viernes, abril 06, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 24ta entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela


XLV
Avanzaba por entre los viñedos hacia el silo con las piernas que le pesaban, y también más aún los brazos, no era para menos... venía marchando hace dos días "hacampotraviesa" (cómo decía aquel guía que hablaba mal pero gracioso), y en esos dos días no había pegado un ojo. Dejaba que sus hombres descansen y él mismo hacía las guardias. En esas guardias, había aprovechado para contestar las cartas, sabiendo que ambas iban a llegar ya que estaban en buenas manos. También, en una de esas guardias, había visto una situación extraña por demás que le había dado un idea. Recordaba mientras entre los viñedos avanzaba con cautela hacia el silo.
Dos restriotes machos de montaña, estaban disputando el amor de una restriote que los miraba luchar, Fernando se había sentado a unos metros más allá buscando la posición de estar contra el viento, cosa que éste no les lleve su aroma y éstos entonces o se pongan fulos o se escapen. Los restriotes peleaban sanguinariamente por el amor de aquella restriote, que coqueta esperaba el desenlace de la lucha para quedarse con el ganador, y así, aparearse con el más fuerte para conservar la especie.
De pronto y entre las sombras una felina figura apareció saltando sobre la restriote, ésta comenzó a huir desesperada por salvar su vida, ambos restriotes machos vieron a la hembra salir corriendo desesperada delante de una sombra que amenazante la seguía, dejando la lucha de lado, ambos se hicieron a la carrera y entre los dos y vaya uno a saber cómo, entre patadas, y otras cosas, dieron alcance y muerte a la sombra que lasciva se había lanzado contra la hembra, que al percibir tal escena, tal vez por instinto, se detuvo y miró cómo ambos machos deshacían al felino y al fin le daban muerte. Ambos machos quedaron exhaustos por semejante lucha y la hembra se les acercó coqueta y deseosa, ambos machos extenuados parecieron intercambiar opiniones en una cómplice mirada y se retiraron caminando tranquilos y despacio bosque adentro, montaña abajo. Mientras que la hembra, ya encontraba otro par de machos, (con las bolsas llenas de ganas de cortejarla) unos cuarenta metros más allá, y en tanto éstos cortejaban, ella se rascaba sola y cotidiana contra algún tronco de cualquier árbol.
Llegó cerca y se detuvo en seco bajo un viñedo y sacó una uva, la cual degustó con harto placer, de donde estaba podía ver claramente el silo protegido y custodiado por varios hombres armados, por si las moscas puso atento el percutor de su arma y sigilosamente se fue acercando. Desabrochó la vaina del cuchillo, dejándolo así libre cosa que sacarlo en caso que fuera necesario, sea más rápido y fácil. Notó que el silo estaba rodeado y que en la parte superior del mismo, había algo así como una ventana que estaba abierta, suspiró pensando en qué corno estaba haciendo un hijo de la alta sociedad mezclado en estas cosas. Un hombre de guardia se le acercó a otro.
-Voy a mear.- le dijo. Como en una barata novela, Fernando tuvo la rara suerte que el hombre que iba a hacer sus necesidades, elegiría ir hacia él "oportunamente", ignorando que allí estaba agazapado entre las sombras, como felino acechando. Recordó a Marisa y después a los restriotes; sonrió.
El guardia llegaba bajándose la bragueta y sacando su virilidad al aire. Fernando se sintió algo incómodo. Apenas el hombre puso cara de dejar de aguantar, Fernando salió de entre las sombras, le pegó en el rostro con el puño bien cerrado, el hombre ni siquiera se mosqueó pero lo miró con las llamas del infierno en los ojos. Fernando le sonrió con las manos en alto.
-Que me mate vaya y pase, pero entienda, me iba a mear encima.- El guardia retrocedió unos centímetros, guardó lo que tenía afuera con rápido movimiento y le apuntó con el rifle.
