Cuando dejaron de sonar las campanas
sus oídos atentos a ese repicar
no se distrajeron con el gorjeo de los gorriones
que levantaban vuelo hacia la estatua,
con la tensión de la madre enhebrando la aguja
mientras el niño por hambre llora
dejó de lado su idea, la práctica estaba marchando.
Se deshizo de aquel tal vez
que alguna vez fue su motor primero,
escondido en la sombra de otro antropomorfo
esclavo de un paisaje que no era el suyo
ajeno a su propia libertad
escuchó el silencio de las campanas,
que ya no repicaban,
desoyó los pesados pasos que sonaban
como la hojarasca en otoño
arrastrándose cual cortejo fúnebre hacia la nave
hincándose a los pies del salvador
que con sangre lava nuestros pecados.
La muerte de todos es un hecho inevitable
¿¡Por qué Dios mantenemos viva esta farsa!?
Entendió que nada era de nadie
que nada le pertenecía y que él pertenecía al otro
él era en el otro, pero no por sí mismo,
más bien como otredad
a ciegas entendió porque la luz se desvanecía
como la llama de un fósforo que se consume,
al acercarse al abismo, jugado en su destino,
apretó sus labios y oró mientras
el vacío le cerraba los párpados con vergüenza.
sus oídos atentos a ese repicar
no se distrajeron con el gorjeo de los gorriones
que levantaban vuelo hacia la estatua,
con la tensión de la madre enhebrando la aguja
mientras el niño por hambre llora
dejó de lado su idea, la práctica estaba marchando.
Se deshizo de aquel tal vez
que alguna vez fue su motor primero,
escondido en la sombra de otro antropomorfo
esclavo de un paisaje que no era el suyo
ajeno a su propia libertad
escuchó el silencio de las campanas,
que ya no repicaban,
desoyó los pesados pasos que sonaban
como la hojarasca en otoño
arrastrándose cual cortejo fúnebre hacia la nave
hincándose a los pies del salvador
que con sangre lava nuestros pecados.
La muerte de todos es un hecho inevitable
¿¡Por qué Dios mantenemos viva esta farsa!?
Entendió que nada era de nadie
que nada le pertenecía y que él pertenecía al otro
él era en el otro, pero no por sí mismo,
más bien como otredad
a ciegas entendió porque la luz se desvanecía
como la llama de un fósforo que se consume,
al acercarse al abismo, jugado en su destino,
apretó sus labios y oró mientras
el vacío le cerraba los párpados con vergüenza.
2 comentarios:
No pude descifrar, al cabo de los días y los tiempos, quién era el dios al que invocara entonces
Poeta ...
un poema contundente, desde luego, muy visceral. interesante, en cualquier caso, volveré a pasarme, y dejo mi blog, es http://alejandrovargassanchez.blogspot.com tb soy poeta. saludos
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