airolg y roma soñeus sut a éd
los le eiciraca et euq
amla alleb ut a zap elodnád
soesed sut sodot nalpmuc es euq
enodnaba et on ahcid al euq
sallertse asl neíug et euq
arunret y zul éd et asirb al euq
ríernos sadeup euq y
onimac led omart adac ne.
En este Blog todos los escritos pertenecen a Estanislao María Newbery del Valle. Nacido en San Pablo Brasil y posteriormente radicado en la Argentina. Todo lo que aqui figura ha salido de una mente perversa y alocada por lo que se recomienda precaución en la lectura, debido a que estos escritos pueden ser ofensivos y/o dañinos para la salud mental de cualquiera, sin distinción de credos, sexo, razas y/o maneras.
Sí,
amayí namca esoc
a la mitana paraba clara
zuli soneco mitara mesa
in cuesta maraba se la mosó.
¿Yui me ni lanastraba?
¿Sui la sansón no sin pasa?
¿Maí shijoré unes lava?
Non, manca seco yiama
paricó anelsom barundaba.
Vos no sos un monstruo, nuevo Prometeo,
eres la clara consecuencia del mundo moderno,
tu deseo te come tanto desde adentro
que no puedes más, que matar hasta lograr,
todo aquello que deseas, te frustra y atormenta.
Nada pides que sea posible, nuevo Prometeo,
por azar te he dado la vida, pero el amor,
no ha nacido quien lo consiga
a la fuerza o como recado.
Tienes la razón y el habla, nuevo Prometeo,
llévalas en andas hacia tu buen mundo,
y construye con ellas tu reinado.
Mi crueldad ha pagado su precio,
y sos vos, nuevo Prometeo,
mi más preciado pecado
como vos
que tenés el alma clara
la sonrisa calma
la mirada sonriente
y la sangre caliente.
Mi corazón se enamora de personas
como vos
que sabés cómo usar la palabra
dependiendo la faena,
así como encontrás la sutil diferencia
de cómo usar las uñas en la caricia
o cuando haya una pelea.
Mi corazón se enamora de personas
como vos
no de carnes trashumantes
que al tiempo se desploman
y al viento se deshacen
las carnes que enamoran
se cuecen a fuego lento
y se entregan al abrazo.
Mi corazón se enamora
de personas como vos
que entienden que el amor
no es una cosa,
y cuando amamos,
amamos libres y por completo
sin mirar el qué,
sin juzgar al quién,
sin que haga falta enamorarnos.
Una,
de cada tres mujeres,
tu mamá, tu hermana, tu hija
es abusada,
es violada
es maltratada.
Y la violencia sigue creciendo,
se la intenta contener con más violencia
por lo que en vez de decrecer
se reinventa en formas diferentes.
Como hoy, que en el mundo hay
más de ciento veintisiete millones de infectados
con un virus que posee cierta letalidad, y usando esto de excusa,
nos encerraron, nos callaron, nos obligaron a distanciarnos y a mirarnos de reojo
nos dominan con las armas más letales inventadas por la humanidad en su historia
el miedo y las noticias, con estas nos embrutecen, paralizan,
y a la matanza justifican.
Ya han muerto más de un millón de nuestros familiares,
el contagio de esta muerte se acrecienta día a día,
y a pesar de que este flagelo es mundial
y a todos llega por igual,
las vacunas existente no son gratuitas
para las naciones y en ocasiones
para nuestros congéneres.
Quienes fabrican esta cura son cuatro laboratorios
que vende a quien puede pagarles
y a los que no, que se arreglen.
No se liberan las patentes
lo que obliga a, las naciones que pueden, que se endeuden
y las que no tienen dinero, que perezcan en el intento.
Los laboratorios que tienen cautivo al mundo
pertenecen a países que lideran las acciones y decisiones de la ONU,
una organización que es capaz de obligar a naciones enteras
a actuar según esas reglas que la ONU considera correctas;
sin embargo, tal organización,
no aplica ninguna acción para liberar patentes de una vacuna
que es la cura de un flagelo,
que de a poco nos transforma
como la gota de agua que horada la piedra.
