A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-
Caos Organizado -- Novela
LI
Se puso de pie malhumorado y aún dolorido por semejante paliza que había recibido, todo parecía estar en calma. Se frotó los ojos confundido, Marisa ya no estaba y Fernando tampoco, todo había sido tan rápido. Se puso de pie caminando tambaleante sujetándose de las paredes que se movían para todos lados, hasta el piso se le movía. Llegó hasta el borde del pasillo y en el piso encontró charcos de sangre fresca y tres de sus hombres en el suelo desangrándose, muertos un poco más allá. Le quitó a uno el arma y siguió el camino de sangre que iba por donde los pasillos obligaban, empezó a acelerar su paso al notar que el camino desembocaba en el garaje. Comenzó a escuchar disparos, y entonces comenzó a correr, lo vio a Fernando meter dentro del auto a un hombre. Disparó sobre su hermano, sobre el auto, los cristales laterales traseros del mismo estallaban. El auto buscó la salida y atravesó la puerta del garaje, lo corrió disparándole y al apenas el sol acariciarle el rostro se dio cuenta que disparar era en vano, su hermano se había fugado.
Entró en el aguantadero buscando a sus hombres. Lo atravesó de punta a punta llegando al comedor donde casi todos almorzaban en gran fiesta. Gustavo, pistola en mano, entró disparando matando gente hasta que se le acabasen las balas. El percutor siguió golpeando haciendo click, click, click.
-Se fue, se escapó... y ustedes acá de gran joda.- los hombres empezaban a salir de abajo de las mesas, de atrás de las sillas, se ponían de pie y lo miraban asustados.- Mierda, mierda!- gritaba- quiero que hagan mierda todo! Salgan a destruir lo que encuentren quiero que todos salgan y hagan mierda todo.- Los hombres intercambiaban miradas sin saber qué hacer- Salgan mierda!- Todos salieron corriendo tras nada, huían. Huían como cucarachas amenazadas por algún cucarachicida, salieron de allí en camionetas acelerando sin destino.
-Mierda, este pendejo cómo me hace perder la cabeza!- bramó golpeando la tabla de la mesa. Volvió sobre sus pasos y fue hasta su ventana, hasta esa ventana que le proporcionaba horizontes, se sentó en su silla y miró a través de ella contemplativo, tranquilizándose de a poco. Tomó un handy.
-Helicóptero lo quiero acá en diez!- ordenó.
-Si señor!- se escuchó otra voz con estática. Suspiró profundo y puso la mente en blanco recostándose, aún sentía la paliza que entre Marisa y Fernando le habían dado, las marcas de las uñas de Marisa le dejarían una cicatriz de por vida. Eso le enseñaría a escuchar a las mujeres. Ella le habría prevenido pero cabeza dura él, cómo creerle! Cómo creerle que hasta ella misma era capaz de matarlo, se dio cuenta de tantas cosas, supo que la mujer es un bicho jodido el cual por más que uno le crea o no, sea como sea, siempre salía uno perdiendo.
Tendría que haberlo matado cuando lo tuvo ahí, tendría que haberlo matado. La jugada de Fernando había sido arriesgada, demasiado arriesgada, pero a fin de cuentas le había dado resultado al muy cojonudo, mesmamente había salido mejor de lo que él imaginaba. No podía soportar la idea de haber perdido esa batalla que la tenía en sus manos... no podía soportarlo. Estaba confundido, todo le resultaba confuso y no era para menos. El helicóptero llegaba haciendo escuchar su rotor por el campo, salió tomando una metralla de mano y una pistola automática. Se adentró en el helicóptero le dio la seña al piloto y éste levantó vuelo. Miraba desde arriba los paisajes de la República, vio la caravana de camionetas atravesando la carretera a gran velocidad. Le hizo señas al piloto y éste comprendiendo cambió de rumbo dirigiéndose directamente hacia el oeste. El helicóptero aterrizó en un helipuerto del ejército, un jeep se acercaba al helicóptero, mientras Gustavo se bajaba del mismo. Se subió en el jeep que lo condujo hasta las barracas donde estaba el almirantazgo. Escoltado por dos policías militares llegó hasta la oficina del comandante en jefe. Al entrar en su oficina, lo vio a éste hablando por teléfono que al ver allí a Gustavo, se puso de pie bruscamente cortando la comunicación.
