miércoles, noviembre 30, 2022

Por otro lado

Es cierto que la soledad me come
que ocupa demasiado espacio en la cama
que nubla algunos atardeceres
y que llena los rincores de índices culpantes.

Es cierto que el silencio aturde
que la piel seca, a los abrazos teme
y a los besos olvida.

Es cierto que la ilusión agoniza 
y que el alma, pequeñita,
duele siempre cada día
-sin acostumbrarse nunca-
un poquito más, sin querer.

Por otro lado
es sano rencontrarme con el qué de mi mirada
con el porqué de mis ideas
y la sinrazón de este viejo corazón 
que al fin se ha puesto al día
con mi carne
con mi destino
con mi espíritu.

martes, noviembre 29, 2022

Inopiertunos

Estos pies míos,
tan pedestres, tan terrestres,
tan olvidados de ambición y tan llenos de tierra,
se acostumbraron tanto al césped 
que desdeñan las plantillas 
las planillas
las instituciones 
y los subterráneos. 

Estos pies míos 
que se acarician entre ellos antes de irme a dormir 
que me llevan y me traen 
sin. pedirme nada a cambio,
que me obligan y tropiezan 
cuando la atención se desparrama 
y voy pensando en cualquier cosa.

Estos pies míos 
que a veces me aguantan
que a veces no
le reprochan a mi ser
por qué no he seguido las huellas 
que dejaste en mi vida 
antes que te esfurmes en la niebla del tal vez.

lunes, noviembre 21, 2022

Tu regente mi luna


Siempre me ha seducido la luna,
su abrazo blanco y pacífico
de silenciosa compañía en la oscuridad nocturna,
su lento pasear por los jardines celestiales
cuando los dioses se duermen
mientras se encienden las estrellas.

Siempre me ha gustado su cuerpo, 
pálido y cambiante, lejana navegante
de un mundo que se ha puesto el calzado en la cabeza.

Y ella, siempre etérea, tan así,
noble, dulce y pura,
canta en la silenciosa noche y abre caminos ciegos,
ensalza a las sombras para que veas 
que los miedos no son más que miedos, y vencerlos...
es tu tarea.

Siempre me has seducido, cambiante luna,
más que los planetas ostentosos
que disfrazados de cautela
se esconden como soles 
brillando inalcanzables,
en cambio vos,
tan cercana, tan humana,
no puedo dejar de admirarte.

Ojalá pudiera, ser visible a tus ojos de ensueño,
que me reconozcas en la tierra 
como yo en el cielo claramente te siento,
y que me esperes sonriendo ansiosa
como yo espero tu renacimiento.

Anhelo la noche en que me veas
-entre las miles de personas que te admiran-
mortal y dispuesto a entregarme
silencioso y sin rodeos
a ir con vos por todo el cielo 
sembrando y cosechando sueños.

domingo, noviembre 20, 2022

Queriendo té

Quisiera acompañarte en tus quehaceres cotidianos,
en tu despertar despacito, en tu mate calentito
con bizcochitos recién horneados, o en ese café con leche
con tostadas y queso blanco.

Quisiera escucharte cantando en la ducha, en el cuarto
y mientras caminás descalza
por mis jardines sin sueño mas florecidos en realidades.

Quisiera echarnos a mirar las estrellas y construir posibilidades, 
treparnos en cada árbol sin irnos por las ramas para llegar a la semilla
que en lo más hondo y primitivo, por vos y por mi espera.

Quisiera caminar por la costanera cuando la nieve desespera
y cuando la lluvia se hace dueña de los colores del otoño
también con vos caminar quisiera,
en el verano con su abrazo y con la brisa en primavera.
andar andando juntos, de a pasos pequeños y sin sobresaltos
dando vueltas por esas calles
que alguna vez supieron creer quién era.

Quisiera, poder mirarte a los ojos sin tumbas, flechas, ni promesas 
y entender que me tenés por ahí, en algún rincón de tu quehacer
con una taza de té, esperando ansioso porque vuelvas.

sábado, noviembre 05, 2022

Reflexión sobre la verdad -- Ensayo

 ¿Qué es la  verdad? 