Es en la miserable búsqueda de la verdad
que las buenas intenciones
pueblan de mármol los cementerios,
es en el férreo desconcierto de la sin razón
que a los pescadores cambian de sus redes los peces
por millares de cuerpos muertos
y que en lo profundo del agua esconden las sus almas
tal vez para siempre.
Tan fortuito y efímero es nuestro paso por aquí,
tan sesgada y absurda se vuelve la realidad
ante los ojos del que absorto mira y comprende...
Heme aquí, parado ante un abismo imaginable,
soy la hoja suelta en el viento cayendo en el sin fin inexorable.
No existe la libertad, sin embargo, por vez primera, soy libre,
aunque las ventanas estén cerradas, aunque no quepan más camas libres,
aunque se guarde a la sonrisa tras un manto de esperanza
aunque te obliguen, una y mil veces, a hacer lo imposible,
a no amar, a no abrazar, a no besar, a no decir ya basta.
Hoy, más que nunca, soy libre, pues comprendí a la libertad
y tal necesidad ya no me encierra, persigue, ni domina.
El silencio del camposanto se resquebraja
con la hojarasca empujada apenas
por una brisa fría y oscura
que parece venir de un vacío infinito.
Hay lágrimas quietas sobre los gélidos mármoles
de las víctimas que nunca tuvieron justicia
hay rencores ocultos por promesas no cumplidas,
hay falsos mártires, victimarios y criminales
tapados por años de mentiras y encubrimientos.
El oficial, el juez y el monseñor
dieron perdón y extrema unción
a cada uno de los que plácidos duermen
en el parque trasero del viejo templo.
¿Cuánto costó la redención del asesino,
del negligente, del prevaricador?
¿En cuánto dolor se sumergen hoy
los que perdieron la razón, la fe y la vida?
¡Oye Dios, despierta ya de tu domingo!
¡Están haciendo mierdas en tu nombre!
Adentro tus besos se estrellan contra mis labios,
tal vez huyendo de lo inexorable ,
tal vez porque no quieren pasarla adentro.
Hay paz, candor, felicidad,
las mejillas se han puesto rosadas
y las respiraciones no se detienen.
Al fin parece que el infierno ha decidido,
con íncubos y súcubos,
darle a la humanidad todo aquello
que la ha vuelto hedonista, egoísta, superficial y ciega.
Parece que a los extremos les importa un pito
cómo vivimos aquello que pasa entre nosotros,
ojalá que algún día, podamos crecer y dejar
que los Dioses y Demonios se maten entre ellos
y ya no determinen nuestro destino
jugando con nuestro presente.
Las cuida tanto que hasta duerme con ellas,
no hay lobo en el valle que se les atreva
pues las defiende con tal coraje
que hasta al diablo las piernas le tiemblan .
Vieras la dulzura que guarda en su voz cuando les habla
pareciera que las acaricia cuando las llama
y cuando las cuenta, de una en una,
con su dedo pareciera
que invisibles corazones en el aire dibujara
y no prefiere más a ninguna,
a todas ama por igual,
tan bello es lo que por ellas siente
que en su cabaña de paja, madera y piedra
en el suelo y al abrigo del fuego
duermen todos por igual escuchando el fragor
de los leños ardiendo y su crepitar.
"Dulces sueños" les desea,
mientras ellas,
amontonadas a su alrededor,
cuentan pastores saltando alambrados,
peleando con lobos hambrientos y temerarios,
de a poco y cantando su dulce pastor,
las lleva a un mundo de ensueños
donde hallan su sueño profundo y perfecto.
¿Los ves vos también?
Sus ojos son profundos y parecen no brillar
tienen descoloridos sus pies y el aura,
son sus manos de piel rugosa, casi con escamas,
y sus lenguas ponzoñosas destruyen y manipulan
con palabras puras y vileza clara.
Estos no son mis demonios,
no los quiero en mi jardín,
llévatelos, no son míos,
menudo trabajo me ha dado
aprender a convivir con cada uno de ellos,
no estoy para nuevos
con rencores foráneos
con frustraciones impropias
con mares de llanto por lo que no lograron.
