A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-
Caos Organizado -- Novela
XLIII
-Estoy preocupado, lleva ya varios días de retraso...- Anselmo lo miró seriamente.
-Y?
-Que la última vez que uno se retrasó estaba colgado de una rama descuartizado...- Gésus resopló.
-Qué pasa?- preguntó la dulce Lucero.
-La gente se nos está muriendo como moscas en la enfermería, acabo de hablar con Cipriano y es necesario sacar a los enfermos de acá.
-Sí pero a dónde?
-Por qué no los llevamos a algún destacamento militar?
-Vamos a hacerlo- dijo Gésus- sí... definitivamente vamos a hacer eso, esa gente ya no puede estar sufriendo de la forma en que lo está haciendo, reúnan a todo el que quiera irse y si todos se quieren ir, mejor...
-Pero si se van todos...- protestó Victoria mientras tosía femenina tapando su boca con gracia.
-Que ellos elijan... no los podemos arriesgar.
-Pero estás arriesgando todo ésto!
-Me cago en todo ésto, que me maten a mí, qué me importa, no puedo estar temiendo que pase algo y por eso dejar que acá mueran todos de forma infrahumana, que a los enfermos se los lleven y que lo sanos decidan que hacer...
-Y si alguno de los que va dice el lugar donde estamos?
-Entonces si dios existe que esté de nuestro lado.
-Miralo al anarquista hablando de Dios, te traigo a algún ministro de él para que nos ayude?
-Realmente no estoy para boludeces. Si querés tomarlo al pie de la letra hacelo, pero si querés saberlo, dios es anarquía.
-Yo...- dijo Lucero-... ya me siento mejor, pero no estoy lo suficientemente bien como para hablar de esas cosas que son un tema escabroso, si Dios existe o no, no es cosa que ahora nos pueda ayudar mucho saberlo, creerlo... creerlo, al que lo necesite que lo crea al que no, que no lo haga. Y también...- se puso de pie-... también creo que es una buena idea que llevemos a los enfermos a los cuarteles, y me parece una mejor idea que los sanos decidan que es lo que quieren hacer.
-Alguno va a hablar.
-Vinieron a nosotros por que creen en lo que Gésus y nosotros, todos pueden entrar y salir a su gusto, si no dijeron nada todavía, no lo van a decir.
-Y si los torturan?
-Eso ellos lo van a saber y van a saber qué hacer, es una decisión que tendrán que tomar.
-Entonces no hay más que hablar.- Salieron por distintos pasillos hacia distintas direcciones, avisando y reagrupando a la gente en la cavidad subterránea más grande, la principal. De a poco las gentes se iban reuniendo silenciosas murmurando unas con otros, preguntándose el por qué de esta extraña reunión.
Trescientas o cuatrocientas personas era el total de los que bajo tierra se juntaron, Colifa, Anselmo, Lucero y Cipriano se encargaban de preparar a los enfermos para llevárselos. Victoria juntaba a los niños que se reunían como ganado y correteaban por todas partes.
Gésus apareció entre la gente que esperaba que algo pasara, llegó al medio de todos y alzó su voz, un chistido general obligaba a los que en la muchedumbre hablaban a acallar su rumor y así escuchar que era lo que se iba a tratar en ese tipo de asamblea.
-Debido a la situación en la que estamos les tenemos que dar una noticia y después ustedes deberán de elegir qué es lo que quieren hacer- la muchedumbre comenzó con su farfullo de nuevo y así como comenzó el farfullo terminó cuando Gésus retomó la palabra- Hay muchos enfermos y más aún que están muriendo, en la superficie, las farmacias que quedaron están vacías, los hospitales saqueados y los únicos que pueden cuidar a los enfermos son los militares, así que pensamos que lo mejor es llevarlos con ellos ya que los podrán cuidar y hasta tal vez sanarlos, la decisión de ustedes es irse con ellos o quedarse aquí haciendo resistencia, ya que yo no me voy a rendir por lo menos hasta estar muerto...- Gésus hablaba seguro, fuerte y claro, pero en su voz se denotaba una tristeza profunda y amarga-... cuando vayan para allí, van a encontrar comida, van a tener sol, aire puro, y seguramente camas donde dormir, si se quedan aquí, tendrán hambre, trabajo, y la oportunidad de haber luchado por lo que alguna vez quisieron, yo, Lucero, Anselmo, Colifa, Victoria- enumeraba a cada uno como si estuviese leyendo los obituarios del diario- más los que están afuera buscando a la madre del borrego nos vamos a quedar, tratando de conseguir que nos reunifiquemos y formemos al fin el gran país que alguna vez fue la República, me saben anarquista... por eso la decisión está en ustedes, sepan que estar de este lado (por así llamarle) es tan erróneo como estar del otro, y el principal causante de toda esta equivocación, fui yo...- hizo un silencio profundo y lastimoso.
