En un paisaje
donde tu y yo somos ajenos
pero sin querer pertenecemos
a ese mar, a esa nube, a esa gaviota
nos encontraron sin buscar
aquellos que tienen por destino
llenar de horizontes
aquello que ni a la esquina llega
esos vándalos de la verdad
nos quitaron las vendas
y a los ojos nos obligaron
a vernos
a hablarnos
a entendernos
como era cada uno
como es cada uno
otros hubieran salido corriendo
pero en éste óleo
ni tu ni yo éramos rápidos
por lo cual atraparnos
fue tan fácil como dar
la precisa pincelada
en el momento exacto
en que yo me agachaba
para tomar tu pareo
que había volado con el viento
que te desbolaba el cabello
y tu, fugaz como una golondrina
sonreías tomando con fuerza
un sombrero de paja amarilla
que al horizonte sobre el mar
junto a esa nube,
junto a esa gaviota,
quería llegar.
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