lloro cuando lloro
y río cuando río
bailo divertido
pero solo,
pues no sé bailar.
Yo
que en el remanso
encuentro preguntas,
en las respuestas
encuentro recodos,
en la montaña comprendo horizontes
y al llegar a la orilla
los desdeño.
Yo
que adoro a los que creen
sin importarme en qué crean,
que amo a los que crean
sin importar que es lo que creen.
Yo
que no olvido lo que recuerdo
y lo que no sirve lo transformo
Yo
que saludo a todo el mundo
pues quiero un mundo saludable
Yo
que sonrío ante el ingenio
y ante la inocencia me quito el sombrero
Yo
qué desdeño donde van mis pies
qué desdeño donde van mis pies
qué transformé mi cabeza
que ignoro a dónde es norte,
que son las estrellas,
y qué las mareas
te dejo el permiso de la desvergüenza
para que sigas riendo o llorando a pata suelta
cuando quieras, donde quieras, como quieras.
Para que des galletas de jirafa
a la escuálida vende flores del zoo
y saludes a cualquiera
sin importar quien este sea.
Esta desvergüenza
hará que te sonrojes
y que rías
desfachatada
con todo el cuerpo
con toda el alma.
Tal vez así
loca, desvergonzada,
recuerdes mañana
la noche de hoy
y sonrías.
Esta desvergüenza es tuya
usala como quieras
o mejor te venga,
lo que si te pido
(y para esto no existen excusas)
que si no la usás
no te avergüence devolverla
o regalarla
a quien creas que le haga falta.
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