-Qué?!- gritó uno sorprendido y enojado- así que ahora el señor nos subestima, ahora este punto piensa que todo ésto es culpa suya y que él solito nos dirigió hasta el mismo cadalso, pues no! No somos ningunos imbéciles, cada uno de los que estamos acá, sabe que vino y que hace lo que hace por su propia voluntad y su propio coraje, todos los que aquí estamos vinimos y nos quedamos porque creemos en las palabras que usted alguna vez dijo y creyó, si usted deja de creer, a mí por lo menos... no me importa, me quedo!- comenzó a gritar- me quedo!- seguía gritando, de a uno se le iban sumando, la multitud a pleno comenzó a gritar enardecida, Gésus comenzó a reír como loco, mientras la gente lo levantaba y lo llevaba en andas, gritando me quedo! una y otra vez, el grito se extendía por todos los túneles subterráneos y allí afuera, en la superficie el viento se llevaba el sonido de los gritos como una canción.
-Viva la República!- gritó uno y como rebaño la gente se puso a gritar siguiendo así por quién sabe cuantos minutos. Gésus al fin fue bajado y sin que nadie diga nada, cada uno de los hombres y mujeres que gritaban me quedo, volvieron a sus menesteres. Gésus sonreía con una estúpida emoción que le hacía cosquillas en la panza.
-No lo puedo creer.- dijo entrando en la enfermería, mientras Victoria como cachorra le saltaba encima y lo cubría de babientos besos.
-Qué hacés vos acá, y los chicos?
-No se quieren ir, dijeron que si los grandes se iban no les importaba, es más, dijeron que aunque nosotros nos fuéramos a ellos no les importaba, están contentos acá abajo. Hasta les gusta que les enseñen los maestros y aprenden un montón. No les pude decir nada.
-No sé que decir, ni a quién agradecer.
-Yo que usted empezaría por un viejo amigo suyo que en este momento está tomando sol y un trago en alguna playa.- Gésus se dio media vuelta y encontró al hombre fornido que alguna vez manejó aquel auto oscuro. Anselmo lo miró sin saber qué cara poner.-Está bien...- le dijo- yo hubiese hecho lo mismo no te preocupes.- se saludaron estrechándose las manos con agrado cuasiplacenteroso y una sonrisa sincera.
-Vos estuviste gritando eso allá abajo, no?
-Debemos admitir que Talmarital es un capo...
-Ni que lo dudes. El me dijo que seguramente estarían acá...
-Sí, él me contó de este lugar- asintió Gésus sonriendo con cariño.
-Cómo está él?- dos finos cof se escucharon.
-No se priva de nada, ya lo conocen...
-Fue idea de él que vengas?
-De quién más si no?
-Estamos por llevar a todos los enfermos a algún cuartel militar.
-Sí lo escuché a Gésus que lo decía allá abajo.
-A propósito cómo es tu nombre?- el hombre lo miró.
XLIV
-Ya está amaneciendo volemos- dijo el Palomo.
-No...- negó Pinto, el Palomo lo miró secamente.
-Pero Fernando dijo...
-Lo que Fernando haya dicho me chupa las pelotas, no nos vamos a ir de acá con las manos vacías, o alguno de ustedes podría mirar a alguien a los ojos y contarle lo que sucedió? Si ellos no aparecen hasta el mediodía los vamos a buscar- el Palomo se puso nervioso.
-Quién te pensás que sos?- Pinto revoleó una mano y se la calzó justo en la mandíbula. El Palomo cayó unos metros más allá.
