domingo, enero 14, 2024

El imprudente presente de Ariadna

En la madeja sin nombre 
donde el olvido ha encontrado
apenas la punta del ovillo
cree el hombre saber tener 
las preguntas a todas las respuestas 
y desde esta falsa inocencia 
predica un idílico desapego
por aquello que por naturaleza necesita.

¿Has visto el dorso de tus manos últimamente?

¿De qué sirve el tiempo que el reloj guarda
si tus pasos se han perdido 
en el camino que no vuelve al hogar?

Bien sabes que ha muerto el estuario
que las aguas estancas pierden su brillo
y que el amo que no respeta al criado
tampoco se respeta a sí mismo,
sin embargo,
aún menosprecias los colores del cielo en sus apogeos 
y eliges la pantalla
de a poco te sumerjes 
en la realidad que prefiere tu mente
y la frustración de ser lo que no puedes
es una máscara que te aleja 
de tus sueños más íntimos.

¿Te has encontrado en algún lugar de la madeja?
¿Qué pregunta genera en ti esta respuesta?

La liebre que entiende cuál es su madriguera
no corre tras ningún reloj
y a su propia necedad
sobrevive.

El ovillo no tiene un fin,
puede regenarse una vez desovillado.
En cambio, la hebra de lana que le da sustancia,
comienza y acaba,
hay veces,
en la misma punta.  

 

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