Trepa cansino por los costados de la cara hasta quedar asido del pómulo prominente y aburrido, los párpados pesan e inexorablemente, llega a los ojos que inyectados en sangre dibujando sobre los globos oculares telarañas que desfiguran el rostro con el cansancio en tintes violaceos que como bolsas caen debajo de los ojos. El cuerpo que pesa y las manos que torpes se entremezclan entre la realidad y el deseo, el pensamiento que se aletarga como el atardecer animoso en colores y ese fuego incandecente que va desapareciendo tras el horizonte, inocente y silencioso como la hora de la siesta.
Un paso mas allá de esto, está el delirio, la inconciencia plena, el lugar donde todo es significante, donde la gota del agua puede ser el verbo o la cascada, la lluvia o el mar donde se navega o se ahoga. La vigilia golpea en los párpados y todo se sume en un absoluto sopor, ni siquiera existe en la imaginación que hora pueda llegar a ser, igual no importa, en el mundo de hoy no hay horarios para el cansancio, pero si para el descanso.
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