Me obligo cada día a reinventarme, a crear de mi un ser mitológico y maravilloso, con cuernos de búfalo a veces, alas de Icaro y manos de Coquena. Me reinvento para reformarme y olvidar las huellas que el pasado deja; para verme a los ojos y reencontrarme con mis partes, la izquierda, la derecha, la oscura, la luminaria, la franca, la esquiva, la frontal, la traicionera; y me yergo frente a mi para antes de reinventarme por completo, y comienzo a presentar: Presento a las musas con los miedos, a los duendes con los muertos, a los fantasmas con los nonatos, y a los viejos entre si los presento en mi jardín (tal vez el más bello paisaje que encuentro en el ocio del paseo), donde se sientan y especulan calculando falaces las posibilidades que hay en los después desde el ahora, parametrado por un pasado que inexorable se diluye.
Me obligo a reinventarme tratando de olvidar lo más posible el pasado que pesa y llevo como mochila, preguntándome mientras canto como oración tal vez como mantra: "... de qué sirve lo que llevas? Sabés donde vas pero no sabés lo que es estar allí donde estés yendo, reiventate hoy que mañana nunca llega.
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