Me quedo de pie ante tu puerta entreabierta.
Me esperas
me quieres dentro de tu hogar
que es tu templo
me sugieres que entre
que te busque
que te persiga por los rincones
que te alcance y que mientras
tiemblas temerosa al ver mis ojos
que se clavan interminables dentro de tu ansiosa mirada.
Te escurres como desvanecida
como si tus huesos fueran suspiros.
Tus labios palpitan
humedecidos por tu lengua desnuda
caliente, húmeda,
se cansan de suplicar
que me quieres dentro.
Yo sigo en la puerta
con el sombrero puesto,
erguido, distante y cercano,
duro como roca,
no me conmueve siquiera el llamado profundo
de la necesidad que te desborda.
Acaricio el picaporte en tu puerta entreabierta con la yema de mis dedos,
se escapa un gemido,
y dos,
y tres,
tu corazón se agita,
se erectan tus senos,
tal vez sea el miedo, tal vez curiosidad,
tal vez sea el fuego frío que entra por la puerta entre abierta,
desde donde te miro,
silencioso y expectante
suplicando que salgas a mi
y me abraces
con todo tu cuerpo,
sonriente y temblando.
Me esperas
me quieres dentro de tu hogar
que es tu templo
me sugieres que entre
que te busque
que te persiga por los rincones
que te alcance y que mientras
tiemblas temerosa al ver mis ojos
que se clavan interminables dentro de tu ansiosa mirada.
Te escurres como desvanecida
como si tus huesos fueran suspiros.
Tus labios palpitan
humedecidos por tu lengua desnuda
caliente, húmeda,
se cansan de suplicar
que me quieres dentro.
Yo sigo en la puerta
con el sombrero puesto,
erguido, distante y cercano,
duro como roca,
no me conmueve siquiera el llamado profundo
de la necesidad que te desborda.
Acaricio el picaporte en tu puerta entreabierta con la yema de mis dedos,
se escapa un gemido,
y dos,
y tres,
tu corazón se agita,
se erectan tus senos,
tal vez sea el miedo, tal vez curiosidad,
tal vez sea el fuego frío que entra por la puerta entre abierta,
desde donde te miro,
silencioso y expectante
suplicando que salgas a mi
y me abraces
con todo tu cuerpo,
sonriente y temblando.
1 comentario:
Yo viajera he encontrado una serpiente en la mesa del Poeta.
Y, sin embargo, ignoro aún qué he visto ... aunque bien sepa que la palabra, recayendo otra vez sobre mí, ha de decirme a qué porción de tu secreto pertenezco.
Tal vez, mientras tu hablabas, yo pude adivinar aquella oscura complicidad de tu nombre con la luz, o tú mismo me hayas dado por abundancia de ti el sésamo desde tu rapidísima quietud.
Pero yo volveré.
Yo que he viajado ... volveré.
Y acaso vea entonces al Poeta en el lúcido ojo de la hipnótica serpiente.
Poeta ---
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