Sé que me ves vencido, que me sentís débil,
frágil, laxo y sin esperanzas.
Entiendo que me sentís apagado,
sin el fuego de la pasión
recorriendo con euforia mis entrañas,
que creés que mi silencio es sumisión,
y que mi mirada azul que profunda te mira
con cierto dejo de tristeza,
es crucial para aumentar tus fuerzas
y creerte capaz y posible de hacer con mi alma
lo que te cause la real gana.
Pero no estoy vencido, ni tampoco estoy débil,
tus golpes solo me hacen más fuerte,
tu orgullo me enseña humildad y paciencia,
mis caídas me enseñan a poner mis pies sobre la tierra,
mi pasión no muere, mi pasión se rearma, se reacomoda,
se transforma en silencio, en el silencio contemplativo
de mis ojos que te miran con tristeza,
al verte erguirte orgullosa y con violencia
con la supuesta fuerza que te da el creer
que podés hacer con mi alma lo que quieras.
No es debilidad mostrarme desnudo y sincero ante vos,
en cambio sabés, que es todo lo contrario,
llevás siglos en esto, te conozco, golpeas en todos lados
hasta encontrar por insistencia un punto flaco,
pero no conmigo, no en este camino que transito,
que juzgo mis acciones con mis aciertos y errores,
que preveo las consecuencias por las causas,
entendiendo que toda consecuencia se justifica en su causa
pero las causas nunca tienen justificación alguna.
No estoy rendido, ni me doy por vencido,
no estoy en tus manos, ni en las del destino,
escribo la historia por paso pisado,
construyendo de a pasos mi propio camino.