-Se te fue de las manos... perdiste el control.
-No sabés lo que decís.
-Hay una orden de intervención militar de la O.M.N..
-No lo pueden hacer sin mi consentimiento.
-Lo hicieron, acabo de hablar con ellos por teléfono, me pidieron que no intervenga...
-Mierda!- dijo nervioso- necesito que me ayudes.
-No cuentes con eso, está todo fregado, encontrá otra salida.- Gustavo parecía estar a punto de estallar, se dio media vuelta y comenzó a retirarse.
-Qué vas a hacer?
-La pregunta es que van a hacer ustedes.
-Qué querés decir?
-Quien maneja las armas, maneja la fuerza, quien maneja la fuerza... maneja el mundo.
-No- bramó el comandante en jefe poniéndose de pie golpeando los dos puños sobre su escritorio. Gustavo sacó la automática de abajo de su camisa y le pegó un tiro entre los ojos al comandante que cayó sentado en la silla.
Gritos de alarma se empezaron a escuchar por toda la barraca, soldados y policías militares corrían de acá para allá, buscando origen y destino de aquel estruendoso balazo. Gustavo se perdió entre la confusión.
Se subió al jeep que lo había traído y volvió hacia el helicóptero que levantó vuelo apenas Gustavo entró al mismo.
-Dónde?- gritó el piloto.
-A la base uno.- contestó en cuatro gritos. El helicóptero se encaminó hacia el sur de la República. Por el radio del helicóptero, sintonizando la banda de emergencia se comunicó con la base uno.
-Base uno, lleven todo lo que tengan hasta la capital, que las otras bases preparen todo, mantengan todo quieto y esperen nuevas órdenes.
Cortó la comunicación sin esperar la respuesta. El sol se ponía en el horizonte y decía hasta mañana. Sonrió sabiendo que cuando el sol se pone por un lado, sale por el otro.
LII
Abrió los ojos lentamente, se vio acostada en una cama gigantesca.
-Mi chiquilla, cómo estás?- Lucero escuchó la voz y se sentó en la cama de un salto.
-Esperanza!- dijo sonriendo.
-Qué es lo que está pasando?
-Dónde estuviste mujer?
-Durmiendo. Me acosté a dormir hasta que me despertaste vos, con todos esos gritos y disparos era imposible seguir durmiendo, salí de la cama y te vi sangrando adentro del placard al lado del baño y a un tipo muerto con un tiro en medio del pecho a un par de metros tuyo.
-No entiendo nada...
-Lamento lo de tu madre...- le dijo con pena.
-Pero... pero... cómo sabés?- Lucero estaba realmente sorprendida.
-Lucero- dijo estirando la e- yo estuve con tu madre cuando murió.
-No- le dijo con miedo- no estabas con ella cuando murió, Elbéstides estaba con ella, vos no- explicó creyendo que Esperanza había perdido la razón.
-Cómo está mi osote?
-Creo que bien...
-Y el niño?- Lucero se tocó el pecho y sonrió.
-Bien.- le dijo- bien- se repitió.
-Qué pasó allá afuera?- preguntó señalando hacia la calle.
-Un montón de cosas!
-Y a la fábrica?- Lucero se puso de pie.
-Qué, qué le paso a la fábrica?
-Ya no está, hay como un montón de calles más que están hundidas, parece que hubiese habido una explosión terrible...- Lucero se tomó la cara y empezó a llorar desconsoladamente cayendo de rodillas al suelo.- Qué te pasa Lu?
-Nada- respondió entre mocos- Nada...- Esperanza le alcanzó un pedazo de sábana y Lucero se limpió el rostro de lágrimas.
-Me vas a contar que pasó?- Lucero comenzó a contarle paso a paso todo lo que había sucedido, por el rostro de Esperanza caían los lagrimones más puros y cristalinos, caían solitarios uno tras otro.
