Cuándo entendí lo abrumador de la verdad
vislumbré el sentido de la mentira,
al fin y al cabo... ¿Quién se levantaría todos los días
para vivir sin un porqué ni un mañana;
quién construiría sabiendo que el después es obsoleto
y que el ayer a necesidad se cambia?
¿Son el equilibrio y la justicia falsos conceptos
paridos en la necesidad inacabada e imposible?
¿En qué ocuparían su tiempo
el bisturí, la macana, la biblia y los vibradoras;
para qué los platos, los playos y los voladores?
¿Cuál sería el porqué del ganado, de lo sembrado, de lo perdido; de qué la jugaría el escepticismo?
¿A qué sabría la esencia?
¿Qué argumento elegiría la idea para explicar sus grietas
y la ciencia sus contraindicaciones?
¿Cuánta pasión cabría en el quién si comprendiera realmente las mentiras
de la libertad, de acción, dicción, decisión y escisión;
de la abolición de la esclavitud, la del salario mínimo,
la del libre pensamiento que se atornilla en las escuelas
en las redes, en los televisores, en los papeles y los celulares?
Cómo repartiríamos la felicidad que tiene una cara
y mil miradas que la juzgan y la cambian según el gusto y parecer?
¿Cómo amaríamos si entendiéramos que el amor es una ilusión
y no tan noble como semeja, al fin y al cabo también,
¿Qué es aquello que llamamos nobleza?
¿Qué pasaría con la creencia de cuándo es existencia,
comprendiéramos que lo que existe no existe
y a lo que es por sí mismo le negamos el ser?
Así sucede con todo, la luz y el calor, siendo que son existentes
en un espacio tiempo determinados gracias a átomos que los generan.
en cambio la oscuridad, la nada y el frío existen por sí mismos
sin necesidad de algo que las produzca y sin embargo
negamos su individualidad y existencia.
Reza la sentencia que existen los tres primeros,
y que los segundos son la ausencia de ellos.
Decimos que es lo que no es, y que lo que no es, es.
La confusión es el mejor ladrillo
para erigir el imperio del libre albedrío,
necios juzgamos, olvidando lo soberbios que somos
en nuestra finita ignorancia.