¡Qué desvergonzada!
Andar por los inviernos
volviéndolos primaveras,
usando el rayo del sol cuando sonríe,
desfachatada y sin permiso.
Se pone por guantes a la brisa
del verano donde sinceras y cálidas
desde las palmas de sus manos
sin pudor brotan las caricias.
Va pintando con otoñales rubores
a aquellos rostros que dejaron libres las miradas
que la siguen por delante y por detrás
cosificándola al desearla.
Etérea como la tormenta avanza
sin mojarse los pies en las charcas de agua
sin macular con barro su piel delicada
marcando a fuego su huella en su andar de doncella.
Qué profunda hijaputez,
robarle al terremoto su poder
para ocultarlo tras sus labios carmesí
y liberarlo cuando habla, cuando besa, cuando calla.
Andar por los inviernos
volviéndolos primaveras,
usando el rayo del sol cuando sonríe,
desfachatada y sin permiso.
Se pone por guantes a la brisa
del verano donde sinceras y cálidas
desde las palmas de sus manos
sin pudor brotan las caricias.
Va pintando con otoñales rubores
a aquellos rostros que dejaron libres las miradas
que la siguen por delante y por detrás
cosificándola al desearla.
Etérea como la tormenta avanza
sin mojarse los pies en las charcas de agua
sin macular con barro su piel delicada
marcando a fuego su huella en su andar de doncella.
robarle al terremoto su poder
para ocultarlo tras sus labios carmesí
y liberarlo cuando habla, cuando besa, cuando calla.
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