-Camine- le dijo secamente, aunque aún tenía ganas. Fernando caminaba con las manos alzadas un par de metros más adelante del otro que lo seguía de cerca y le apuntaba con el arma a una distancia prudencial.- Mirá lo que encontré...- gritó apenas. El otro guardia se asomó.
-Dónde?
-Allá atrás, me pegó un bife porque casi lo meo encima. Llevalo adentro que yo todavía no hice nada.- El segundo guardia, lo dejó al otro seguir con su necesidad, mientras encañonaba a Fernando y lo obligaba a ir hacia el silo. El primero en entrar fue Fernando. Un golpe en la nuca lo obligó a caer inconsciente. Poco tiempo después se despertaba a fuerza de cachetazos y agua que en el rostro le arrojaban. Fernando se despabilaba lentamente y sus ojos poco podían enfocar. Un cachetazo le dio vuelta la cara.
-Así que este es el hermanito del jefe.- Fernando levantaba la cabeza y miraba de frente a esa imagen doble que delante de él le proporcionaba otro moquete. Pensaba que el hecho de haberse entregado, podría haber fastidiado al resto. Una luz en forma rectangular iluminó un poco más el ambiente, aún Fernando no veía bien. Una sombra atravesó el rectángulo de luz y se acercó al agresor; le susurró algo en el oído. Otro sopapo le volvió a voltear la cara.
-Dónde está el resto?- Fernando seguía callado con cara de nada, otro sopapo le volvió la cara para el otro costado.
-Dónde están?- Fernando escupió sangre y tomó aire al tiempo en que una mano transformada en puño le golpeaba el estómago.
-Estoy solo.- susurró con dificultad y dolor.
-Encontraron una tumba que allí no estaba.
-Lo enterré yo, era un amigo con el cual estábamos huyendo.- Otro golpe lo hizo caer con silla y todo.
-Dónde está el resto?
-Estoy solo- dijo aguantando el dolor. Una lluvia de patadas le caían por todo el cuerpo.- Estoy solo mierda! Solo!
-Mierda! Mierda!- un tercero entró y se le acercó al hombre que interrogaba a Fernando a las patadas. Le susurró algo.
-Sí así lo quiere que así sea. Rastrillen la zona.- El ruido de un rotor de helicóptero se hizo escuchar ahí dentro. Entre dos cargaron a Fernando y arrastrándolo lo sacaron del silo donde unos cincuenta metros más allá un helicóptero aterrizaba. Unos disparos se hicieron escuchar proviniendo de todos lados, a pesar de estar atardeciendo). Elbéstides ya había dado la orden de ataque. De diez distintos lugares rodeaban y amenazaban con disparos que zumbaban por todos lados.
-Vamos! Vamos!- se escuchaban los gritos que empezaban a quedar mudos con las aspas del helicóptero que aceleraban su rotación.
-Súbanlo a éste en el helicóptero, si lo perdemos no contamos el cuento- siguieron arrastrándolo hasta el helicóptero y allí, lo subieron por la puerta lateral, lo tiraron en el piso y el helicóptero levantó vuelo. Se asomó apenas y pudo ver a Elbéstides y al resto avanzar contra el silo a fuerza de disparos, piñas y patadas. El helicóptero se perdió en el cielo que atardecía. Elbéstides y su grupo ya estaban cerca del silo y algunos de los hombres que custodiaban el mismo ya se habían hecho a la fuga por detrás, atravesando los viñedos donde fueron emboscados por otro de los grupos que entraba dirigido por Pinto. Se encontraron todos en el silo con sus vidas en sus manos, la única baja que habían sufrido era la de Fernando que se lo llevaban hacia vaya uno saber dónde. La paz y el silencio volvieron a los viñedos al pie de la montaña. Elbéstides acariciaba el bolsillo donde receloso guardaba los sobres que Fernando le había confiado. Miraba el cielo donde el helicóptero había dejado su estela en fuga. Pinto llegó corriendo encabezando aquel grupo y quedó frente a Elbéstides que imponente e impotente había caído de rodillas ante la luna que salía y con las palmas abiertas y los brazos caídos gritaba entre lágrimas. Se le acercó y lo ayudó a ponerse de pie, Elbéstides parecía temblar, todo su cuerpo parecía una gelatina entre los brazos de Pinto que lo sostenían con fuerza. Elbéstides sacó de su bolsillo la piedrita que parecía refulgir más que nunca.