-... hasta que me desperté y para gran sorpresa estás viva.
-Apenas entiendo todo lo que me decís, parece increíble.
-Creelo.
-Mi osote seguro que está bien?
-Ya te dije que creo que si... pero me preocupa lo de la fábrica. Vos no te acordás de nada?
-Yo estaba con tu madre y por primera vez en la vida reímos juntas, hablamos un montón y hasta me pidió disculpas, a su forma, claro...
-Deberías estar delirando.
-No, te juro que no...
-Soñando?
-No... es más... me regalo sus zapatos de restriote sabina... mirá- abrió el zapatero y allí el par preferido de Malicia parecía brillar como dos diamantes.
-Esto es muy raro...- le dijo.
-Lo mismo da, no sabés dónde está mi osote?
-Realmente, ni idea.
-Querés un té?- preguntó compungida y desanimada.
-No sé, te juro que no sé.
-Bueno yo te lo hago igual... vos mientras tanto recostate y descansá.- Lucero se hecho hacia atrás posando su cabeza sobre su brazo y con el otro se tapó los ojos.
-Hace cuánto que estoy acá?- preguntó levantando la voz.
-Desde ayer a la mañana.- contestó desde la cocina.
-Cómo está la calle?
-Destruída y llena de tenso silencio.- Lucero cerró los ojos y dormitó un ratito esperando el té.
Despacito y con cariño le sacudieron el brazo, se despertó con la boca pastosa y más cansada que Añá después de su mudanza al averno cuando ya no tuvo dinero para pagar las expensas de su nube.
-Buenos días- dijo sonriendo abriendo los ojos despacito.
-Realmente ya es de tarde, picha- escuchó la ansélmica voz que la acariciaba.
-Picho!- exclamó contenta- Dónde estamos?- preguntó mirando para todos lados confundida.
-Dónde vamos a estar, chiquilla?- dijo Cipriano asomándose por el hombro de Anselmo.
-En lo de Esperanza- explicó.
-Qué más quisiera yo....- suspiró Elbéstides compungido.
-En serio dónde estamos?
-En el purgatorio, debajo de la fábrica- le dijo Gésus extrañado.
-Pero, y la explosión?- Todos se miraron confundidos.
-Qué explosión?- preguntó Colifa con Nosferatu al hombro mientras preparaba un trago detrás de la barra.
-La que voló todo, Pinto habló con la gente de Gustavo...- hablaba nerviosa, trastabillando en aquellas palabras que juntaban dos consonantes en una misma sílaba.
-Pinto? Qué Pinto?- preguntó Victoria que llevaba puesto un chaleco rojo.
-Las paredes de la habitación de Fernando- dijo Malicia seca como siempre.
-Esperen...- dijo nerviosa.- qué están haciendo todos acá?
-Lucero estás bien?- Fernando apareció de la nada.
-Fer! volviste- exclamó contenta.
-Lupi, él no se fue nunca.- le aclaró Gustavo.
-Vos, vos acá?
-Ay Lucero! estás bien?- le preguntó Marisa mientras la miraba con cara de bicho raro, mientras abrazaba a Gustavo.
-Pero Fernando...- Lucero miraba a Fernando y después a Gustavo y después a Marisa y después a Fernando y así.
-Dios! - exclamó sin prejuicios- estoy soñando.- todos pusieron sus manos tras sus espaldas y se pusieron a silbar mientras miraban para arriba disimulando.- Qué? Qué pasa? cuéntenme.- el niño de trece años entraba corriendo con un mechón de pelo entre sus dedos.
-Anselmo, Anselmo!- gritaba.
-Qué?- se volteó violentamente.
-Pinto, pateaba en contra, hay que volar!
-Quién es ese Pinto?
-No sé...
-Yo no conozco ningún Pinto...- El niño miró a Lucero confundido.
-Qué hacés acá?
-No sé.
-Contales que Pinto estaba hablando con...- una explosión se escuchó cercana
-Qué fue eso?- Malicia salió de la habitación y una ráfaga de fuego la convirtió en cenizas así no más.
