malo egoísmo...- ahora ya todos lloraban, desesperados, hechos trizas por la tristeza que sentían dentro, parecía que cada gota que subiese por sus cuerpos fueran vidrio molido que les cortajeaba el alma y el cuerpo por dentro, sufrían. Supe allí que la tierra era vanidosa, y que el hombre es el peor de los animales, tuve que pisarlos por misericordia, pero tan sólo una vez ya que al día siguiente me fui de esa casa sin despedirme siquiera. Sé que ellos jamás hubiesen entendido, ni mi mentira, ni la razón del porque del por qué. A mi mismo me cuesta entender como es posible que en la naturaleza del ser humano, a veces sea más necesaria la sensación del poder que la de los sentimientos.

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