miércoles, mayo 30, 2007

Los días que corren -- Cuento de "Cuentos"

Vaya uno a saber porque rara ventura, a veces el alma se siente sola, trémula e inconsistente, tal vez abandonada por la caricia de dios que siempre es una ventisca cálida y simple... y el miedo, que atormenta con las fragilidades del espíritu, que es tanta la soledad que carcome por dentro que ni las lágrimas que una tras otra caen, sienten la suave compañía de aquella que la antecede, que esa otra que detrás les sigue la huella, es claro verse frágil y desguarnecido en un mundo hostil lleno de muertes e impiedades, donde la envidia y el odio son la moneda corriente, con la que la ambición desmedida de otros, nos pasa factura a los que menos poseemos, porque ellos quieren todo lo que existe y algunos queremos solo lo que creemos.
En estas manos que entienden su tamaño real cual guijarro y no temen en ser pequeñas si no brutas o asesinas de sueños puros; o en estos pies que dejan una pequeña y delgada huella que tan solo con la brisa se desvanece. Haber nacido con estos ojos que solo miran; con esta lengua que solo dice, solo sienten... todos estos haberes además de ser una bendición es de las maldiciones, tal vez, la más maledicente...
Tiembla la carne, por sus venas, que son azules por el frío que corre dentro de ellas, este frío que nos hela de a poco esta carne caliente que tiembla, y se va liberando el alma de esta cárcel que muere en vida constantemente...
Tengo miedo, frío y soledad, las miradas allá afuera parecen racimos de odio y necedad, las miradas acá adentro son las almas pares que una a otra se acaloran y acompañan. Es tan fría la soledad del que teme como el temor del que se siente solo. Estamos solos desde antes de ser paridos hasta la muerte misma. Aunque tengamos el amor de quien nos ama, la compañía de quien nos acompaña; el silencio y la necesidad nos estrujan el estómago de miedo y nos aíslan, nos entregamos ignorantes a las manos de dios, ignorando naturalmente a que o a quién nos entregamos, y es tanta la soledad que sentimos y somos tantos en esas manos que creemos estar acompañados por más gente que teme a lo que uno teme, y dios es esta imagen que creamos. Y él no tiene en quien recostarse y llorar sus miedos, sus fríos, sus soledades.
Habrá quién lo acobije en el seno y le acaricie el rostro limpiándole el temor reflejado en sus frías lágrimas, dios nos necesita tanto como a él nosotros, y lo abandonamos al abandonarnos, porque el frío nos aísla y aún el frío está en nuestras miradas.
Extraño es uno cuando se mira a sí mismo y encuentra que uno es esencia de sí mismo y ese misticismo nos hace distantes de nosotros mismos, tan distantes que nos olvidamos de quien tenemos al lado y sobre la palma de quien estamos.
Es tanto el silencio que el sufrimiento se hace carne y el dolor costumbre, y la felicidad una oruga que de cuando en vez se transforma en mariposa y se va volando.
Estoy triste y solo en el día en que dios descansa, aunque el reloj haya sonado ya las doce y para estos que deambulan, el diablo ha metido su cola tan hondo que uno cree ver la mariposa volando perdida allá lejos en el horizonte.-

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