sábado, octubre 18, 2025

Aunque las pruebas no eran concluyentes, por las dudas, se llevaron al caballo de Hernández detenido a la comisaría. Fernández, la vecina del ahora hombre sin caballo, había llamado al comisario del pueblo cansada ya que su ropa interior siempre desapareciera misteriosamente.
Fernández, real portador del apellido, se excusaba ante Hernández por el comportamiento peculiar de su esposa, que miraba a ambos hombres con los ojos inyectados en sangre, los brazos cruzados y con la alpargata del pie derecho repitiendo paf, paf, paf sobre el polvoriento piso de tierra.
-Con qué voy a trabajar mañana si me han arrestado al caballo?-
-Le prestaría el mío, pero sabe que tengo rengo al matungo después de eso que le pasó en el río... salvo que a usted no le moleste ir con el caballo cojo a su trabajo.- Hernández abrió sus ojos como si hubiera visto un fantasma.
-Está usted loco? Como voy a ir al trabajo con un caballo cojo, antes muerto a faconazos... sabe bien usted lo que dicen de los gauchos que andan sobre heridos matungos.-
-Vio Ernesta...- dijo Fernández a su esposa que aún seguía desafiante esperando que la policía encuentre su ropa interior por algún lado.
-Sotretas son ustedes dos, si el caballo anda rengo no es porque tenga el diablo adentro...-
-Usted no tiene idea de caballos vieja yegua.- le respondió su esposo.
-Si hubiera tenido en vez de enlazar a un caballo de tiro me hubiese montado a un pura sangre y ahora viviría en la ciudad como una bacana y no en el medio del campo como un pájaro campana.-
-Campana por lengua larga, - arremetió Fernández - vaya para adentro a preparse unos mates que un rato entro y quiero meter algo calentito en el buche, vamos.- Ernesta se metio dentro del rancho y se escuchó el ruido del metal crepitando sobre el fuego.
-Deje Fernández, no se va a andar peleando con su china por semejante sotretada, iré mañana caminando hasta el campo de Florindo y ahí tomaré prestado un zaino, ese Florindo me debe más de un favor y nunca me lo he cobrado.-
-Quisiera disculparme de alguna manera Hernández, no era mi intención todo este mal trago, quiere darle a una caña que traje de mi último arreo?-
-Le doy gracias a los santos que del demonio me alejaron, le acepto unos amargos en el caso que usted quiera, pero que sean en mi querencia no quiero andar entorpeciendo su hacienda.-
Hernández y Fernández se metieron en el rancho matearon largo rato y de Ernesta ni hablaron, al caer el sol tocaron fuerte con tres golpes a la puerta, andaban como los chanchos entre ellos guitarreando.
-Qué pasó Don Comisario?- dijo Hernández dando un salto.
-Hubo que sacrificar a su caballo Hernández, lo lamento.- el hombre cayó devastado.
-Qué pasó?- insitió Fernández.
-Al llegar a la comisaría, el caballo hizo sus necesidades y encontramos en su bosta de ropa interior algunas partes...-
-Pero ese no es motivo de sacrificio mi amigo- aseguró entonces Fernandez.
-Que el pobre bicho no terminó de sacar todo y al quedarle