martes, mayo 15, 2007

Buenos Aires máquina de amor --- Poesía

Cómo no extrañar el olor a garrapiñada
a nafta en las estaciones de servicio.
Las plazas llenas de chicos jugando
en los mil y un juegos distintos
corriendo como indios tras una pelota
/por todos lados
Los perros paseanderos, las palomas traicioneras
que por un puñado de maíz te abandonan
y en el hombro te cagan al alejarse volando.
El son de la música de la calesita que da vueltas
y el viejo sortijero
que revolea a su suerte
la sortija que regala otra vuelta en calesita.
Cómo no extrañar sus ruidos incontrolables, el smog asfixiante,
los grises edificios que se alzan hacia el cielo haciéndole cosquillas.
El sin fin ecléctico de su arquitectura.
Las callejas del olvido, los barrios alejados,
el pecaminoso centro lleno de negocios y burdeles,
San Telmo, la Boca, los bosques de Palermo,
el Rosedal que en primavera se llena de colores
y de picniqueros que llegan caminando,
o en auto o en taxi o colectivo que desde todos lados
desde todos los barrios, bulliciosos y felices
de a muchos vienen llegando.
El Subte, el Zoo y el Jardín Botánico.
Las estaciones de trenes grises y dolidas
por el abandono sufrido durante tantas décadas.
La plaza San Martín, la calle Florida y su sin fin de turistas,
la peatonal Lavalle que más que calle es un gran mercado.
Cómo no extrañar al Obelisco, la Casa Rosada, la Avenida de Mayo
con su hermosa plaza que promete libertad desde hace tantos tiempos
El imponente e impotente Congreso
que se yergue impetuoso frente a su plaza casi homónima
y ese sabor anónimo que te da ser parte de una urbe
que a pesar de hacerte sentir solo, siempre te rodea
y te recuerda como de ella y como es ella,
estés donde estés del mundo, donde quieras, donde sea.
Cómo olvidar su noche, cuando la bestia parece dormida,
y sus calles se llenan de luces y colores,
y de sus plazas salen mil y un aroma a flores,
los autos transitan solitarios entre las sombras
y los transéuntes cruzan de una vereda a otra
sin importar siquiera lo que el semáforo botón
indica u obliga con sus luces desde la esquina.
Cómo no extrañarte Buenos Aires
si sos del mundo la ciudad más dulce y amable
y a pesar de tus maldades y disparates,
nunca nunca, dejaré de amarte.

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