-Escondan la camioneta...- ordenó secamente. Los otros empezaron con tal menester internándose en el bosque saliendo con ramas y con éstas toscamente camuflaron la camioneta. El Palomo se puso de pie tomándose la cara, Pinto amagó a largar otro golpe sobre el Palomo que reculó en sus pasos abriendo las manos como diciendo está bien, está bien. Un ruido le advirtió que alguien se acercaba, Pinto trepó a un árbol que tenía cerca y se escondió dentro de las ramas usando al árbol de otero, o como carajo, lo mismo da. Fernando y los otros llegaban silenciosos y formados. Todos parecían estar cansados.
-Están por acá.- dijo el guía a Fernando.
-Eso parece- dijo éste acercándose a la camioneta sacándole de encima un par de ramas que le quedaban realmente graciosas. Pinto saltó de la rama y cayó frente a los que llegaban.
-Pinto, qué sorpresa!- dijo Fernando- dónde están los otros?
-Ahora vuelven, están camuflando la camioneta.
-Qué camioneta?- dijo mirando hacia todos lados en tono de sorna. Pinto sonrió, los otros cuatro salieron del bosque con más ramas en las manos. El Palomo no aparecía.
-Y el Palomo?
-Seguramente fue a buscar más ramas...- Fernando y Elbéstides intercambiaron miradas.
-Para dónde fue?
-Por allá...- se adentraron unos pares de metros y el Palomo se encontraba degollado en el suelo, por el tajo se le veía la tráquea.
-Mierda!- exclamó Pinto
-Entiérrenlo- susurró Fernando- después vayan a descansar, esta noche vamos a trabajar un poco, Elbéstides...- le llamó la atención al mismo.
-Qué?
-Vení vamos a hablar...- ambos se metieron en el bosque.
-Qué pasa Fer?
-Saben que estamos acá, vamos a entrar por la noche, reuní a la gente cuando terminen y pedile al guía que los lleve hasta el campo de viñedos, no somos muchos pero traten de rodear el lugar. Hacé diez grupos de cinco, con eso va a bastar... quiero que cuando ataquen el silo, si encuentran cosas importantes se las lleven allá a Lucero y al resto, también quiero que le lleves esta carta a ella y ésta a Gésus, quiero que las cuides con tu vida y que a tu vida las cuides con las cartas- Elbéstides lo miró confundido.
-Estuviste chupeteando botellas y no convidaste.
-Quiero decir que vos y las cartas lleguen, sea como sea.
-Vos que vas a hacer?
-Tal vez a hacer historia, pero en sí, voy a averiguar qué es lo que pasa en ese silo, si no pasa nada raro vuelvo antes de medianoche y si no vuelvo para medianoche, vayan ustedes, pero igual, por si las moscas estate atento.
-Voy con vos!
-Sos más importante acá que conmigo.
-Pero yo le prometí a mi Chi...
-Esperanza estaría de acuerdo conmigo, así que no seas párvulo y haceme caso- interrumpió Fernando, la bestia agachaba la cabeza tristemente. Fernando le pegó en el antebrazo, la bestia lo agarró y lo abrazó con todo cariño.
-Me vas a matar boludo!- la bestia lo soltó y Fernando se desplomó en el suelo.
-Cuidate.
-Si sobreviví a tus demostraciones de afecto no hay bala que me mate.
-Je, je, je.- respondió Elbéstides tontamente. Volvieron hacia donde todos estaban y cada cual a su manera le deseaba suerte al alma del Palomo que yacía bajo tierra.
-A ver mis estimadas comadrejas!- dijo Fernando llamando la atención de cada uno de los cincuenta y pico que allí estaban.- Elbéstides ya sabe que hay que hacer, nos vemos (espero) antes de la medianoche y si no es antes, algún día nos encontraremos, él sabe que hacer, descansen... que si todo sale mal, vamos a tener una noche movidita.- Fernando se arrodilló ante la precaria tumba del Palomo y allí depositó una sonrisa y una lágrima, se acercó al guía y le preguntó algo en voz baja, el otro se golpeó la cabeza con el índice, Fernando le hizo sorna moviendo la cabeza de un lado para el otro mientras sacaba la lengua por un costado de la boca. El guía señaló para algún lugar y Fernando internándose en el bosque desapareció tras los árboles. Elbéstides lo vio perderse y sintió que no lo iba a ver nunca más, sacó la piedrita de su bolsillo, la posó en su mejilla y como un niño se puso a llorar.
-No te preocupes por el cojonudo ese, tiene más vidas que un gato- le palmeó la espalda a la bestia que lo miró de una forma veramente distinta.