-Eso es una esmeralda?- preguntó sorprendido Pinto mirando aquella extraña piedrita que a la luz de la luna blanca verde brillaba.
-No... esta es mi chiquita...- le contestó. Pinto lo miró creyendo comprenderlo. Unos gritos llegaron desde el silo.
-Vamos a ver por qué tanto alboroto?- Elbéstides secó su llanto con la manga de su camisa, pero el dolor que sentía dentro del pecho era un dolor que no sentía desde que su Esperanza... gritos de jocosa algarabía seguían viniendo desde los cincuenta hombres que estaban adentro del silo. La curiosidad lo hizo entrar y Pinto lo siguió en silencio. Dentro del mismo, había un par de camiones estacionados y en las paredes, cantidades industriales de comida y bebidas. Había sido como encontrar el paraíso y por lástima... Fernando no estaba allí para festejar y disfrutar con todos esa pequeña batalla ganada. Elbéstides se acercó a la puerta del silo y miró hacia el cielo y en la luna blanca creyó ver la sonrisa de su amada y en el canto de los grillos creyó escuchar su linda y suave risa.
-No te preocupes, ese cojonudo tiene más vidas que un gato.- una mano se posó sobre un hombro de la bestia que sonreía.

XLVI

La última imagen que había quedado grabada en sus retinas era la de Elbéstides y todos entrando guarramente, después de eso, un golpe en la nuca y todo negro. Se habría despertado atado a algo en medio de una oscuridad profunda, sentía el cuerpo dolorido, tal vez lo habrían golpeado más... se sonrió a sí mismo pensando y sabiendo que el ataque había sido todo un éxito. Le empezó a picar la nariz. Escuchó un ruido a puerta que se abría. La nariz le picaba más y más. Escuchaba unos pasos que se le acercaban, bajó la cabeza y la meneó tristemente aguantando la picazón. Una mano pesada se le posó sobre un hombro.
-Me parecía justo darte la noticia yo mismo.
-No hace falta- contestó.- se los cargaron a todos...
-Sí, fue una verdadera lástima, perdí varios hombres...- suspiró penoso.- Fernando...- se le escapó suavemente compresivo- por qué estás haciendo ésto?
-Haciendo qué?
-Esto de ir por todos lados peleando a mano armada contra otros.
-Es lo mismo que vos y tus hombres hacen...
-Sí, Fer... pero todos nosotros tenemos un motivo, por ejemplo ellos lo hacen porque yo se los digo...
-Y vos?
-Tengo mis motivos... pero vos. Vos por qué lo hacés?- Fernando quedó callado con la frente en alto y las facciones serias.- Estás pensando? Ni un gesto obtuvo por respuesta. -De hermano a hermano.- le paso el brazo por sobre los hombros y se le acercó confidente.- Dónde están Lupi y el resto?
-En el cine comiendo rosetas.
-Dale, no seas malo... la extraño, me encantaría verla.- Gustavo enseriaba su tono de voz en una forma amenazante.
-Después de tanto tiempo sin vernos, nos vamos a poner a hablar de ésto, por favor Gustavo... contame cómo van tus cosas...
-No te pases.
-No me conocés tanto como pensás, sabé que no voy a decir nada, ahorrate nervios y agresiones, disfrutá los últimos momentos con tu hermano menor.
-Todo tiende a quebrarse.
-A no ser que sea flexible...
-Veamos que tan flexible sos, entonces- le tomó el dedo pulgar y se lo empezó a echar hacia atrás. Fernando a regañadientes soportaba el dolor que le subía por la médula y le reventaba dentro de la cabeza.- Puta que sos flexible, sos más flexible que otros.- Fernando transpiraba de dolor.
