A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-
Caos Organizado -- Novela
LIII
Los ojos le pesaban y manejar cansado era demasiado riesgoso, aunque se sabía con más vidas que un gato. Había sobrevivido a su no madre, al cariño de Elbéstides, a la hipocresía de Marisa y a la violencia de su loco hermano, tener un accidente con el auto sería una forma legal más que llenar para nominarla y archivarla bajo la "eme" de milagros en el burocrático cielo de la República que anochecía.
Marisa se movió soñolienta, Fernando apresando el volante la miró sonriendo. Marisa abrió un ojo primero, el otro después y al verlo a Fernando no pudo contener la alegría y sonrió grande y lindo.
-Buenas noches...- le susurró coqueta al oído.- Sabés lo que soñé?
-Que me rescatabas de Gustavo en medio de una guerra civil, despiadada y sin sentido.
-Sí!- se asombró ella.
-Y tu sueño era muy realista, tanto así que lo viviste como si fuera real?- Marisa palideció.
-No lo soñé, no?- dijo frunciendo la nariz. Fernando la miró y negó con la cabeza.
-Entonces, todo ésto es verdad?
-Sip- le dijo Fernando suspirando. Marisa rompió a llorar como una boba.
-Entonces me debes odiar...- dijo entre pucheros y mocos.
-Debería mujer, debería... pero estoy en esta tierra para amarte y enfrentar a mi hermano. Estuviste desmayada casi todo el día, cómo te sentís?
-Descansada.
-Qué bueno, que tal si manejás vos un ratito?
-Dónde estamos yendo... estamos huyendo, no? vamos a empezar desde cero en algún lugar, no?- Fernando sin mirarla meneó la cabeza.- No, por qué me hacés ésto... sobrevivimos una vez, dejá que se arreglen solos, vos te pensás que les vas a ser de ayuda?
-Sí.
-Hay un montón de gente implicada en ésto y nadie está sacando nada a favor... vayámonos Fer... por favor.- Fernando detuvo el auto y la miró, ella le puchereaba y guardaba con recelo una lágrima que no se animaba del todo a salir. Fernando sonrió de costado.
-Por qué sos así?
-Así cómo?
-Sabés que ésto es algo que me atañe personalmente y también sabés que cuando puchereás no te puedo decir que no? Por qué sos así?
-No seas malo conmigo, yo lo único que quiero en el mundo es estar con vos sola y tranquila, disfrutándote y que me disfrutes, es mucho pedir eso acaso?- con voz de gata.
-Bajate.- le dijo resoplando.
-Qué?
-Que te bajes del auto.
-Pero Fernando...
-Fernando las pelotas, me cansaste, bajate.
-Estamos en medio de la nada, no me podés dejar acá?!
-Por qué?
-Justamente, no me vas a dejar varada en medio de la nada...- se bajó del auto, lo rodeó, abrió la puerta donde estaba Marisa y la sacó de adentro del carro tirándole levemente del brazo.
-Sabés qué Marisa... lo hago por vos, a donde voy, van a haber muchos disparos y te pueden lastimar y te amo demasiado como para que te pase algo... te pueden llegar a matar por culpa mía, esperame sentada acá hasta que algún día se me ocurra volver.- la besó con un tímido y rápido beso, rodeó el auto volviendo sobre sus pasos, entró, aceleró y se fue dejando allí, el humo del caño de escape que se disipaba en el aire como último recuerdo. Marisa lo vio alejarse, vio como el auto se hacía más y más pequeñito, sonrió grande al sentir que su corazón quería y trataba de escapársele del pecho golpeando a pleno galope de sangre y amor por Fernando Llorente.
Único hombre al cuál amó, ama y amará, pero sabía que estar con él, sería imposible, que sus destinos olían distinto y que lo que ambos buscaban no lo encontrarían juntos ya que ella buscaba poder, y él tan sólo vivir su vida en paz, tranquilo, sin que nadie le rompa los kinotos.
Comenzó su marcha hacia algún lugar alejado de la República pensando en tal vez unirse a algún circo.
LIV
En la pantalla gigante detrás del canciller se proyectaban las imágenes de los sucesos que sucedían en el suelo de la República.
