sábado, abril 07, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 25ta entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela


XLVII
Las botellas de vino y la comida a granel ofrendaban un bizarro banquete a los que habían arriesgado tanto y perdido a Fernando allá en el norte de la República. Lucero desconsolada no lloraba, pero si sufría, sufría tanto como todos los que compartían con Elbéstides y Pinto la mesa y las noticias.
-Dónde está Gésus?
-Le dí la carta que le escribió Fernando y se fue a leerla a algún lugar más tranquilo.
-Te dijo algo antes de irse?
-Lo que ya les conté.
-Qué increíble! los dos camiones llenos de armas y el silo lleno de comida y bebidas.
-Mucho vino.- exclamó Pinto. Gésus apareció de la nada y le hizo unas señas a Elbéstides que se le acercó con cautela.
-Cómo estás?
-No puedo dejar de sentirme responsable...
-Lo hizo apropósito...
-No te entiendo...
-El muy cabrón lo hizo adrede.
-No entiendo qué es lo que me querés decir.
-Se entregó, se entregó para que lo maten.
-Para qué haría algo tan pelotudo.
-Para que haya un mártir...
-Explicate.
-El muy cornudo se fue a la muerte para quedar grabado en los recuerdos de las gentes, y así, con ese ánimo grabado de esta forma, la gente tendría un motivo para no doblegarse por más que se esté quebrando...
-No pudo haber hecho eso...
-Lo hizo.
-Lo dice en su carta?
-No directamente, pero si se lee entrelíneas se lo puede llegar a entender.
-Estás seguro?
-Como que me llamo Gésus- Lucero apareció aún apesadumbrada. La miraron con pena.
-No me miren así...
-Cómo querés que te mire? Al menos yo me siento responsable de lo de Fernando.
-El lo quiso hacer, siempre fue un cabezadura.
-Me encantaría poder decirte algo poroto.- le dijo Gésus apresándole la punta de la nariz suavemente con dos dedos.
-No hay nada que puedan hacer o decir. Yo sé que en manos de Gustavo va a morir.
-Puede que no...
-No críes falsas expectativas. Lo van a matar, desde un principio él sabía que lo iban a matar... yo también lo sabía y no pude hacer nada para evitarlo.
-No puedo dejar de sentirme responsable...
-Ni yo...
-No, ésto no va a quedar así... Fernando murió, murió asesinado por su hermano, murió por nosotros, decime Elbéstides... si él no se hubiese entregado a aquellos hombres que cuidaban el silo, no hubiesen estado ellos más atentos?.- Elbéstides movió la cabeza afirmativamente para después bajar la vista por tristeza.
-Dejemos todo de lado...- dijo Gésus echando una mirada cómplice a Elbéstides, Lucero con los ojos embebidos en lágrimas se arrojó sobre Gésus empujándolo con las dos manos hasta la pared.
-Qué mierda vas a hacer? Qué mierda vas a hacer? Hijo de puta! Nada va a quedar de lado hasta que yo no quede muerta y bien sepultadita o mismo hasta que Gustavo hable con la voz más aguda porque me voy a comer sus huevos.
-Lucero, es Gésus- le recordó Elbéstides. Lucero rompió a llorar despacio y caminando se alejó de estos dos. Elbéstides la quiso seguir pero Gésus lo detuvo.
-Dejala, necesita estar sola...
-Pero...- dijo la bestia confundida.
-Haceme caso... cuando ella te necesite va a venir, por ahora tiene que aceptar la idea de que Fernando ya no está más con nosotros.
-Por qué le dijiste eso?
-Y dejar todo así, con ella sin saber qué hacer y sin que el sacrificio de Fernando valga la pena... no señor, no lo puedo hacer por ninguno de los dos.
-Pensás que ella se va a mejorar?
-Sí, eso es seguro, pero para estar mejor, ella primero lo que necesita es aprender a vivir con ésto.- Las miradas de ambos recaían sobre los hombros de Lucero que con ella se alejaban por el oscuro pasillo.
-Lucero- susurró apenas Anselmo que venía con una flor de papel en su mano. Elbéstides y Gésus lo miraron con tristeza.- Dónde está?
-Por allá, se fue caminando despacio, llorando...
-Voy con ella.
-No creo que sea lo que ella necesita.
-Te puedo asegurar que nada de lo que está pasando era necesario.
-Eso es un reproche?
-Tomalo como de quién viene.- Anselmo echó a correr siguiendo la triste aroma que Lucero dejaba como una estela. La veía veinte metros más adelante.