Estos no son mis demonios
los míos son juerguistas
mal hablados, fuertes y compasivos,
ellos aprendieron mirándose a sí mismos
y entendieron al dolor y sanaron
acabando con el sufrimiento.
Mis demonios ya no demonizan
trabajan para cultivar
las más bellas flores de nuestro infierno.
Una sonrisa, y dos, y tres,
tantas como cada golpe
la puerta recibió
fue como la salida del sol
en los días de crudo invierno
una tierna caricia
en el ardiente infierno.
Y hubo luz y también sombras,
y hubo rincones cubiertos de gloria
con todas sus pelusas.
Se oyó una voz que dio luz a la esperanza,
ahí estaba yo, ante la interminable puerta,
temblando de amor e impaciencia.
De cuando en vez con el revés de la mano
espanto las moscas que dan vueltas
y frunciendo la nariz con fuerza
me deshago de pensamientos que no suman
y que obligan, a volver a un punto de partida
del que nada bueno puede salir.
No miro la hora, los relojes fueron hechos
para estresar a las personas que creyeron
que hay un tiempo y un momento para todo.
Yo te espero,
desde siempre y para siempre
ni imagino cuál será tu horario de llegada
ni qué día será tan bendito, en el que te encuentres
con mi puerta abierta de par en par
y una sonrisa que solo puede ser tuya.
Los poemas usan la palabra
pero a los colibríes les resbala,
es claro, ellos no hablan.
Los poemas usan la metáfora
pero los colibríes no entienden
cuando entre ellos se comunican
lo hacen de frente y sin vueltas.
Los poemas usan la hipérbole
pero los colibríes se ríen
más que nadie ellos
saben de exageraciones.
Los poemas usan la comparación
pero no les ofende ninguna razón
los colibríes saben enteramente
quienes son y cómo son.
Los poemas usan la música,
la magia, el don de la imagen,
del sonido y del bosque
los colibríes son además de eso,
ellos mismos.
Las aves se echan sobre los poemas
y miserables los destrozan sin vergüenza,
liban con su pequeño pico el néctar
que cada estrofa guardaba en sus versos
al esquilmarlos se van dejando
el exiguo cadáver de un novel poeta
que quiso desafiar a la naturaleza
sin cuidado y con soberbia.
Los ojos redondos miraban desde abajo
y todo su cuerpo demostraba
una sumisión generacional
que se arraiga con la costumbre.
Cuando vio que el niño venía
se echó panza arriba
como si de pronto hubiera muerto,
movía la cola tranquilo
y en su boca asomaba una sonrisa.
Esperó a que la manito
se le acercara para mimarlo
y cuando cerca la tuvo
él, muy asustado, echó la mordida.
Sin querer le abrió la piel,
pequeña herida
entre llantos y elegías
de a gotas la sangre salía .
Apareció entre el montón
esa gente que nunca falta
llevaba inquieta un arma
y de inquieta que estaba
del cuerpo separó al alma,
no con una, sino con todas sus balas.
Atendieron al niño ahí nomás
un par de mimos y una curita
pero al can lo dejaron sangrado en la calle,
tal vez queriendo enseñar a otros perros
eso que nunca se debe hacer:
confiar en los humanos.
Todos dijeron no ver nada
ni escuchar,
era imposible tal verdad,
un crimen tan brutal
debería haber tenido, al menos,
un último alarido
desgarrador y profundo
que estremeciera al mundo
si más no fuera
por un segundo.
Pero nadie escuchó nada
ni los golpes, ni los cortes, ni los gritos,
ni los huesos al quebrarse
ni la carne al desgarrarse,
nadie escuchó el furioso río de sangre
corriendo sin prejuicios desde las tripas
hasta el pasillo.
Nadie oyó las súplicas,
los ruegos, las amenazas,
todos dijeron estar en la holganza
o lavar los platos, lavando la ropa,
estando aquí pero en otra
y fue que tal vez por eso
no vieron que nadie entrara o saliese
jugando a los empujones con la muerte
a través de ninguna puerta
a través de alguna ventana.
