No había nadie en el banco que miraba al paisaje
pero ese nadie era miles de sombras
que alguna vez estuvieron allí sentadas
mirando a los mismos patos nadando en el lago
o pescando, o despegando, o aterrizando,
o enseñándole a sus hijos a ser libres.
Ese banco que parece vacío tiene
millones de abrazos y de besos
de lágrimas y sonrisas, de gritos y susurros,
tiene libros olvidados y líneas tan repetidas
que se funden en la memoria de quien las ora.
Ese banco silencioso ahora tiene ansias
de albergar a otra persona que llegue
con su alma expuesta y su sinceridad abierta
y dé de sí, todo lo que uno tiene adentro.
Ese banco ha pasado mil y un soles
que para ese de traje y corbata es siempre el mismo
que para ese vestido a rayas es un deseo
que para esa de polleras largas es un desafío
que para ese de lienzos cortos es un amigo.
Ese banco de ahí es testigo de un millar de historias
que a nadie cuenta y que las guarda receloso
en las vetas más profundas de su madera pintada.
pero ese nadie era miles de sombras
que alguna vez estuvieron allí sentadas
mirando a los mismos patos nadando en el lago
o pescando, o despegando, o aterrizando,
o enseñándole a sus hijos a ser libres.
Ese banco que parece vacío tiene
millones de abrazos y de besos
de lágrimas y sonrisas, de gritos y susurros,
tiene libros olvidados y líneas tan repetidas
que se funden en la memoria de quien las ora.
Ese banco silencioso ahora tiene ansias
de albergar a otra persona que llegue
con su alma expuesta y su sinceridad abierta
y dé de sí, todo lo que uno tiene adentro.
Ese banco ha pasado mil y un soles
que para ese de traje y corbata es siempre el mismo
que para ese vestido a rayas es un deseo
que para esa de polleras largas es un desafío
que para ese de lienzos cortos es un amigo.
Ese banco de ahí es testigo de un millar de historias
que a nadie cuenta y que las guarda receloso
en las vetas más profundas de su madera pintada.
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