Caos Organizado -- Novela
XLIII
-Estoy preocupado, lleva ya varios días de retraso...- Anselmo lo miró seriamente.
-Y?
-Que la última vez que uno se retrasó estaba colgado de una rama descuartizado...- Gésus resopló.
-Qué pasa?- preguntó la dulce Lucero.
-La gente se nos está muriendo como moscas en la enfermería, acabo de hablar con Cipriano y es necesario sacar a los enfermos de acá.
-Sí pero a dónde?
-Por qué no los llevamos a algún destacamento militar?
-Vamos a hacerlo- dijo Gésus- sí... definitivamente vamos a hacer eso, esa gente ya no puede estar sufriendo de la forma en que lo está haciendo, reúnan a todo el que quiera irse y si todos se quieren ir, mejor...
-Pero si se van todos...- protestó Victoria mientras tosía femenina tapando su boca con gracia.
-Que ellos elijan... no los podemos arriesgar.
-Pero estás arriesgando todo ésto!
-Me cago en todo ésto, que me maten a mí, qué me importa, no puedo estar temiendo que pase algo y por eso dejar que acá mueran todos de forma infrahumana, que a los enfermos se los lleven y que lo sanos decidan que hacer...
-Y si alguno de los que va dice el lugar donde estamos?
-Entonces si dios existe que esté de nuestro lado.
-Miralo al anarquista hablando de Dios, te traigo a algún ministro de él para que nos ayude?
-Realmente no estoy para boludeces. Si querés tomarlo al pie de la letra hacelo, pero si querés saberlo, dios es anarquía.
-Yo...- dijo Lucero-... ya me siento mejor, pero no estoy lo suficientemente bien como para hablar de esas cosas que son un tema escabroso, si Dios existe o no, no es cosa que ahora nos pueda ayudar mucho saberlo, creerlo... creerlo, al que lo necesite que lo crea al que no, que no lo haga. Y también...- se puso de pie-... también creo que es una buena idea que llevemos a los enfermos a los cuarteles, y me parece una mejor idea que los sanos decidan que es lo que quieren hacer.
-Alguno va a hablar.
-Vinieron a nosotros por que creen en lo que Gésus y nosotros, todos pueden entrar y salir a su gusto, si no dijeron nada todavía, no lo van a decir.
-Y si los torturan?
-Eso ellos lo van a saber y van a saber qué hacer, es una decisión que tendrán que tomar.
-Entonces no hay más que hablar.- Salieron por distintos pasillos hacia distintas direcciones, avisando y reagrupando a la gente en la cavidad subterránea más grande, la principal. De a poco las gentes se iban reuniendo silenciosas murmurando unas con otros, preguntándose el por qué de esta extraña reunión.
Trescientas o cuatrocientas personas era el total de los que bajo tierra se juntaron, Colifa, Anselmo, Lucero y Cipriano se encargaban de preparar a los enfermos para llevárselos. Victoria juntaba a los niños que se reunían como ganado y correteaban por todas partes.
Gésus apareció entre la gente que esperaba que algo pasara, llegó al medio de todos y alzó su voz, un chistido general obligaba a los que en la muchedumbre hablaban a acallar su rumor y así escuchar que era lo que se iba a tratar en ese tipo de asamblea.
-Debido a la situación en la que estamos les tenemos que dar una noticia y después ustedes deberán de elegir qué es lo que quieren hacer- la muchedumbre comenzó con su farfullo de nuevo y así como comenzó el farfullo terminó cuando Gésus retomó la palabra- Hay muchos enfermos y más aún que están muriendo, en la superficie, las farmacias que quedaron están vacías, los hospitales saqueados y los únicos que pueden cuidar a los enfermos son los militares, así que pensamos que lo mejor es llevarlos con ellos ya que los podrán cuidar y hasta tal vez sanarlos, la decisión de ustedes es irse con ellos o quedarse aquí haciendo resistencia, ya que yo no me voy a rendir por lo menos hasta estar muerto...- Gésus hablaba seguro, fuerte y claro, pero en su voz se denotaba una tristeza profunda y amarga-... cuando vayan para allí, van a encontrar comida, van a tener sol, aire puro, y seguramente camas donde dormir, si se quedan aquí, tendrán hambre, trabajo, y la oportunidad de haber luchado por lo que alguna vez quisieron, yo, Lucero, Anselmo, Colifa, Victoria- enumeraba a cada uno como si estuviese leyendo los obituarios del diario- más los que están afuera buscando a la madre del borrego nos vamos a quedar, tratando de conseguir que nos reunifiquemos y formemos al fin el gran país que alguna vez fue la República, me saben anarquista... por eso la decisión está en ustedes, sepan que estar de este lado (por así llamarle) es tan erróneo como estar del otro, y el principal causante de toda esta equivocación, fui yo...- hizo un silencio profundo y lastimoso.
