Justo ahora que entiendo todo lo que pasa en la vida,
la vida pasa por aquí sin siquiera dejar una huella, una nota
de adonde fue o de donde vino, que es lo que hizo o que buscaba aquí.
Ahora que mis manos están duras y que mis dedos reacios a la verdad
acarician la textura del tiempo insensible, consecuente y obseso,
ahora que mis pómulos secos no retienen la humedad de las lágrimas que caen
patinando hacia los labios rotos por esas palabras que nunca llegaron a ningún lado;
que estas largas orejas que por viejas se acercan al piso
y por tanta mentira y violencia fueron quedando sordas y aburridas,
ahora que el recuerdo es la única estigma que llevamos por cierto a donde vayamos
a pesar de ser algo que tenemos y guardamos solo por necesidad y conveniencia.
Ahora que creo que entiendo todo, puedo irme más tranquilo
sabiendo que a pesar de mi necesidad de mi, el mundo seguirá su rumbo
hacia donde lo llevemos, pese el incierto, a donde lo llevemos
sin promesas ni palabras, por que los hechos es lo que sucede
y lo que sucede es lo que hacemos pocas veces lo que hablamos.
Ahora que entiendo esto, es hora de calzarme la gabardina sobre los hombros
planchar el ala del sombrero frente a la frente y mirar el horizonte nuevo que se abre
tomar por el codo a la vida que me llama desde el vano de la puerta,
invitándome dedicada a pasear con la condición de no hablar de ella, si no de mi.
A pesar de estas claquelentas articulaciones y de los músculos rígidos,
y de la fatiga continua y de la necesidad de estar, ella me invita gentil
como no decirle que si! / con la misma suavidad de siempre
me recuerda en un dulce beso, que el horizonte que ahora espera
no necesitará de mi, tanto como de ustedes.