que ocupa demasiado espacio en la cama
que nubla algunos atardeceres
y que llena los rincores de índices culpantes.
Es cierto que el silencio aturde
que la piel seca, a los abrazos teme
y a los besos olvida.
Es cierto que la ilusión agoniza
y que el alma, pequeñita,
duele siempre cada día
-sin acostumbrarse nunca-
un poquito más, sin querer.
Por otro lado
es sano rencontrarme con el qué de mi mirada
con el porqué de mis ideas
y la sinrazón de este viejo corazón
que al fin se ha puesto al día
con mi carne
con mi destino
con mi espíritu.
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