-Lu...- le gritó, ella sin voltear, dio vuelta a la izquierda, desapareciendo así de la mirada protectora de Anselmo que persistente la seguía. Llegó hasta donde más o menos Lucero había doblado y ni siquiera una huella de su aroma quedaba, ni por delante, ni por los costados, menos aún por detrás. Lucero parecía haber desaparecido. Recorrió los túneles por mucho tiempo, volvió molesto, más que molesto. Se encontró con Victoria allí cerca de donde estaban los niños. Victoria tosía asida a una pared tan sólo con una mano tomándose las entrañas escupiendo sangre. La tomó entre sus brazos.
-Victoria!- se sorprendió- vamos, vení conmigo te voy a llevar con Cipriano.- se la cargó al hombro y la llevó hasta allí.
-Qué le pasa?
-La encontré en uno de los pasillos tosiendo y escupiendo sangre.- Cipriano le hizo unas señas a Anselmo para que éste ponga a Victoria sobre una camilla. Anselmo la dejó allí.
-Hace cuánto que estás así?- Victoria lloraba y apenas podía hablar, entre cada tos, más sangre le salía por su boca. Estaba desaliñada, ojerosa y pálida como la muerte. Cipriano se sacó el estetoscopio de los oídos y lo miró fijo a Anselmo.
-Andá a buscarlo a Gésus ahora.- Anselmo salió a las corridas buscándolo a Gésus por todos lados. Lo encontró hablando con Colifa y con Elbéstides.
-Gésus, vení ya.- sin dar tiempo a ninguna contestación salió corriendo por el mismo camino por el que había venido. Gésus se puso de pie de un salto y lo comenzó a seguir por los túneles laberínticos, Elbéstides y Colifa intercambiaron sus miradas y salieron disparados tras de Gésus que seguía a Anselmo de cerca. Entraron en lo que era la enfermería, Gésus quedó pasmado frente a la imagen de Victoria que seguía tosiendo y en su rostro tan sólo dolor se dibujaba a cada cof. Se le acercó despacio y le tomó la mano, Colifa y Elbéstides entraban y Cipriano los obligó a todos a salir de la habitación.
-Qué le pasa?- le preguntó Anselmo al doctor una vez afuera.
-Pareciera tuberculosis o pulmonía... no lo sé, dado a que no tengo los elementos necesarios.- Colifa golpeó una pared con la cabeza repetidas veces desorientado. Unos susurros se escuchaban desde adentro.
-Pero mirá que sos boluda...- Victoria le sonrió.
-Qué vas a hacer, vos quisiste estar conmigo.
-Por qué no me dijiste que te sentías mal?
-Me quería quedar con vos...
-Quedate entonces- le dijo dulce.
-Sí... me gustaría- le dijo sonriendo subiendo la mano hasta el perfil de Gésus y lo acarició con amor.
-Quedate, no seas tonta... te vas a divertir- zarandeó la cabeza payaseando. Victoria rió bajito y empezó a toser con fuerza brava.
-No me hagas reír, por favor...- le dijo entonces, Gésus acercó su rostro y lo pegó al de ella que le acariciaba la nuca con la mano pesada.
-Quiero que te mejores, todos queremos que te mejores...
-Ya sé que eso es lo que quieren, pero no va a ser posible.
-No te vas a morir.
-Sí- le dijo ella mientras unas lágrimas se le asomaban por los ojos.- Sí me voy a morir, lo siento en mi cuerpo, casi no me puedo mover y el pecho me está matando.
-Por el cigarrillo- le dijo tontamente; ella le sonrío entre lágrimas y gestos de dolor.
-Nunca fumé zonzo.
-No me podés dejar solo ahora.
-En cambio, ahora es cuando, así como estoy sólo voy a ser una carga para vos, no vas a poder estar atento a los asuntos- tosió más llenándose los cachetes de rojo sangre que esputaba a cada cof, en cada tos. Hablaba bajo, casi en susurros, cada palabra que decía era una puntada en medio de sus pulmones, cada palabra que él decía, era caricia de despedida para su alma que de a poco dejaba el cuerpo de la dulce Victoria abandonado a su suerte.
-No seas tonta, no te das cuenta que gracias a vos soy un gran hombre? y sólo los grandes hombres pueden estar en todo.
-Ahora que me voy aceptás que soy una gran mujer.
-Cuándo sino?
-Cuando yo lo decía...
-Y darte la razón, cuándo cometí semejante locura?
-Siempre que yo la tenía...- susurró mientras sonreía.
-Vení- le dijo ayudándola a sentarse, tosió un par de veces más llenándolo de sangre, se sentó detrás de ella en la camilla, abrió las piernas y se la recostó sobre el pecho humedecido de roja vida que se iba. Ella giró con dificultad su cuerpo hasta quedar con su oído escuchando cada latido del corazón de Gésus que parecía quebrarse.
