que soy quien soy donde puedo y quiero ser.
Y me miro
con los ojos extraños de esta carne mía que me acobija
y la acaricio
con esas manos de piel que envejecida, aún ansían
seguir dando amor
y también recibirlo.
La veo sonriéndome en el espejo leal
que hace tiempos me dice esa verdad
que primero negaba y que luego de aceptarla
ya no importa ni la espero
y humildemente la agradezco.
Noto, sin dolor ni impaciencia,
que lo que en otros se ha vuelto inexorable
es en mí el qué de la experiencia.
En un minuto entiendo
que soy una estrella y un grano de arena,
que soy una gota de agua fluyendo a la deriva
en un cielo profundo que nunca termina.
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