-Bomba! Bomba!- los pasillos se llenaban de gentes que corrían desesperadas por los túneles tratando de encontrar las salidas. Otra explosión otra bola de fuego. Gustavo miró el reloj.
-Caramba... esos son mis muchachos, siempre se adelantan... estamos retrasados, vamos querida?
-Vamos- dijo Marisa indiferente. Saludó a todos con la mano desde lejos menos a Fernando que le dio un jugoso beso repleto de amor.
-Pero...- dijo Lucero. Gustavo y Marisa caminaron por el pasillo y al desaparecer otra explosión seguida por otra ráfaga de fuego colmó el pasillo de rojos. Gustavo apareció tras la ráfaga entrando de nuevo acercándose a Anselmo.
-Me molestó mucho que me hayas abandonado, pero ya que estás con mi hermana y veo que la cuidás y todo te voy a perdonar y te voy a regalar algo, tomá.- dijo sacando un paquetito del bolsillo.
-Gracias!- dijo. Mientras Lucero gritaba no! Anselmo lo abría y de adentro del paquete salía una explosión que los quemaba a todos y los repartía en mil pedazos por los subsuelos de la República. Sintió que su alma se le separaba del cuerpo en el momento exacto en que otra explosión se hacía escuchar explotando aún más cerca. Presa en el miedo abrió los ojos respirando agitada, ya estaba cansada de soñar todo el tiempo con cosas así. Decir que sus sueños eran sueños y nada más.
-Espe!- la llamó a Esperanza, una nada le contestó qué y Lucero quedó esperando otro tipo de respuesta.- Espe! Dónde estás?- se puso de pie, llegó a la sala y encontró a Pinto muerto no hace mucho pero si lo suficiente para juntar un par de moscas irreverentes que daban vueltas por allí encima buscando algo. Se tapó la boca antes de vomitar por el asco causado. Pinto estaba tirado muerto sin herida aparente, tan sólo en su cara, una mueca tetánica había quedado petrificada. Otra explosión más, movió la casa como un terremoto. Lucero cayó al piso golpeando su hombro contra el suelo. No sintió más que el golpe.
-Qué pasó?- se preguntó a sí misma. Se miró el hombro donde debería tener la bala incrustada que Pinto le había disparado pero no, nada. Ni una cicatriz, ni siquiera una pequeña. Se miró el otro hombro y tampoco encontró nada. Lucero estaba comenzando a perder el sentido de la realidad, se pellizcó para darse cuenta que estaba despierta. Otra explosión más se hizo escuchar pero ya un poco más lejos. Salió a la calle y sintió demasiado olor a pólvora. Una explosión monstruosa en la vereda de enfrente la obligó a volar tres metros adentro de la casa debido a la onda expansiva. Había problemas, por más que estuviese soñando, ella no se podía quedar de brazos cruzados. Se acercó a Pinto y le sacó el arma que éste traía en la mano tiesa por el rigor mortis, le revisó los bolsillos con asco de tocarlo y encontró cargadores de repuesto llenos de balas, se los colgó de donde pudo y salió a la calle pistola en mano. Otra explosión más, cayó justo sobre la casa de Esperanza en el momento justo que Lucero salía, la casa explotó en mil pedazos dejando de ella tan sólo el recuerdo. Unas risas de niña se empezaron a escuchar por todos lados. Risas dulces e inocentes resonaban por todos los rincones. Comenzó a correr sorteando explosiones que explotaban por doquier. Escuchaba cerca un bullicio guerrillero de armas y gritos, pasó la primer bala del cargador a recámara y corrió hacia el bullicio con el arma en alto. Unos hombres vestidos de rosa y con cascos blancos corrían por las calles protegiéndose de las balas invisibles que recorrían y surcaban los cielos. Un soldado rosa se paró frente a ella y le gritó amenazante algún algo en otro idioma. Lucero sin vacilar le disparó en la cabeza agujereándole el casco por un lado primero y por el otro después.
-Quiénes son éstos?- se preguntó silenciosa mientras corría para inmiscuirse en la horda salvaje revoltosa que causaba el alboroto.
