Es cierto, el silencio y la oscuridad se vuelven malos consejeros, aunque las sombras son al ciego lo mismo que el consejo para el necio. Mientras tanto, en esta urbe vacía por despoblada de vos, un pájaro chiquito como un vencejo se atreve a cantar una canción que dábamos por olvidada. Más allá del falso ciruelo, hubo una planta que se animó a dar flor, tal vez la última que rozaste con tus dedos mientras me dabas la espalda, no por desdén, si no por cobardía y rechazo a los adioses.
Un chau jamás dicho, no es nunca una despedida, tal vez eso pensabas mientras el paisaje de las montañas iba quedando atrás como tantos sueños inconclusos.
Hoy mis dedos están llenos de palabras y mis tiempos, sin embargo, tienen tanta carencia que se han olvidado por un segundo lo que pasa en toda una vida.
Buen viaje, mejores sueños.