El fulgor de la estrella,
tu vieja escuela
de sudor y manos sucias
donde la argucia
no es propia
si no ajena
y la realeza de tus actos
son tus logros
y tus páramos,
brilla silenciosa con presencia,
en tus apretados labios
que el tiempo agrietaron
a fuerza de callar
con paciencia
por respeto de aquello
que hace y rodea
al continuo pensamiento
en el eterno cielo del caminante
donde te has encontrado a ti mismo
con tus dimes, tus diretes
con tus luces, con tus sombras
en tus lungas y en tus cortas
apreciaciones del paisaje
que eras y te rodeaba
aceptando que allí también,
algo de ti supo estar perdido
hasta que al fin viste el camino
demarcado en lo oscuro
como una estela en el agua
como una palabra en el viento.
El fulgor de la estrella
brilla silenciosa con presencia
en el eterno cielo del caminante.
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