Me viera caminando con cálida sonrisa...
mis pasos parecían no dejar huella
y mis pelos al viento desparramaban alegría
salían de la tierra caracoles y lombrices
que alzaban blancas banderas, y las palomas, muy señoras,
respetaban el llamado a tregua porque por vez primera
se sentían libres al volar.
El sol parecía sonriente y no dando latigazos sobre los lomos laborientos
el viento era una caricia justa en el momento
en el que el calor ya era dueño de tu destino.
Parece que su abrazo me acompañó todo el día
hasta en el velorio de la tía
en el que mis primos desarmados en llanto
me veían sonriendo mirando a la pobre vieja.
Hay momentos en que la felicidad no es contagiosa,
pero su abrazo, en esta semana, fue el mejor regalo.
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