-Puedo serlo más...- dijo doloso.
-A ver- un crack se escuchó.- No mucho más.- apretó los dientes con fuerza.
-Me vas a ver sufrir pero no me vas a escuchar gritar de dolor... no te voy a dar ese gusto.- Gustavo le volteó la cara de un cachetazo.
-Enfermo!- Fernando levantó la cabeza y le sonrió.- Dónde están?
-Comiendo rosetas.- Gustavo lo tomó de los testículos y se los empezó a apretar. Un mareo doloroso se ceñía dentro de la cabeza de Fernando, sentía que los sentidos se iban de a poco, sentía la presión que lo presionaba a algo; pero inútil era cualquier intento por escapar, amarrado así como él estaba, apenas se podía mover, escuchaba a los lejos la voz de Gustavo que repetía ..."dónde están, dónde están"... ocultándose detrás del dolor que en sus testículos nacía y crecía llegándole hasta las sienes. La presión comenzó a ser más leve. Fernando estaba con la cabeza caída cuasi desmayado por el dolor. Gustavo lo reanimó a sopapo limpio. Fernando levantó la cabeza y sonrió.
-Cinco minutos más.- rogó. Gustavó le pegó con el puño en la boca del estómago sacándole todo el aire.- Por qué son tan poco originales para golpear cuando interrogan?- preguntó lento y pausado, recuperando el aliento mientras hablaba.
-Dónde están?- sintió un algo puntiagudo que le pinchaba el dorso de su mano. Abrió la boca y la movía como pez en pecera.-Dónde?
-Comiendo rosetas...- al fin dijo y echó a reír descortés. Ese algo punzante le atravesó la mano de lado a lado.
La presión duró horas, golpeó a Fernando como nunca antes había golpeado a alguien. Dos hombres que estaban de guardia tuvieron que detenerlo antes que lo mate. Gustavo estaba furioso y fuera de sus cabales, Fernando en cambio, estaba físicamente irreconocible, los ojos negros sangrando desde sus párpados hacia adentro y afuera, con la nariz del tamaño de la del mandril, con las muñecas abiertas debido al esfuerzo que hacía por desatarse, hasta de los orejas le caía sangre; por tantos golpes, tenía los pómulos partidos y la mandíbula hinchada de tal forma que apenas se le entendía lo que repetía como disco rayado.
-Comiendo rosetas...
-Llévenselo y métanlo en la caldera.- dijo Gustavo furioso en serio. Los dos hombres sintieron lástima por Fernando mientras lo cargaban por debajo de sus axilas, desmayado sin poderse resistir, lo iban llevando.
-No dijo nada.
-Ni creo que lo haga.
-Qué cojones tío!- lo echaron adentro de la caldera, tirándolo, un quejido escapó de la boca de Fernando que dolorosamente recuperaba el sentido.
-Oiga amigo, no sea tonto, díganos donde están sus amigos.- de la boca de Fernando unos incomprensibles sonidos salieron.
-Qué?- dijo uno acercando su rostro hacia el de Fernando que en el suelo de la caldera se desangraba. Lo escupió, claro que la mayoría de su sangriento escupitajo le cayó encima a él mismo y apenas unas gotas le cayeron encima del rostro a aquel hombre que se compadecía de una forma extraña, lo compadecía mientras le pateaba cada una de las costillas.
-Idiota! Te das cuenta?- le dijo al otro- uno trata de ayudar y ésto es lo que recibe- lo volvió a patear una y otra vez.- Imbécil!
-Dejalo que lo vas a terminar matando.- uno tranquilizó al otro.
-Vamos, hay mejores cosas que hacer.- cerró la puerta de la caldera y mientras se iban, uno de los dos miraba hacia la caldera con admiración secreta y ganado respeto.
-Sabés que empiezo a creer que Gustavo está medio mishigene...
-A quién le importa?
-Es el hermano por Dios y la Virgen...
-Y?
-Que si le hace eso al hermano es capaz de...