-Así quería estar...- tosió un par de pares más- debo estar hecha un monstruo.
-Qué va!- le dijo mimoso- la mona vestida de seda mona queda.
-Me estás diciendo que soy un macaco?- bromeó ella sin fuerzas.
-Qué otra cosa esperabas que te dijera?
-Qué me amás...- una lágrima salida de lo más profundo le rodó por el rostro y cayó en sus cabellos.- estás llorando?
-No- le mintió él.
-No, no llores mi amor, no llores... no llores porque no me perdés, te juro que voy a estar en la mirada de cada uno de los que te quieren, voy a estar en tu mirada, en tus recuerdos, voy a estar en cada una de tus dulces puteadas y haciéndole cosquillas a tu mal genio, voy a estar en tu mano cuando tenga que golpear o mismo cuando tenga que acariciar, voy a estar en todos lados- Gésus dejaba escapar sus lágrimas que una tras otra caían dolosas y silenciosas- voy a estar por siempre, voy a ser tu peor pesadilla, voy a estar en tantos lugares que me vas a terminar odiando- Gésus sonrió con los ojos llenos en lágrimas.
-Cuánto te voy a extrañar- le dijo con la voz quebrándose.
-No te voy a dejar que me extrañes...- le sonrió ella mirándolo.- Viste que sí estabas llorando mentiroso.
-Es que ya es mucho y todo ésto es mi culpa...
-No mi amor, mi todo, dejá eso ya... entendé que tu idea haría feliz a todas las personas...
-No es así.
-Si me hizo feliz a mí, porque no haría feliz a más nadie...
-Porque vos sos única...- Victoria tosió un par de veces más.
-Mirá que sos mentiroso.- dijo suspirando.
-Siempre te voy a amar...- le dijo depositando en su frente sus labios, sus sueños, sus fuerzas, sus miedos, su vida.
-Nunca me habías besado tan lindo- sonrió, cerró los ojos y murió. El llanto de Gésus empezó a brotar sonoro y triste desde el alma hasta ella. Apretó los párpados con fuerza y la vio allí proyectada, sonriendo coqueta, sonriendo feliz, sonriendo sólo como Victoria sabía hacerlo, retuvo la imagen en sus párpados dejando los ojos cerrados apretados con fuerza mientras que con todo su cuerpo rodeaba el de Victoria en un abrazo. Meneando la espalda de atrás para adelante. Anselmo y Colifa lo escucharon llorar, Colifa dejó de golpear su cabeza contra la pared, Anselmo quiso entrar y la bestia lo detuvo suavemente con su manaza. El doctor cerró los ojos y de allí mismo unas lágrimas cayeron tristes. Gésus salió con Victoria en brazos, llevándola como esposo que ingresa a su reciente esposa al aposento donde ambos se revuelcan y por primera vez, ante los ojos de dios, no es pecado. Los tres miraron la lividez en el rostro de Gésus, la mirada perdida y llena de cristales de alma que se desprendían en grupo y caían hacia el abismo como todo últimamente. Quedó parado entre ellos, sin mirarlos aún resguardando la imagen de ella que le sonreía.
-Ni ellos, ni nosotros, nadie ganará nada de todo ésto, "la naturaleza es sabia"- dijo y se alejó.

XLVIII

El niño de trece corría como alma que lleva el demonio por las márgenes del riacho hacia la fábrica. Lucero lo vio pasar y sospechó algo raro.
-Ey! Qué hacés corriendo como un loco por acá?
-Lucero!- dijo el niño sorprendido- te estaba yendo a buscar...
-Qué pasa?
-Vení.- dijo el niño.
-No quiero jugar, decime qué pasa?
-Yo insistí tanto cuando vos y Anselmo nos trajeron al purgatorio, vamos!- exhortó al fin el niño echando a correr. Lucero lo seguía, el niño iba realmente rápido a pesar de sus trece años; se metía por las calles del barrio bajo como si las conociese. Llegó a una esquina y parapetado tras una pared parecía espiar. Lucero al fin lo alcanzó y no tardó mucho en recuperar el aliento.
-Bueno- dijo entre respirada y aspirada profunda- ya estamos acá, me vas a decir qué pasa de una buena vez?.- el niño le llevó el índice a la boca y señaló a la vuelta de la esquina silencioso. Lucero resopló con fastidio asomó apenas un ojo y lo vio a Pinto hablando con un par de hombres cerca de la otra esquina.
