Me yergo indolente anque abatido
te entrego vergonzante la daga
con la que fui herido sin sentido
y nuestros miedos se visten de gala
Las lágrimas del alma que caen
no lavan las penas ni culpas logradas
y con el sentimiento en la nada
los ojos se buscan, se encuentran y deshacen
No siento vergüenza por la derrota,
si siento nostalgia por la sonrisa en tu boca
por el sol en tu frente y la mano caliente
que aunque furiosa y trémola siempre combate
No siento vergüenza por volver herido
solo temo que golpee la muerte mi puerta
y me lleve a sus mares llenos en suspiros
y que al puerto llegar, ya no haya un despertar
Y sin despertar no habrá mas miradas
de tus ojos mirando los míos en la mañana.
Morir, no es morir si aún estoy en tus brazos
por que vivir no es vivir, si no es amando.
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