el cómo se siente que te vas deshojando de a poco e inexorablemente
de esta emoción profunda que nos causan aquellos que quedaron
en un recodo del camino, en una esquina sin nombre, en un momento sin motivos.
Me pregunto si el tiempo sabe lo que es la ansiedad de ese último beso que nos espera
de ese primer abrazo, de ese paso hacia un abismo distraído e ignorante de sí mismo
de este adiós irremediable que huele a brindis y a velorio.
Me pregunto si el tiempo entiende que su existencia
solo depende de la creencia de aquellos que lo trashumamos
con cronómetros, onomásticos, calendarios y salas de espera.
Me detengo silencioso un paso antes del horizonte y veo
que más allá de mis dichos, de mis pensamientos, de mis creencias
al cielo le importa un bledo si atardece o amanece.