Deseo mirarme con optimismo, ver las
semillas vedecer y a los capullos convertirse en flor. Deseo ser la mano
que aja la tierra con la bravura de un terremoto y que la revuelve
expulsando de lo más profundo a todos sus gusanos. Deseo ser la mano que
imprime la simiente de un árbol que crece y no cesa nunca de crecer.
Tener el pulso firme al sostener la espada que escribe puntos finales y
que no se desafile nunca mi lengua sin dos caras. No dudo en mis manos
que trabajan, que una es de lana y la otra de piedra, como el Dios
Coquena, que con una castiga y con la otra acaricia. No dudo del que
zanja para llevar el riego que alimenta de un lado a otro del desierto
formando valles interminables.
Me he visto siendo, docente de mis
docentes, alumno de mis alumnos, compañero de mis compañeros. Me he
visto, barajando esos momentos y al dar de nuevo, ser quien soy en otro
rol de un momento a otro sin sentir tristeza, ni orgullo, ni vergüenza
alguna. Me he visto creciendo, he visto como la semilla oculta en el
laberinto que cela el Minotauro ha crecido en mi dejando huella,
haciendo sombra, rompiendo paredes, abriendo puertas y ventanas.
Me contemplé parado al borde del abismo
dejando que la brisa me acaricie el cuerpo desnudo y me dejé caer. Y
cuidé de mis alas de cera, aunque también he cuidado al sol, a quien
nunca quise ajar su brillo y menospreciarlo como han hecho conmigo.
He dejado tras de mí un cadáver exquisito
con todo lo que he escrito para que otro continúe la obra, un cuerpo
que muere lentamente y vendado camina hacia el abismo, he construido un
ser tajante, determinante, espectante que lo que ve aún, lo vuelve a
pensar o lo descarta fácilmente.
Ocupar un lugar en el espacio es una
tarea que naturalmente cualquier sustantivo puede lograr. Sin embargo
ser un lugar en el momento, donde los quienes vayan a jugar, a gozar, a
aprender; tal movimiento solaz es el que dio vida a una parte de mí que
de tan oculta que estaba, creí que mi laberinto era el de Creta, sin
embargo, mi laberinto era mucho más oscuro, mucho más amargo, mucho más
cruel, inverosímil, peligroso y perfecto.
De pronto, soy y en este soy dejé de
estar. Ya no estoy en donde estaba, no soy carne de un laberinto celado
por una semilla que crece ilimitada uniendo sombras, de pronto soy luz y
camino, soy morada y destino, soy templo y olvido de una fe y un Dios
que han muerto hace rato, pero en mi verbo y mi pasión, ese Dios
despierta de cuando en vez y acaricia los párpados vacíos de aquellos
que dormidos caminan por un planeta lleno de oportunidades. Sin temor a
equivocarme advierto a los gritos que este camino es el peor de todos
los caminos, que transitarlo es sufrir tristezas y soledades, que
abordarlo nos margina y nos silencia porque los otros temen trashumar
errantes por aquí, porque aquí aprendemos realidad y la realidad es como
es, aún cuando la llenan de moños, guirnaldas y discursos bellos y
manipuladores.
No soy una máquina de reproducir, soy un
constructor de mi pensamiento mágico, un artista de la anarquía, el
orador de alguna verdad que me supera y de la que desconfío (pues
desconfío de todas las verdades).
Recuerdo que en ese que fui me dejé morir
sin embargo hoy comprendo que nada ha muerto porque nadie era. En este
que soy, toda huella es simiente que crece y florece puesto al fin hoy,
soy. Soy parte de tu huella, soy parte de tu pie, soy parte de la
tierra que pisa tu pie al dejar huella. Soy quien olvida que mañana
habré de morir y es por eso que al despertar cada mañana preparo las
armas y sigo creciendo hacia el cielo, para hacer una escalera que deje
en libertad al Minotauro y deje a Dédalo volar, tan alto como lo crea
necesario.