-Qué?!- gritó uno sorprendido y enojado- así que ahora el señor nos subestima, ahora este punto piensa que todo ésto es culpa suya y que él solito nos dirigió hasta el mismo cadalso, pues no! No somos ningunos imbéciles, cada uno de los que estamos acá, sabe que vino y que hace lo que hace por su propia voluntad y su propio coraje, todos los que aquí estamos vinimos y nos quedamos porque creemos en las palabras que usted alguna vez dijo y creyó, si usted deja de creer, a mí por lo menos... no me importa, me quedo!- comenzó a gritar- me quedo!- seguía gritando, de a uno se le iban sumando, la multitud a pleno comenzó a gritar enardecida, Gésus comenzó a reír como loco, mientras la gente lo levantaba y lo llevaba en andas, gritando me quedo! una y otra vez, el grito se extendía por todos los túneles subterráneos y allí afuera, en la superficie el viento se llevaba el sonido de los gritos como una canción.
-Viva la República!- gritó uno y como rebaño la gente se puso a gritar siguiendo así por quién sabe cuantos minutos. Gésus al fin fue bajado y sin que nadie diga nada, cada uno de los hombres y mujeres que gritaban me quedo, volvieron a sus menesteres. Gésus sonreía con una estúpida emoción que le hacía cosquillas en la panza.
-No lo puedo creer.- dijo entrando en la enfermería, mientras Victoria como cachorra le saltaba encima y lo cubría de babientos besos.
-Qué hacés vos acá, y los chicos?
-No se quieren ir, dijeron que si los grandes se iban no les importaba, es más, dijeron que aunque nosotros nos fuéramos a ellos no les importaba, están contentos acá abajo. Hasta les gusta que les enseñen los maestros y aprenden un montón. No les pude decir nada.
-No sé que decir, ni a quién agradecer.
-Yo que usted empezaría por un viejo amigo suyo que en este momento está tomando sol y un trago en alguna playa.- Gésus se dio media vuelta y encontró al hombre fornido que alguna vez manejó aquel auto oscuro. Anselmo lo miró sin saber qué cara poner.-Está bien...- le dijo- yo hubiese hecho lo mismo no te preocupes.- se saludaron estrechándose las manos con agrado cuasiplacenteroso y una sonrisa sincera.
-Vos estuviste gritando eso allá abajo, no?
-Debemos admitir que Talmarital es un capo...
-Ni que lo dudes. El me dijo que seguramente estarían acá...
-Sí, él me contó de este lugar- asintió Gésus sonriendo con cariño.
-Cómo está él?- dos finos cof se escucharon.
-No se priva de nada, ya lo conocen...
-Fue idea de él que vengas?
-De quién más si no?
-Estamos por llevar a todos los enfermos a algún cuartel militar.
-Sí lo escuché a Gésus que lo decía allá abajo.
-A propósito cómo es tu nombre?- el hombre lo miró.
XLIV
-Ya está amaneciendo volemos- dijo el Palomo.
-No...- negó Pinto, el Palomo lo miró secamente.
-Pero Fernando dijo...
-Lo que Fernando haya dicho me chupa las pelotas, no nos vamos a ir de acá con las manos vacías, o alguno de ustedes podría mirar a alguien a los ojos y contarle lo que sucedió? Si ellos no aparecen hasta el mediodía los vamos a buscar- el Palomo se puso nervioso.
-Quién te pensás que sos?- Pinto revoleó una mano y se la calzó justo en la mandíbula. El Palomo cayó unos metros más allá.