-Pinto!- gritó Lucero despreocupada. Pinto corrió la vista desde uno de los hombres hasta Lucero que parada en la esquina lo llamaba, al encontrarla, retrocedió un par de pasos temeroso, confundido. Uno de los hombres sacó de la nada una pistola y disparó dos veces contra la esquina donde Lucero se parapetaba, gracias a quién sabe quién ambos balazos rebotaron en la pared. Lucero tomó al niño por los brazos y lo miró de frente.
-Deciles que Pinto pateaba en contra, que todos salgan de ahí, lo más rápido posible.
-No me van a creer.- el niño la miraba con miedo. Ella se arrancó un mechón de pelo y se lo dio.
-Llevales ésto, contales lo que pasó, si no te creen Anselmo te va a creer. Volá... rápido.- el niño comenzó a correr, Lucero cargó su arma y se asomó disparando. Tumbó a uno, cruzó la calle mientras disparaba sin mirar, hacia donde Pinto y el otro estaban. Pinto comenzó a correr hacia ella, dobló en la esquina y por esa calle la seguía disparándole a rolete. El otro hombre se echó a la fuga. Lucero empezó a reconocer la zona y recordó la casa de Elbéstides y de Esperanza que por allí cerca quedaba, corrió rápido, corrió por su vida. Llegó a la casa de ellos y se metió allí dentro de un salto atravesando la ventana. Cayó en el piso de la sala dolorida y arrastrándose se escondió debajo de la ventana, sentada allí respiraba agitada empañando un poco su pistola cromada que con el percutor atento, tan sólo esperaba a que esta situación alcance su desenlace. Escuchó pasos por allí afuera, se puso en cuclillas y asomó la cabeza por la parte inferior de la ventana. Nadie había en la calle y el ruido había cesado. Un silencio pesado pintaba el ambiente, se fue poniendo de pie de a poco mirando hacia afuera. La puerta se abrió en un crack! Lucero se echó hacia atrás cayendo de espaldas al suelo apuntando hacia la puerta, disparando tres o cuatro veces. El silencio volvía amenazante, el miedo le empezaba a hacer cosquillas, Pinto como escualo cazador merodeaba alrededor de la casa. Se acercó con el traste pegado al piso impulsándose con las piernas hasta un rincón. Una sombra entró por la puerta rodando por el suelo, Lucero siguió a balazos el trayecto de la sombra que se protegía tras una mesa después de haberla tumbado. Cubriéndose de que la ataquen, a balazo limpio, logró llegar atrás de la mesada de la cocina donde alguna vez Esperanza le enseñó a cocinar.
-Hijo de puta!- le dijo.
-Te pensás que a mí me gusta toda esta mierda!?!?!?
-Por qué lo hacés entonces?
-Un hombre debe hacer lo que tenga que hacer.
-Comé mierda entonces- dijo asomando la mitad del cuerpo disparando más tiros sobre la tabla de la mesa. Le hizo un par de agujeros pero nadie parecía estar herido, se volvió a cubrir por las dudas. Pinto era un buen cazador, se mantenía en silencio y ni al pisar hacía un ruido.- Espero que estés contento- dijo mientras revisaba la recámara de su arma que guardaba tan sólo una bala, se quejó silenciosamente con un gesto al darse cuenta que esa bala en recámara era su última bala.- primero cagaste a Fernando, después a mí, quién sigue... Gustavo?
-Ojalá! De los tres es el que más lo merece.- escuchó la voz nítida cercana. Miró hacia todos lados pero no lo encontró. Se puso de pie con el arma y su última bala listas a disparar.
La casa parecía vacía, sentía miedo, nunca en estos últimos tiempos había estado sola. El viento en la calle soplaba de una forma rara y pedante, el calor del sol recalentaba la casa prefabricada, le pareció escuchar un ruido en el baño y se acercó lentamente, con su arma dispuesta. Escuchó un par de chistidos en la puerta de entrada, sonrió mirando a la misma pensando que Anselmo allí la esperaba con su arma cargada y Pinto muerto en el piso... pero no, en vez de Anselmo vio como Pinto le apuntaba y antes de dispararle le sonreía. Lucero cayó hacia atrás rompiendo la puerta de madera de un placard que tenía tras ella. Pinto se le acercó sonriente.
-Gustavo se va poner muy contento cuando le cuente- sonrió hijo putezcamente mientras lentamente preparaba su arma para el tiro de gracia. Antes de desmayarse apretó el gatillo de su arma una vez cubierta de una extraña luz verde. Esperanza entró por la puerta corriendo, ella la vio, vio como la dulce niña estaba transformada en mujer, la vio sonreírle y cubrirla de lindas palabras que le daban fuerza. También llegó Fernando con bolsas repletas del supermercado sonriendo tontamente.
-Están vivos!- exclamó feliz Lucero antes que la cabeza se le caiga hacia un lado.