Caos Organizado -- Novela
LI
Se puso de pie malhumorado y aún dolorido por semejante paliza que había recibido, todo parecía estar en calma. Se frotó los ojos confundido, Marisa ya no estaba y Fernando tampoco, todo había sido tan rápido. Se puso de pie caminando tambaleante sujetándose de las paredes que se movían para todos lados, hasta el piso se le movía. Llegó hasta el borde del pasillo y en el piso encontró charcos de sangre fresca y tres de sus hombres en el suelo desangrándose, muertos un poco más allá. Le quitó a uno el arma y siguió el camino de sangre que iba por donde los pasillos obligaban, empezó a acelerar su paso al notar que el camino desembocaba en el garaje. Comenzó a escuchar disparos, y entonces comenzó a correr, lo vio a Fernando meter dentro del auto a un hombre. Disparó sobre su hermano, sobre el auto, los cristales laterales traseros del mismo estallaban. El auto buscó la salida y atravesó la puerta del garaje, lo corrió disparándole y al apenas el sol acariciarle el rostro se dio cuenta que disparar era en vano, su hermano se había fugado.
Entró en el aguantadero buscando a sus hombres. Lo atravesó de punta a punta llegando al comedor donde casi todos almorzaban en gran fiesta. Gustavo, pistola en mano, entró disparando matando gente hasta que se le acabasen las balas. El percutor siguió golpeando haciendo click, click, click.
-Se fue, se escapó... y ustedes acá de gran joda.- los hombres empezaban a salir de abajo de las mesas, de atrás de las sillas, se ponían de pie y lo miraban asustados.- Mierda, mierda!- gritaba- quiero que hagan mierda todo! Salgan a destruir lo que encuentren quiero que todos salgan y hagan mierda todo.- Los hombres intercambiaban miradas sin saber qué hacer- Salgan mierda!- Todos salieron corriendo tras nada, huían. Huían como cucarachas amenazadas por algún cucarachicida, salieron de allí en camionetas acelerando sin destino.
-Mierda, este pendejo cómo me hace perder la cabeza!- bramó golpeando la tabla de la mesa. Volvió sobre sus pasos y fue hasta su ventana, hasta esa ventana que le proporcionaba horizontes, se sentó en su silla y miró a través de ella contemplativo, tranquilizándose de a poco. Tomó un handy.
-Helicóptero lo quiero acá en diez!- ordenó.
-Si señor!- se escuchó otra voz con estática. Suspiró profundo y puso la mente en blanco recostándose, aún sentía la paliza que entre Marisa y Fernando le habían dado, las marcas de las uñas de Marisa le dejarían una cicatriz de por vida. Eso le enseñaría a escuchar a las mujeres. Ella le habría prevenido pero cabeza dura él, cómo creerle! Cómo creerle que hasta ella misma era capaz de matarlo, se dio cuenta de tantas cosas, supo que la mujer es un bicho jodido el cual por más que uno le crea o no, sea como sea, siempre salía uno perdiendo.
Tendría que haberlo matado cuando lo tuvo ahí, tendría que haberlo matado. La jugada de Fernando había sido arriesgada, demasiado arriesgada, pero a fin de cuentas le había dado resultado al muy cojonudo, mesmamente había salido mejor de lo que él imaginaba. No podía soportar la idea de haber perdido esa batalla que la tenía en sus manos... no podía soportarlo. Estaba confundido, todo le resultaba confuso y no era para menos. El helicóptero llegaba haciendo escuchar su rotor por el campo, salió tomando una metralla de mano y una pistola automática. Se adentró en el helicóptero le dio la seña al piloto y éste levantó vuelo. Miraba desde arriba los paisajes de la República, vio la caravana de camionetas atravesando la carretera a gran velocidad. Le hizo señas al piloto y éste comprendiendo cambió de rumbo dirigiéndose directamente hacia el oeste. El helicóptero aterrizó en un helipuerto del ejército, un jeep se acercaba al helicóptero, mientras Gustavo se bajaba del mismo. Se subió en el jeep que lo condujo hasta las barracas donde estaba el almirantazgo. Escoltado por dos policías militares llegó hasta la oficina del comandante en jefe. Al entrar en su oficina, lo vio a éste hablando por teléfono que al ver allí a Gustavo, se puso de pie bruscamente cortando la comunicación.
