En el silencio me sorprendió la impaciencia
esa ansiedad innata por no saber lo que pasa
y quise saber tu nombre, el sabor de tus labios,
el calor de tus manos, el dolor de tanto adiós,
y cayeron sobre mí todos los pasados, los no,
las oscuras golondrinas, el mediterráneo,
el calendario se desvitió presuroso y antes que nada
el fin de año se había llevado cada sonido,
cada risa, cada lágrima, cada gota de rocío.
Miro hacia atrás, hacia la estela que se desvanece solitaria,
ya no soy yo el que lloraba, el que moría, el que padecía,
ya no soy yo quien brillaba, quién reía, quién podía
hoy no soy nada, no soy nadie, no me deconstruye el mañana
ni me estructura el ayer. Hoy entiendo que somos como el gato de Schödinger,
varias posibilidades simultáneas esperando su turno para volverse realidad.
En el espejo el año nuevo no ha dejado su huella,
pero apresurado y antes de tiempo, tengo ya en los hombros
medio siglo en el hacer, con preguntas sin respuestas.