Según la RAE, la verdad es definida, en primera instancia, como “Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente” o sea, es la paridad de las cosas con aquel concepto que nosotros formamos dentro de nuestra cabeza. Digamos que la verdad es la interpretación de la percepción que un individuo tiene de una realidad dada, en un momento único, instantáneo e irrepetible. 

La segunda acepción es  “Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.” Aquí, la verdad ya no tiene nada que ver con la paridad de objeto/concepto, sino que tenemos una verdad intrínseca que tiene que ver con nuestra propia forma de ser, de entender, de sentir el mundo y expresar tal situación interna, de la manera más mimética posible. Sin embargo, ¿Somos capaces de expresar exactamente qué sentimos, qué pensamos, quiénes somos a cualquier persona? ¿O el miedo a exponernos y mostrarnos vulnerables nos invita a no ser tan exactos a la hora de autodefinirnos? 

En la tercera acepción de la verdad, la RAE define que es la “Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre de la misma manera, sin mutación alguna”, digamos que la verdad es algo que no cambiará nunca, hasta el infinito, no modificará ni un átomo de su existencia, ni el paso del tiempo, de las culturas, de las sociedades, de las generaciones, de las políticas, de las religiones… en otras palabras, la verdad no tiene que ver con ninguna percepción propia, sino que es algo que existe por sí mismo, desde siempre y para siempre. 

La cuarta acepción asegura que la verdad es un “Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente” digamos, que aquel que tenga una argumentación lo suficientemente sólida, será el amo de la verdad, aunque esta no sea más que una patraña, una amenaza o una locura. Pensemos como ejemplo que aquellos mal vivientes (que siendo más inteligentes o más fuertes) te proponen “quitarte el dinero o quitarte la vida”, éstos muestran a estas dos opciones como únicas verdades (sin embargo hay muchas más), tal propuesta no puede ser negada racionalmente, por tanto, tendrán la verdad en sus manos, y al ser ellos los dueños de la verdad, uno deberá aceptar uno de estos dos postulados terribles con tal de seguir adelante, y por este acto de supervivencia, transforma a tal juicio o proposición disparatada, en una verdad que nadie negaría racionalmente…  La verdad es que elegirás que se lleven el dinero, antes de que te quiten la vida, sin embargo y verdaderamente, hay muchísimas más opciones, que al no ser planteadas, parecieran no existir, no ser reales, y por lo tanto imposibles.

Podría brindar muchos ejemplos de coerción física, social, cultural, económica basados en este tipo de verdades. Verdades terribles, llenas de barbarie y exabruptos, que se plantean como “verdad” y sin embargo que duelen tanto, y que son tan injustas,  que impresiona… 

Sin embargo, no estamos acá para juzgar cuando es que la verdad duele o si es justa, apenas estoy planteando, al menos por ahora, qué me genera este concepto, su entidad en sí, la existencia de la verdad en estos tiempos donde, y como decía Campoamor:


“Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira”


La palabra verdad tiene sus raíces etimológicas en el latín “verĭtas, -ātis”, cercano a lo que hoy llamamos veracidad, un revoltijo de verdad y realidad, en resumen, una mezcla de realidad que es aquello que uno puede percibir de una situación momentánea que dura, como todo, un instante, y luego, de la verdad que es  (como vimos más arriba) el modo en el que uno puede expresar aquella vivencia desde sus conocimientos.
Para los Romanos, Veritas también era el nombre de la diosa de la verdad, hija de Saturno (el dios del tiempo) y madre de Virtus (la "virtud"). 

Tal vez, por ser su padre el Dios del tiempo, es que la RAE le adjudica a la verdad esa cualidad atemporal e infinita de ser siempre lo que es y nunca cambiar para jamás ser distinta. 

Según su mitología, esta Diosa vivía en el fondo de un pozo sagrado al cual no se podía acceder fácilmente, seguramente, por lo difícil de atrapar que ha de ser la verdad (en el Renacentismo se la solía representar desnuda, con un espejo en la mano, aludiendo a que la verdad, no se pone los colores de nadie y que refleja la realidad tal y como es, sin adornos ni disfraces).