-Se te fue de las manos... perdiste el control.
-No sabés lo que decís.
-Hay una orden de intervención militar de la O.M.N..
-No lo pueden hacer sin mi consentimiento.
-Lo hicieron, acabo de hablar con ellos por teléfono, me pidieron que no intervenga...
-Mierda!- dijo nervioso- necesito que me ayudes.
-No cuentes con eso, está todo fregado, encontrá otra salida.- Gustavo parecía estar a punto de estallar, se dio media vuelta y comenzó a retirarse.
-Qué vas a hacer?
-La pregunta es que van a hacer ustedes.
-Qué querés decir?
-Quien maneja las armas, maneja la fuerza, quien maneja la fuerza... maneja el mundo.
-No- bramó el comandante en jefe poniéndose de pie golpeando los dos puños sobre su escritorio. Gustavo sacó la automática de abajo de su camisa y le pegó un tiro entre los ojos al comandante que cayó sentado en la silla.
Gritos de alarma se empezaron a escuchar por toda la barraca, soldados y policías militares corrían de acá para allá, buscando origen y destino de aquel estruendoso balazo. Gustavo se perdió entre la confusión.
Se subió al jeep que lo había traído y volvió hacia el helicóptero que levantó vuelo apenas Gustavo entró al mismo.
-Dónde?- gritó el piloto.
-A la base uno.- contestó en cuatro gritos. El helicóptero se encaminó hacia el sur de la República. Por el radio del helicóptero, sintonizando la banda de emergencia se comunicó con la base uno.
-Base uno, lleven todo lo que tengan hasta la capital, que las otras bases preparen todo, mantengan todo quieto y esperen nuevas órdenes.
Cortó la comunicación sin esperar la respuesta. El sol se ponía en el horizonte y decía hasta mañana. Sonrió sabiendo que cuando el sol se pone por un lado, sale por el otro.
LII
Abrió los ojos lentamente, se vio acostada en una cama gigantesca.
-Mi chiquilla, cómo estás?- Lucero escuchó la voz y se sentó en la cama de un salto.
-Esperanza!- dijo sonriendo.
-Qué es lo que está pasando?
-Dónde estuviste mujer?
-Durmiendo. Me acosté a dormir hasta que me despertaste vos, con todos esos gritos y disparos era imposible seguir durmiendo, salí de la cama y te vi sangrando adentro del placard al lado del baño y a un tipo muerto con un tiro en medio del pecho a un par de metros tuyo.
-No entiendo nada...
-Lamento lo de tu madre...- le dijo con pena.
-Pero... pero... cómo sabés?- Lucero estaba realmente sorprendida.
-Lucero- dijo estirando la e- yo estuve con tu madre cuando murió.
-No- le dijo con miedo- no estabas con ella cuando murió, Elbéstides estaba con ella, vos no- explicó creyendo que Esperanza había perdido la razón.
-Cómo está mi osote?
-Creo que bien...
-Y el niño?- Lucero se tocó el pecho y sonrió.
-Bien.- le dijo- bien- se repitió.
-Qué pasó allá afuera?- preguntó señalando hacia la calle.
-Un montón de cosas!
-Y a la fábrica?- Lucero se puso de pie.
-Qué, qué le paso a la fábrica?
-Ya no está, hay como un montón de calles más que están hundidas, parece que hubiese habido una explosión terrible...- Lucero se tomó la cara y empezó a llorar desconsoladamente cayendo de rodillas al suelo.- Qué te pasa Lu?
-Nada- respondió entre mocos- Nada...- Esperanza le alcanzó un pedazo de sábana y Lucero se limpió el rostro de lágrimas.
-Me vas a contar que pasó?- Lucero comenzó a contarle paso a paso todo lo que había sucedido, por el rostro de Esperanza caían los lagrimones más puros y cristalinos, caían solitarios uno tras otro.