-Escondan la camioneta...- ordenó secamente. Los otros empezaron con tal menester internándose en el bosque saliendo con ramas y con éstas toscamente camuflaron la camioneta. El Palomo se puso de pie tomándose la cara, Pinto amagó a largar otro golpe sobre el Palomo que reculó en sus pasos abriendo las manos como diciendo está bien, está bien. Un ruido le advirtió que alguien se acercaba, Pinto trepó a un árbol que tenía cerca y se escondió dentro de las ramas usando al árbol de otero, o como carajo, lo mismo da. Fernando y los otros llegaban silenciosos y formados. Todos parecían estar cansados.
-Están por acá.- dijo el guía a Fernando.
-Eso parece- dijo éste acercándose a la camioneta sacándole de encima un par de ramas que le quedaban realmente graciosas. Pinto saltó de la rama y cayó frente a los que llegaban.
-Pinto, qué sorpresa!- dijo Fernando- dónde están los otros?
-Ahora vuelven, están camuflando la camioneta.
-Qué camioneta?- dijo mirando hacia todos lados en tono de sorna. Pinto sonrió, los otros cuatro salieron del bosque con más ramas en las manos. El Palomo no aparecía.
-Y el Palomo?
-Seguramente fue a buscar más ramas...- Fernando y Elbéstides intercambiaron miradas.
-Para dónde fue?
-Por allá...- se adentraron unos pares de metros y el Palomo se encontraba degollado en el suelo, por el tajo se le veía la tráquea.
-Mierda!- exclamó Pinto
-Entiérrenlo- susurró Fernando- después vayan a descansar, esta noche vamos a trabajar un poco, Elbéstides...- le llamó la atención al mismo.
-Qué?
-Vení vamos a hablar...- ambos se metieron en el bosque.
-Qué pasa Fer?
-Saben que estamos acá, vamos a entrar por la noche, reuní a la gente cuando terminen y pedile al guía que los lleve hasta el campo de viñedos, no somos muchos pero traten de rodear el lugar. Hacé diez grupos de cinco, con eso va a bastar... quiero que cuando ataquen el silo, si encuentran cosas importantes se las lleven allá a Lucero y al resto, también quiero que le lleves esta carta a ella y ésta a Gésus, quiero que las cuides con tu vida y que a tu vida las cuides con las cartas- Elbéstides lo miró confundido.
-Estuviste chupeteando botellas y no convidaste.
-Quiero decir que vos y las cartas lleguen, sea como sea.
-Vos que vas a hacer?
-Tal vez a hacer historia, pero en sí, voy a averiguar qué es lo que pasa en ese silo, si no pasa nada raro vuelvo antes de medianoche y si no vuelvo para medianoche, vayan ustedes, pero igual, por si las moscas estate atento.
-Voy con vos!
-Sos más importante acá que conmigo.
-Pero yo le prometí a mi Chi...
-Esperanza estaría de acuerdo conmigo, así que no seas párvulo y haceme caso- interrumpió Fernando, la bestia agachaba la cabeza tristemente. Fernando le pegó en el antebrazo, la bestia lo agarró y lo abrazó con todo cariño.
-Me vas a matar boludo!- la bestia lo soltó y Fernando se desplomó en el suelo.
-Cuidate.
-Si sobreviví a tus demostraciones de afecto no hay bala que me mate.
-Je, je, je.- respondió Elbéstides tontamente. Volvieron hacia donde todos estaban y cada cual a su manera le deseaba suerte al alma del Palomo que yacía bajo tierra.
-A ver mis estimadas comadrejas!- dijo Fernando llamando la atención de cada uno de los cincuenta y pico que allí estaban.- Elbéstides ya sabe que hay que hacer, nos vemos (espero) antes de la medianoche y si no es antes, algún día nos encontraremos, él sabe que hacer, descansen... que si todo sale mal, vamos a tener una noche movidita.- Fernando se arrodilló ante la precaria tumba del Palomo y allí depositó una sonrisa y una lágrima, se acercó al guía y le preguntó algo en voz baja, el otro se golpeó la cabeza con el índice, Fernando le hizo sorna moviendo la cabeza de un lado para el otro mientras sacaba la lengua por un costado de la boca. El guía señaló para algún lugar y Fernando internándose en el bosque desapareció tras los árboles. Elbéstides lo vio perderse y sintió que no lo iba a ver nunca más, sacó la piedrita de su bolsillo, la posó en su mejilla y como un niño se puso a llorar.
-No te preocupes por el cojonudo ese, tiene más vidas que un gato- le palmeó la espalda a la bestia que lo miró de una forma veramente distinta.