El cuervo, tal vez único testigo,
se posó en el hombro del marido
que llegaba con guantes de cuero
enfundando sus manos.
Era invierno.
Al ver a su esposa en el suelo
descuartizada y sangrando
cayó de rodillas al piso
exigiendo a Dios ¿Quién lo hizo?
Dicen donde vivo
que los cuervos repudian a los malos actores
será que fue ese el motivo
por el que con un picotazo
lastimó el cuello del arrodillado,
y sin más se fue volando rápido
como un mal presagio,
como huyen los testigos,
como mueren los soplones.
Por las noches tomaba los hilos,
los entretejía y hacía muñecos
le ponía botones por ojos
lanitas por cabello
y uñas cortadas como dedos.
Cada muñeco llevaba un nombre
y una plegaria de protección
dentro de la mansión donde vivía la niña
había espíritus demoníacos
que diezmaban el espíritu de quienes
se distraían en la poesía de la vida
y no estuvieran protegidos
por esa oración y el fetiche de salvación.
Hoy la niña es una anciana
y se la puede ver haciendo muñecos
con lanas, botones e hilachas
mientras desanda caminos en la montaña
se la oye orar en voz alta,
de rodillas, al pie de la cama,
rogando, pidiendo, exigiendo
que Dios, proteja tu espalda
mientras leés este poema.
Puedo, acobijarme con cada deseo
que brilla en el cielo que yo tanto beso
y siento, hoy, ayer y mañana
que lo que creo y sueño
lo transformo sin duelos
en un yo
libre de dueños, abismos y mareas.
Te espero,
sé que encontrarás el camino
que el destino dibujó con tiza
una mañana cualquiera
mientras un río lavaba tus pies
y las mariposas, tu sonrisa.
Se acabó el café,
ya no me acaricia su aroma
ya no me envuelve su cálido abrazo
y el gusto a sueño vuelve a ser dueño
de mi boca aún dormida.
Se acabó el café
como se acaba el tiempo, la paciencia,
la paz y la violencia
como se acaba la vida, el tal vez,
las ansias de seguir
en un camino sin sentido.
Como cuando se apaga la luz
aún estando en medio del fucking día.
¡Maldita seas café
has matado la esperanza
en otro de tus esclavos!
Hoy florezco, no como un vasallo con corona,
hoy reino, no como un rey avasallante
hoy soy quien soy desde mi cuerpo ambulante
coronado de gloria y flores otoñales
que en su azar y a cada paso, me regalan
una tímida pero grandiosa sonrisa.
Hoy soy el sol entre las nubes
me asomo, para recordar que el día
existe siempre, aún cuando la tormenta
haya arrasado con todo.
Buen día, acá estoy,
como una flor en el otoño
como el sol entre las nubes
como un hombre que halló el camino
en una madeja enmarañada
de futuro, pasado y presente.
Alicia murió
en soledad
por ignorancia
por miedo.
Algunos le quieren echar la culpa a un parásito
que proviene de las gallinas y que vivía en las plumas
de aquella almohada que acogía su cabeza
y le chupaba la sangre, todos los días, un poco.
Hoy Alicia está muerta,
en el mundo real y en el de las maravillas.
Tal vez murió por abandono,
tal vez por negligencia,
tal vez porque nadie quiso molestarla
ni siquiera por un segundo
y sacar el almohadón
que acunó a su verdugo
aunque más no fuera para mullirlo.
Ya lo he visto todo,
he muerto al dormir y revivido sin querer en un sueño
que de ser realidad, sería pesadilla,
quedan individuos dando tumbos en el incierto,
y un manto de cenizas que ha pintado con pasmosa armonía
las miradas de esos entes que trashuman
en un paisaje fortuito que se funde en el horizonte.
Coincidió el momento y el espacio
pero no la razón ni el motivo
por lo que cruzar nuestras miradas
fue un hecho fortuito
que ni a vos ni a mí
nos movió un pelo.
Coincidimos en la razón y el motivo
pero en un tiempo espacio diferentes
por lo que era imposible
que nuestras miradas se cruzaran
y se nos moviera
alguna parte de la cabellera.