-... hasta que me desperté y para gran sorpresa estás viva.
-Apenas entiendo todo lo que me decís, parece increíble.
-Creelo.
-Mi osote seguro que está bien?
-Ya te dije que creo que si... pero me preocupa lo de la fábrica. Vos no te acordás de nada?
-Yo estaba con tu madre y por primera vez en la vida reímos juntas, hablamos un montón y hasta me pidió disculpas, a su forma, claro...
-Deberías estar delirando.
-No, te juro que no...
-Soñando?
-No... es más... me regalo sus zapatos de restriote sabina... mirá- abrió el zapatero y allí el par preferido de Malicia parecía brillar como dos diamantes.
-Esto es muy raro...- le dijo.
-Lo mismo da, no sabés dónde está mi osote?
-Realmente, ni idea.
-Querés un té?- preguntó compungida y desanimada.
-No sé, te juro que no sé.
-Bueno yo te lo hago igual... vos mientras tanto recostate y descansá.- Lucero se hecho hacia atrás posando su cabeza sobre su brazo y con el otro se tapó los ojos.
-Hace cuánto que estoy acá?- preguntó levantando la voz.
-Desde ayer a la mañana.- contestó desde la cocina.
-Cómo está la calle?
-Destruída y llena de tenso silencio.- Lucero cerró los ojos y dormitó un ratito esperando el té.
Despacito y con cariño le sacudieron el brazo, se despertó con la boca pastosa y más cansada que Añá después de su mudanza al averno cuando ya no tuvo dinero para pagar las expensas de su nube.
-Buenos días- dijo sonriendo abriendo los ojos despacito.
-Realmente ya es de tarde, picha- escuchó la ansélmica voz que la acariciaba.
-Picho!- exclamó contenta- Dónde estamos?- preguntó mirando para todos lados confundida.
-Dónde vamos a estar, chiquilla?- dijo Cipriano asomándose por el hombro de Anselmo.
-En lo de Esperanza- explicó.
-Qué más quisiera yo....- suspiró Elbéstides compungido.
-En serio dónde estamos?
-En el purgatorio, debajo de la fábrica- le dijo Gésus extrañado.
-Pero, y la explosión?- Todos se miraron confundidos.
-Qué explosión?- preguntó Colifa con Nosferatu al hombro mientras preparaba un trago detrás de la barra.
-La que voló todo, Pinto habló con la gente de Gustavo...- hablaba nerviosa, trastabillando en aquellas palabras que juntaban dos consonantes en una misma sílaba.
-Pinto? Qué Pinto?- preguntó Victoria que llevaba puesto un chaleco rojo.
-Las paredes de la habitación de Fernando- dijo Malicia seca como siempre.
-Esperen...- dijo nerviosa.- qué están haciendo todos acá?
-Lucero estás bien?- Fernando apareció de la nada.
-Fer! volviste- exclamó contenta.
-Lupi, él no se fue nunca.- le aclaró Gustavo.
-Vos, vos acá?
-Ay Lucero! estás bien?- le preguntó Marisa mientras la miraba con cara de bicho raro, mientras abrazaba a Gustavo.
-Pero Fernando...- Lucero miraba a Fernando y después a Gustavo y después a Marisa y después a Fernando y así.
-Dios! - exclamó sin prejuicios- estoy soñando.- todos pusieron sus manos tras sus espaldas y se pusieron a silbar mientras miraban para arriba disimulando.- Qué? Qué pasa? cuéntenme.- el niño de trece años entraba corriendo con un mechón de pelo entre sus dedos.
-Anselmo, Anselmo!- gritaba.
-Qué?- se volteó violentamente.
-Pinto, pateaba en contra, hay que volar!
-Quién es ese Pinto?
-No sé...
-Yo no conozco ningún Pinto...- El niño miró a Lucero confundido.
-Qué hacés acá?
-No sé.
-Contales que Pinto estaba hablando con...- una explosión se escuchó cercana
-Qué fue eso?- Malicia salió de la habitación y una ráfaga de fuego la convirtió en cenizas así no más.