Para los latinos, según podemos apreciar, la verdad es una cualidad de las personas, es el modo en que las personas se muestran, cómo expresan su percepción de la realidad, cómo juzgan y luego exponen esa percepción con virtuosa veracidad. La verdad como cualidad inteligente del ser humano, la verdad como virtud. La interpretación de la realidad según el quién. La subjetividad a ultranza.  

Inconforme como siempre, o al menos no del todo satisfecho por entender que, si la verdad es una cualidad de la vida inteligente, entonces tendrían razón los Simpson, cuando en un capítulo, un vendedor le dice a Marge que “está “la verdad” y “la verdad”” (tal argumento era para que la dulce esposa de Homero cambiara, ciertas palabras y diera a la realidad otra posible interpretación favorable, al poco satisfactorio producto que se ofrecía a la venta).  

Hablando de Homero, me siento en la obligación de cruzar el charco y acercarme a los griegos que entendían que las cosas existen esencialmente por sí mismas, sin necesidad de que alguien les dé entidad, y me encuentro, con que en la mitología de esta civilización, la diosa de la verdad era conocida como Alétheia, hija de Zeus, conocido por ser el asesino de su padre, Cronos (el tiempo); así como también por su inteligencia, sabiduría, bravura y su inacabable apetito sexual. Alétheia fue madre de la diosa Arete (que es “la” virtud, todas ellas, la virtud en sí). Algunos autores, se atreven a decir, que Alétheia fue quien amamantó a Apolo, Dios del sol que todo lo ilumina. Dentro de esta cosmovisión la verdad es quien educó a la virtud, así como también alimentó al sol para que éste crezca y pueda iluminar todo, para que nada esté oculto, y que aquello que es por sí mismo, esté bien a la vista y separado de sus sombras.

Cómo dato curioso, en la gramática griega, alétheia (verdad), es una palabra compuesta por “a” como prefijo privativo (sin); “létheia” (ocultar, olvidar). Etimológicamente significa “aquello que no está oculto, aquello que es evidente, lo que es verdadero”. También hace referencia al "desocultamiento del ser". 

Létheia, por otro lado, es medio pariente del vocablo Leteo, nombre dado a uno de los ríos del Hades, que según esta mitología, el beber de sus aguas causaba un total olvido. Se creía, se decía, que en su camino de regreso a la vida, las almas beben de él y es por eso que al volver a nacer, olvidamos por completo nuestras vidas pasadas.

Alétehia fue la palabra con la que Parménides definió a la verdad como un concepto referido a la sinceridad de los hechos y la realidad.  

Digamos entonces que, para los antiguos griegos, la verdad estaba en el ser como un todo, en la cosa, como un concepto en sí mismo, fuera como sea, como se muestra a la luz del sol, libre de apariencias que pudieran enmascararla.
La verdad es la entidad así cómo es. La realidad más allá de la interpretación de cada quién. La objetividad a ultranza.

Si me salto otro charco más, llego al medio oriente donde me encuentro con que en el mundo semítico existe un término hebreo que es traducido como verdad: “emet”. 

En hebreo, “emet”, se escribe con tres letras, “álef” y “tav” son la primera y última letra (respectivamente) del alefato herbreo, así mismo, “mem”  (la del medio), se encuentra cerca del centro del mismo. Esta última es relacionada con el agua, ya que “maim” (agua en hebreo) empieza con “mem”, y es por tal motivo que simboliza el flujo, el fluir. 

Podríamos decir, entonces, que desde esta cosmovisión, “emet” no habla de la interpretación del uno -lo subjetivo-, tampoco habla de la entidad de la cosa en sí -lo objetivo-, sino que más bien, la “verdad” está ligada al proceso de un “comienzo (álef) que fluye (mem) hasta alcanzar su final (tav). Un devenir constante, que es como es, que brinda una seguridad que genera confianza en saber que las cosas son como son. 

A su vez, “emet” está ligada con el vocablo “amén”, que significa “así sea”; por tanto, “emet”, no solo significa verdad, sino que también: confianza, firmeza, estabilidad, integridad y aceptación de lo que es, sin juicio alguno.

