tantas veces de mi destino
que ahora subirme de nuevo
a esta barca con otro puerto
no me implica ningún esfuerzo
ni tampoco algún hastío.
Ya no sueño en ninguna noche
ni ensueño mis tiempos perdidos
en el estío, mis recuerdos,
vehementes a otro reinicio
me repito a sotto voce:
lo nuevo nunca es desafío.
Y me subo en las carriolas de los viejos carruseles y dando punza (y arte) latigo a los corceles invencibles de madera que bajan y suben como las mareas que trajeron mis pesadillas y se llevaron mis dulces sueños, hacia el atardecer, al morir la pleamar.
Vieja luna que andás sin vestido
sol que todo ya has visto
me postro a sus juicios vacíos,
a todos.
El tiempo le cambia el sentido
a todo.
Aquello que tuve de austero
hoy, por necio, lo peco de viejo.
Salgo del camino
vagando sin rumbo fijo
en ningún momento
nadie se detuvo y dijo:
quédate, sos nuestro;
excepto tú.
Andando ando,
entre pasos solitarios ya no me confundo
si quiera en lo oscuro,
bajo tu luz camino
siempre contigo.
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