-Bomba! Bomba!- los pasillos se llenaban de gentes que corrían desesperadas por los túneles tratando de encontrar las salidas. Otra explosión otra bola de fuego. Gustavo miró el reloj.
-Caramba... esos son mis muchachos, siempre se adelantan... estamos retrasados, vamos querida?
-Vamos- dijo Marisa indiferente. Saludó a todos con la mano desde lejos menos a Fernando que le dio un jugoso beso repleto de amor.
-Pero...- dijo Lucero. Gustavo y Marisa caminaron por el pasillo y al desaparecer otra explosión seguida por otra ráfaga de fuego colmó el pasillo de rojos. Gustavo apareció tras la ráfaga entrando de nuevo acercándose a Anselmo.
-Me molestó mucho que me hayas abandonado, pero ya que estás con mi hermana y veo que la cuidás y todo te voy a perdonar y te voy a regalar algo, tomá.- dijo sacando un paquetito del bolsillo.
-Gracias!- dijo. Mientras Lucero gritaba no! Anselmo lo abría y de adentro del paquete salía una explosión que los quemaba a todos y los repartía en mil pedazos por los subsuelos de la República. Sintió que su alma se le separaba del cuerpo en el momento exacto en que otra explosión se hacía escuchar explotando aún más cerca. Presa en el miedo abrió los ojos respirando agitada, ya estaba cansada de soñar todo el tiempo con cosas así. Decir que sus sueños eran sueños y nada más.
-Espe!- la llamó a Esperanza, una nada le contestó qué y Lucero quedó esperando otro tipo de respuesta.- Espe! Dónde estás?- se puso de pie, llegó a la sala y encontró a Pinto muerto no hace mucho pero si lo suficiente para juntar un par de moscas irreverentes que daban vueltas por allí encima buscando algo. Se tapó la boca antes de vomitar por el asco causado. Pinto estaba tirado muerto sin herida aparente, tan sólo en su cara, una mueca tetánica había quedado petrificada. Otra explosión más, movió la casa como un terremoto. Lucero cayó al piso golpeando su hombro contra el suelo. No sintió más que el golpe.
-Qué pasó?- se preguntó a sí misma. Se miró el hombro donde debería tener la bala incrustada que Pinto le había disparado pero no, nada. Ni una cicatriz, ni siquiera una pequeña. Se miró el otro hombro y tampoco encontró nada. Lucero estaba comenzando a perder el sentido de la realidad, se pellizcó para darse cuenta que estaba despierta. Otra explosión más se hizo escuchar pero ya un poco más lejos. Salió a la calle y sintió demasiado olor a pólvora. Una explosión monstruosa en la vereda de enfrente la obligó a volar tres metros adentro de la casa debido a la onda expansiva. Había problemas, por más que estuviese soñando, ella no se podía quedar de brazos cruzados. Se acercó a Pinto y le sacó el arma que éste traía en la mano tiesa por el rigor mortis, le revisó los bolsillos con asco de tocarlo y encontró cargadores de repuesto llenos de balas, se los colgó de donde pudo y salió a la calle pistola en mano. Otra explosión más, cayó justo sobre la casa de Esperanza en el momento justo que Lucero salía, la casa explotó en mil pedazos dejando de ella tan sólo el recuerdo. Unas risas de niña se empezaron a escuchar por todos lados. Risas dulces e inocentes resonaban por todos los rincones. Comenzó a correr sorteando explosiones que explotaban por doquier. Escuchaba cerca un bullicio guerrillero de armas y gritos, pasó la primer bala del cargador a recámara y corrió hacia el bullicio con el arma en alto. Unos hombres vestidos de rosa y con cascos blancos corrían por las calles protegiéndose de las balas invisibles que recorrían y surcaban los cielos. Un soldado rosa se paró frente a ella y le gritó amenazante algún algo en otro idioma. Lucero sin vacilar le disparó en la cabeza agujereándole el casco por un lado primero y por el otro después.
-Quiénes son éstos?- se preguntó silenciosa mientras corría para inmiscuirse en la horda salvaje revoltosa que causaba el alboroto.