Los árabes utilizan el término “sidq” (sadaqa) para referirse a la verdad, a la honestidad, sinceridad, honradez, veracidad, autenticidad, a creer, a revalidar, avalar, etcétera… de este vocablo (sidq) sale la palabra “sadiq” (sadiqon) que significa, amigo. 

¿Será que en el mundo árabe la verdad y la amistad van de la mano? ¿Que la verdad solo puede ser dicha o escuchada de alguien que es realmente un amigo? ¿Será que el verdadero amor está en la amistad? ¿Será que solo, de y en un amigo, es que podemos esperar y depositar nuestra honestidad, sinceridad, honradez, veracidad, autenticidad? ¿Amigo no es en quién podemos creer, a quien podemos revalidar, avalar una y otra y otra vez? ¿Amigo y verdad, vienen de un mismo lugar y fluyen hacia un mismo final? ¿No hay siempre sombras en el otro? ¿Cosas que están ocultas a la luz del sol? ¿Cosas que el otro no quiere mostrar o que nosotros no somos capaces de ver? ¿Hay verdad en la amistad acaso? Tal vez sí, en algunas amistades, seguramente las haya. 

Volviendo a los griegos por un momento, cabe recordar que para Platón la verdad era una ideal a alcanzar, sin embargo… ¿Cómo podemos alcanzar este ideal? Descartes propuso la duda como camino a la verdad, Kant creía que se podía alcanzar a la verdad equiparando el conocimiento con el objeto; y para Hegel, lo que es y lo que no es, es verdad; en breve: El absoluto es la verdad. 

Cercano al ocaso de la era Victoriana, el filósofo alemán Friederich Nietzche patea el tablero y nos muestra su percepción de la realidad, reflexionando que la verdad es un concepto esclavista, al que todos rendimos pleitesía aún sin nunca haberle visto el rostro, sin siquiera conocerla, saber qué es, o cómo definirla. Nos llama esclavos de una idea poco clara en su concepción y profundidad, de un punto de vista al que naturalizamos y banalizamos con una superficialidad pasmosa.  Encuentra que el ser humano ha determinado a la verdad como una construcción moral parida en criterios extra estéticos. En su obra Sobre verdad y mentira en sentido extramoral escribe: “…ser veraz, esto significa usar las metáforas usuales, por tanto moralmente expresado: el compromiso de mentir de acuerdo a una firme convención, de mentir al modo de rebaño, es un estilo obligatorio para todos…”, en otras palabras: estamos obligados a definir al mundo que nos rodea según un consenso generalizado sobre lo que el mundo es. El mundo se define a sí mismo y nosotros aceptamos tal juicio como corderos, puesto que si nuestra percepción de esa realidad -de ese mundo- difiere del consenso, no seremos considerados como verdaderos o veraces y seremos excluidos a las sombras. Por esto y para gozar de la luz de la verdad, sólo diremos la verdad, en tanto y cuanto expresemos nuestros pensamientos y sentimientos acorde a ese consenso que opina la mayoría, o que impone el ente de poder. 

No es normal todo aquel que está fuera de la norma, puesto que la norma es la verdad impuesta por consenso, por lo que si un daltónico dice que los árboles son azules, es mentiroso o está enfermo, si alguien dice que hemos matado a Dios, o que la tierra no ocupa el centro de nuestra galaxia, o cree que todo es relativo y nada es absoluto, la sociedad lo juzgará como equivocado, mentiroso o loco aunque años después, cambiadas las perspectivas, se los considere genios.

¿Existe entonces una única verdad? 

Intentando buscar la respuesta, hasta ahora, encontramos la existencia de la verdad objetiva, la subjetiva y la absoluta. 

La objetiva es cuando el hecho “no depende de las experiencias, creencias y observaciones de cada individuo en particular sino que existe independientemente de que se la conozca o acepte…” digamos: un hecho que se repite en todos lados, de la misma manera, del mismo modo, aun cuando se la niegue o que nadie sepa que existe; esto es una verdad absoluta. Es, porque es. 

