Al cerrar la puerta quedaron tras de sí, los llantos, los gritos, las risas burlonas, el adiós más absurdo.
Se metió un cigarrillo en la boca y caminó hacia la costanera en donde el amanecer asomaba. No sabía qué pasaba, pero había comprendido que era el momento de irse. E irse es no volver la vista atrás, aunque detrás sonara el bocinazo y ya no tuviera tiempo de esquivar al camión transportador de alimentos congelados.
Sergio Mitkin murió en una templada mañana de agosto, su familia recoge parte de sus tripas en el asfalto de la costanera. Pasado un año de su brutal muerte, de vez en cuando lo lloran.
Se metió un cigarrillo en la boca y caminó hacia la costanera en donde el amanecer asomaba. No sabía qué pasaba, pero había comprendido que era el momento de irse. E irse es no volver la vista atrás, aunque detrás sonara el bocinazo y ya no tuviera tiempo de esquivar al camión transportador de alimentos congelados.
Sergio Mitkin murió en una templada mañana de agosto, su familia recoge parte de sus tripas en el asfalto de la costanera. Pasado un año de su brutal muerte, de vez en cuando lo lloran.