jueves, enero 25, 2024

Observaciones silenciosas - XLXVIII

En el silencio y la soledad

se despliegan las alas de la verdad,

sin crítica, ni juicio,

esto que percibimos

es apenas una ínfima parte de quienes somos.


No somos aquello que en la intimidad deseamos,

no somos aquello que por la sociedad transformamos,

no somos aquello que los que miran, opinan;

somos quienes somos 

y aceptarnos así, 

es el primer paso que se da

una vez que dejamos detrás

el haber hecho todo lo posible 

para limpiar la muda de piel
y la sangre derramada, 

por intentar satisfacer a nuestro ego

tratando de agradarle al otro.


El otro y el ego
no son enemigos de los que alejarnos debemos; 

en cambio, 

son peldaños ineludibles en el camino hacia nosotros mismos.

Ambos, 

son sombras que debemos abrazar 

y hacerlas parte de la maravilla de ser quienes somos

y para la que hemos nacido.

Cuando comprendemos
que lo maravilloso de la vida es ser quienes somos,
asimilamos nuestra oscuridad
nos apartamos del miedo, 

potenciamos nuestros dones
y evolucionamos,

abrazando los imponderables 

y obramos 

dejando la soberbia de lado.


El acto más valiente en nuestras vidas

es aceptar que somos como hojas que a la deriva.

Las fuerzas superiores del tiempo y del viento

llevan a través del lógico camino del azar

la sucesión de momentos nuestros 
hasta el inexorable fin.


Hazte a la idea que Dios, 

no es el rector de tu destino, 

sino,

es la energía que nos acompaña y aconseja, 

para alcanzar inmaculados, 

nuestra propia esencia.

lunes, enero 15, 2024

La solución de Chuang, maestro del existencialismo

Para que haya equidad hay que establecer que la libertad debe estar al servicio del contexto al que pertenecemos. Asimismo, este contexto, debe azuzar a todo individuo a elegir con justicia cómo realizar sus sueños; así, cada sueño, será un acto de amor para y con el otro; y no, una reacción egoísta en tanto a las necesidades personales. La solidaridad debe ser la base en la que se erija nuestra ley, puesto que, actuando solamente desde la lealtad -sin un trazado inteligente que marque un objetivo afín- ninguna obra culmina cómo, ni cuándo debe. Lograr equidad, es de cojonudo.

domingo, enero 14, 2024

El imprudente presente de Ariadna

En la madeja sin nombre 
donde el olvido ha encontrado
apenas la punta del ovillo
cree el hombre saber tener 
las preguntas a todas las respuestas 
y desde esta falsa inocencia 
predica un idílico desapego
por aquello que por naturaleza necesita.

¿Has visto el dorso de tus manos últimamente?

¿De qué sirve el tiempo que el reloj guarda
si tus pasos se han perdido 
en el camino que no vuelve al hogar?

Bien sabes que ha muerto el estuario
que las aguas estancas pierden su brillo
y que el amo que no respeta al criado
tampoco se respeta a sí mismo,
sin embargo,
aún menosprecias los colores del cielo en sus apogeos 
y eliges la pantalla
de a poco te sumerjes 
en la realidad que prefiere tu mente
y la frustración de ser lo que no puedes
es una máscara que te aleja 
de tus sueños más íntimos.

¿Te has encontrado en algún lugar de la madeja?
¿Qué pregunta genera en ti esta respuesta?

La liebre que entiende cuál es su madriguera
no corre tras ningún reloj
y a su propia necedad
sobrevive.

El ovillo no tiene un fin,
puede regenarse una vez desovillado.
En cambio, la hebra de lana que le da sustancia,
comienza y acaba,
hay veces,
en la misma punta.  

 

lunes, enero 08, 2024

La Casa Blanca de Monterrey

Me invade la soledad de este último desconcierto otra vez, en otra cama, bajo otro techo; vago inconsciente entre las ruinas de aquello que pudo haber sido y sin tantos enemigos, encuentro a mis propios ojos que me inquieren,

pobres

han sido pisados en tantas riñas por los bravíos gallos de este Coliseo de mártires y payasos; a estas manos que no sé cuando perdieron su color; aprieto los puños y suspiro, el calor de mis entrañas se apaga y poco quema, y no ruge, ya no crujen.

El inmanente brillo primigenio del yo quiero, está intacto; es sobrevivir sin que importe la causa de esa busquedad pecante del deseo innato por gozar las vicisitudes de toda consecuencia; soy yo, ese lucero escondido en la oscuridad del paso fronterizo que tantas veces me ha dividido a mi mismo y que hoy en día, cuenta regresivo, lo que siempre le obligué callar: son llagas en el alma la fruición de un cuerpo derrotado que, aquí ves, se desevencija.

Añoro el sueño pírrico; un final distinto escrito por mi propia mano y aunque cueste, acepto -como mancebo- el cañazo que obliga a que la realidad pueda jugar sus juegos morbosos con mis ánimos, desánimos y mis tal vez; un ego defectuoso siempre sugiere que sigas sin rendirte, y la verdad, que tirar la toalla y decir basta,  es, a veces, un profundo acto de amor propio.

Me desnudo frente a la muda pared que absorta en su historia me mira acostumbrada a las tantas ausencias, como una epifanía, efímero me meto dentro de ella y de pronto soy parte de su historia, de lo que calló y también de las cicatrices que visten sus irremediables capas de yeso. Soy la miasma reciente, la mácula pristina de las penas que en silencios ocultó ahora somos cómplices de la barbarie del silencio ante lo inexorable. A los que pasen, lleguen, vean y antes del cajón con horror en la pared me reconozcan pensarán que la pareidolia, de nuevo juega con su emoción y con sus mentes mientras tanto y superviviente, roeré las paredes de esta casa desde sus cimientos me iré estirando hacia el techo, apuntando mis esqueléticos dedos hacia el sol y mis vulgares apetitos me arrastrarán hacia el infierno. Me expanderé como las raíces que levantan el pavimento y ya nadie podrá reconocerme -si quiera en el recuerdo- ni en la línea entre las baldosas del piso del comedor ni en el hueco existente entre el zócalo y la pared de la sala ni en esa parte del techo que ociosa miraba como mi alma de a poco se sublimaba, solitaria y sin palabras que oír ni decir, hasta el momento de partir.

Yo seré esta casa, la ventana el jardín la cocina, el baño el pino y la hamaca paraguaya seré el fantasma que mueve el carillón en los días calmos y quien esconda lo que hasta hace un rato tuviste en la mano; perduraré, aun cuando todo el alboroto haya pasado y nuevos habitantes ignoren, que alguna vez, yo también fui como ellos.