-Sí, qué te pensás que lo hace ser así como es?... es malo, él es malo en serio, hasta Stephen King le tendría miedo... no es que le guste hacer maldades, las maldades para él son como para vos respirar... el tipo no tiene alma, nació así.- explicó lo obvio.
-Pero es demasiado hijo de puta...- lamentó con oprobio.
-A ver si entendés... el tipo, es así.- El hombre estaba aterrado, comprendía que para ser malo en serio, había que también serlo en serie, comprendía que si Gustavo tenía un nimio de piedad con alguien, lo podría tener con cualquiera y él no era así. Los hombres entraron donde Gustavo.
El los esperaba bebiendo un whisky mirando por la ventana. Serio. Mudo. Había perdido la mirada en algún lugar de sus adentros. Uno carraspeó avisando que allí estaban, Gustavo los enfrentó con la mirada fría, negra, buscando...
-Quiero que lo mantengan allí adentro con una temperatura de treinta grados y que cada cinco minutos humedezcan el suelo...- Los hombres se quedaron parados frente a él- Qué?- bramó molesto y enojado.- los hombres se miraron confusos, uno titubeaba más que el otro.- Lo tengo que hacer todo yo acaso!?- uno abrió la boca, dejó escapar su aliento y volvió a cerrarla, Gustavo le saltó encima y tomándolo por el cuello lo obligó a doblegarse y caer al suelo, Gustavo montado encima del pecho de él, con las dos manos lo tomaba del cogote y se lo sacudía arrítmicamente golpeándole la cabeza contra el suelo. El hombre trataba de zafarse pero las manos de Gustavo eran dos pinzas que no cesaban en la presión.- Si no dice dónde están no me es útil que esté vivo, y si no hacés que te lo diga, tampoco me sos útil, elegí!- le ordenó largándolo violentamente contra el piso. Gustavo se puso de pie y enfrentó al otro que había quedado parado allí, tieso de pánico tratando de ni mirar lo que pasaba, pero los gemidos de asfixia de su compañero lo obligaban a ver de vez en cuando, y retiraba la vista miedoso y la escondía tras alguna súplica, tras alguna oración.
-Y vos- Gustavo le clavó el índice en el pecho.- llevate a esta mierda de acá.- le tiró el aliento y todo lo que eso implica en la cara. El hombre ayudó al otro a levantarse que costosamente iba recobrando el sentido, el aliento. Temblaba, temblaba como un niño preso de miedo. Temblaba sabiendo el haber sentido el frío próximo de la muerte. Abrió la puerta y lo sacó caminando despacio.
Pasaron un par de horas antes de que supiesen algo de él, fue hacia el cuarto donde estaba la caldera. Caminaba fuerte, caminaba seguro.
-Te digo que está loco, casi me mata... no lo puedo creer, hace cinco años que trabajo para él... nunca me había tratado así...- decía el hombre tomándose el cuello.- Me quedó marca?
-Preferís además la cicatriz de una bala?- preguntó secamente. Lo miró y comenzó a tratar de despertar a Fernando. Gustavo apenas entró señaló con el índice hacia la caldera.
-Y, qué consiguieron?
-Ya no se le entiende nada de lo que dice, tiene la mandíbula tan hinchada que en vez de parafrasear balbucea.- explicó el que estaba más alejado.
-Además está desmayándose cada dos por tres- el hombre que lo trataba de reanimar le levantó la cabeza a Fernando tomándolo de los pelos, los soltó y la cabeza de Fernando cayó golpeándose contra el suelo de la caldera.
-Está bien, intérnenlo un par de días, aplíquenle desinflamatorios inyectables que actúan más rápido, que descanse... pero mientras descansa que no olvide el dolor...- Gustavo desapareció tras la puerta y volvió a su ventana a disfrutar de estratagemas y paisajes. Algo no le quedaba claro... por qué Fernando se había entregado tan dócilmente para después no doblegarse? cuál era el juego que Fernando jugaba y por qué? Sobre todo, por qué?