que eran las doce...
no sé si medianoche
o si fue al mediodía
pero sé que ibas en medias
y entregada por completo.
Tenías miedo, claro,
dar parte de tu cuerpo
es entregar un lugarcito del alma.
Yo temblaba, silencioso y honesto,
los honestos siempre temblamos,
pero no por miedo... ponele,
temblaba porque la honestidad
sabe que es fugaz
como la felicidad, como el amor,
como el calor de una caricia.
Tembloroso te di mi honestidad
y vos me apretaste contra tu pecho
y entre sonrisas y suspiros
no sé como ni por qué
en un vaivén nos desarmamos y morimos...
ponele.
No morimos como mueren los muertos
no morimos como mueren los viejos
ni siquiera morimos como mueren los nuevos.
Morimos como mueren los mártires... ponele,
que luego de muertos viven con más fuerza
en la imaginación, en el recuerdo, en la necesidad colectiva
que siempre clama justicia aunque esta más no parezca
un mero punto de vista.
Eran las doce cuando
vos en medias pero entera y yo
tembloroso por honesto
nos morimos como entes
y empezamos a ser,
seres...
Ponele...