En el doblés de la sábana
la mano desnuda, apasionada
se aferra de nada
desesperada
pues todo el cuerpo le tiembla
preso de un frenesí
salvajemente hermoso.
De los labios
un leve orgasmo
escapa en un gemido gutural
caliente, prefecto
que perdido en el espacio tiempo
llega al lugar
más profundo del alma.
Y en sus ojos
de mirada perdida
se encuentra ensombrecida
tanta vida que encuentra
en el placer que su carne siente
por ser penetrada
poseída, adorada
por ese hombre que siempre amó
y por primera vez
entre jugos y caricias
pudo conquistar y tener
aunque el sol
al despertar no los encuentre.
Dejará las sábanas con su aroma
la electricidad desparramada
por cada pulgada de su cuerpo
y en su mente vibrará aquel recuerdo
cuando con ansias, al amarla
la hizo sentirse de pies a cabeza
y por primera vez en su vida entera,
una eterna y etérea mujer.
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