Torva la mirada
el pico cerrado
los puños apretados
y el cuchillo en el cinto
sus cejas se juntaban
sobre su nariz afilada
y sus ojos desafiantes
ni siquiera parpadeaban
Ni miedo ni adrenalina sentía
una paz de muerte lo recorría
ni siquiera una gota de sudor caía
por las angulosas facciones de su rostro sin cara
esquivaba con saltos
los aguerridos zarpazos
rodaba en el suelo
con la agilidad de un gato
en el aire sonaban silbidos
de los filos amenazantes
que al aire cortaban
y por sangre clamaban
entró ella al lugar
donde los dos se trenzaban
y vio tras su niño
erguirse a la parca
por temor un suspiro
escapó de su boca
henchido en sentidos
la escuchó su hijo
fue el momento preciso
en que el filo del otro cuchillo
le tajeó hasta lo hondo el costado del cuello
y un chorro de sangre se esparció por el piso
cayó de rodillas mirándola a ella
culposa y llorando llegó hasta su niño
lo contuvo en sus brazos
hasta la última gota
le encomendó su alma a dios
entre lágrimas culposas
viendo la imagen borrosa alejarse
del asesino de su hijo
tomó el cuchillo del piso
e iriosa y destartalada se hecho a la figura
con la vista nublada
por tantas penas, tantas lágrimas
el cuchillo del hombre
dio un último silbido
clavándose en medio
del acongojado pecho
Salió caminando fumando y tranquilo
sin mirar los cadáveres tirados y fríos
se perdió en la noche con seguro paso
la mirada torva y el cuchillo ensangrentado.
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