La subjetiva es aquella que “basa su fundamento y existencia en el individuo que la formula”. Esto sería que: toda percepción, opinión, dicción y sensación que experimentamos como sujetos de manera individual, son verdades. Por tanto que mi subjetividad, que es distinta a la tuya, marca que: vos o yo estamos mintiendo; que hay demasiadas verdades; o, lo que complica todavía más las cosas, que la verdad no existe. 

Pero… ¿qué pasa entonces con la verdad absoluta, esa que es independiente a lo subjetivo de cada quién? Traigo entonces la acepción de la RAE que afirma que la verdad es la “Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre de la misma manera, sin mutación alguna”, y pienso: Si una cosa puede cambiar de objetiva a subjetiva, de absoluta a relativa, no mantiene la preceptiva de no mutación, entonces, por propia definición, la verdad, no debería ser verdad. Tal razonamiento me recuerda a la cuarta acepción de la RAE que define que la verdad es un “Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente”, por lo tanto:

Si la cosa puede cambiar de absoluta a relativa, no mantiene la preceptiva de no mutación, entonces por propia definición, la verdad no debería ser verdad. Tal propuesta no puede negarse de manera racional, por lo tanto es verdad. La paradoja resultante es: la verdad es, que la verdad no existe.

Tal razonamiento me da a entender que la única definición posible y entendible que le podría caber a esta palabra, a este concepto, es que la verdad, es aquello que no es mentira. Digamos, que solo existe cuando no existe su contracara: la mentira. Puesto que la mentira es eso que se oculta, eso que está en las sombras, es aquello que no es. Digamos que la mentira, es mentira y la verdad es no mentira, pues la mentira es objetiva y absoluta. Es lo que no es, no hay forma de que exista una mentira subjetiva, y menos que menos una mentira relativa. Sí, podremos encontrar, distintos niveles de mentira que no dependerán de la apreciación del diciente, del sintiente, sino que simplemente, son mentiras porque no se ajustan a la realidad, a lo que es. La mentira es lo que no es. Sin embargo, una verdad, puede cambiar según con qué pie de la cama hayamos salido hoy, porque es una apreciación de lo que es, y lo que es, es mentira.

La moral de la sociedad, la ética de las personas, la reputación de quienes nos rodean, se basan en la verdad, en la veracidad de las cosas; confiamos en quienes creemos porque son verdaderos y auténticos, que dicen lo que nosotros creemos que piensan y sienten. Basamos la esperanza de nuestra sociedad en un concepto al que le dimos existencia y un valor sobrenatural, cuando realmente no es más que un concepto vacío y sin sustancia, que no existe por sí mismo, pues su existencia es una paradoja. 

Por otro lado desdeñamos a la mentira porque nos daña la confianza, y sin confianza no sentimos seguridad, y sin seguridad nos sentimos perdidos y a la deriva en las manos de nadie, vulnerables a cualquier cosa que pueda pasar y que no podemos controlar.

La verdad ayuda a controlarnos, a ser esclavizados por nuestros conceptos, a dar una estructura a las cosas y así tener la certeza de que todos pensamos, creemos y sentimos igual generando una estructura en un consenso que nos protege de la incertidumbre del azar, de lo pluricultural, de la diferencia existente entre cada uno de nuestros pensamientos, sentimientos y creencias. 

Erradicamos así este miedo a lo que no conocemos, y que nos mueve a darle una única entidad a propuestas que no pueden sostenerse por sí mismas, pero que son afines a una conveniencia social, psicológica, histórica y cultural. Vestimos a la verdad y le quitamos el espejo para decirle quién es y cómo es. La sacamos del pozo y alquilamos para que viva, un ostentoso departamento en la avenida principal que no es suyo, en el que vive de prestado, y sabe, que en cualquier momento, dejará de habitarlo y vivir de ese modo. 

La verdad entiende que otra vez la correremos cuando ya no nos convenga, cuando ya no nos interese, cuando estemos preparados para interpretar distinto o cuando la ceguera y el miedo de ser quienes somos, sea tan profundo como este mar de incertidumbre e ignorancia en el que, desde siempre y para siempre, navegamos a la deriva…