Vestidos con ridículos trajes rosas y cascos blancos los soldados de la O.M.N. ya se encontraban interviniendo a fuerza de balas llamando a la paz a los tiros, con tanques que entraban por las fronteras, tratando de tranquilizar la situación que en la República imperaba.
Los cascos blancos daban vueltas por todos lados haciendo ruido con sus botas, ruido agresivo y de fuerza de choque, chocando contra los lados de un círculo. Los bombarderos de la paz le habían limpiado el camino a la infantería de supuestos agresores. Elbéstides se había separado ya de su séquito de cincuenta hombres y avanzaba por el norte de la Ciudad Capital aplastando cascos blancos. Haciendo frente a los soldados de rosa que por todos lados daban vueltas disparando a cualquiera que no tuviese uniforme y casco.
-La situación se volvió insostenible y nos vimos obligados a actuar...- contestó el canciller de la O.M.N.-... pese a nuestra advertencia, ellos quisieron seguir adelante con lo que yo llamo hoy "su capricho"...- suspiró mirando las imágenes.-... los dejamos actuar, pero ya nada podemos hacer, si no interveníamos se iban a matar todos entre ellos, y si se matan entre ellos a la República no le va a quedar habitantes que la habiten.
-Cuánto piensa que va a durar esta intervención?- preguntó un periodista curiosón.
-Espero que lo menos necesario, el problema fundamental de la República es que sus habitantes se dividieron, y así dividieron su nación haciendo de ella una olla a presión en constante peligro de terminar reventando por los aires sin dejar nada de sopa para nadie. Una vez que los grupos desistan, o al menos hasta que uno sólo lo haga, la intervención va a seguir en pie.
-Y si no desisten?
-Van a tener que desistir.- dijo el canciller tomando los papeles de arriba del estrado como dando por terminada su conferencia.
-Y si no lo hacen?- insistió otro.
-La naturaleza es sabia.- contestó y se retiró caminando seguro y tranquilo, llegó a su escritorio, firmó su carta de renuncia y la dejó allí arriba, silenciosa tranquila en la espera a ser encontrada por manos no tan ajenas pero superiores. Salió de su despacho y en la puerta Talmarital lo esperaba con una sonrisa amplia y sincera.
-Seguro que querés renunciar?
-Ya estoy harto de toda esta mierda.
-Demasiado manoseo, si a ese Gésus no le hubiesen hecho esa cama, en ese país hubiese sido hermoso vivir.
-La naturaleza es sabia, ya lo dijo Gésus en su carta. Todo sigue su curso. Hasta cuando unas piedras traban el curso de un río éste o les pasa por encima o se les hace a un costado, pero sigue...
-Pensás que se van a rendir?
-Mi gente? Rendirse? Por favor! - sonreía mientras hablaba.- Me votó tres veces seguidas y siempre hice lo que quise, mi gente cuando se porfia, no hay forma de sacarles la idea de la cabeza.- el canciller miró a su despacho con la melancolía de la última vez.
-Hago bien no?
-Importa?
-Yo creo que no...
-Entonces...- se miraron sonrientes y se fueron caminando dejando atrás las oficinas centrales de la O.M.N., subieron a una limousine que los esperaba en la puerta del edificio. Subieron aún silenciosos. Ocuparon su lugar sobre los asientos gastadas.
-Qué vieja que está, no?- susurró mirando el interior de la limo.
-Es gratis... a quién le importa?
-Tomás un daiquiri? Para festejar, digo.
-Festejar qué?
-Siempre hay algo que festejar- el otro aceptó. La limousine se alejaba por las tórridas y tranquilas callejas directamente hacia el aeropuerto donde un avión con piloto esperaba con los motores encendidos e impacientes a despegarse del suelo.
-Y vos qué vas a hacer?
-Todavía no sé... mucho tiempo en el mismo trabajo...
-Y qué con eso?
-Me imaginás yendo a buscar trabajo? Cuando me pregunten empleo anterior y el tiempo que estuve en el mismo.
-No te entiendo.
-Sí... en los últimos diez y seis años fui presidente, pero ahora me dí cuenta que mi vocación es manejar un taxi, es lo único que quiero hacer de mi vida.
-En serio?
Talmarital respondió con una mirada que exclamaba, por favor!