Sí coincidiste conmigo
el día en que los dos quisimos
el mismo taxi pero a distintos destinos
y ahí sí que se cruzaron nuestras miradas
también nuestras palabras
y se nos erizaron todos los pelos
incluyendo los de la nuca.
Y sabés qué
no todo lo escrito tiene un por qué o un final feliz
a veces las historias se cruzan por cruzarse
y nada pasa realmente, ni tampoco nada de eso nace.
A veces la vida es así
no da respuestas, ni porqués
y simplemente,
sucede.
Y sos vos,
la que lucha sin cesar
la que aguanta los palos
los secuestros, los asesinatos,
a los violentos y los golpes,
a los violadores y a los encubridores
que con omisiones y amenazas
intentan amedrentar
tu espíritu combativo
y todo el qué de tu lucha.
Sos vos la que construye el camino hacia la luz,
sos vos la que construye el camino a la igualdad,
sos vos la que erige el porqué sobre la tierra,
sos vos la que aún sufre la injusticia de los hombres.
Tu pelea es también la mía
pues la atrocidad debe ser combatida
en todas sus formas, sexos y colores,
sin contemplación, sin excepciones.
Camino con vos haciendo caminos
intentando un destino en el que todos
seamos respetados en nuestras diferencias
y que a nadie se subyugue
ni oprima, ni exprima, ni reprima,
ni se la encierre, se la viole o asesine
por decir no,
por decir basta.
Su madre no los reta,
es imposible atraparlos sin que mueran,
entonces los deja ser, que brillen, que sean ellos,
que el silencio no los coja por sorpresa,
que se explayen lo más que puedan
aún si rompen todos los esquemas y juguetes
de los otros niños, de los que fuertes pero frágiles
sin su suerte viven en lo oscuro
atravesados por el desconcierto y las sombras.
Pobres, si jugaran juntos, habría más arcoiris.
Supe que allá también hubo abismos
mareas insondables
miradas que se fueron y perdieron
en un tal vez y para siempre
hubo huellas sin pies
caricias que enfriaron
y lágrimas que en vano
recorrieron un camino
que no acabó en un arco iris.
Hoy no tengo nada que decirte
se me acabaron las palabras
en un kiosco que vendía esperanzas
a un par de perejiles que andábamos cortos
de anhelos y tal veces,
pero es bueno verte
aunque en tu mirada este ese dejo
de haber perdido ese brillo
que alguna vez te dio la vida.
No voy a respetarte más,
ni a idealizar tu falsa paz,
no me guiaras como una estrella
ni arderán mis ansias de poeta
en esas huellas de frío y tristeza
que mostrás cual noble proeza
a quien se cruza en tu paso al andar.
Hoy declaro tu suerte yerta
la sangre de mis heridas abiertas
no alimentaran el pozo en el que has enterrado
a tu sombra, tu adiós, tu pasado
me quedo al filo de la boca redonda de tu tumba
que acorde la gana el olvido se herrumbra
como estoico guardián de una orden divina.
He echado a más de uno
y recurrentes vuelven,
se asoman por el filo de la ventana,
a veces, por debajo de la puerta miran
y los ignoro, a veces, hasta sin darme cuenta
que realmente por allí andan.
He anidado en la parte más brutal de mi cementerio
y he visto mi rostro y mis heridas
hay cosas que jamás cicatrizan
en quienes, de alguna forma, sin saberlo
hemos muerto.
Creí que me tocaba
esperaba el sonar del timbre
los tres golpes a la puerta,
pero no había nada en ningún lado,
no había nada en los rincones
más que sombras y pelusas.
Las sillas vacías no esperaban a nadie
las baldosas carecían de huellas
la ausencia era tan grande
que creí estar muerto en ese aquí y ahora.
A veces la soledad es un juego de dados oscuros
y ni la muerte por error, se anima a la puerta de tu casa.
El silencio es tan profundo y la oscuridad tan absoluta
que hasta el vapor agitado de la nariz parece una nebulosa.
Y temo por mi vida, y callo.
Cuando el viento sople, trompeteará su marcha
una despedida agigantada y sin diretes.
Lloraré sonriendo recordando tu nombre.