a veces el silencio es una pausa,
una ayuda reflexiva de no irse a la mierda
golpeando cualquier puerta
y ya no volver
donde nunca quisiste estar.
No es un acto iracundo
el poner al mundo en su lugar
e ir acomodando, de a poco,
a los patitos que olvidaron
qué le toca a quién dentro de las filas.
Incluyéndonos.
A veces, llamarse al silencio
es recordar que uno mismo también existe
en ese lugar oscuro al que nunca la luz acostumbra.
A veces, llamarse al silencio,
es situarse en la contemplanza es entender
que a pesar de nuestra abundancia
muchas veces, no podemos hacer nada
más que aceptar que lo que es, es
y seguir adelante.